Sin embargo, los guiños que recuerdan al régimen Talibán cada vez provocan menos sorpresa. Nadie se sobresaltó el año pasado cuando la prensa alertó que decenas de mujeres en urbes como la citada Jerusalén o Beit Shemesh habían comenzado a deambular por las calles completamente cubiertas, con una suerte de "burka" que emula al que usan las afganas
Los fundamentalistas le destrozan la cara Tzipi Livni | elmundo.es
Los fundamentalistas le destrozan la cara Tzipi Livni
5 de febrero.- La campaña a la que asiste Israel de cara a los comicios del día 10 sufrió el pasado martes un cierto sobresalto cuando los habitantes de Jerusalén descubrieron con asombro que en decenas de carteles electorales el rostro de Tzipi Livni aparecía embadurnado con pintura blanca. El responsable de la acción no dejó duda alguna sobre la intencionalidad de la misma. Sólo la cara de la fémina. La de políticos como Benjamín Netanyahu o Ehud Barak no sufrió daño alguno.
La policía lo atribuyó rápidamente a grupos de judíos extremistas opuestos a la utilización de imágenes femeninas.
Una tesis con cierta lógica dado que el principal partido que agrupa a dicha camada de feligreses, el Shas, se vio inmerso a finales de enero en una singular controversia cuando sus responsables se apresuraron a difuminar las facciones de dos periodistas locales a las que habían incluido en uno de sus anuncios. "No podemos emitir imágenes de mujeres ante el Arca Sagrada", declaró a la prensa local un portavoz del Shas apuntando que la censura se debía a su pretensión de defender la "modestia".
Los arrebatos de fundamentalismo son cada vez más habituales en una sociedad como la israelí donde la población de judíos ortodoxos no cesa de aumentar, gracias a su alto índice de natalidad.
La influencia de los ultras se ve reforzada por su continua presencia en los sucesivos gobiernos que han regido los destinos de Israel. Los analistas locales opinan que ese será también el caso en las elecciones venideras, donde estos feligreses extremos podrían aliarse para gobernar con el Likud de Benjamín Netanyahu.
Los integrantes de esta comunidad han conseguido que el estado les permita imponer autobuses "segregados" –hombres delante, mujeres detrás- en varios trayectos del país, que los bancos y las compañías de teléfonos lancen al mercado tarjetas de crédito o artilugios para comunicarse que respeten sus exigencias teológicas –las tarjetas, por ejemplo, no funcionan en "shabat", su día sagrado- y hasta que la línea aérea israelí, El Al, anunciara en enero que se dispone a organizar vuelos donde también se mantendrá la separación entre sexos.
Los ultra ortodoxos mantienen un instituto llamado "Zomet" dedicado sólo a amoldar la tecnología a la religión. "En un verdadero estado judío, todo tiene que ser judío", me explicaba hace meses el encargado de relaciones públicas del centro, Dan Marans. En ningún momento de su charla se refirió a la palabra democracia.
El ultra se vanagloriaba de todos los "inventos" de este centro, especializado en buscar los recovecos de la ley religiosa judía para crear aparatos que se puedan utilizar durante el "shabat". Desde una silla de ruedas que funciona de manera automática y así no hay que hacer esfuerzo –prohibido durante esa jornada- hasta un bolígrafo que escribe con tinta que desaparece a las 72 horas.
"Nuestra ley dice que está prohibido escribir si la escritura es permanente. De esta manera tienes suficiente tiempo para que acabe el shabat y fotocopiar la hoja escrita, que después se desvanece", aclaró Marans.
Ellos son también los inventores de los insufribles ascensores que van parando en cada piso de forma automática en shabat y que se han impuesto en casi todos los hoteles de Jerusalén.
Durante la reciente inauguración del puente del arquitecto español Santiago Calatrava en esta misma villa los responsables de la alcaldía obligaron a un grupo de danza de 12 chicas a cubrirse las mangas y colocarse un gorro en la cabeza para seguir la usanza ultra ortodoxa en un incidente que causó un gran revuelo. El concejal izquierdista Saar Netanel abanderó la protesta bajo un eslogan que rezaba "Jerusalén no es Irán, Jerusalén es Teherán".
Sin embargo, los guiños que recuerdan al régimen Talibán cada vez provocan menos sorpresa. Nadie se sobresaltó el año pasado cuando la prensa alertó que decenas de mujeres en urbes como la citada Jerusalén o Beit Shemesh habían comenzado a deambular por las calles completamente cubiertas, con una suerte de "burka" que emula al que usan las afganas.
