Lilith Reborn
Madmaxista
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La verdadera herencia de Chávez: más miseria y menos libertad
Desde 1999, Venezuela crece la mitad que sus vecinos, sufre hiperinflación, el Estado duplica su tamaño y el nivel de vida tan sólo sube un 11%.
El padre de la Revolución Bolivariana y el artífice del Socialismo del siglo XXI, Hugo Chávez Frías, murió el martes a los 58 años de edad víctima de un cáncer, coincidiendo, curiosamente, con el 60 aniversario del fallecimiento de Stalin. El ya ex-presidente de Venezuela se ha convertido en el nuevo icono de la izquierda política internacional, en sustitución del dictador Fidel Castro, tras 14 años en el poder. Sus defensores alegan que su mandato ha permitido reducir de forma drástica los índices de pobreza en Venezuela, gracias a su particular sistema de redistribución de la riqueza y a la nacionalización de los denominados "sectores estratégicos".
Los datos, sin embargo, muestran una realidad radicalmente opuesta a los supuestos logros atribuidos al socialismo de cuño bolivariano. La creciente estatalización de la economía venezolana, fuertemente dependiente de la producción de petróleo, ha dado como resultado un crecimiento real del PIB -ajustado a precios de 1999- muy inferior al de otros países vecinos más propensos al capitalismo y al libre mercado, tales como Chile, Colombia o Perú. Así, desde 1999, año en el que Chávez llegó al poder, el PIB real de Venezuela apenas ha crecido en 20 puntos porcentuales, frente a los 45 de Colombia, los 52 de Chile o los casi 70 de Perú. Es decir, su ritmo de crecimiento durante este período ha sido un 50% inferior al de sus vecinos más capitalistas.
Por otro lado, en términos nominales -sin descontar la inflación-, la evolución anual de su PIB ha sido similar a la media registrada por el conjunto de economías latinoamericanas durante la pasada década, cayendo más en los momentos de recesión y creciendo por encima de la medida en los períodos de auge económico. Su economía avanzó a un ritmo promedio de apenas el 2,9% anual -en términos nominales-.
Pero el dato más relevante en este ámbito es, sin duda, que la renta real per cápita -descontando inflación- apenas ha aumentado de los 1.809 bolívares en 1998 a 2.024 en 2012. Es decir, el nivel de vida de los venezolanos tan sólo ha mejorado un 11% durante el mandato chavista, a un ritmo medio del 0,8% anual, muy por debajo de Chile (2,8%), Colombia (2,2%) o Perú (3,6%).
De hecho, tal y como señala Juan Ramón Rallo, "si efectuamos la comparativa en dólares internacionales, Venezuela tenía en 1998 una renta per cápita similar a la chilena y a la uruguaya, al tiempo que casi duplicaba la peruana y la colombiana; hoy, la renta chilena es un 50% superior a la venezolana y la uruguaya la supera en un 20%, mientras que la peruana y la colombiana sólo se hallan ya un 20% por debajo".
Petróleo, el factor clave
Pese a ello, el factor diferencial entre Venezuela y la mayoría de sus países vecinos radica en sus grandes reservas de crudo. La exigua competitividad del país caribeño hace que Venezuela importe la mayoría de productos que consume gracias, casi en exclusiva, a sus exportaciones de petróleo. Con una industria nacional en permanente declive, el peso del petróleo en las exportaciones del país ha crecido desde el 76% en 1999 a casi el 96% en 2012. En este sentido, el petróleo no sólo se ha convertido en el principal activo económico de Venezuela sino, sobre todo, en el principal colchón financiero del que se nutre el régimen chavista.
El alza que ha experimentado el oro neցro durante la última década ha sido un factor clave tanto para el crecimiento del país como para sus finanzas públicas. En 1998, el barril de petróleo cotizaba a poco más de 10 dólares, mientras que hoy supera los 100. Chávez nacionalizó la principal petrolera del país (PDVSA) en 2003. A partir de entonces, contó con una gran fuente de ingresos públicos para llevar a cabo su particular programa populista de subsidios para contentar a una amplia capa de la población, consolidando así su apoyo en las urnas.
Tan sólo entre 2004 y 2010, el régimen contó con cerca de 60.000 millones de dólares extra procedentes del crudo para llevar a cabo políticas sociales de todo tipo, desde aumentar el gasto en educación y sanidad, hasta la construcción de viviendas sociales, infraestructuras e incluso compra de armamento. Todo ello a través, principalmente, del denominado Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden), cuyos ingresos provienen en su mayoría de PDVSA. Además, la banca china ha prestado a Venezuela más de 40.000 millones de dólares en los últimos años a cambio de petróleo. El crudo representa, prácticamente, la mitad de los ingresos públicos del Gobierno y el 90% de las divisas que entran en el país (petrodólares).
