Vlad_Empalador
Será en Octubre
Se busca ingeniero agrónomo para incorporación inmediata
La demanda de las empresas para la poca oferta que sale de las escuelas formativas hace saltar la voz de alarma sobre un ámbito en pleno auge: la agricultura sostenible está en riesgo
Foto: Guillermo Martínez.
Por
Guillermo Martínez
03/10/2021 - 05:00
La cooperativa Agrària de Miralcamp, en Lleida, se quedó sin ingeniero agrónomo en noviembre de 2020. Santi Vergé, su director, jamás pensó que tendría que elegir entre una oferta tan limitada de este perfil profesional. A su favor jugó que era invierno y aún tenían unos meses hasta que empezara la campaña fuerte de recolección, pues del modo contrario los socios de la empresa podrían haber sufrido severas repercusiones negativas. Tan desconocidos como esenciales en la cadena de producción agroalimentaria, los ingenieros agrónomos no abundan en España. Mucha demanda de las empresas para la poca oferta que sale de las escuelas formativas hace saltar la voz de alarma sobre un ámbito en pleno auge: la agricultura sostenible está en riesgo.
Conxita Villar, la decana del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Cataluña (COEAC, por sus siglas en catalán), hace suya esta advertencia que extiende a todo el territorio nacional: "Se nos asocia al campo, cerca del ganadero o agricultor, y estamos ahí, pero también en muchos otros procesos ligados a la innovación, gestión, asesoramiento y dirección de la cadena agroalimentaria". Esa visión holística que no poseen otros profesionales como biólogos o ingenieros de caminos, aunque estos puedan intervenir en los procesos, es lo que no encuentran los gerentes de las explotaciones. Según datos del COEAC, de todas las universidades catalanas, tan solo cursaron el máster mediante el que se obtiene esta formación superior 20 personas en 2020, frente a las 150 ofertas que se fueron publicadas en su bolsa de empleo a enero de 2021.
De todas las universidades catalanas, tan solo cursaron el máster mediante el que se obtiene esta formación superior 20 personas en 2020
Vergé se encontró en esta situación cuando el ingeniero agrónomo de Miralcamp decidió convertirse en agricultor. Especializados en frutales intensivos de manzana y pera, y cereales, maíz y trigo, cuando abrieron su proceso de selección no recibieron las cerca de dos decenas de postulaciones que esperaban, tal y como había ocurrido años atrás. Les llegaron tres, solo una de ellas con cierta experiencia. En agosto les volvió a ocurrir algo similar, así que decidieron buscar dos ingenieros agrónomos. "En este proceso se han presentado dos personas casi sin experiencia, recién salidos de la universidad", incide el propio el director de la cooperativa.
Se muestra preocupado: "Que en Lleida no salgan profesionales, con una Escuela Superior de Ingeniería Agrónoma tan prestigiosa, significa que no se traslada al estudiantado las necesidades reales que hay en el mundo laboral". Tampoco parece ser cuestión de dinero. Preguntado por este aspecto, Vergé sostiene que un recién licenciado puede ganar unos 25.000 euros brutos anuales, y uno con experiencia hasta 40.000. En Miralcamp ya han encontrado uno de los dos ingenieros agrónomos que buscan desde agosto, así que respiran algo más aliviados: "Si esto sucede en enero o febrero hubiera sido un drama. Habría peligrado la cosecha y sus resultados", determina.
Un mundo más allá del campo
Nacho Jerez trabaja en Ingeniería Grupotec, compañía multidisciplinar orientada a la realización de proyectos de industria, edificación y energías renovables. Especializado en industrias alimentarias, es un claro ejemplo que se sale del imaginario social de lo que es un ingeniero agrónomo. Desde que inició su andadura profesional ha dedicado su trabajo al diseño de este tipo de industria y redacción de proyectos, entre otras muchas cuestiones. "Un ingeniero agrónomo es esencial para el mundo agroalimentario. El campo produce las materias primas, y la industria alimentaria las tras*forma en los alimentos que consumimos. Y lo hacen en infraestructuras ideadas por ingenieros agrónomos", ilustra.
"Un ingeniero especializado en industria alimentaria no se puede suplir con nada, ningún perfil del mercado laboral se ajusta a ello"
Todo está pensado en esas infraestructuras: la edificación diseñada con criterio arquitectónico, la distribución interior atendiendo a la optimización de flujos de materiales, productos y personal de planta, y el cuidado con los acabados y los controles higiénico-sanitarios, tan importantes en este tipo de factorías. Así ocurre con la firma Euroambrosías, cuya planta está ubicada en la madrileña localidad de Pinto, dedicada a los alimentos preparados. El ingeniero agrónomo Dionisio Ramírez, responsable de Proyectos del Grupo Antonio de Miguel, a la que pertenece la compañía, recalca que “el conocimiento tras*versal de un ingeniero de este tipo es fundamental para la cadena alimentaria”. Jerez, por su parte, agrega que “un ingeniero especializado en industria alimentaria no se puede suplir con nada, ningún perfil del mercado laboral se ajusta a ello más que nosotros mismos”.
