La visión de género debe acabar con un modelo de salud desigual

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La visión de género debe acabar con un modelo de salud desigual

El sistema tiene que ser universal, público y también equitativo

Las mujeres enferman de manera diferente que los hombres, tienen una evolución diferente frente a ciertas enfermedades y no responden igual a los efectos de determinados fármacos , pero en cambio, son tratadas con protocolos médicos homogéneos , producto de un sistema de salud basado en un modelo masculinizado . El sesgo de género a menudo hace creer erróneamente que las enfermedades son universales y comunes a todo el mundo.

La enfermedad cardiovascular , por ejemplo, es la primera causa de mortalidad en las mujeres, sobre todo cuando llegan a la menopausia, pero se ha asumido de manera equivocada que los síntomas son los mismos que en los hombres, cuando no es así. Eso hace que a menudo el diagnóstico llegue tarde porque ellas no han sabido reconocer las señales de alarma de un posible infarto.

La salud de las mujeres y de los hombres, por lo tanto, es diferente por motivos biológicos pero también desigual por motivos sociales y mientras las diferencias de género deben mantenerse, se hace imprescindible acabar con las desigualdades si se quiere tener un sistema de salud que sea equitativo y justo. Sobre salud y mujeres versó el debate de esta semana, organizado por La Vanguardia en colaboración con la Generalitat, *dentro del ciclo Los.

En el debate, que tuvo lugar en el hotel Alma de Barcelona, participaron Alba Vergés, consellera de Salud de la Generalitat de Catalunya; la doctora Marta Chandre, subdirectora del CatSalut; el doctor Francisco Carmona, jefe de ginecología del hospital Clínic de Barcelona; la doctora Elena Carreras, jefa del servicio de obstetricia y ginecología del hospital Universitario Vall d’Hebron; Meritxell Benedí Altés, jefa del área de empoderamiento personal en la Fundación Surt, y Jordi Formiguera, agente de igualdad de la Fundación Joia, pedagogo y gestor tras*versal de inserción laboral.

Una de las prioridades del Departament de Salud en esta legislatura es la introducción de la perspectiva de género. Según la consellera Alba Vergés, “no nos tiene que dar miedo decir de manera contundente que la salud puede tener un componente machista, como tiene toda la sociedad”; por eso hace falta actuar de manera firme “haciendo políticas que vayan desde la planificación hasta la evaluación pasando por la formación de los profesionales en materia de género, con más y mejor comunicación hacia las mujeres sobre lo que las afecta, una investigación que sea sensible al hecho de ser mujeres y una participación de los expertos en colaboración con la administración”.

Como apunta la doctora Marta Carreras, “damos por hecho que porque nos dedicamos a la salud de la mujer, lo hacemos desde una perspectiva feminizada, y no es así porque en la profesión hay una perspectiva de género muy masculina”.

Las mujeres tienen una esperanza de vida más alta que los hombres, pero estos años de más los viven con peor salud y con más trastornos crónicos. Eso tiene un componente biológico y hormonal, pero también social por el rol que se les ha asignado.

El hecho de que cobren un 25% menos, que tengan unas jornadas más precarias y que dediquen dos horas más que sus compañeros a las tareas de cuidado del hogar, de los hijos y de los padres “repercute directamente en su salud y hace que estén más medicalizadas”, según Meritxell Benedí, quien añade que no sólo se tiene que velar por el embarazo sino también por todo aquello que ocurre antes del momento reproductivo y fértil y también por las relaciones sensuales en la época de la menopausia, porque todo eso también son cuestiones que afectan a la salud de las mujeres.

No obstante, Elena Carreras plantea el embarazo como una ventana de oportunidad porque “cuando una progenitora desarrolla determinadas enfermedades durante el embarazo, por ejemplo la preeclampsia, la probabilidad de que tenga después un problema cardiovascular a largo plazo es mucho más elevada”. Por lo tanto, el embarazo bien estudiado es un factor de prevención precoz de patologías futuras. Los expertos aseguran que las mujeres han asumido que tienen que sufrir dolor por el mero hecho de ser mujeres. Y aquí entran en juego enfermedades que afectan sobre todo al sesso femenino, como la fibromialgia, el dolor pélvico crónico, el vaginismo, la artrosis o la endometriosis, esta última, una de las más frecuentes pero más silenciadas.

El doctor Francisco Carmona, experto mundial en endometriosis, asegura que “se ha normalizado que la mujer tenga dolor de regla, pero la regla no tiene que hacer daño”. La endometriosis es una enfermedad crónica en la cual el endometrio, que es el tejido que recubre el útero, crece y se implanta fuera de la cavidad original. Se desconoce la causa y aunque es una enfermedad benigna, provoca dolor agudo, dificulta las relaciones sensuales y aumenta el riesgo de esterilidad en las mujeres que la sufren. Es una enfermedad silenciada y el diagnóstico a menudo llega entre ocho y nueve años después de los primeros síntomas. Que una regla te deje tumbada en la cama de dolor es claramente patológico, explica Carmona.