Este factor es, precisamente, el que explica en gran medida el aumento relativo del PIB per cápita registrado durante el mandato de Chávez (de apenas el 11% en términos reales), así como la reducción del índice de pobreza del 49% en 1998 a casi el 30% de la población en 2011.
Sin embargo, poniéndolo en contexto, se observa que en el conjunto de América Latina y en países más capitalistas como Chile o Brasil, la reducción de la pobreza ha evolucionado de forma similar e incluso más intensa que en Venezuela, y ello sin necesidad de nacionalizar la industria petrolera. Además, se estima que cerca del 40% de los venezolanos trabajan en la economía sumergida para subsistir.
De hecho, desde que el Gobierno tomó el control de PDVSA, la producción de crudo no ha dejado de caer en Venezuela, al pasar de 3,2 millones de barriles diarios en 2001 a poco más de 2 millones en 2011. Esta reducción se ha visto compensada, únicamente, por el alza de precios que ha experimentado el petróleo durante este período.
Inflacion desvocada y miseria
Su dependencia del petróleo es tal que, básicamente, la sostenibilidad del país avanza al ritmo de las fluctuaciones que experimenta el precio del crudo. El parón petróleo sufrido en 2003 golpeó de lleno a las finanzas venezolanas y fue entonces cuando Chávez impuso un férreo control de divisas a nivel interno y una intervención de precios en ciertos productos que degeneró en elevada inflación y desabastecimientos generalizados.
La moneda nacional, el bolívar, se devaluó en cinco ocasiones y la tasa de inflación ha crecido a ritmos de dos dígitos (más de un 20% anual desde 2009), liderando la subida de precios en América Latina. El siguiente gráfico refleja la evolución real de precios que han sufrido los venezolanos con respecto a 1999, empleando como referencia el deflactor implícito del PIB (casi un 2.000%).
La diferencia entre el tradicional IPC y el deflactor del PIB es que el primero refleja la variación de precios que experimenta una determinada canasta de productos, mientras que el segundo muestra la evolución de precios en toda la economía nacional (afectando a consumidores, productores, bienes de capital, etc.).
Si se tiene en cuenta la elevada inflación que existe en el país, Venezuela, al contrario de lo que se piensa, ha avanzado en el denominado índice de miseria que elabora The Economist, tomando como referencia la tasa de desempleo y la evolución de precios, hasta situarse en el segundo país más mísero del mundo tras Macedonia.
Una oleada de expropiaciones
El incesante alza de precios fue entonces tomado como excusa por el Gobierno bolivariano para culpar a las empresas de especular y acaparar productos básicos. Como resultado, a partir de 2006, Chávez intensificó la expropiación de empresas y sectores productivos, al tiempo que imponía nuevos límites de precios en toda una serie de productos, lo cual deterioró aún más la industria local y la llegada de inversión extranjera, haciendo que la economía nacional fuera aún más dependiente de las importaciones.
El régimen nacionalizó compañías eléctricas, siderúrgicas, financieras e industriales. Hoy por hoy, Venezuela tiene abiertos un gran número de procesos de arbitraje internacional por el que las empresas afectadas reclaman al Estado bolivariano el pago de más de 20.000 millones de dólares en concepto de indemnizaciones (justiprecio).
Deuda y deficit al alza
La política económica de Chávez también ha supuesto un elevado coste para las finanzas públicas, a pesar de los sustanciales ingresos petroleros. Durante su mandato, el déficit público se disparó hasta tasas récord, llegando a superar el 15% del PIB en 2012, si bien otras estimaciones lo elevan al 18% al contabilizar otro tipo de gastos que no son tenidos en cuenta por el Gobierno, como el relacionado con infraestructuras y vivienda. La deuda pública, por su parte, se ha más que duplicado en los últimos años, hasta rondar el 60% del PIB, si bien la cifra real podría llegar a superar el 100% si se tiene en cuenta la deuda de PDVSA y el coste de las nacionalizaciones empresariales.
El peso del Estado sobre la economía no ha dejado de crecer, al pasar del 28,7% del PIB en 1998 al 44,4% en 2012, mientras que se ha mantenido estable en Chile (23%), Colombia (28%) o Perú (19%), al tiempo que la presión fiscal se ha disparado casi un 50% (desde el 24% al 37% del PIB).
Una de las economías menos libres del planeta
Por último, pero no menos importante, el chavismo ha convertido a Venezuela en una de las economías menos libres del planeta. En concreto, se sitúa en el puesto 180 del mundo en cuando a facilidad para hacer negocios, según el Banco Mundial, tan sólo superado por otras superpotencias como el Congo, Eritrea, Chad y la República Centroafricana.
