JAVIER SOMALOCosas que no iban a suceder
Nadie pensaba que 19 años después seguiríamos siendo víctimas de un gigantesco engaño. Eso no iba a suceder. Pero sigue sucediendo.https://s.libertaddigital.com/images/tras*.png
11/3/2023 - 07:59
https://s.libertaddigital.com/images/tras*.pngArchivo
En plena frustración por tanta mentira sobre el 11-M cundió la infundada idea de que la verdad estaba encerrada pero en lugar seguro y que, de alguna manera, iría saliendo. Sólo había que esperar ciertas alineaciones de acontecimientos pero la verdad de los hechos no estaría siempre oculta. Eso no iba a suceder.
En el quinto aniversario se iban a saber muchas cosas y caerían algunas piezas importantes, se dijo en los círculos que a veces convivían en el heterodoxo mundillo que surgió en torno a la investigación periodística. Hubo descubrimientos, sí, pero condujeron a nuevas frustraciones, vías muertas y a la insoportable sensación de estar siendo encaminados, vigilados, sometidos a una calculada dosificación de las novedades.
Ocho años después de la masacre, en 2012, sí que llegó un emocionante momento que todos interpretamos como el hilo correcto, aquel que iba a desmadejar la más trágica mentira de la historia reciente de España: ¡encontramos un vagón! Entonces, no era cierto aquello de que todas las pruebas se habían desguazado quedando apenas unos clavos y algo de polvo rosa de extintor. Había un vagón entero que podía convertirse en el laboratorio central de las pruebas. Muchas personas sabían que estaba en aquel cobertizo cochambroso. Lo sabían en la Policía, en la Guardia Civil, en RENFE. Pero a los peritos del 11-M nadie se lo dijo y el juicio pasó por alto su existencia.
El entonces fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce ordenó abrir diligencias. Tres meses después se cerraron. El País, exultante, tituló: "Fiscalía entierra el bulo sobre el 11-M que Torres Dulce ordenó investigar en marzo". No hubo ocultación, no hubo manipulación. ¿Cómo que no? El diario de Prisa dedicó la noticia a recriminar la actuación del fiscal. El cierre de la crónica de Manuel Altozano, era el mejor resumen: "Es decir, que de ocultación de pruebas, nada. Bulo cerrado".
Vaya… un vagón completo era un bulo pero un clavito como los que vuelve a mostrar Carlos Sánchez de Roda en Libertad Digital, era una valiosísima prueba de un atentado sin metralla. Porque la persona que practicó las 192 autopsias, la forense Carmen Baladía, declaró que no halló metralla de origen terrorista, o sea, la que se introduce en la masa explosiva para añadir letalidad, en cuerpo alguno. Un clavito es prueba; un vagón es bulo. Estas eran cosas que no podían suceder. O así lo imaginábamos entonces.
En el décimo aniversario los hubo que esperaron el desenlace definitivo. Total… sólo quedaba saber quién mató, quién ordenó hacerlo y con qué arma. O sea la base de todo crimen. Y ya se había desestimado como prueba un vagón completo que no había sido objeto de análisis durante la instrucción. Pero la verdad no aguanta tanto tiempo encerrada, necesita salir. Nada.
Otros pusieron sus maltrechas esperanzas en el decimoquinto aniversario… Será entonces. Nada.
En el otoño de 2004, tan solo siete u ocho meses después del atentado, cuando nuestro querido Fernando Múgica Goñi nos enseñó magistralmente las migas de Pulgarcito que llevaban a los agujeros neցros del 11-M, nadie pensaba que 19 años después seguiríamos siendo víctimas de un gigantesco engaño. Eso no iba a suceder. Pero sigue sucediendo. Y nos trajo un rosario de desgracias posteriores imposibles de imaginar: por ejemplo, que ETA ganó el pulso y pasó a las instituciones. Tanto, que Otegi hizo posible un Gobierno socialista con comunistas en ministerios.
En esta casa dejamos sin publicar muchas fotos inéditas que, tras minuciosos análisis en busca de indicios, no aportaban sino dolor innecesario, recuerdo amargo y morbo estéril para nuestro único objetivo: la verdad del 11-M. Exploramos muchas propuestas descabelladas para no sentir el remordimiento de no haber hecho lo posible, bebimos de fuentes insalubres, tóxicas, por si, en un descuido, manaba alguna media verdad. Y anduvimos por caminos frecuentados por personajes, más bien asaltadores, que siempre están ahí, sea la época que sea, para engañar al desprevenido.
Si todo formó de un plan previsto, el autor es de un genio insuperable. Si todo fue simple superposición de chapuzas, nunca el caos ha estado tan al servicio del Mal absoluto.
