La revuelta de los Santos Inocentes

Hoy, día de los Santos Inocentes de 2019, me da por escribir de los españoles en su conjunto. Pobres e inocentes españoles… ¿O no lo somos tanto? Para dilucidarlo, hoy hablaremos del Gobierno, como decían Tip y Coll.

Entre pitos y flautas, llevamos sin gobierno estable desde 2015, cuando Mariano Rajoy pareció eternizarse en la interinidad como presidente en funciones. Luego lo invistió presidente un PSOE comandado por una coordinadora, tras defenestrar al cainita Pedro Sánchez. Más tarde, en cuanto Sánchez recuperó mágicamente el liderazgo del PSOE, Rajoy fue censurado y se volvió a su verdadera profesión de chiquilicuatre del mundo de la propiedad. Llegado Sanchez a La Moncloa, la cosa no mejoró, y seguimos instalados en la interinidad. La consecuencia es que vegetamos estreñidos por los presupuestos generales del Estado que el murciégalo Montoro excretó en 2018.

Todos los políticos y los medios de comunicación todos, con una especie de terror ante el vacío, pontifican que España no puede seguir sin Gobierno. Y, aún peor, aseguran con desparpajo que los españoles deseamos un gobierno, sea de progreso o sea de lo que sea.
Desde este periódico digital vamos a desmontar tanta mentira absurda. Con la evidencia:

Los españoles estamos hasta los bemoles del intolerable abuso perpetrado por la alternancia de PP y PSOE al timón del Estado desde 1978. Por eso ocurrió lo del 15M en 2011. Porque todos estábamos hasta más allá de la decepción con el último gobierno Zapatero, que se pasó del progresismo al atornillamiento económico en cuanto se lo dictaron desde Bruselas. Entonces apareció otro partido, Podemos, cuyos creadores –los listos del CNI– se apropiaron de todo el movimiento 15M impulsando a la izquierda comunista.

Hartos los españoles de la alternancia PP-PSOE pivotando alrededor de la Mafia Catalana de Pujol, se creó Ciutadans. A estos no se los inventó el CNI, como pudo verse por lo mucho que les costó entrar primero en el Parlament de Cataluña y luego crecer hasta ganar las elecciones autonómicas en 2017. Más tarde, a resultas de la inacción del PPSOE ante su propia corrupción, la de Convergencia y de las veleidades racistas de los catalanes, apareció VOX, la derechita valiente (a creativos no les gana nadie a los del CNI).

El hundimiento de Ciudadanos, único objetivo cumplido de la convocatoria electoral general del 10N de 2019, dejó un panorama partitocrático de práctica ingobernabilidad, sin visos de resolverse en el futuro inmediato. Se ha pasado del bipartidismo al bifrentismo. Pero ¿ha resuelto esa aparente vuelta a los dos bandos el problema de la gobernabilidad de España? Ni de coña.

¿Estan los españoles preocupados por todo esto? No, no es posible, puesto que los españoles mismos lo han provocado con su voto. Esto que sucede es, en realidad y se nota, lo que deseaban los españoles: la ingobernabilidad de España. ¿Por qué deseábamos la ingobernabilidad? Porque ya no nos mueve el enfrentamiento periférico de España con el centro. No como para perdonar al Estado por su deliberado plan de asfixia social. Y porque la ingobernabilidad tiene muchas ventajas para el común de los ciudadanos. Los presupuestos de Montoro no fueron de derecha pura. Hubo de hacer muchas concesiones por su debilidad, investido como estaba por el PSOE y algunos apoyos más totalmente innecesarios. Por otra parte, unos presupuestos prorrogados tienen siempre la virtud de impedir que exista presupuesto de inversiones del Estado en los años de prórroga. Sólo se puede terminar obras ya aprobadas y presupuestadas hace dos años. Y ya sabemos que las inversiones del Estado y sus tentáculos autonómicos han resultado ser una ruina para España. Por lo tanto, cuanta menos pasta tengan, mejor. Y los funcionarios tienen los sueldos congelados. Más de tres millones y medio de tipejos parasitarios del común sin cobrar ni un duro más.

El cuerpo electoral español se comporta siempre como si fuera un cerebro único, aunque cada elector vote lo que le salga del pífano, de la misma manera que las neuronas buscan razonamientos alternativos unidos a los deseos inconfesable, aunque eso no es óbice para que el cerebro llegue a una conclusión. El resultado final electoral evidencia los deseos del conjunto. Y alojar a 16 partidos en el Congreso significa una cosa clara: que no queremos mayorías posibles. Mataos vosotros y dejadnos en paz.

¿Cómo que en paz? Pues sí… Cuando un estado es débil, los derechos y las libertades no puede recortarse más de lo que ya lo están. Un gobierno débil no actuará ni ante el caos catalán. Y eso nos importa un cojón: el Estado no es nuestro amigo, sino nuestro chulo. Que lo amen.
Tras el desastre socialista del 10N, parece que, en sus ansias de seguir atornillando y desecando los bolsillos de la gente, el PSOE está dispuesto a pactar con comunistas y separatistas un gobierno irrisorio. Que lo hagan. Lo que haremos los españoles, a la vista de que no se respetan leyes básicas de la opresión, como la Constitución del 78, será no pagar más que aquello que resulte imposible de evitar. La economía sumergida crecerá aún más. Y el tráfico de drojas y el pilinguiferio. Los precios seguirán bajando, con lo que las pensiones se revalorizará solas. O sea, las cosas que tanto odian las derechas y las izquierdas partitocráticas.

Resumiendo: la falta de gobierno beneficia a las clases populares y perjudica a las multinacionales españolas: bancos, constructoras y grandes propiedades de tierras e inmuebles.

Pronto se verá. Mucho antes del los próximos Santos Inocentes de 2020.

ÁCRATAS

Y ahora, en el Congreso, el DESGOBIERNO VA TOMANDO FORMA.