La ruina económica por organizar un Mundial de fútbol: España, un caso raro de superávit

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España organizará el Mundial de fútbol de 2030 junto a Portugal y jovenlandia. Una prueba de la multiculturalidad que pretende imperar la FIFA; primero con el campeonato de 2026, que se celebrará en Estados Unidos, México y Canadá; y cuatro años más tarde con la candidatura ibérica a la que se añadió a última hora jovenlandia.

Al ser compartido, la inversión española será bastante menor. Según recoge el Boletín Oficial del Estado (BOE), el gasto necesario para organizar el torneo será de 1.430 millones de euros, cifras muy lejanas a las que otros países han tenido que acometer. Aún así, se espera que reporte unos beneficios de alrededor de 5.500 millones de euros al turismo, según indicó el ministro de Industria, Comercio y Turismo en funciones, Héctor Gómez.

En este sentido, "cada euro de inversión generará 4,3 euros al PIB y 1,3 euros en ingresos fiscales". Además, se crearán más de 82.000 puestos de trabajo, destacando que "el impacto del Mundial será positivo a todos los niveles: deportivo, cultura y económico".

Hay que recordar que la FIFA absorbe todos los beneficios (entradas, derechos de emisión y publicidad), y solo asume una parte de los gastos, ya que la construcción de los estadios corre a cargo de organismos externos, normalmente de carácter público, dada la escasa rentabilidad que suelen demostrar los recintos después del gran evento. En Brasil 2014, por ejemplo, el 90% de la inversión provino de fondos públicos.

Una de las mayores inversiones a las que se enfrentan los países organizadores está relacionada con la construcción de nuevos estadios, algo que España no tendría, en principio de lo que preocuparse, ya que cuenta actualmente con varios recintos top para la disputa de estos encuentros. El Santiago Bernabéu, el Camp Nou, el Civitas Metropolitano, Mestalla, La Cartuja o San Mamés son algunos ejemplos. No haría falta crear algo desde cero, pero si es posible que se produzcan algunas mejoras.

Continuas pérdidas
En el último Mundial, Qatar destinó más de 200.000 millones de euros, convirtiéndole en el campeonato futbolístico más caro de la historia. Además, acumuló una gran polémica por el enorme coste en vidas humanas que supuso la construcción de sus estadios e infraestructuras (por encima de las 6.000). En cambio, el país tan solo ha obtenido un impulso económico de 19.048 millones, según datos de Bloomberg. Aunque en realidad, y tal y como señalan muchos analistas, el objetivo principal de Qatar no era ganar dinero, sino colocarse en el mapa mundial y exhibir un cierto lavado de imagen.

Otro Mundial con pérdidas fue el que organizó Brasil en 2014. Después de una inversión cercana a los 14.500 millones de euros, principalmente financiados por fondos públicos, tan solo se inyectaron 12.587 millones en la economía brasileña. Eso sí, se crearon 710.000 empleos permanentes, recibió más de un millón de visitantes y obtuvo más de 6.667 millones de euros en ingresos fiscales.

Alemania, en 2006, también sufrió pérdidas. Invirtieron unos 6.000 millones de euros, con 4.200 millones destinados a infraestructuras deportivas, como fue el estadio Allianz Arena, recinto en el que el Bayern Múnich juega sus encuentros como local. Por el contrario, obtuvieron alrededor de 3.500 millones en la economía alemana, creando 50.000 empleos y dejando 67 millones a la Federación Alemana de Fútbol.

Casos extraños de superávit
El de Rusia 2018 ha sido el Mundial más exitoso de la historia, con unos beneficios que superan los 3.000 millones de euros. En concreto, el país invirtió 11.000 millones y obtuvo unos ingresos superiores a los 14.400 millones. Además, se crearon 314.000 empleos y el turismo contribuyó con 2.857 millones de euros.

El de Sudáfrica en 2010 también fue un Mundial exitoso para todas las partes. Se invirtieron 3.714 millones de euros para nuevos estadios, infraestructuras y telecomunicaciones, y se generaron unos ingresos de 4.190 millones, aproximadamente, y de 415.000 empleos. Una de las polémicas residía en el número de turistas, que fueron menos de lo esperado. Sin embargo, diez años después, Sudáfrica insistió en que mereció la pena, ya que el número de visitantes aumentó constantemente desde entonces hasta alcanzar un máximo de 10,2 millones en 2019, y que estos contribuyeron con cerca del 10% del PIB de la economía más industrializada de África.

 
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