La verdadera herencia de Chávez: más miseria y menos libertad
Desde 1999, Venezuela crece la mitad que sus vecinos, sufre hiperinflación, el Estado duplica su tamaño y el nivel de vida tan sólo sube un 11%.
El padre de la Revolución Bolivariana y el artífice del Socialismo del siglo XXI, Hugo Chávez Frías, murió el martes a los 58 años de edad víctima de un cáncer, coincidiendo, curiosamente, con el 60 aniversario del fallecimiento de Stalin. El ya ex-presidente de Venezuela se ha convertido en el nuevo icono de la izquierda política internacional, en sustitución del dictador Fidel Castro, tras 14 años en el poder. Sus defensores alegan que su mandato ha permitido reducir de forma drástica los índices de pobreza en Venezuela, gracias a su particular sistema de redistribución de la riqueza y a la nacionalización de los denominados "sectores estratégicos".
Los datos, sin embargo, muestran una realidad radicalmente opuesta a los supuestos logros atribuidos al socialismo de cuño bolivariano. La creciente estatalización de la economía venezolana, fuertemente dependiente de la producción de petróleo, ha dado como resultado un crecimiento real del PIB -ajustado a precios de 1999- muy inferior al de otros países vecinos más propensos al capitalismo y al libre mercado, tales como Chile, Colombia o Perú. Así, desde 1999, año en el que Chávez llegó al poder, el PIB real de Venezuela apenas ha crecido en 20 puntos porcentuales, frente a los 45 de Colombia, los 52 de Chile o los casi 70 de Perú. Es decir, su ritmo de crecimiento durante este período ha sido un 50% inferior al de sus vecinos más capitalistas.
Por otro lado, en términos nominales -sin descontar la inflación-, la evolución anual de su PIB ha sido similar a la media registrada por el conjunto de economías latinoamericanas durante la pasada década, cayendo más en los momentos de recesión y creciendo por encima de la medida en los períodos de auge económico. Su economía avanzó a un ritmo promedio de apenas el 2,9% anual -en términos nominales-.
Pero el dato más relevante en este ámbito es, sin duda, que la renta real per cápita -descontando inflación- apenas ha aumentado de los 1.809 bolívares en 1998 a 2.024 en 2012. Es decir, el nivel de vida de los venezolanos tan sólo ha mejorado un 11% durante el mandato chavista, a un ritmo medio del 0,8% anual, muy por debajo de Chile (2,8%), Colombia (2,2%) o Perú (3,6%).
De hecho, tal y como señala Juan Ramón Rallo, "si efectuamos la comparativa en dólares internacionales, Venezuela tenía en 1998 una renta per cápita similar a la chilena y a la uruguaya, al tiempo que casi duplicaba la peruana y la colombiana; hoy, la renta chilena es un 50% superior a la venezolana y la uruguaya la supera en un 20%, mientras que la peruana y la colombiana sólo se hallan ya un 20% por debajo".
Petróleo, el factor clave
Pese a ello, el factor diferencial entre Venezuela y la mayoría de sus países vecinos radica en sus grandes reservas de crudo. La exigua competitividad del país caribeño hace que Venezuela importe la mayoría de productos que consume gracias, casi en exclusiva, a sus exportaciones de petróleo. Con una industria nacional en permanente declive, el peso del petróleo en las exportaciones del país ha crecido desde el 76% en 1999 a casi el 96% en 2012. En este sentido, el petróleo no sólo se ha convertido en el principal activo económico de Venezuela sino, sobre todo, en el principal colchón financiero del que se nutre el régimen chavista.
El alza que ha experimentado el oro neցro durante la última década ha sido un factor clave tanto para el crecimiento del país como para sus finanzas públicas. En 1998, el barril de petróleo cotizaba a poco más de 10 dólares, mientras que hoy supera los 100. Chávez nacionalizó la principal petrolera del país (PDVSA) en 2003. A partir de entonces, contó con una gran fuente de ingresos públicos para llevar a cabo su particular programa populista de subsidios para contentar a una amplia capa de la población, consolidando así su apoyo en las urnas.
Tan sólo entre 2004 y 2010, el régimen contó con cerca de 60.000 millones de dólares extra procedentes del crudo para llevar a cabo políticas sociales de todo tipo, desde aumentar el gasto en educación y sanidad, hasta la construcción de viviendas sociales, infraestructuras e incluso compra de armamento. Todo ello a través, principalmente, del denominado Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden), cuyos ingresos provienen en su mayoría de PDVSA. Además, la banca china ha prestado a Venezuela más de 40.000 millones de dólares en los últimos años a cambio de petróleo. El crudo representa, prácticamente, la mitad de los ingresos públicos del Gobierno y el 90% de las divisas que entran en el país (petrodólares).
