Clavisto
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Venimos de aquí: Las chicas de la Cruz Roja (I)
El definitivo regreso a casa (dicho así parece como si lo hubiéramos realizado después de guerrear en la Indochina) nos aguardaba con una agradable sorpresa, cosa rara, y no era tal sino que los jefes de la Roja Cruz habían decidido que el Pollo y el Kufisto estuvieran en la misma terna, algo que a todos luces no era normal, es decir, no era normal para ellos, así que me olió un tanto a cuerno al horno, no mucho, que yo le daba pocas vueltas a las cosas, pero sí...era raro, raro, raro.
El mundo de entonces andaba por Diciembre, según el calendario juliano, no sé por donde lo haría el indo-chino, aunque me temo que iría por el mes del gusano del año de la Rata, bichos ambos de los que estaba bien surtida la Roja Cruz y que no tardaron en asomar los hocicos para revelar sus verdaderas intenciones, como pudimos comprobar al recibir la notificación de que habíamos sido agraciados con el premio rellenito de la Navidad rojacrucera, esto es: que íbamos a fumarnos la Nochevieja, porque sí, sin lugar a apelación alguna en forma de te compro la guardia por diez talegos, que muchas se cambiaron así, no por nada no hay puerta que se resista a la llave del dinero, y si la hay es porque el precio a pagar es otro...pero siempre hay uno para todo.
Era tradición que las guardias de las Felices Fiestas se sortearan entre todos, era la diosa Suerte quien decidía la buena y la mala, como es natural, más aún en el mes de las supersticiones, pero las tradiciones también se rompen por muy tradiciones que sean, y entonces reza porque no te toque a ti estar a la cabeza, porque cuando eso pasa sucede como en el chiste de los dos presos que se fugan por un túnel y al ver la luz de su final se encuentran con que está esperándolos un guardia: el hostión se lo lleva el primero, se vuelve, la mano en la sangrante boca, "¿qué te pasa?" le dice el otro, "sube tú que a mi me da la risa" Pues eso, que mejor no salir del túnel, o como decían las viejas abuelas: tú en el medio, hijo mío, ni de los primeros ni de los últimos...la Sabiduría Popular.
La verdad es que me jodió bastante, aquella noche tenía un buen plan con una chica, quizá la única de la que he estado verdaderamente enamorado, una muchacha con la que hablé bastante antes de abrir la boca, que estas son cosas que entran por los ojos, como si te reconocieras en esa mirada, como si ya la hubieras visto antes, en otro tiempo y en otro lugar, e insinuara que allí había algo bueno, algo que ya te había gustado...los amantes se reconocen así que pasen mil siglos. Pero eso tampoco quiere decir que sea para siempre; simplemente quiere decir que ya estuvisteis juntos. Y que estuvo bien mientras duró.
Pero aquella no iba a ser la noche del reencuentro y, ¡ay!, no la hubo después. Ni hace no tanto, ya no éramos los que fuimos: nuestros ojos ven demasiado bien. Hasta la próxima, pues.
En fin...que al menos nos permitieron cenar con nuestras respectivas familias y comernos las uvas, los besos, los buenos deseos y el champán. Después pillé el coche, encendí un canuto, puse New year´s day a toda leche y fui a recoger al Pollo y a Guyeleto, la tercera y última pata del banco, un chaval que provocaba en quien lo veía la pregunta si de verdad hay gente que en lugar de sangre tiene horchata, pero era un buen chico, de hecho no podía ser de otra forma, y ya estábamos dos que no lo éramos demasiado, así que bien, estaba bien...y se callaba. Por la cuenta que le traía, sin duda, pero las causas no son gran cosa: lo decisivo es el resultado.
La noche pasó, que también lo malo se va, el Pollo se puso de todo lo que llevaba, pero cuando se comió el ácido no tardó en irse a la cama, cosa que fue bastante pronto, es como si las drojas no hicieran el mismo efecto según el lugar en que las tomes y con quien, yo me quedé con Guyeleto, viendo la tele, fumando y bebiendo, creo que hasta se animó a darle unas caladas y a echarse un par de copas, y es que una noche es una noche, y más que ninguna aquella, sobretodo cuando tenías veinte años, que hace tiempo no deja de ser un gran y enorme ****** de vieja fruta, al menos para mi.
Y poco después, una vez cumplido el taimado castigo, el castigo de los débiles, de esos que no pueden hacer las cosas a la cara, pasó lo que hubiera visto venir hasta ZP: Pollo y Kufisto fueron separados. Pero la vida no se acabó y la Tierra continuó dando vueltas, por la cuenta que nos trae, aunque el resto de todo aquel año nuevo y parte del que estaba calentando en la banda del Tiempo no cambió de mes y número en mi calendario: seguí viviendo en el mes del Gusano del Año de la Rata.
Un mes que duró dieciocho.
