Viejo McLanister IV
Lonchafinista
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En mis tiempos jóvenes, no teníamos ni la mitad de lo que tienen ustedes y nos las apañábamos. Les cuento...
Desde que era un niño, comencé a cortar pinos o eucaliptos con mi padre. Me despertaba antes de que amaneciera y lo acompañaba. Luego iba a casa, preparaba el desayuno para mis hermanos y los llevaba al colegio. Yo me quedaba en el colegio tres horas y volvía a junto de mi padre para comer con él. Luego seguíamos cortando pinos o eucaliptos, lo que tocara, hasta que anochecía. Esa era mi rutina y así aprendí el oficio que desempeñé durante toda mi vida, como tratar con los clientes, como hacerte respetar y, en definitiva, como ser un hombre.
No tenía juguetes, no tenía balón de fútbol. Los domingos después de misa jugábamos al fútbol fuera de la iglesia con un balón que apenas botaba. Lo pasábamos bien. Los lunes y jueves hacía la compra. Era yo quien cocinaba para todos, hasta que mis hermanos crecieron. El mejor momento del día era cuando parábamos un momento en el trabajo y me comía un bocadillo de jamón. Ese jamón sabía mejor que nada que haya comido desde entonces. Y fue ahí cuando descubrí que no era tan difícil estar a gusto con la vida.
No necesitaba una buena ropa, una motocicleta, coche, estudios... No necesitaba nada de eso. Con lo básico me bastaba. Y así fue mi vida. Nunca tiré el dinero, porque sabía lo que costaba ganarlo. No tuve hijos con mi mujer, porque sabía lo que me había costado críar a mis hermanos. Me quedé con la empresa de mi padre y ahorré trabajando bien duro. Ahora tengo una vejez apacible, en la casa que heredé, con mis animales, con mis paseos por el bosque, y con un colchón financiero que hace que no me dé miedo en absoluto si bajan las pensiones.
Toda la tranquilidad que tengo ahora es fruto de eliminar necesidades. Si no quiero ir al cumpleaños de mi hermano, no voy. Si quiero pasarme el día en el monte, me lo paso. Me llevo algo para comer y recojo setas. Nadie manda en mí. No le debo nada a nadie. Si me viene una enfermedad, tengo dinero.
En cambio, si fuera una persona con decenas de necesidades, no tendría dinero, no tendría paz, tendría una vida llena de estrés. Trabajen duro y ahorren.
Desde que era un niño, comencé a cortar pinos o eucaliptos con mi padre. Me despertaba antes de que amaneciera y lo acompañaba. Luego iba a casa, preparaba el desayuno para mis hermanos y los llevaba al colegio. Yo me quedaba en el colegio tres horas y volvía a junto de mi padre para comer con él. Luego seguíamos cortando pinos o eucaliptos, lo que tocara, hasta que anochecía. Esa era mi rutina y así aprendí el oficio que desempeñé durante toda mi vida, como tratar con los clientes, como hacerte respetar y, en definitiva, como ser un hombre.
No tenía juguetes, no tenía balón de fútbol. Los domingos después de misa jugábamos al fútbol fuera de la iglesia con un balón que apenas botaba. Lo pasábamos bien. Los lunes y jueves hacía la compra. Era yo quien cocinaba para todos, hasta que mis hermanos crecieron. El mejor momento del día era cuando parábamos un momento en el trabajo y me comía un bocadillo de jamón. Ese jamón sabía mejor que nada que haya comido desde entonces. Y fue ahí cuando descubrí que no era tan difícil estar a gusto con la vida.
No necesitaba una buena ropa, una motocicleta, coche, estudios... No necesitaba nada de eso. Con lo básico me bastaba. Y así fue mi vida. Nunca tiré el dinero, porque sabía lo que costaba ganarlo. No tuve hijos con mi mujer, porque sabía lo que me había costado críar a mis hermanos. Me quedé con la empresa de mi padre y ahorré trabajando bien duro. Ahora tengo una vejez apacible, en la casa que heredé, con mis animales, con mis paseos por el bosque, y con un colchón financiero que hace que no me dé miedo en absoluto si bajan las pensiones.
Toda la tranquilidad que tengo ahora es fruto de eliminar necesidades. Si no quiero ir al cumpleaños de mi hermano, no voy. Si quiero pasarme el día en el monte, me lo paso. Me llevo algo para comer y recojo setas. Nadie manda en mí. No le debo nada a nadie. Si me viene una enfermedad, tengo dinero.
En cambio, si fuera una persona con decenas de necesidades, no tendría dinero, no tendría paz, tendría una vida llena de estrés. Trabajen duro y ahorren.
