_Mickey_Mouse_
Madmaxista
- Desde
- 7 Abr 2019
- Mensajes
- 4.121
- Reputación
- 9.150
Turquía mantiene bloqueado el ingreso de Suecia y Finlandia, cabreando a sus socios de la Alianza Atlántica. ¿Por qué este y otros problemas de Ankara no le salen más caros?
En la cumbre de la OTAN en Madrid, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cedió y abrió la puerta a que, con condiciones, Suecia y Finlandia ingresaran en la Alianza. Muchos meses después, el optimismo inicial ha desaparecido para las diversas fuentes aliadas consultadas, y Ankara sigue bloqueando el ingreso de Suecia, mientras que en Finlandia el Gobierno ya habla abiertamente de ingresar en solitario en la Alianza Atlántica mientras a Estocolmo lo mantengan en la sala de espera.
¿Las razones del Gobierno turco? Que Suecia y en menor medida Finlandia son un nido de miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado un grupo terrorista en Turquía y también en la Unión Europea. La exigencia de Ankara es que Estocolmo le entregue a miembros del PKK, algo que el Gobierno sueco ya ha explicado que no hará. El Gobierno turco señala que Suecia no ha cumplido con el acuerdo que se alcanzó en Madrid, pero desde la OTAN su secretario general, Jens Stoltenberg, manda el mensaje contrario.
En realidad, Erdogan tiene razones para querer esperar. El próximo 14 de mayo se enfrenta a una de las elecciones más complicadas de su carrera política, con seis partidos de la oposición unidos tras un único candidato, Kemal Kılıçdaroğlu. Y, entre otras cosas, la cuestión antikurda es uno de los principales elementos del discurso político de Erdogan, que, aunque depende en gran parte de la OTAN, también juguetea con el sentimiento antioccidental.
En todo caso, las negociaciones ahora continuarán tras un parón desde el mes de enero, después de que Ankara enfureciera por una serie de protestas en Suecia en las que el líder de un partido danés de extrema derecha quemó un Corán, y este jueves se celebra el primer encuentro en meses entre Suecia, Finlandia y Turquía con el objetivo de desatascar la situación. En realidad, las fuentes aliadas creen que nada ocurrirá antes del 14 de mayo, aunque tienen todavía esperanzas de que exista la oportunidad de que a la cumbre de líderes de la OTAN que se celebra a mediados del mes de julio en Vilna (Lituania) se llegue con todo arreglado, pero nadie es tan optimista como para darlo por hecho.
La sensación ahora en la sede de la OTAN es que se debería entrar en una etapa de "silencio estratégico". Será complicado porque para Erdogan se trata de un arma electoral, pero el objetivo de la Alianza es que ahora y tras las manifestaciones en Suecia en enero se entre en una etapa de calma que, una vez pasadas las elecciones turcas, permita, al margen del ruido de una opinión pública turca muy polarizada como demostraron las contramanifestaciones tras la quema del Corán en Suecia, cerrar un pacto lejos de los focos, aunque ahora Hungría también deja en el aire su aprobación del ingreso de Suecia y Finlandia, aprovechando la posición dura que los dos países han tenido respecto al deterioro del Estado de derecho en Budapest.
¿Qué puede hacerse con Turquía?
Una pregunta que algunas personas fuera de la Alianza se hacen es: ¿qué hace Turquía dentro de la OTAN y Suecia y Finlandia fuera? ¿No hay manera de expulsar a Turquía de la Alianza Atlántica? La respuesta es que no hay nada en el Tratado del Atlántico Norte que establezca un mecanismo para la expulsión o suspensión de uno de los socios. Es decir, nadie puede expulsar o suspender a Ankara su participación en la OTAN.
Pero esta tensión producida a raíz del fracaso del ingreso de Suecia en la OTAN no es, ni mucho menos, el momento que más haya irritado a los aliados. Ese fue probablemente en 2019, cuando Turquía lanzó un ataque sobre el norte de Siria, dirigiéndolo precisamente contra los que habían sido los aliados de occidente en la lucha contra el Estado Islámico: las Unidades de Protección Popular (YPG).