Este factor es, precisamente, el que explica en gran medida el aumento relativo del PIB per cápita registrado durante el mandato de Chávez (de apenas el 11% en términos reales), así como la reducción del índice de pobreza del 49% en 1998 a casi el 30% de la población en 2011.
Sin embargo, poniéndolo en contexto, se observa que en el conjunto de América Latina y en países más capitalistas como Chile o Brasil, la reducción de la pobreza ha evolucionado de forma similar e incluso más intensa que en Venezuela, y ello sin necesidad de nacionalizar la industria petrolera. Además, se estima que cerca del 40% de los venezolanos trabajan en la economía sumergida para subsistir.
De hecho, desde que el Gobierno tomó el control de PDVSA, la producción de crudo no ha dejado de caer en Venezuela, al pasar de 3,2 millones de barriles diarios en 2001 a poco más de 2 millones en 2011. Esta reducción se ha visto compensada, únicamente, por el alza de precios que ha experimentado el petróleo durante este período.
Inflacion desvocada y miseria
Su dependencia del petróleo es tal que, básicamente, la sostenibilidad del país avanza al ritmo de las fluctuaciones que experimenta el precio del crudo. El parón petróleo sufrido en 2003 golpeó de lleno a las finanzas venezolanas y fue entonces cuando Chávez impuso un férreo control de divisas a nivel interno y una intervención de precios en ciertos productos que degeneró en elevada inflación y desabastecimientos generalizados.
La moneda nacional, el bolívar, se devaluó en cinco ocasiones y la tasa de inflación ha crecido a ritmos de dos dígitos (más de un 20% anual desde 2009), liderando la subida de precios en América Latina. El siguiente gráfico refleja la evolución real de precios que han sufrido los venezolanos con respecto a 1999, empleando como referencia el deflactor implícito del PIB (casi un 2.000%).
La diferencia entre el tradicional IPC y el deflactor del PIB es que el primero refleja la variación de precios que experimenta una determinada canasta de productos, mientras que el segundo muestra la evolución de precios en toda la economía nacional (afectando a consumidores, productores, bienes de capital, etc.).
Si se tiene en cuenta la elevada inflación que existe en el país, Venezuela, al contrario de lo que se piensa, ha avanzado en el denominado índice de miseria que elabora The Economist, tomando como referencia la tasa de desempleo y la evolución de precios, hasta situarse en el segundo país más mísero del mundo tras Macedonia.
Una oleada de expropiaciones
El incesante alza de precios fue entonces tomado como excusa por el Gobierno bolivariano para culpar a las empresas de especular y acaparar productos básicos. Como resultado, a partir de 2006, Chávez intensificó la expropiación de empresas y sectores productivos, al tiempo que imponía nuevos límites de precios en toda una serie de productos, lo cual deterioró aún más la industria local y la llegada de inversión extranjera, haciendo que la economía nacional fuera aún más dependiente de las importaciones.
El régimen nacionalizó compañías eléctricas, siderúrgicas, financieras e industriales. Hoy por hoy, Venezuela tiene abiertos un gran número de procesos de arbitraje internacional por el que las empresas afectadas reclaman al Estado bolivariano el pago de más de 20.000 millones de dólares en concepto de indemnizaciones (justiprecio).
Deuda y deficit al alza
La política económica de Chávez también ha supuesto un elevado coste para las finanzas públicas, a pesar de los sustanciales ingresos petroleros. Durante su mandato, el déficit público se disparó hasta tasas récord, llegando a superar el 15% del PIB en 2012, si bien otras estimaciones lo elevan al 18% al contabilizar otro tipo de gastos que no son tenidos en cuenta por el Gobierno, como el relacionado con infraestructuras y vivienda. La deuda pública, por su parte, se ha más que duplicado en los últimos años, hasta rondar el 60% del PIB, si bien la cifra real podría llegar a superar el 100% si se tiene en cuenta la deuda de PDVSA y el coste de las nacionalizaciones empresariales.
El peso del Estado sobre la economía no ha dejado de crecer, al pasar del 28,7% del PIB en 1998 al 44,4% en 2012, mientras que se ha mantenido estable en Chile (23%), Colombia (28%) o Perú (19%), al tiempo que la presión fiscal se ha disparado casi un 50% (desde el 24% al 37% del PIB).
Una de las economías menos libres del planeta
Por último, pero no menos importante, el chavismo ha convertido a Venezuela en una de las economías menos libres del planeta. En concreto, se sitúa en el puesto 180 del mundo en cuando a facilidad para hacer negocios, según el Banco Mundial, tan sólo superado por otras superpotencias como el Congo, Eritrea, Chad y la República Centroafricana.
La verdadera herencia de Chávez: más miseria y menos libertad