El 11-M fue el manotazo en el tablero del que no acepta que va perdiendo. Dentro o fuera de España. Quizá a ambos lados. Con los años se pueden volver a colocar las piezas, pero se cometen olvidos y errores que cambian por completo la partida. Y ya hoy, hasta las reglas del juego.
Urge evitar la prescripción
Estas próximas elecciones –hay unas cuantas en 2023– podrán votar personas que no habían nacido cuando los trenes saltaron por los aires. No es que no lo recuerden, es que no existían. No hace falta ser contemporáneo de los hechos para conocerlos, denunciarlos o sentirlos como propios. De ser así, la Historia de una nación sería un mero archivo desalmado que no comprometería a nadie. Pero si el olvido es un arma muy poderosa, más lo es el borrado, la manipulación y la cancelación. En definitiva, la ocultación de la que presumió El País en esa noticia contra el hallazgo de un vagón: "enterrado el bulo". Y a seguir…
Del autor
Tal verdad dice que el 11 de marzo de 2004 unos terroristas yihadistas volaron de forma coordinada cuatro trenes en Madrid usando mochilas cargadas con un explosivo que no apareció –sólo se analizó explosivo no detonado aparecido fuera de trenes– y teléfonos móviles a modo temporizadores, ni siquiera como iniciadores a distancia. Y a esos "despertadores" les pusieron tarjeta SIM para que aparecieran innecesariamente como prueba.
De todos esos terroristas yihadistas que actuaron en Madrid por nuestra participación en Irak, sólo se capturó vivo a uno, Jamal Zougam, en base únicamente al testimonio ocular de unas rumanas que cambiaron varias veces de versión y que se demostró que mintieron durante el proceso. Una de ellas declaró por primera vez un año después de los atentados. El ministerio del Interior le había negado 15 días antes los papeles. Tras identificar a Zougam, fue considerada víctima de terrorismo y cobró 48.000 euros de indemnización. Sobre la otra, ni siquiera se probó que viajara en uno de los trenes.
Pero Zougam no pudo hacer estallar cuatro trenes. ¿Qué fue del resto de terroristas? Se suicidaron en un piso de Leganés, no en los trenes como sería previsible en yihadistas, tras un largo tiroteo que no dejó un solo casquillo ni una gota de sangre, salvo la derramada por el único muerto constatable: el GEO Javier Torronteras. A los suicidados no se les practicó autopsia y a la forense Carmen Baladía se le obligó a tomar un descanso.
No entramos ya en otros "iconos" del 11-M como la furgoneta Kangoo que los perros ignoraron pero que se llenó de pistas cuando llegó a la Comisaría General de Información o el Skoda Fabia, repleto de pruebas que fueron anuladas por el tribunal ante la grosera evidencia de falsedad. Lejos quedan ya los viajes a las minas de Asturias, hasta donde nos llevaron para tener tiempo y tramoya.
Ni el presidente Obama en sus discursos sobre el yihadismo incluyó Madrid como ejemplo. Y el Tribunal Supremo tuvo que matizar a la Audiencia de Bermúdez dejando claro que los autores materiales no podían ser sólo los muertos y que no hay rastro de autoría intelectual.
El "caminito de Jerez" del que habló el juez Javier Gómez Bermúdez fue toda una excursión de la Verdad cargada con la mochila de Vallecas, el petate que contuvo todas las mentiras del 11-M. Pero nosotros fuimos y somos los malos, los conspiranoicos. Hace tiempo se esfumó la esperanza de conocer la verdad. Ahora es eso lo que se dice que no va a pasar y algunos lo ven como un alivio. Dudar siempre… mal asunto.
Hay muchas cosas que no iban a suceder o que no se creerían hace un par de décadas. Que esta casa, 23 años después, siga fiel a su espíritu fundacional y compita cada vez con más fortaleza, más trabajadores y más audiencia pese a que, según se empeñan algunos, estamos en las últimas desde el principio, es una de esas benditas cosas. Quizá demasiada gente pensaba que no iba a suceder, que no aguantaríamos tanto, más de dos décadas, una pequeña parte de lo que nos queda. Intentaron casi todo lo imaginable cuando nos acercamos a algunas verdades del 11-M. Lo hacen periódicamente cuando incomodamos.
Pero la frustración de no hallar la verdad y soportar insultos hace callo y deja de doler. Queda un año para evitar el cierre definitivo del caso como nos alertó en Es la Mañana de Federico una gran persona llamada Ángeles Domínguez. Muchos dicen que es inevitable pero ella jamás se ha dado por vencida. Gabriel Moris murió con su sonrisa grabándonos a fuego el mensaje que nos guía: "No olvidar lo inolvidable".
Pues a tozudos no nos ganan. Además, no tenemos otra cosa que hacer.