Esa decisión llevó a muchos de sus aliados a establecer una prohibición de exportación de armas a Turquía. Hubo mucha tensión dentro de la Alianza Atlántica ante la posibilidad de que la situación se descontrolara y el Gobierno turco, centrado claramente en sus intereses y actuando sin consideración por la estrategia del resto de sus socios, acabara invocando el artículo 5 del Tratado, la cláusula de defensa colectiva, lo que los dejaría en una situación muy delicada y acabaría dañando la credibilidad del club. Por suerte, nada de eso ocurrió, pero en 2020 y 2021 la situación siguió empeorando con un acuerdo marítimo con Libia, relaciones cada vez más estrechas con Rusia en materia militar y una tensión creciente con Grecia en el Egeo.
Pero Ankara no es un miembro más de la OTAN. Es uno de sus principales socios desde hace setenta años, clave en la cobertura del flanco este de la Alianza Atlántica, siendo uno de los principales ejércitos del bloque. En los últimos años, además, su papel ha sido especialmente importante como guardián del Mar neցro, cerrajero de los estrechos de Dardanelos y del Bósforo, y su papel durante la crisis del grano ucraniano ha demostrado que se trata de un socio crucial. Y toda esa tensión y eventos chocan contra el papel fundamental de Turquía en la OTAN.
¿Le sale gratis a Erdogan?
Pero esto no significa que estas medidas y ahora el retraso en dar la luz verde a Suecia y Finlandia salga gratis a Ankara. Turquía está generando entre sus socios la sensación de ser poco fiable y de priorizar sus intereses políticos internos, jugando precisamente a lo que Moscú quiere: que parezca que la OTAN se encuentra dividida en un momento clave.
Además, Turquía está, poco a poco, abriendo grietas entre los propios socios de la OTAN. Las relaciones entre Suecia, Finlandia y Turquía ya tardarán mucho tiempo en desprenderse de la mancha de este bloqueo, mientras tanto Ankara sigue estando en el centro de tensiones periódicas con Grecia, otro socio importante de la OTAN, y los eventos de 2019 en Siria han generado mucho resentimiento en Washington que muchos todavía no olvidan. Turquía puede ser un socio fundamental para la Alianza, pero cada vez se le ve más inestable, menos predecible, más prisionera de unas tendencias políticas internas que cabalgan sobre un nacionalismo al alza que se expresa por la vía territorial, como demuestran las operaciones en Siria, las cuestiones marítimas con Libia y la tensión en el mar Egeo con Grecia.
La demostración de que a Turquía esta tendencia no le sale gratis no son solamente el embargo de armas que algunos socios tienen impuesto desde 2019, o la creciente desconfianza hacia Ankara como actor de seguridad estable. Una prueba muy clara es que Turquía sigue esperando todavía los F-16 americanos y si bien la Casa Blanca no quiere vincular su venta, que lleva mucho tiempo atascada, con la cuestión de Suecia y Finlandia, el Congreso de EEUU, que tiene que dar la luz verde a su venta, sí que lo ha conectado de forma directa.
El objetivo ahora no es amedrentar a Turquía, no es ponerla contra las cuerdas ni, claro está, amenazarle con una expulsión de la OTAN que, sobre el papel del Tratado, es imposible. Ahora el objetivo de la Alianza es entrar en esa fase de "silencio estratégico" que permita que se construya cierta confianza entre Suecia, Finlandia y Turquía y desbloquee un asunto que ha empezado a atragantarse a todo el mundo en la sede de la OTAN en Bruselas. Ankara sabe que estas maniobras no son gratuitas y que si a la cumbre de Vilna se llega sin un acuerdo, la resignación actual entre diplomáticos empezará a mutar en resentimiento.
