La restauración de Las Artes del Siglo XIX

N.R

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29 Jun 2017
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Château de Versailles
Salvo honrosas excepciones, ningún país se preocupó por lo que sus ciudades y pueblos guardaba, desde un punto de vista histórico-artístico, hasta el siglo XIX. Eran años de exotismo, de evasión y de mirar al pasado en un mundo que se precipitaba al futuro. Eran momentos de tensión entre un mundo que se acababa y otro que se afianzaba. El romanticismo, fruto de estos años, atrajo por fin la atención de los europeos por su pasado más oscuro y sugerente, el medieval, románico y sobre todo, gótico.

Para muestra, un ejemplo. En Bruselas, las murallas, que habían surgido en el siglo XIII y habían sido efectivas hasta los albores del siglo XVII, desaparecieron. Los reyes y emperadores deshicieron el enorme entramado medieval, tremendamente deteriorado, de la capital flamenca, sustituyéndolo durante el siglo XIX por largos boulevares ajardinados. Toda la muralla desapareció... casi toda. Resistió una puerta, la de Hal, pero solo porque el espantoso (y auténtico) mamotreto que a lo largo de los siglos había servido de puerta, prisión, biblioteca y almacén pasó de ser así:

800px-2_%C3%A8me_enceinte%2C_Porte_de_Hal.JPG


A esto:

porte-de-halle.jpg


Viollet Le-Duc, teórico francés, arquitecto y restaurador fue uno de los impulsores de dichas iniciativas.

Estudioso de la Edad Media, admirador de las soluciones constructivas de los maestros del gótico, supervisor de todos los edificios medievales franceses, Le-Duc tuvo por obvio lo que a nosotros nos cuesta decidir: Los edificios serán como debían ser. Si sabemos como fueron, los reconstruiremos. Si no lo sabemos, lo soñaremos. Frente a las teorías de otro teórico como Ruskin, quien defendió el valor de la ruina, Le-Duc pervirtió, sangró, y dejó una Francia mucho más esplendida que la que encontró.

Esto era la catedral de Notre-Dame de Paris antes de que la tocara Eugène. Las capillas estaban destruídas, las ventanas no tenían gabletes y la espectacular galería escultórica de la de derechasda principal brillaba por su ausencia.

3g.jpg


Lo que dejó después, ya lo conocemos.

notr_dam.jpg


La Santa Capilla de París había perdido en el siglo XVII su flecha central

800px-Veue_de_la_S.te_Chapelle_de_Paris_apr%C3%A8s_l%27incendie.png


Renació

800px-%C3%89l%C3%A9vation_de_la_nouvelle_fl%C3%A8che_de_la_Sainte-Chapelle.jpg

sainte-chapelle-exterior.jpg


La abadía de San Denis, panteón de los reyes de Francia:

220px-Saint_Denis_F%C3%A9lix_Benoist_1844_1845.jpg


Había quedado devastada tras la Revolución. Aun hoy aparece así:

basili16.jpg


Pero la restauración que observáis en la anterior imagen no era era el proyecto de Le-Duc, este era su proyecto:

310px-Saint-Denis_(basilique)_Viollet-le-Duc_(projet).jpg


Viollet trabajó principalmente en el norte de Francia, uno de sus trabajos destacados es el Castillo de Pierrefond.

Qué paso de esto:

60pierrefonds.jpg


A esto:

Castillo-de-Chateau-de-Pierrefonds-Napoleon-3.jpg


Una de las estampas más llamativas del mediodía francés es la amurallada ciudad de Carcasona; una vasta extensión de murallas, puertas, fosos, puentes levadizos, torreones coronados de teja del sur francés.
 
A Viollet-Le-Duc (y también a Prosper Merimée) hay que agradecerle la restauración de muchos edificios históricos en Francia y alrededores, evitando que corriesen la misma suerte que tuvo la abadía de Cluny. Pero también metió muchas patadas. Por ejemplo, la Cité de Carcasona nunca tuvo tejados de pizarra; no es típico de esa zona de Francia. Tampoco le tembló el pulso a la hora de eliminar de los edificios las partes románicas, renacentistas o barrocas porque no las consideraba suficientemente "medievales". Por no mencionar su afición desmedida por las gárgolas, incluso algunas de ellas están al lado de representaciones de Cristo o de la Virgen María, algo impensable en la Edad Media... Algunos estudiosos opinan que, con sus restauraciones, Viollet-Le-Duc alteró por completo los programas iconográficos de muchas iglesias. Su trabajo era algo necesario para conservar el inmenso patrimonio francés, pero en muchos casos el resultado final no era otra cosa que un pastiche, fruto de una visión demasiado idealizada de la Edad Media.

Está claro que nunca llueve a gusto de todos. Su obra no dejaba de ser necesaria, porque salvó a muchas construcciones de la ruina, una ruina que la Revolución Francesa había contribuído a acelerar. Pero por otro lado también alteró esos edificios, idealizándolos, con lo que de todos modos algo de ellos al final también se perdió.
 
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