Más complejo de lo que parece
La mayor concienciación de la sociedad frente a la preservación del medio ambiente, y su materialización en ordenamientos más estrictos y respetuosos con el planeta, también está teniendo repercusiones en la profesión: “No todo es tan simplista como que si produces cultivos con tras*génicos envenenas a la gente o enriqueces a determinadas multinacionales. Los tras*génicos tienen mala prensa, pero también son una de las soluciones para la alimentación mundial, por eso hay que estudiarlos concienzudamente. Aquí también es esencial la participación del ingeniero agrónomo, con formación en producción vegetal, genética, biología, economía y química agrícola”, defiende el trabajador de Grupotec, empresa ubicada en Boadilla del Monte.
Asimismo, Jerez es consciente de lo que ocurriría si un ingeniero de este tipo no asesorara a los empresarios: “Se buscaría maximizar la productividad sin atender otros aspectos, como el bienestar animal en el caso de infraestructuras para estabulación, su adecuada alimentación o la eficiencia energética”. Así pues, cuando en su compañía buscan algún ingeniero agrónomo joven, la solución que han encontrado es ir a la fuente de formación. “Vamos a la universidad a buscar gente con ganas de trabajar. Ya tenemos algún becario, y ellos mismos nos cuentan que los planes de estudio actuales son más difusos que los anteriores al Plan Bolonia, y que cada vez cambian a peor”, reflexiona.
Consecuencias para el medio ambiente
Villar, la decana del Colegio catalán, achaca esta falta de ingenieros agrónomos a la cada vez mayor oferta de grados universitarios. “En mi ciudad antes había ocho y ahora hay más de 40, con nombres muy atractivos, sobre todo en el ámbito digital. Detectamos esta falta desde hace años, y también vemos que nos está supliendo gente que no tiene una formación tan completa como la nuestra”, en sus propias palabras. La consecuencia, sostiene, es que hay menos agricultores porque a medida que pasa el tiempo hay menos personas con conocimiento y criterio que les defienda.
"El sector agroalimentario ha sido uno de los pocos que no ha parado durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, es esencial para la sociedad"
“El sector agroalimentario ha sido uno de los pocos que no ha parado durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, es esencial para la sociedad, y uno de los mayores sectores de la economía en Cataluña al producir el 17% de su PIB”, afirma la decana. Villar, por su parte, es consciente de los límites planetarios a los que se enfrenta la sociedad a nivel mundial: “Nosotros conectamos ciencia y tecnología con la naturaleza y la biología para conseguir productos eficientes y respetuosos con el medio ambiente”.
Este aspecto es uno de los que más preocupa, ya que, para que la agricultura sostenible sea eficaz, debe conllevar un “equilibrio difícil”, sostiene la decana. No toda la producción puede ser ecológica, pero la que no lo es debe ser de precisión, parafraseando a Villar, una realidad que se materializa en el control de plagas justo en el umbral oportuno para hacer el mínimo daño al medio ambiente, por ejemplo. “Los ingenieros agrónomos también investigamos. Así lo hacemos desde el punto de vista genómico de los alimentos para que sean más resistentes a una sequía, lo que conlleva una reducción del agua, otro bien escaso”, desarrolla la decana catalana.
Falta inversión tecnológica
Su homólogo en la Comunidad de Madrid, Francisco González, afirma que deben acercar la profesión a la sociedad: “La gente piensa que somos un señor que está en el campo al lado de las vacas y de la parcela de trigo, cuando realmente actuamos a lo largo de la cadena alimentaria”, sostiene. El decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de la capital incide en que la mayor falta de este perfil se concentra en la parte más ingenieril, como el diseño de los procesos productivos en las empresas agroalimentarias y la construcción de instalaciones para alojar las diversas actividades.
"Es importante que los estudiantes nos conozcan y que sepan que serán absolutamente imprescindibles de cara al futuro"
En cuanto a la producción sostenible, González puntualiza que para llevarla a cabo se necesita inversión en tecnología e investigación. “En las carreras hay algunas asignaturas orientadas a este aspecto y desde los colegios profesionales les prestamos mucho interés. Es importante que los estudiantes nos conozcan, que si no nos eligen no sea por desconocimiento, y que sepan que serán absolutamente imprescindibles de cara al futuro para que crezca la tan necesaria producción sostenible hacia la que nos dirigimos”, remarca el decano madrileño. En este sentido, las capacidades de los ingenieros agrónomos son fundamentales a la hora de integrar los nuevos objetivos del empresariado relacionados con la sostenibilidad y la producción rentable y de calidad.