Ocurre lo mismo con el vaginismo. Según la doctora Marta Carreras, hay muchas mujeres que lo sufren pero no se explica y muchas veces se descubre cuando quieren quedar embarazadas y ven que no pueden tener relaciones sensuales. Al no haber una causa orgánica, la culpabilización y la poca visibilidad del trastorno llegan a su máximo exponente.

Para la consellera Alba Vergés, “hace falta que las mujeres dejen de sentirse culpables constantemente por aspectos biológicos o sociales”, y reclama más información a los adolescentes, que sepan que sus compañeras de clase tienen la regla y sienten dolor.

El impacto de las desigualdades de género en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales, como la depresión o la ansiedad, es también un factor que tener muy en cuenta, ya que este tipo de trastornos tiene una presencia casi tres veces superior en las mujeres que en los hombres.

Para Jordi Formiguera, agente de igualdad de la Fundación Joia, el hecho de que “actualmente ya se pueda detectar en la atención primaria qué se esconde detrás de aquel dolor, aquella ansiedad o aquella depresión y que se pueda prescribir, aparte del tratamiento, una receta social” es muy positivo. El exceso de medicalización de la mujer, sobre todo con respecto a los trastornos de salud mental, también es un tema que se puso sobre la mesa. La doctora Marta Chandre explica que un 12% de las mujeres consume medicamentos antidepresivos respecto al 4% de los hombres.

La receta social se hace especialmente indispensable para luchar contra los casos de violencia machista. Tres de cada cuatro mujeres la han sufrido y tienen secuelas físicas y psicológicas. Precisamente en esta legislatura, el protocolo del embarazo ha incluido un test a todas las gestantes para detectar y atender situaciones de violencia machista que incluye preguntas como: “¿has tenido miedo de sentirte agredida en los últimos quince días?” o “¿te han pegado en el último mes?”. Son preguntas muy directas pero muy bien recibidas por las pacientes, contrariamente a lo que pueda parecer. Según Carreras, ahora lo que hace falta es que los profesionales “aprendamos a hacerlas porque a veces nos da vergüenza o nos parece que la paciente se puede sentir agredida”.

La desigualdad entre hombres y mujeres no sólo se da en el ámbito asistencial sino que, como en el resto de la sociedad, es un esquema que se repite en todos los ámbitos del sector sanitario. Así, a pesar de tener una gran presencia femenina, porque está lleno de médicas de familia, ginecólogas, auxiliares, enfermeras o pediatras, las mujeres no ocupan cargos de responsabilidad, direcciones generales o especialidades consideradas erróneamente masculinas, como la cardiología o la traumatología, por poner unos ejemplos. De hecho, en toda España, apunta la doctora Elena Carreras, “sólo hay una catedrática de obstetricia y ginecología y ninguna directora de colegio de médicos”, y eso que el 70% de las residentes de los hospitales son mujeres, apunta el doctor Francisco Carmona, como también la mayoría de los alumnos de las facultades de Medicina.

En este sentido, para la directora del CatSalut, la doctora Marta Chandre, “hay una parte de decisión y selección personal de especialidad en la cual el gobierno no puede incidir” y se suma a la crítica de la poca representación de las mujeres en el ámbito de la investigación clínica que es “claramente mejorable”. Con respecto a los ensayos clínicos, la situación tampoco es mucho mejor. Según Carmona, los estudios con medicamentos deben tener el 50% de representación de hombres y mujeres, pero en la práctica, nunca es así y siempre hay más presencia masculina. Eso implica que no se haya prestado suficiente atención a comprobar si los resultados de estos ensayos son diferentes entre hombres y mujeres y, por lo tanto, “se están introduciendo nuevos medicamentos asumiendo que harán el mismo efecto a hombres que a mujeres”, afirma.

Hay que partir de la base que no sólo se tiene que velar por la salud de la mujer sino por todo aquello que la afecta como género. Ahora bien, de la misma manera que, según Meritxell Benedí, “no tenemos que dejar al sistema educativo toda la educación para la tras*formación social, tampoco tenemos que dejar a todo el sistema de salud la atención de todas las desigualdades con las mujeres”. Por eso es imprescindible una colaboración estrecha entre el ámbito social y sanitario. Hay cuestiones que sólo las pueden detectar los facultativos en los centros de atención primaria y el tercer sector está para llegar allí donde no llega la administración, “no porque no quiera sino porque no puede”, afirma Benedí.

El reto de introducir la perspectiva de género en las políticas de salud es grande y pone de manifiesto que, a pesar de tener un sistema de salud público y universal, falta que sea equitativo a escala territorial, social y sobre todo, de género.

La visión de género debe acabar con un modelo de salud desigual

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