La verdadera felicidad (por el jesuita y maestro zen Kadowaki J. Kakichi)

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[Los resaltes en negritas, por mí].

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La palabra de Dios es espada de dos filos

· ¿Por qué están los pobres ligados al Reino de Dios? Esto no es algo que pueda entenderse con solo pensar. Cuanto más se piensa, menos se entiende. Aun cuando se utilice el conocimiento teológico para investigar la relación entre los pobres y el Reino de Dios, no se llega a la verdadera bienaventuranza. Solamente cuando experimentamos realmente la pobreza y colocamos enteramente nuestro cuerpo en el Reino de Dios, las palabras de Jesús se hacen vivas para nosotros. Aun cuando los cristianos prediquen la pobreza, reflexionen sobre ella y hagan maravillosas teologías, mientras no vivan una verdadera pobreza, no podrán gustar la verdadera bienaventuranza.
· Las palabras de Jesús, al igual que los koan del zen, persiguen un gran cambio: nos hacen morir a nuestra manera habitual de pensar y de vivir, y nos hacen vivir una vida pobre y bienaventurada. En ese sentido, son espada mortal y espada vivificadora. Tienen originalmente esta fuerza, pero nosotros, al pensar sobre el significado de pobreza, del Reino de Dios y de la buena nueva, asociamos significados con estas preguntas, y al preocuparnos por darles consistencia anulamos la espada de vida y fin que es la palabra de Jesús. Si escucháramos la predicación de Jesús sin mezclar nuestro propio pensar y con no-corazón, no la entenderíamos con la cabeza sino que la recibiríamos con el hara, y entregándonos a la fuerza avasalladora que originalmente tiene, cambiaríamos nuestra manera habitual de pensar y vivir. En la Biblia, la palabra de Dios se compara a una espada de dos filos:

«La palabra de Dios es viva, eficaz y tajante más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.» (Heb 4,12)

· San Juan comparte esa vida de pobreza con Jesús y nos dice que vio en su persona la manifestación de la «vida eterna» (1 Jn 1,2). Nos dice que Jesús era palabra de Dios que «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Si este testimonio del apóstol es verdadero, podemos decir que la palabra de Jesús tiene una fuerza mayor que una espada de dos filos.


Hacia la verdadera felicidad

· Es una palabra «viva, eficaz y tajante» (Heb 4,12), es decir, es espada de vida que tiene la maravillosa fuerza de arrastrar al que la escucha, hacerle desear la pobreza y de poner a su alcance la verdadera felicidad. Quizá porque en la Biblia está contenida esta fuerza de atracción, se ha mantenido esta como el libro de más venta en estos dos mil años. Todos, sin excepción, queremos ser felices, pero desconocemos dónde reside la verdadera felicidad. Actuamos con el corazón desordenado persiguiendo la riqueza, buscando la fama o tratando de lograr una posición social. A nosotros, descarriados, Jesús nos muestra dónde reside la verdadera felicidad. Nos enseña que el apego a las riquezas materiales hace infeliz al hombre y que su abandono es el camino hacia la felicidad. En ese sentido, las palabras de Jesús responden al anhelo más profundo de nuestro corazón. Creo que allí, como en el caso del dicho de Unmon, hay una actividad de «olas terribles y reflujo».
· La pobreza de que se habla aquí, como dice san Mateo, es una pobreza de «espíritu» (Mt 5,3), no es resultante de la pereza o la disipación, ni significa una pobreza negativa que se soporte a más no poder. Se trata de una pobreza positiva que, bajo la acción del Espíritu, se acepta espontáneamente. Más que una pobreza sobrellevada, expresa una vida liberada en que la pobreza se lleva en el cuerpo y se abraza con el corazón. Sin duda que en la base de esa convicción está la callada certeza de que si marchamos por el camino recorrido por Jesús, el Padre celestial no nos abandonará.

«No os preocupéis, pues, diciendo: "¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos?" Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad.» (Mt 6,31-32)


La fuerza de la pobreza absoluta

· Estas palabras de Jesús nos hacen recordar las palabras del maestro Yamada Mumon. Quizá la cita sea un poco larga, pero como es una explicación viva de las palabras de Jesús, la reproduzco aquí. Quisiera que fuera leída esta cita teniendo en mente el no-corazón y el corazón de niño, de que se habló en los capítulos anteriores.