Las chicas de la Cruz Roja (III)
El definitivo regreso a casa (dicho así parece como si lo hubiéramos realizado después de guerrear en la Indochina) nos aguardaba con una agradable sorpresa, cosa rara, y no era tal sino que los jefes de la Roja Cruz habían decidido que el Pollo y el Kufisto estuvieran en la misma terna, algo que a todos luces no era normal, es decir, no era normal para ellos, así que me olió un tanto a cuerno al horno, no mucho, que yo le daba pocas vueltas a las cosas, pero sí...era raro, raro, raro.
El mundo de entonces andaba por Diciembre, según el calendario juliano, no sé por donde lo haría el indo-chino, aunque me temo que iría por el mes del gusano del año de la Rata, bichos ambos de los que estaba bien surtida la Roja Cruz y que no tardaron en asomar los hocicos para revelar sus verdaderas intenciones, como pudimos comprobar al recibir la notificación de que habíamos sido agraciados con el premio rellenito de la Navidad rojacrucera, esto es: que íbamos a fumarnos la Nochevieja, porque sí, sin lugar a apelación alguna en forma de te compro la guardia por diez talegos, que muchas se cambiaron así, no por nada no hay puerta que se resista a la llave del dinero, y si la hay es porque el precio a pagar es otro...pero siempre hay uno para todo.
Era tradición que las guardias de las Felices Fiestas se sortearan entre todos, era la diosa Suerte quien decidía la buena y la mala, como es natural, más aún en el mes de las supersticiones, pero las tradiciones también se rompen por muy tradiciones que sean, y entonces reza porque no te toque a ti estar a la cabeza, porque cuando eso pasa sucede como en el chiste de los dos presos que se fugan por un túnel y al ver la luz de su final se encuentran con que está esperándolos un guardia: el hostión se lo lleva el primero, se vuelve, la mano en la sangrante boca, "¿qué te pasa?" le dice el otro, "sube tú que a mi me da la risa" Pues eso, que mejor no salir del túnel, o como decían las viejas abuelas: tú en el medio, hijo mío, ni de los primeros ni de los últimos...la Sabiduría Popular.
La verdad es que me jodió bastante, aquella noche tenía un buen plan con una chica, quizá la única de la que he estado verdaderamente enamorado, una muchacha con la que hablé bastante antes de abrir la boca, que estas son cosas que entran por los ojos, como si te reconocieras en esa mirada, como si ya la hubieras visto antes, en otro tiempo y en otro lugar, e insinuara que allí había algo bueno, algo que ya te había gustado...los amantes se reconocen así que pasen mil siglos. Pero eso tampoco quiere decir que sea para siempre; simplemente quiere decir que ya estuvisteis juntos. Y que estuvo bien mientras duró.
Pero aquella no iba a ser la noche del reencuentro y, ¡ay!, no la hubo después. Ni hace no tanto, ya no éramos los que fuimos: nuestros ojos ven demasiado bien. Hasta la próxima, pues.
En fin...que al menos nos permitieron cenar con nuestras respectivas familias y comernos las uvas, los besos, los buenos deseos y el champán. Después pillé el coche, encendí un canuto, puse New year´s day a toda leche y fui a recoger al Pollo y a Guyeleto, la tercera y última pata del banco, un chaval que provocaba en quien lo veía la pregunta si de verdad hay gente que en lugar de sangre tiene horchata, pero era un buen chico, de hecho no podía ser de otra forma, y ya estábamos dos que no lo éramos demasiado, así que bien, estaba bien...y se callaba. Por la cuenta que le traía, sin duda, pero las causas no son gran cosa: lo decisivo es el resultado.
La noche pasó, que también lo malo se va, el Pollo se puso de todo lo que llevaba, pero cuando se comió el ácido no tardó en irse a la cama, cosa que fue bastante pronto, es como si las drojas no hicieran el mismo efecto según el lugar en que las tomes y con quien, yo me quedé con Guyeleto, viendo la tele, fumando y bebiendo, creo que hasta se animó a darle unas caladas y a echarse un par de copas, y es que una noche es una noche, y más que ninguna aquella, sobretodo cuando tenías veinte años, que hace tiempo no deja de ser un gran y enorme ****** de vieja fruta, al menos para mi.
Y poco después, una vez cumplido el taimado castigo, el castigo de los débiles, de esos que no pueden hacer las cosas a la cara, pasó lo que hubiera visto venir hasta ZP: Pollo y Kufisto fueron separados. Pero la vida no se acabó y la Tierra continuó dando vueltas, por la cuenta que nos trae, aunque el resto de todo aquel año nuevo y parte del que estaba calentando en la banda del Tiempo no cambió de mes y número en mi calendario: seguí viviendo en el mes del Gusano del Año de la Rata.
Un mes que duró dieciocho.
Las chicas de la Cruz Roja (III)
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