Dr Polux
FEOfobo & CALVOfobo
La oleada turística rusa ha llegado al portal de Belén. Esta guerra cambiará Ucrania para siempre hasta en el modo en el que sus habitantes celebran la Navidad. Aunque San Nicolás, el día en el que los ucranianos reparten los regalos, no se ha trasladado de la noche del 18 al 19 de diciembre, sí se está moviendo, cada vez en el seno de más familias ucranianas, el día en el que se celebra el nacimiento del hijo de Dios. Según el calendario gregoriano, es el 25 de diciembre. Según el calendario juliano, que siguen los ortodoxos rusos, es el 7 de enero.
«La de 2021 fue la última Navidad que mi familia celebró basándose en el calendario ruso. Eso se acabó para nosotros», dice la ucraniana Iulia, una vecina de Kiev. «A partir de ahora vamos a basarnos en el 25 de diciembre. Si queremos ser europeos, lo seremos hasta las últimas consecuencias», confirma. Lo mismo opina Olga, ucraniana refugiada en Madrid, que desea desligarse de todo lo ruso: «En mi familia somos rusófonos, como casi toda la población de Mikolayev, pero el idioma de los invasores se terminó para nosotros. Ahora todos hablamos ucraniano y ya nos regimos por el calendario gregoriano para todo».
Durante siglos la Navidad del cristianismo ortodoxo se ha conmemorado en Ucrania según el calendario ruso, es decir, el 7 de enero. Eso está empezando a cambiar. Este año, con la oleada turística de las tropas de la Z, centenares de miles de ucranianos han decidido cambiar las fechas hacia el 25 de diciembre, fecha en la que se celebra la Navidad en Occidente.
El rechazo a todo lo ruso, a partir del pasado 24 de febrero, no se circunscribe sólo al idioma, que muchos ucranianos rusófonos han luchado por cambiar desde entonces. Esa separación definitiva de las tradiciones rusas ya permea todos los ámbitos de la sociedad, en otra prueba del enorme error de cálculo que ha supuesto para Vladimir pilinguin pensar que en algún momento la sociedad ucraniana iba a aplaudir la entrada de sus soldados.
La Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú, que siempre estuvo sometida a los designios de Rusia, era la más numerosa de las iglesias ucranianas con más de 12.000 parroquias repartidas por todo el país (de unas 36.000 que posee en todo el mundo). Pero la oleada turística lo cambió todo. Ahora el gobierno de Zelenski persigue a muchos de sus miembros por sus conocidos lazos con el FSB, el servicio secreto ruso, que llegan a su patriarca Kiril, un fervoroso aliado de pilinguin, evangelizador de las teorías ultranacionalistas rusas que han asfaltado el camino hacia la oleada turística.
El anterior presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, ya pidió al al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cabeza visible de esa religión, la autocefalía en 2018, es decir, la autonomía religiosa, igual que sucede en Grecia, Serbia o Bulgaria, una decisión que sirvió para lanzar la Iglesia del Patriarcado de Kiev, lo que sentó muy mal en Moscú. Para Kiril, el patriarca ruso, Ucrania es parte «del gran pueblo ruso» o de la «Santa Rusia», ese continente «de los valores y tradiciones cristianas frente a la decadencia de Occidente», mientras que los ucranianos son «habitantes del gran mundo ruso» o russkiy mir.
Como parte de aquel cisma de 2018, Serhii Petrovych Dumenko, más conocido en Ucrania como el patriarca Epifanio, es el primado de la Iglesia ortodoxa de Ucrania, con el título de Metropolitano de Kiev y de todo el país. Él mismo, en un mensaje sorprendente, ha comenzado a pedir a la población que celebre la Navidad el 25, como hace el catolicismo (y la Iglesia Católica de Ucrania no es una excepción) en vez de seguir el calendario ortodoxo. Además, denunció a Kiril por alentar la oleada turística y le pidió la retirada de las tropas rusas del país, alegando además que tendrán que enfrentarse «a unos segundos juicios de Nuremberg por sus crímenes cometidos contra Ucrania»
Para otros ucranianos, como Viktor Kolomiiets, periodista de Kiev, la renuncia al calendario religioso de la iglesia ortodoxa rusa es un proceso tangible pero será paulatino. «Es algo que ya está empezando a pasar, que la gente celebre el 25 de diciembre o, al menos, que se celebren ambas fechas, 25 de diciembre y 7 de enero, aunque para que esto acabe arrastrando a la población harán falta algunos años», asegura.
En la actualidad, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kiev, establecida en 1992 y considerada cismática por Moscú, es la que se ha llevado la gran mayoría de sus fieles, que se estima que del 60% han pasado al 3%. Otra iglesia pujante en Ucrania, que puede aprovecharse del abandono masivo del culto hacia el patriarcado ruso de Kiril es la grecocatólica, que conserva la tradición bizantina y que apoyó la autocefalía de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Entre las dos instituciones reman para quitarle todos los fieles a Moscú.