«Cuando decimos que uno debe ser de no-corazón como un niño, quizá se diga de inmediato que cómo puede uno vivir en este mundo tan duro. Si aun cuando uno piensa tanto no marchan bien las cosas, con mayor razón se tendrán pérdidas diarias si uno no piensa; pero, en realidad, es difícil vivir en este mundo porque uno piensa. Creo que si uno no pensara lo pasaría mejor…
Todos nacimos sin pensarlo, sin planearlo ni proyectarlo, sin presupuesto y sin vestido. Ningún niño ha venido al mundo con un bolso o una maleta. Todos vinimos al mundo sin vestido, sin pañal para cambiarnos y dependientes durante decenas de años, desprovistos de cosa alguna de qué vivir; nacemos literalmente desnudos, y si hemos podido vivir hasta hoy, ¿no es gracias a los demás? No se debe a que por pensar hayamos podido vivir. ¿No hemos podido vivir hasta ahora gracias a los demás?
Al nacer, brota la leche del seno materno. Brota de ahí, pero la progenitora no la necesita: es para dársela al niño. Aunque es muy alimenticio, el pequeño no puede comerse un bistec. En cuanto nace, ya está bien preparada la leche y esta se va haciendo más espesa conforme el niño va creciendo. Cuando ya puede comer cosas, le salen los dientes. Puede vivir porque es un mundo hecho para que pueda vivir. Se dice: "Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta… ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o qué vestiremos." Además de nacer, estamos hechos para poder vivir.» (Colección de sermones de Mumon, p. 47)

· Ciertamente este sermón del roshi Yamada Mumon tiene una resonancia cristiana.


1702640829109.pngKadowaki J. Kakichi, s. j.: El zen y la Biblia. Lectura corporal del koan y la Biblia. [Colección Betania, 34]. Ediciones Paulinas, Madrid, 1981², 286 páginas. [Traducido por Agustín Jacinto Zavala]. Páginas 156-160.

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J. Kakichi Kadowaki (1926-2017), sacerdote jesuita japonés, se doctoró en la Universidad Gregoriana con una tesis sobre el conocimiento por connaturalidad en santo Tomás. Profesor de Antropología filosófica en la Universidad Sofía y director del Instituto de Religiones Orientales (1985-1991), vivió y pensó como puente entre las tradiciones sapienciales de Oriente y la filosofía occidental. Director de ejercicios espirituales ignacianos y reconocido como Maestro del Zen por el Roshi Ômori Sôgen, es autor de numerosas obras, como «El Zen y la Biblia», publicada en SAN PABLO.

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J. Kakichi Kadowaki, s. j. (1926-2017)


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Yamada Mumon, roshi (1900-1988)
 
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De verdad el chino ese es un G-Suita?
Kadowaki Kakichi es, o fue, pues ya falleció, cristiano católico e ingresó en la Orden de los jesuitas. También sacerdote. Japonés, que no chino. Obviamente, budista no, porque no se puede ser budista y cristiano a la vez.

No hay que confundir zen con budismo. El zen históricamente procede de un encuentro del budismo con el taoísmo y el confucionsimo, pero no es ya necesariamente budista, y es compatible con el cristianismo.

El progreso histórico, en esquema, fue así:

Hinduismo (religión)
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Budismo (filosofía)
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Budismo zen (rama del budismo mahayana)
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Zen


El zen no es religión ni filosofía, sino una práctica
: sentarse únicamente, en silencio; no hacer el mal; no tener apegos; mostrarse atento y honrado en lo que deba hacerse como el trabajo por ejemplo. Uno aprende a concentrarse y va adquiriendo sabiduría como fruto de estas experiencias, de modo que no hay doctrina en que creer, sino que uno conoce por la práctica, «de forma auténtica, uno sólo sabe lo que experimenta» es un pensamiento muy propio también de san Francisco de Asís.

La idea de que se ejercitan en dejar la mente en blanco es falsa. No son tan estúpidos como para no darse cuenta de que eso no se puede, no es humano y no es sano buscarlo. La idea del momento presente también hay malentendidos occidentales en esto. No es que no se deba recordar cosas del pasado, ni hacer proyectos de futuro, sino que si por ejemplo escribes tu autobiografía (rememorando, pues, tu pasado) estarás aquí y ahora en esta tarea. Es hacer las cosas bien, sentirse feliz aquí y ahora. La concentración en solamente lo que uno hace también depende de la tarea. Si trabajas de barrendero, resultará obvio que no vas a estar viviendo el presente en esos términos: «A-ho-ra_es-toy_a-ten-to_y_con-cen-tra-do_en_re-co-ger_e-sa_mier-da_de_pe-rro_no_de-bo_pen-sar_en_otra cosa…» Hombre, no. Porque barrer requiere poco esfuerzo y trabajo, es simple y es lógico que tu mente pueda e incluso deba ocuparse en algo más, se puede estar orando al mismo tiempo por ejemplo. Pero si tu trabajo es reparar una máquina, obviamente aquí toda tu atención se va a volcar en esta tarea, una máquina es algo complejo y si no funciona bien hasta puede suponer un peligro para terceros.

Kadowaki Kakichi es muy consciente de que budismo y cristianismo no son lo mismo. En el mismo libro, dice:

«El budismo cree que todo el universo posee naturaleza búdica. El cristianismo cree en la revelación de Dios Trino, manifestado por Jesucristo, y enseña que todo fue creado por ese Dios. Uno tiene una visión cíclica de la historia, el otro una visión lineal de la historia de la salvación. Existen, además, muchos otros puntos de diferencia entre ambos.» (pp. 6-7).
 
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