Nadie pensaba que 19 años después seguiríamos siendo víctimas de un gigantesco engaño. Eso no iba a suceder. Pero sigue sucediendo.https://s.libertaddigital.com/images/tras*.png
11/3/2023 - 07:59
https://s.libertaddigital.com/images/tras*.pngArchivo
En plena frustración por tanta mentira sobre el 11-M cundió la infundada idea de que la verdad estaba encerrada pero en lugar seguro y que, de alguna manera, iría saliendo. Sólo había que esperar ciertas alineaciones de acontecimientos pero la verdad de los hechos no estaría siempre oculta. Eso no iba a suceder.
En el quinto aniversario se iban a saber muchas cosas y caerían algunas piezas importantes, se dijo en los círculos que a veces convivían en el heterodoxo mundillo que surgió en torno a la investigación periodística. Hubo descubrimientos, sí, pero condujeron a nuevas frustraciones, vías muertas y a la insoportable sensación de estar siendo encaminados, vigilados, sometidos a una calculada dosificación de las novedades.
Ocho años después de la masacre, en 2012, sí que llegó un emocionante momento que todos interpretamos como el hilo correcto, aquel que iba a desmadejar la más trágica mentira de la historia reciente de España: ¡encontramos un vagón! Entonces, no era cierto aquello de que todas las pruebas se habían desguazado quedando apenas unos clavos y algo de polvo rosa de extintor. Había un vagón entero que podía convertirse en el laboratorio central de las pruebas. Muchas personas sabían que estaba en aquel cobertizo cochambroso. Lo sabían en la Policía, en la Guardia Civil, en RENFE. Pero a los peritos del 11-M nadie se lo dijo y el juicio pasó por alto su existencia.
El entonces fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce ordenó abrir diligencias. Tres meses después se cerraron. El País, exultante, tituló: "Fiscalía entierra el bulo sobre el 11-M que Torres Dulce ordenó investigar en marzo". No hubo ocultación, no hubo manipulación. ¿Cómo que no? El diario de Prisa dedicó la noticia a recriminar la actuación del fiscal. El cierre de la crónica de Manuel Altozano, era el mejor resumen: "Es decir, que de ocultación de pruebas, nada. Bulo cerrado".
Vaya… un vagón completo era un bulo pero un clavito como los que vuelve a mostrar Carlos Sánchez de Roda en Libertad Digital, era una valiosísima prueba de un atentado sin metralla. Porque la persona que practicó las 192 autopsias, la forense Carmen Baladía, declaró que no halló metralla de origen terrorista, o sea, la que se introduce en la masa explosiva para añadir letalidad, en cuerpo alguno. Un clavito es prueba; un vagón es bulo. Estas eran cosas que no podían suceder. O así lo imaginábamos entonces.
En el décimo aniversario los hubo que esperaron el desenlace definitivo. Total… sólo quedaba saber quién mató, quién ordenó hacerlo y con qué arma. O sea la base de todo crimen. Y ya se había desestimado como prueba un vagón completo que no había sido objeto de análisis durante la instrucción. Pero la verdad no aguanta tanto tiempo encerrada, necesita salir. Nada.
Otros pusieron sus maltrechas esperanzas en el decimoquinto aniversario… Será entonces. Nada.
En el otoño de 2004, tan solo siete u ocho meses después del atentado, cuando nuestro querido Fernando Múgica Goñi nos enseñó magistralmente las migas de Pulgarcito que llevaban a los agujeros neցros del 11-M, nadie pensaba que 19 años después seguiríamos siendo víctimas de un gigantesco engaño. Eso no iba a suceder. Pero sigue sucediendo. Y nos trajo un rosario de desgracias posteriores imposibles de imaginar: por ejemplo, que ETA ganó el pulso y pasó a las instituciones. Tanto, que Otegi hizo posible un Gobierno socialista con comunistas en ministerios.
En esta casa dejamos sin publicar muchas fotos inéditas que, tras minuciosos análisis en busca de indicios, no aportaban sino dolor innecesario, recuerdo amargo y morbo estéril para nuestro único objetivo: la verdad del 11-M. Exploramos muchas propuestas descabelladas para no sentir el remordimiento de no haber hecho lo posible, bebimos de fuentes insalubres, tóxicas, por si, en un descuido, manaba alguna media verdad. Y anduvimos por caminos frecuentados por personajes, más bien asaltadores, que siempre están ahí, sea la época que sea, para engañar al desprevenido.
Si todo formó de un plan previsto, el autor es de un genio insuperable. Si todo fue simple superposición de chapuzas, nunca el caos ha estado tan al servicio del Mal absoluto.
El 11-M fue el manotazo en el tablero del que no acepta que va perdiendo. Dentro o fuera de España. Quizá a ambos lados. Con los años se pueden volver a colocar las piezas, pero se cometen olvidos y errores que cambian por completo la partida. Y ya hoy, hasta las reglas del juego.
