Urederra
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Las «bandas» de Villaverde imponen su ley en el parque del «club de la lucha»
Los robos y las peleas, al caer la noche, han trasladado el miedo y la inseguridad al espacio
De poblado chabolista a pulmón verde de Villaverde Bajo, el parque de la Amistad fue una suerte caída del cielo para el vecindario de uno de los distritos con menor renta de la capital. Casi en el límite entre los barrios de Los Rosales (al que pertenece) y San Cristóbal de los Ángeles, son muchos los paseantes, bien entrados en la década de los cuarenta, que recuerdan a los componentes del grupo Camela cantar en uno de sus bancos años antes de saltar al estrellato. Pero lejos quedan aquellos tiempos, donde la delincuencia de antaño parece haberse ido tras*formando para persistir a lo largo de las tres últimas décadas. «En esa época también pasaban cosas, ¡eh!», sostiene un lugareño, de los de toda la vida, cuestionado por la última pelea pactada de jóvenes, fiel al estilo de la cinta de David Fincher «El club de la lucha».
Ahora las «cosas» han cambiado, pero el miedo se mantiene. Las «bandas», como así denominan a los grupos de jóvenes violentos gran parte de los jovenlandesadores cercanos, han hecho del parque de la Amistad su lugar de esparcimiento. «El problema llega al caer la noche», apuntan los afectados, que prefieren rodear el enclave para alcanzar la colonia de la Quinta del Pilar y el resto de calles adyacentes. La falta de iluminación confiere al espacio mayor suspense, provocado, quizás, por los años de «abandono» a los que los residentes aseguran haber estado sometidos.
A finales de 2018, por citar algunas de las algaradas, una pandilla de jóvenes tuvo que huir a la carrera cuando una turba de latinoamericanos, provistos de botellas y machetes, salió a por ellos con intención de agredirlos. El motivo, recuerdan en la zona, fue una «confusión» provocada por el lanzamiento de simples petardos. El pasado verano, las canchas donde ha sucedido el reciente enfrentamiento, amanecieron con los aros taponados, lo que hizo sospechar a los usuarios que podría ser una clara advertencia de que «estaban reservadas». De hecho, algunos adolescentes ya sufrieron tiempo atrás el «peaje» de tener que pagar por acceder a las mismas. No aceptaron, pero tampoco pudieron poner el balón en juego.
Este año, antes de decretarse el estado de alarma, varias mesas del parque aparecieron arrancadas de cuajo, en una muestra más del vandalismo latente que sufren sus instalaciones. En los aledaños la situación no mejora. En el mes de diciembre, un grupo de jóvenes, menores en su mayoría, persiguieron a un hombre para robarle después de «pedirle» dinero. Precisamente, como ayer publicó este diario, la Asociación La Unidad de Villaverde Este envió hace días un informe a la concejalía del distrito y los Cuerpos de la Policía Nacional y Municipal alertando, entre otras controversias, de robos en el entorno de Villaverde Bajo, cometidos por dos individuos supuestamente identificados; y pequeños hurtos en las inmediaciones de las calles de Benita López y Platino.
Cuestión no menor es el notorio número de narcopisos, entre ellos, el ubicado en el número 6 de la propia calle de Platino, donde el 11 de abril moría un dominicano al precipitarse desde una de las ventanas superiores por causas desconocidas. Desde hace tiempo, la vía de Estroncio, con salida también al parque de la Amistad, es otro de los focos marcados en rojo por la barriada. El trasiego de toxicómanos, llegados de diferentes puntos de la ciudad para pillar su dosis, termina en espacios verdes como el señalado. «No es raro ver a gente consumiendo por la noche», relata un testigo. Este problema, no obstante, es extensible al barrio de San Cristóbal y las cercanías de la estación de Villaverde Bajo-Cruce.
Las «bandas» de Villaverde imponen su ley en el parque del «club de la lucha»
Los robos y las peleas, al caer la noche, han trasladado el miedo y la inseguridad al espacio
De poblado chabolista a pulmón verde de Villaverde Bajo, el parque de la Amistad fue una suerte caída del cielo para el vecindario de uno de los distritos con menor renta de la capital. Casi en el límite entre los barrios de Los Rosales (al que pertenece) y San Cristóbal de los Ángeles, son muchos los paseantes, bien entrados en la década de los cuarenta, que recuerdan a los componentes del grupo Camela cantar en uno de sus bancos años antes de saltar al estrellato. Pero lejos quedan aquellos tiempos, donde la delincuencia de antaño parece haberse ido tras*formando para persistir a lo largo de las tres últimas décadas. «En esa época también pasaban cosas, ¡eh!», sostiene un lugareño, de los de toda la vida, cuestionado por la última pelea pactada de jóvenes, fiel al estilo de la cinta de David Fincher «El club de la lucha».
Ahora las «cosas» han cambiado, pero el miedo se mantiene. Las «bandas», como así denominan a los grupos de jóvenes violentos gran parte de los jovenlandesadores cercanos, han hecho del parque de la Amistad su lugar de esparcimiento. «El problema llega al caer la noche», apuntan los afectados, que prefieren rodear el enclave para alcanzar la colonia de la Quinta del Pilar y el resto de calles adyacentes. La falta de iluminación confiere al espacio mayor suspense, provocado, quizás, por los años de «abandono» a los que los residentes aseguran haber estado sometidos.
A finales de 2018, por citar algunas de las algaradas, una pandilla de jóvenes tuvo que huir a la carrera cuando una turba de latinoamericanos, provistos de botellas y machetes, salió a por ellos con intención de agredirlos. El motivo, recuerdan en la zona, fue una «confusión» provocada por el lanzamiento de simples petardos. El pasado verano, las canchas donde ha sucedido el reciente enfrentamiento, amanecieron con los aros taponados, lo que hizo sospechar a los usuarios que podría ser una clara advertencia de que «estaban reservadas». De hecho, algunos adolescentes ya sufrieron tiempo atrás el «peaje» de tener que pagar por acceder a las mismas. No aceptaron, pero tampoco pudieron poner el balón en juego.
Este año, antes de decretarse el estado de alarma, varias mesas del parque aparecieron arrancadas de cuajo, en una muestra más del vandalismo latente que sufren sus instalaciones. En los aledaños la situación no mejora. En el mes de diciembre, un grupo de jóvenes, menores en su mayoría, persiguieron a un hombre para robarle después de «pedirle» dinero. Precisamente, como ayer publicó este diario, la Asociación La Unidad de Villaverde Este envió hace días un informe a la concejalía del distrito y los Cuerpos de la Policía Nacional y Municipal alertando, entre otras controversias, de robos en el entorno de Villaverde Bajo, cometidos por dos individuos supuestamente identificados; y pequeños hurtos en las inmediaciones de las calles de Benita López y Platino.
Cuestión no menor es el notorio número de narcopisos, entre ellos, el ubicado en el número 6 de la propia calle de Platino, donde el 11 de abril moría un dominicano al precipitarse desde una de las ventanas superiores por causas desconocidas. Desde hace tiempo, la vía de Estroncio, con salida también al parque de la Amistad, es otro de los focos marcados en rojo por la barriada. El trasiego de toxicómanos, llegados de diferentes puntos de la ciudad para pillar su dosis, termina en espacios verdes como el señalado. «No es raro ver a gente consumiendo por la noche», relata un testigo. Este problema, no obstante, es extensible al barrio de San Cristóbal y las cercanías de la estación de Villaverde Bajo-Cruce.
Las «bandas» de Villaverde imponen su ley en el parque del «club de la lucha»