La demanda de las empresas para la poca oferta que sale de las escuelas formativas hace saltar la voz de alarma sobre un ámbito en pleno auge: la agricultura sostenible está en riesgo
Por
Guillermo Martínez
03/10/2021 - 05:00
La cooperativa Agrària de Miralcamp, en Lleida, se quedó sin ingeniero agrónomo en noviembre de 2020. Santi Vergé, su director, jamás pensó que tendría que elegir entre una oferta tan limitada de este perfil profesional. A su favor jugó que era invierno y aún tenían unos meses hasta que empezara la campaña fuerte de recolección, pues del modo contrario los socios de la empresa podrían haber sufrido severas repercusiones negativas. Tan desconocidos como esenciales en la cadena de producción agroalimentaria, los ingenieros agrónomos no abundan en España. Mucha demanda de las empresas para la poca oferta que sale de las escuelas formativas hace saltar la voz de alarma sobre un ámbito en pleno auge: la agricultura sostenible está en riesgo.
Conxita Villar, la decana del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Cataluña (COEAC, por sus siglas en catalán), hace suya esta advertencia que extiende a todo el territorio nacional: "Se nos asocia al campo, cerca del ganadero o agricultor, y estamos ahí, pero también en muchos otros procesos ligados a la innovación, gestión, asesoramiento y dirección de la cadena agroalimentaria". Esa visión holística que no poseen otros profesionales como biólogos o ingenieros de caminos, aunque estos puedan intervenir en los procesos, es lo que no encuentran los gerentes de las explotaciones. Según datos del COEAC, de todas las universidades catalanas, tan solo cursaron el máster mediante el que se obtiene esta formación superior 20 personas en 2020, frente a las 150 ofertas que se fueron publicadas en su bolsa de empleo a enero de 2021.
De todas las universidades catalanas, tan solo cursaron el máster mediante el que se obtiene esta formación superior 20 personas en 2020
Vergé se encontró en esta situación cuando el ingeniero agrónomo de Miralcamp decidió convertirse en agricultor. Especializados en frutales intensivos de manzana y pera, y cereales, maíz y trigo, cuando abrieron su proceso de selección no recibieron las cerca de dos decenas de postulaciones que esperaban, tal y como había ocurrido años atrás. Les llegaron tres, solo una de ellas con cierta experiencia. En agosto les volvió a ocurrir algo similar, así que decidieron buscar dos ingenieros agrónomos. "En este proceso se han presentado dos personas casi sin experiencia, recién salidos de la universidad", incide el propio el director de la cooperativa.
Se muestra preocupado: "Que en Lleida no salgan profesionales, con una Escuela Superior de Ingeniería Agrónoma tan prestigiosa, significa que no se traslada al estudiantado las necesidades reales que hay en el mundo laboral". Tampoco parece ser cuestión de dinero. Preguntado por este aspecto, Vergé sostiene que un recién licenciado puede ganar unos 25.000 euros brutos anuales, y uno con experiencia hasta 40.000. En Miralcamp ya han encontrado uno de los dos ingenieros agrónomos que buscan desde agosto, así que respiran algo más aliviados: "Si esto sucede en enero o febrero hubiera sido un drama. Habría peligrado la cosecha y sus resultados", determina.
Un mundo más allá del campo
Nacho Jerez trabaja en Ingeniería Grupotec, compañía multidisciplinar orientada a la realización de proyectos de industria, edificación y energías renovables. Especializado en industrias alimentarias, es un claro ejemplo que se sale del imaginario social de lo que es un ingeniero agrónomo. Desde que inició su andadura profesional ha dedicado su trabajo al diseño de este tipo de industria y redacción de proyectos, entre otras muchas cuestiones. "Un ingeniero agrónomo es esencial para el mundo agroalimentario. El campo produce las materias primas, y la industria alimentaria las tras*forma en los alimentos que consumimos. Y lo hacen en infraestructuras ideadas por ingenieros agrónomos", ilustra.
"Un ingeniero especializado en industria alimentaria no se puede suplir con nada, ningún perfil del mercado laboral se ajusta a ello"
Todo está pensado en esas infraestructuras: la edificación diseñada con criterio arquitectónico, la distribución interior atendiendo a la optimización de flujos de materiales, productos y personal de planta, y el cuidado con los acabados y los controles higiénico-sanitarios, tan importantes en este tipo de factorías. Así ocurre con la firma Euroambrosías, cuya planta está ubicada en la madrileña localidad de Pinto, dedicada a los alimentos preparados. El ingeniero agrónomo Dionisio Ramírez, responsable de Proyectos del Grupo Antonio de Miguel, a la que pertenece la compañía, recalca que “el conocimiento tras*versal de un ingeniero de este tipo es fundamental para la cadena alimentaria”. Jerez, por su parte, agrega que “un ingeniero especializado en industria alimentaria no se puede suplir con nada, ningún perfil del mercado laboral se ajusta a ello más que nosotros mismos”.