Urge evitar la prescripción
Estas próximas elecciones –hay unas cuantas en 2023– podrán votar personas que no habían nacido cuando los trenes saltaron por los aires. No es que no lo recuerden, es que no existían. No hace falta ser contemporáneo de los hechos para conocerlos, denunciarlos o sentirlos como propios. De ser así, la Historia de una nación sería un mero archivo desalmado que no comprometería a nadie. Pero si el olvido es un arma muy poderosa, más lo es el borrado, la manipulación y la cancelación. En definitiva, la ocultación de la que presumió El País en esa noticia contra el hallazgo de un vagón: "enterrado el bulo". Y a seguir…
Del autor
- 4 Mar. 2023: La España vaciada, la España comunista
- 25 Feb. 2023: Parla-Fuenlabrada-Kiev
- 18 Feb. 2023: Lo irreparable es Ley
- 11 Feb. 2023: No es sanchismo, es socialismo
Tal verdad dice que el 11 de marzo de 2004 unos terroristas yihadistas volaron de forma coordinada cuatro trenes en Madrid usando mochilas cargadas con un explosivo que no apareció –sólo se analizó explosivo no detonado aparecido fuera de trenes– y teléfonos móviles a modo temporizadores, ni siquiera como iniciadores a distancia. Y a esos "despertadores" les pusieron tarjeta SIM para que aparecieran innecesariamente como prueba.
De todos esos terroristas yihadistas que actuaron en Madrid por nuestra participación en Irak, sólo se capturó vivo a uno, Jamal Zougam, en base únicamente al testimonio ocular de unas rumanas que cambiaron varias veces de versión y que se demostró que mintieron durante el proceso. Una de ellas declaró por primera vez un año después de los atentados. El ministerio del Interior le había negado 15 días antes los papeles. Tras identificar a Zougam, fue considerada víctima de terrorismo y cobró 48.000 euros de indemnización. Sobre la otra, ni siquiera se probó que viajara en uno de los trenes.
Pero Zougam no pudo hacer estallar cuatro trenes. ¿Qué fue del resto de terroristas? Se suicidaron en un piso de Leganés, no en los trenes como sería previsible en yihadistas, tras un largo tiroteo que no dejó un solo casquillo ni una gota de sangre, salvo la derramada por el único muerto constatable: el GEO Javier Torronteras. A los suicidados no se les practicó autopsia y a la forense Carmen Baladía se le obligó a tomar un descanso.
No entramos ya en otros "iconos" del 11-M como la furgoneta Kangoo que los perros ignoraron pero que se llenó de pistas cuando llegó a la Comisaría General de Información o el Skoda Fabia, repleto de pruebas que fueron anuladas por el tribunal ante la grosera evidencia de falsedad. Lejos quedan ya los viajes a las minas de Asturias, hasta donde nos llevaron para tener tiempo y tramoya.
Ni el presidente Obama en sus discursos sobre el yihadismo incluyó Madrid como ejemplo. Y el Tribunal Supremo tuvo que matizar a la Audiencia de Bermúdez dejando claro que los autores materiales no podían ser sólo los muertos y que no hay rastro de autoría intelectual.
El "caminito de Jerez" del que habló el juez Javier Gómez Bermúdez fue toda una excursión de la Verdad cargada con la mochila de Vallecas, el petate que contuvo todas las mentiras del 11-M. Pero nosotros fuimos y somos los malos, los conspiranoicos. Hace tiempo se esfumó la esperanza de conocer la verdad. Ahora es eso lo que se dice que no va a pasar y algunos lo ven como un alivio. Dudar siempre… mal asunto.
Hay muchas cosas que no iban a suceder o que no se creerían hace un par de décadas. Que esta casa, 23 años después, siga fiel a su espíritu fundacional y compita cada vez con más fortaleza, más trabajadores y más audiencia pese a que, según se empeñan algunos, estamos en las últimas desde el principio, es una de esas benditas cosas. Quizá demasiada gente pensaba que no iba a suceder, que no aguantaríamos tanto, más de dos décadas, una pequeña parte de lo que nos queda. Intentaron casi todo lo imaginable cuando nos acercamos a algunas verdades del 11-M. Lo hacen periódicamente cuando incomodamos.
Pero la frustración de no hallar la verdad y soportar insultos hace callo y deja de doler. Queda un año para evitar el cierre definitivo del caso como nos alertó en Es la Mañana de Federico una gran persona llamada Ángeles Domínguez. Muchos dicen que es inevitable pero ella jamás se ha dado por vencida. Gabriel Moris murió con su sonrisa grabándonos a fuego el mensaje que nos guía: "No olvidar lo inolvidable".
Pues a tozudos no nos ganan. Además, no tenemos otra cosa que hacer.