En la cumbre de la OTAN en Madrid, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cedió y abrió la puerta a que, con condiciones, Suecia y Finlandia ingresaran en la Alianza. Muchos meses después, el optimismo inicial ha desaparecido para las diversas fuentes aliadas consultadas, y Ankara sigue bloqueando el ingreso de Suecia, mientras que en Finlandia el Gobierno ya habla abiertamente de ingresar en solitario en la Alianza Atlántica mientras a Estocolmo lo mantengan en la sala de espera.
¿Las razones del Gobierno turco? Que Suecia y en menor medida Finlandia son un nido de miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado un grupo terrorista en Turquía y también en la Unión Europea. La exigencia de Ankara es que Estocolmo le entregue a miembros del PKK, algo que el Gobierno sueco ya ha explicado que no hará. El Gobierno turco señala que Suecia no ha cumplido con el acuerdo que se alcanzó en Madrid, pero desde la OTAN su secretario general, Jens Stoltenberg, manda el mensaje contrario.
En realidad, Erdogan tiene razones para querer esperar. El próximo 14 de mayo se enfrenta a una de las elecciones más complicadas de su carrera política, con seis partidos de la oposición unidos tras un único candidato, Kemal Kılıçdaroğlu. Y, entre otras cosas, la cuestión antikurda es uno de los principales elementos del discurso político de Erdogan, que, aunque depende en gran parte de la OTAN, también juguetea con el sentimiento antioccidental.
En todo caso, las negociaciones ahora continuarán tras un parón desde el mes de enero, después de que Ankara enfureciera por una serie de protestas en Suecia en las que el líder de un partido danés de extrema derecha quemó un Corán, y este jueves se celebra el primer encuentro en meses entre Suecia, Finlandia y Turquía con el objetivo de desatascar la situación. En realidad, las fuentes aliadas creen que nada ocurrirá antes del 14 de mayo, aunque tienen todavía esperanzas de que exista la oportunidad de que a la cumbre de líderes de la OTAN que se celebra a mediados del mes de julio en Vilna (Lituania) se llegue con todo arreglado, pero nadie es tan optimista como para darlo por hecho.
La sensación ahora en la sede de la OTAN es que se debería entrar en una etapa de "silencio estratégico". Será complicado porque para Erdogan se trata de un arma electoral, pero el objetivo de la Alianza es que ahora y tras las manifestaciones en Suecia en enero se entre en una etapa de calma que, una vez pasadas las elecciones turcas, permita, al margen del ruido de una opinión pública turca muy polarizada como demostraron las contramanifestaciones tras la quema del Corán en Suecia, cerrar un pacto lejos de los focos, aunque ahora Hungría también deja en el aire su aprobación del ingreso de Suecia y Finlandia, aprovechando la posición dura que los dos países han tenido respecto al deterioro del Estado de derecho en Budapest.
¿Qué puede hacerse con Turquía?
Una pregunta que algunas personas fuera de la Alianza se hacen es: ¿qué hace Turquía dentro de la OTAN y Suecia y Finlandia fuera? ¿No hay manera de expulsar a Turquía de la Alianza Atlántica? La respuesta es que no hay nada en el Tratado del Atlántico Norte que establezca un mecanismo para la expulsión o suspensión de uno de los socios. Es decir, nadie puede expulsar o suspender a Ankara su participación en la OTAN.
Pero esta tensión producida a raíz del fracaso del ingreso de Suecia en la OTAN no es, ni mucho menos, el momento que más haya irritado a los aliados. Ese fue probablemente en 2019, cuando Turquía lanzó un ataque sobre el norte de Siria, dirigiéndolo precisamente contra los que habían sido los aliados de occidente en la lucha contra el Estado Islámico: las Unidades de Protección Popular (YPG).