Más complejo de lo que parece
La mayor concienciación de la sociedad frente a la preservación del medio ambiente, y su materialización en ordenamientos más estrictos y respetuosos con el planeta, también está teniendo repercusiones en la profesión: “No todo es tan simplista como que si produces cultivos con tras*génicos envenenas a la gente o enriqueces a determinadas multinacionales. Los tras*génicos tienen mala prensa, pero también son una de las soluciones para la alimentación mundial, por eso hay que estudiarlos concienzudamente. Aquí también es esencial la participación del ingeniero agrónomo, con formación en producción vegetal, genética, biología, economía y química agrícola”, defiende el trabajador de Grupotec, empresa ubicada en Boadilla del Monte.
Asimismo, Jerez es consciente de lo que ocurriría si un ingeniero de este tipo no asesorara a los empresarios: “Se buscaría maximizar la productividad sin atender otros aspectos, como el bienestar animal en el caso de infraestructuras para estabulación, su adecuada alimentación o la eficiencia energética”. Así pues, cuando en su compañía buscan algún ingeniero agrónomo joven, la solución que han encontrado es ir a la fuente de formación. “Vamos a la universidad a buscar gente con ganas de trabajar. Ya tenemos algún becario, y ellos mismos nos cuentan que los planes de estudio actuales son más difusos que los anteriores al Plan Bolonia, y que cada vez cambian a peor”, reflexiona.
Consecuencias para el medio ambiente
Villar, la decana del Colegio catalán, achaca esta falta de ingenieros agrónomos a la cada vez mayor oferta de grados universitarios. “En mi ciudad antes había ocho y ahora hay más de 40, con nombres muy atractivos, sobre todo en el ámbito digital. Detectamos esta falta desde hace años, y también vemos que nos está supliendo gente que no tiene una formación tan completa como la nuestra”, en sus propias palabras. La consecuencia, sostiene, es que hay menos agricultores porque a medida que pasa el tiempo hay menos personas con conocimiento y criterio que les defienda.
"El sector agroalimentario ha sido uno de los pocos que no ha parado durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, es esencial para la sociedad"
“El sector agroalimentario ha sido uno de los pocos que no ha parado durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, es esencial para la sociedad, y uno de los mayores sectores de la economía en Cataluña al producir el 17% de su PIB”, afirma la decana. Villar, por su parte, es consciente de los límites planetarios a los que se enfrenta la sociedad a nivel mundial: “Nosotros conectamos ciencia y tecnología con la naturaleza y la biología para conseguir productos eficientes y respetuosos con el medio ambiente”.
Este aspecto es uno de los que más preocupa, ya que, para que la agricultura sostenible sea eficaz, debe conllevar un “equilibrio difícil”, sostiene la decana. No toda la producción puede ser ecológica, pero la que no lo es debe ser de precisión, parafraseando a Villar, una realidad que se materializa en el control de plagas justo en el umbral oportuno para hacer el mínimo daño al medio ambiente, por ejemplo. “Los ingenieros agrónomos también investigamos. Así lo hacemos desde el punto de vista genómico de los alimentos para que sean más resistentes a una sequía, lo que conlleva una reducción del agua, otro bien escaso”, desarrolla la decana catalana.
Falta inversión tecnológica
Su homólogo en la Comunidad de Madrid, Francisco González, afirma que deben acercar la profesión a la sociedad: “La gente piensa que somos un señor que está en el campo al lado de las vacas y de la parcela de trigo, cuando realmente actuamos a lo largo de la cadena alimentaria”, sostiene. El decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de la capital incide en que la mayor falta de este perfil se concentra en la parte más ingenieril, como el diseño de los procesos productivos en las empresas agroalimentarias y la construcción de instalaciones para alojar las diversas actividades.
"Es importante que los estudiantes nos conozcan y que sepan que serán absolutamente imprescindibles de cara al futuro"
En cuanto a la producción sostenible, González puntualiza que para llevarla a cabo se necesita inversión en tecnología e investigación. “En las carreras hay algunas asignaturas orientadas a este aspecto y desde los colegios profesionales les prestamos mucho interés. Es importante que los estudiantes nos conozcan, que si no nos eligen no sea por desconocimiento, y que sepan que serán absolutamente imprescindibles de cara al futuro para que crezca la tan necesaria producción sostenible hacia la que nos dirigimos”, remarca el decano madrileño. En este sentido, las capacidades de los ingenieros agrónomos son fundamentales a la hora de integrar los nuevos objetivos del empresariado relacionados con la sostenibilidad y la producción rentable y de calidad.