"El cuerpo tiene que estar oculto, que no se vea su forma. Porque puede tentar a los hombres. Cuantas más capas de ropa, más será la modestia de la mujer", explicó una de las susodichas al diario Maariv.
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Los fundamentalistas le destrozan la cara Tzipi Livni
5 de febrero.- La campaña a la que asiste Israel de cara a los comicios del día 10 sufrió el pasado martes un cierto sobresalto cuando los habitantes de Jerusalén descubrieron con asombro que en decenas de carteles electorales el rostro de Tzipi Livni aparecía embadurnado con pintura blanca. El responsable de la acción no dejó duda alguna sobre la intencionalidad de la misma. Sólo la cara de la fémina. La de políticos como Benjamín Netanyahu o Ehud Barak no sufrió daño alguno.
La policía lo atribuyó rápidamente a grupos de judíos extremistas opuestos a la utilización de imágenes femeninas.
Una tesis con cierta lógica dado que el principal partido que agrupa a dicha camada de feligreses, el Shas, se vio inmerso a finales de enero en una singular controversia cuando sus responsables se apresuraron a difuminar las facciones de dos periodistas locales a las que habían incluido en uno de sus anuncios. "No podemos emitir imágenes de mujeres ante el Arca Sagrada", declaró a la prensa local un portavoz del Shas apuntando que la censura se debía a su pretensión de defender la "modestia".
Los arrebatos de fundamentalismo son cada vez más habituales en una sociedad como la israelí donde la población de judíos ortodoxos no cesa de aumentar, gracias a su alto índice de natalidad.
La influencia de los ultras se ve reforzada por su continua presencia en los sucesivos gobiernos que han regido los destinos de Israel. Los analistas locales opinan que ese será también el caso en las elecciones venideras, donde estos feligreses extremos podrían aliarse para gobernar con el Likud de Benjamín Netanyahu.
Los integrantes de esta comunidad han conseguido que el estado les permita imponer autobuses "segregados" –hombres delante, mujeres detrás- en varios trayectos del país, que los bancos y las compañías de teléfonos lancen al mercado tarjetas de crédito o artilugios para comunicarse que respeten sus exigencias teológicas –las tarjetas, por ejemplo, no funcionan en "shabat", su día sagrado- y hasta que la línea aérea israelí, El Al, anunciara en enero que se dispone a organizar vuelos donde también se mantendrá la separación entre sexos.
Los ultra ortodoxos mantienen un instituto llamado "Zomet" dedicado sólo a amoldar la tecnología a la religión. "En un verdadero estado judío, todo tiene que ser judío", me explicaba hace meses el encargado de relaciones públicas del centro, Dan Marans. En ningún momento de su charla se refirió a la palabra democracia.
El ultra se vanagloriaba de todos los "inventos" de este centro, especializado en buscar los recovecos de la ley religiosa judía para crear aparatos que se puedan utilizar durante el "shabat". Desde una silla de ruedas que funciona de manera automática y así no hay que hacer esfuerzo –prohibido durante esa jornada- hasta un bolígrafo que escribe con tinta que desaparece a las 72 horas.
"Nuestra ley dice que está prohibido escribir si la escritura es permanente. De esta manera tienes suficiente tiempo para que acabe el shabat y fotocopiar la hoja escrita, que después se desvanece", aclaró Marans.
Ellos son también los inventores de los insufribles ascensores que van parando en cada piso de forma automática en shabat y que se han impuesto en casi todos los hoteles de Jerusalén.
Durante la reciente inauguración del puente del arquitecto español Santiago Calatrava en esta misma villa los responsables de la alcaldía obligaron a un grupo de danza de 12 chicas a cubrirse las mangas y colocarse un gorro en la cabeza para seguir la usanza ultra ortodoxa en un incidente que causó un gran revuelo. El concejal izquierdista Saar Netanel abanderó la protesta bajo un eslogan que rezaba "Jerusalén no es Irán, Jerusalén es Teherán".
Sin embargo, los guiños que recuerdan al régimen Talibán cada vez provocan menos sorpresa. Nadie se sobresaltó el año pasado cuando la prensa alertó que decenas de mujeres en urbes como la citada Jerusalén o Beit Shemesh habían comenzado a deambular por las calles completamente cubiertas, con una suerte de "burka" que emula al que usan las afganas.
"El cuerpo tiene que estar oculto, que no se vea su forma. Porque puede tentar a los hombres. Cuantas más capas de ropa, más será la modestia de la mujer", explicó una de las susodichas al diario Maariv.