Esa decisión llevó a muchos de sus aliados a establecer una prohibición de exportación de armas a Turquía. Hubo mucha tensión dentro de la Alianza Atlántica ante la posibilidad de que la situación se descontrolara y el Gobierno turco, centrado claramente en sus intereses y actuando sin consideración por la estrategia del resto de sus socios, acabara invocando el artículo 5 del Tratado, la cláusula de defensa colectiva, lo que los dejaría en una situación muy delicada y acabaría dañando la credibilidad del club. Por suerte, nada de eso ocurrió, pero en 2020 y 2021 la situación siguió empeorando con un acuerdo marítimo con Libia, relaciones cada vez más estrechas con Rusia en materia militar y una tensión creciente con Grecia en el Egeo.
Pero Ankara no es un miembro más de la OTAN. Es uno de sus principales socios desde hace setenta años, clave en la cobertura del flanco este de la Alianza Atlántica, siendo uno de los principales ejércitos del bloque. En los últimos años, además, su papel ha sido especialmente importante como guardián del Mar neցro, cerrajero de los estrechos de Dardanelos y del Bósforo, y su papel durante la crisis del grano ucraniano ha demostrado que se trata de un socio crucial. Y toda esa tensión y eventos chocan contra el papel fundamental de Turquía en la OTAN.
¿Le sale gratis a Erdogan?
Pero esto no significa que estas medidas y ahora el retraso en dar la luz verde a Suecia y Finlandia salga gratis a Ankara. Turquía está generando entre sus socios la sensación de ser poco fiable y de priorizar sus intereses políticos internos, jugando precisamente a lo que Moscú quiere: que parezca que la OTAN se encuentra dividida en un momento clave.
Además, Turquía está, poco a poco, abriendo grietas entre los propios socios de la OTAN. Las relaciones entre Suecia, Finlandia y Turquía ya tardarán mucho tiempo en desprenderse de la mancha de este bloqueo, mientras tanto Ankara sigue estando en el centro de tensiones periódicas con Grecia, otro socio importante de la OTAN, y los eventos de 2019 en Siria han generado mucho resentimiento en Washington que muchos todavía no olvidan. Turquía puede ser un socio fundamental para la Alianza, pero cada vez se le ve más inestable, menos predecible, más prisionera de unas tendencias políticas internas que cabalgan sobre un nacionalismo al alza que se expresa por la vía territorial, como demuestran las operaciones en Siria, las cuestiones marítimas con Libia y la tensión en el mar Egeo con Grecia.
La demostración de que a Turquía esta tendencia no le sale gratis no son solamente el embargo de armas que algunos socios tienen impuesto desde 2019, o la creciente desconfianza hacia Ankara como actor de seguridad estable. Una prueba muy clara es que Turquía sigue esperando todavía los F-16 americanos y si bien la Casa Blanca no quiere vincular su venta, que lleva mucho tiempo atascada, con la cuestión de Suecia y Finlandia, el Congreso de EEUU, que tiene que dar la luz verde a su venta, sí que lo ha conectado de forma directa.
El objetivo ahora no es amedrentar a Turquía, no es ponerla contra las cuerdas ni, claro está, amenazarle con una expulsión de la OTAN que, sobre el papel del Tratado, es imposible. Ahora el objetivo de la Alianza es entrar en esa fase de "silencio estratégico" que permita que se construya cierta confianza entre Suecia, Finlandia y Turquía y desbloquee un asunto que ha empezado a atragantarse a todo el mundo en la sede de la OTAN en Bruselas. Ankara sabe que estas maniobras no son gratuitas y que si a la cumbre de Vilna se llega sin un acuerdo, la resignación actual entre diplomáticos empezará a mutar en resentimiento.
La pregunta más difícil de la OTAN: ¿por qué no puede controlar a su 'enfant terrible'?
Turquía mantiene bloqueado el ingreso de Suecia y Finlandia, cabreando a sus socios de la Alianza Atlántica. ¿Por qué este y otros problemas de Ankara no le salen más caros?
www.elconfidencial.com