Chapapote1
Madmaxista
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El encarecimiento de las materias primas y el riesgo de escasez por la guerra de Ucrania provocan un vuelco en las políticas agrarias europeas
CARLOS BONELLDomingo, 6 marzo 2022, 23:59
valencia. La guerra de Ucrania está obligando a cambiar muchas cosas a marchas forzadas y las relacionadas con las materias alimentarias básicas no están teniendo el principal protagonismo en la atención diaria, como sí se ven, desde luego, las ligadas a la energía o aspectos financieros. Pero, a pesar de que los asuntos agroalimentarios parecen de segundo escalón en estos momentos, la realidad es que se están produciendo graves anuncios de fondo que van a tener fuertes repercusiones en las políticas de los Gobiernos y de la UE.
Lo primero es la crisis humanitaria, por supuesto, atender a los refugiados e intentar mitigar en lo posible la situación de la población que sufre directamente los rigores de la guerra. Después, mirar las necesitadas del resto.
Así como los mercados energéticos están desbocados y las autoridades europeas anuncian decisiones para intentar minimizar la repercusión de las alzas continuadas de precios, Bruselas y los 27 van a tener que adoptar igualmente decisiones importantes y hasta ahora impensables o muy lejanas en el terreno alimentario.
El trigo y el maíz rozan los 40 céntimos por kilo y se auguran más subidas en un mercado mundial que los expertos califican de 'roto'
La energía y la comida
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció el pasado viernes en Madrid un fuerte impulso a las energías renovables. Es perentorio reducir al máximo la dependencia externa, sobre todo del gas ruso. Italia propone incluso acordar un precio máximo, lo que puede ser en principio un brindis al sol, porque tendría que aceptarlo Moscú y no parece que el señor pilinguin se muestre condescendiente. La solución es potenciar todo lo que redunde en ganar autonomía energética. Ahí entran las fuentes renovables (fotovoltaica, eólica, geotermia...), pero también frenar el cierre de nucleares, y proyectar quizá nuevas centrales, como hace Francia. Dar marcha atrás hasta con el carbón, como Alemania, con la aprobación de los Verdes, que están en el Gobierno de coalición y son -o eran- los más enérgicos anticarbono y antinucleares.
En un mismo orden de equilibrio entre tabúes y prioridades como en el asunto de las centrales atómicas, los 27 países miembros de la UE barajan ya la eventualidad de verse abocados a permitir la importación, y seguramente también la producción propia, de alimentos tras*génicos. Porque si no, no habrá a medio plazo bastante comida para alimentar suficientemente a toda la población.
Dependencia exterior
Europa es muy dependiente de las importaciones de cereales, oleaginosas y proteaginosas, todas ellas materias primas del conglomerado agroindustrial alimentario. Compramos fuera -y España más que otros países- mucho trigo, mucho maíz, casi toda la soja, mucho girasol... Y los precios están en subidas que parecen imparables. El trigo y el maíz se acercan ya a los 40 céntimos por kilo en origen y los expertos del sector hablan de un mercado mundial 'roto', en el que cabe esperar cualquier cosa menos una estabilidad cercana. La situación comienza a motivar vuelcos importantes en las políticas agrarias europeas, aunque aún no se anuncien con campanillas,
Rusia y Ucrania son los grandes productores y suministradores del resto de Europa. O eran. Rusia queda descartada por las sanciones en respuesta a su agresión bélica. Y de Ucrania cabe esperar que no estará en situación de cumplir como proveedor puntual, al menos en gran parte. La guerra impedirá siembras y cultivos y reducirá sensiblemente sus cosechas. Y en el caso de que se trate de territorios que llegaran a producir con cierta normalidad pero bajo el control de Rusia, quedarían en el mismo régimen que las producciones propiamente rusas.
¿Cómo suplir lo que no venga del Este? Sin duda mirando hacia poniente. América es la alternativa. Pero allí ocurren dos cosas en principio adversas: abundan los cultivos tras*génicos, que la UE demoniza hasta ahora, y dos de los más grandes países productores y exportadores, Brasil y Argentina, sufren además graves sequías que auguran fuertes descensos en sus cosechas y por tanto en sus excedentes disponibles para exportar.
Abastecimiento como sea
Con este panorama restrictivo es fácil presumir que no cabe andarse con remilgos: trigo y maíz como sea, tras*génicos incluidos, antes que quedarse sin nada, porque hay que comer pan y alimentar a los animales de granja para comer carne y bemoles y beber leche. ¿Y cabrá que se permita la importación de tras*génicos, con tal de asegurar ahora el abastecimiento, pero al mismo tiempo no se admita que tendremos que ceder en lo mismo en cuanto a producciones propias? No se podrá sostener tal jovenlandesatoria, los recalcitrantes deberán ceder; habrá que tras*igir como sea, porque, además, visto lo visto, se trata también de verle las orejas al lobo y barruntar que al igual que está pasando todo esto ahora mismo, no se puede andar jugando con más exquisiteces de cara al futuro. La solución está en la tecnología moderna para producir nosotros mismos sin depender de los vaivenes de otros.
Pero entre tanto, ahora mismo faltan decisiones que se deberían adoptar con urgencia. Por ejemplo, la estricta PAC impide que se pongan a producir enseguida superficies que técnicamente están en barbecho. La normativa impone que se dejen de cultivar determinados porcentajes de tierra para justificar la gestión de las subvenciones programadas, pero ahora resulta perentorio que se ponga a producir todo lo que se pueda, y la lenta burocracia lo frena; todavía.
Un clásico. Problema, reacción, solución. Ahora nos quieren meter toda la cosa que tenían preparada, como la carne sintética de Bill Gates. Pues nada, ahora a disfrutar del aumento de los casos de cáncer.