«La de 2021 fue la última Navidad que mi familia celebró basándose en el calendario ruso. Eso se acabó para nosotros», dice la ucraniana Iulia, una vecina de Kiev. «A partir de ahora vamos a basarnos en el 25 de diciembre. Si queremos ser europeos, lo seremos hasta las últimas consecuencias», confirma. Lo mismo opina Olga, ucraniana refugiada en Madrid, que desea desligarse de todo lo ruso: «En mi familia somos rusófonos, como casi toda la población de Mikolayev, pero el idioma de los invasores se terminó para nosotros. Ahora todos hablamos ucraniano y ya nos regimos por el calendario gregoriano para todo».
Durante siglos la Navidad del cristianismo ortodoxo se ha conmemorado en Ucrania según el calendario ruso, es decir, el 7 de enero. Eso está empezando a cambiar. Este año, con la oleada turística de las tropas de la Z, centenares de miles de ucranianos han decidido cambiar las fechas hacia el 25 de diciembre, fecha en la que se celebra la Navidad en Occidente.
El rechazo a todo lo ruso, a partir del pasado 24 de febrero, no se circunscribe sólo al idioma, que muchos ucranianos rusófonos han luchado por cambiar desde entonces. Esa separación definitiva de las tradiciones rusas ya permea todos los ámbitos de la sociedad, en otra prueba del enorme error de cálculo que ha supuesto para Vladimir pilinguin pensar que en algún momento la sociedad ucraniana iba a aplaudir la entrada de sus soldados.
La Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú, que siempre estuvo sometida a los designios de Rusia, era la más numerosa de las iglesias ucranianas con más de 12.000 parroquias repartidas por todo el país (de unas 36.000 que posee en todo el mundo). Pero la oleada turística lo cambió todo. Ahora el gobierno de Zelenski persigue a muchos de sus miembros por sus conocidos lazos con el FSB, el servicio secreto ruso, que llegan a su patriarca Kiril, un fervoroso aliado de pilinguin, evangelizador de las teorías ultranacionalistas rusas que han asfaltado el camino hacia la oleada turística.
El anterior presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, ya pidió al al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cabeza visible de esa religión, la autocefalía en 2018, es decir, la autonomía religiosa, igual que sucede en Grecia, Serbia o Bulgaria, una decisión que sirvió para lanzar la Iglesia del Patriarcado de Kiev, lo que sentó muy mal en Moscú. Para Kiril, el patriarca ruso, Ucrania es parte «del gran pueblo ruso» o de la «Santa Rusia», ese continente «de los valores y tradiciones cristianas frente a la decadencia de Occidente», mientras que los ucranianos son «habitantes del gran mundo ruso» o russkiy mir.
Como parte de aquel cisma de 2018, Serhii Petrovych Dumenko, más conocido en Ucrania como el patriarca Epifanio, es el primado de la Iglesia ortodoxa de Ucrania, con el título de Metropolitano de Kiev y de todo el país. Él mismo, en un mensaje sorprendente, ha comenzado a pedir a la población que celebre la Navidad el 25, como hace el catolicismo (y la Iglesia Católica de Ucrania no es una excepción) en vez de seguir el calendario ortodoxo. Además, denunció a Kiril por alentar la oleada turística y le pidió la retirada de las tropas rusas del país, alegando además que tendrán que enfrentarse «a unos segundos juicios de Nuremberg por sus crímenes cometidos contra Ucrania»
Para otros ucranianos, como Viktor Kolomiiets, periodista de Kiev, la renuncia al calendario religioso de la iglesia ortodoxa rusa es un proceso tangible pero será paulatino. «Es algo que ya está empezando a pasar, que la gente celebre el 25 de diciembre o, al menos, que se celebren ambas fechas, 25 de diciembre y 7 de enero, aunque para que esto acabe arrastrando a la población harán falta algunos años», asegura.
En la actualidad, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kiev, establecida en 1992 y considerada cismática por Moscú, es la que se ha llevado la gran mayoría de sus fieles, que se estima que del 60% han pasado al 3%. Otra iglesia pujante en Ucrania, que puede aprovecharse del abandono masivo del culto hacia el patriarcado ruso de Kiril es la grecocatólica, que conserva la tradición bizantina y que apoyó la autocefalía de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Entre las dos instituciones reman para quitarle todos los fieles a Moscú.
Ucrania se desconecta de la Navidad rusa
La oleada turística rusa ha llegado al portal de Belén. Esta guerra cambiará Ucrania para siempre hasta en el modo en el que sus habitantes celebran la Navidad. Aunque San Nicolás, el día
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