CARLOS BONELLDomingo, 6 marzo 2022, 23:59
valencia. La guerra de Ucrania está obligando a cambiar muchas cosas a marchas forzadas y las relacionadas con las materias alimentarias básicas no están teniendo el principal protagonismo en la atención diaria, como sí se ven, desde luego, las ligadas a la energía o aspectos financieros. Pero, a pesar de que los asuntos agroalimentarios parecen de segundo escalón en estos momentos, la realidad es que se están produciendo graves anuncios de fondo que van a tener fuertes repercusiones en las políticas de los Gobiernos y de la UE.
Lo primero es la crisis humanitaria, por supuesto, atender a los refugiados e intentar mitigar en lo posible la situación de la población que sufre directamente los rigores de la guerra. Después, mirar las necesitadas del resto.
Así como los mercados energéticos están desbocados y las autoridades europeas anuncian decisiones para intentar minimizar la repercusión de las alzas continuadas de precios, Bruselas y los 27 van a tener que adoptar igualmente decisiones importantes y hasta ahora impensables o muy lejanas en el terreno alimentario.
El trigo y el maíz rozan los 40 céntimos por kilo y se auguran más subidas en un mercado mundial que los expertos califican de 'roto'
La energía y la comida
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció el pasado viernes en Madrid un fuerte impulso a las energías renovables. Es perentorio reducir al máximo la dependencia externa, sobre todo del gas ruso. Italia propone incluso acordar un precio máximo, lo que puede ser en principio un brindis al sol, porque tendría que aceptarlo Moscú y no parece que el señor pilinguin se muestre condescendiente. La solución es potenciar todo lo que redunde en ganar autonomía energética. Ahí entran las fuentes renovables (fotovoltaica, eólica, geotermia...), pero también frenar el cierre de nucleares, y proyectar quizá nuevas centrales, como hace Francia. Dar marcha atrás hasta con el carbón, como Alemania, con la aprobación de los Verdes, que están en el Gobierno de coalición y son -o eran- los más enérgicos anticarbono y antinucleares.
En un mismo orden de equilibrio entre tabúes y prioridades como en el asunto de las centrales atómicas, los 27 países miembros de la UE barajan ya la eventualidad de verse abocados a permitir la importación, y seguramente también la producción propia, de alimentos tras*génicos. Porque si no, no habrá a medio plazo bastante comida para alimentar suficientemente a toda la población.
Dependencia exterior
Europa es muy dependiente de las importaciones de cereales, oleaginosas y proteaginosas, todas ellas materias primas del conglomerado agroindustrial alimentario. Compramos fuera -y España más que otros países- mucho trigo, mucho maíz, casi toda la soja, mucho girasol... Y los precios están en subidas que parecen imparables. El trigo y el maíz se acercan ya a los 40 céntimos por kilo en origen y los expertos del sector hablan de un mercado mundial 'roto', en el que cabe esperar cualquier cosa menos una estabilidad cercana. La situación comienza a motivar vuelcos importantes en las políticas agrarias europeas, aunque aún no se anuncien con campanillas,
Rusia y Ucrania son los grandes productores y suministradores del resto de Europa. O eran. Rusia queda descartada por las sanciones en respuesta a su agresión bélica. Y de Ucrania cabe esperar que no estará en situación de cumplir como proveedor puntual, al menos en gran parte. La guerra impedirá siembras y cultivos y reducirá sensiblemente sus cosechas. Y en el caso de que se trate de territorios que llegaran a producir con cierta normalidad pero bajo el control de Rusia, quedarían en el mismo régimen que las producciones propiamente rusas.
¿Cómo suplir lo que no venga del Este? Sin duda mirando hacia poniente. América es la alternativa. Pero allí ocurren dos cosas en principio adversas: abundan los cultivos tras*génicos, que la UE demoniza hasta ahora, y dos de los más grandes países productores y exportadores, Brasil y Argentina, sufren además graves sequías que auguran fuertes descensos en sus cosechas y por tanto en sus excedentes disponibles para exportar.
Abastecimiento como sea
Con este panorama restrictivo es fácil presumir que no cabe andarse con remilgos: trigo y maíz como sea, tras*génicos incluidos, antes que quedarse sin nada, porque hay que comer pan y alimentar a los animales de granja para comer carne y bemoles y beber leche. ¿Y cabrá que se permita la importación de tras*génicos, con tal de asegurar ahora el abastecimiento, pero al mismo tiempo no se admita que tendremos que ceder en lo mismo en cuanto a producciones propias? No se podrá sostener tal jovenlandesatoria, los recalcitrantes deberán ceder; habrá que tras*igir como sea, porque, además, visto lo visto, se trata también de verle las orejas al lobo y barruntar que al igual que está pasando todo esto ahora mismo, no se puede andar jugando con más exquisiteces de cara al futuro. La solución está en la tecnología moderna para producir nosotros mismos sin depender de los vaivenes de otros.
Pero entre tanto, ahora mismo faltan decisiones que se deberían adoptar con urgencia. Por ejemplo, la estricta PAC impide que se pongan a producir enseguida superficies que técnicamente están en barbecho. La normativa impone que se dejen de cultivar determinados porcentajes de tierra para justificar la gestión de las subvenciones programadas, pero ahora resulta perentorio que se ponga a producir todo lo que se pueda, y la lenta burocracia lo frena; todavía.
La UE se ve abocada a permitir alimentos transgénicos para asegurar el suministro | Las Provincias
El encarecimiento de las materias primas y el riesgo de escasez por la guerra de Ucrania provocan un vuelco en las políticas agrarias europeas
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Un clásico. Problema, reacción, solución. Ahora nos quieren meter toda la cosa que tenían preparada, como la carne sintética de Bill Gates. Pues nada, ahora a disfrutar del aumento de los casos de cáncer.