La novela de Sasha Grey "Sociedad Juliette"

pepinox

Madmaxista
Desde
25 Sep 2008
Mensajes
26.496
Reputación
49.940
Lugar
Madrid, Hispanistán
Parece ser que Sasha Grey publicó en 2013 una novela llamada "Sociedad Juliete".

Aquí os dejó unos fragmentos, para que valoréis la obra:

Estoy de rodillas, justo delante de él, y tiro de su miembro viril con firmeza, como si fuera una palanca, para que quede en perfecto ángulo recto con su cuerpo, nivelado a la perfección con mi boca.

Me meto la punta en la boca, muy despacio. Cierro los labios alrededor de la punta, fuerte. Me retiro y lo provoco con la lengua. Luego vuelvo a acogerla, algo más al fondo esta vez, y voy avanzando por el falo. Me retiro. Jugueteo.

Y le digo lo que quiere oír.

Le digo:

—Me gusta tanto sentir tu platano dura en mi boquita apretada. Sabe tan bien…

Y no espero respuesta.

Le pego la platano al vientre y la sujeto ahí para chuparle la base de las pelotas, alrededor del escroto, girando rápidamente la lengua alrededor de las narices, le succiono uno y luego el otro, y luego lamo el falo, como un pincel pintando un lienzo, hasta que llego a la punta. Y se la chupo, y escupo en ella y la aprieto con la mano mirándole directamente a los ojos. Veo que se siente abrumado y sé que está a mi merced.

Abro la boca, bien abierta, para poder metérmela entera, tomo el aire suficiente para llenarme los pulmones, como si estuviera a punto de sumergirme en el agua, me la voy metiendo poco a poco, doblando la lengua para sacar brillo la punta, y voy acariciando la platano por debajo a medida que va entrando.

Me levanto en busca de aire y muevo la mano apretando con fuerza por el falo, me la he cubierto con una película de saliva mientras recupero el aliento, y me preparo para volver a bajar.

Muevo la cabeza hacia delante con rapidez, abro bien la boca y me meto su platano hasta la garganta; noto su hinchada y carnosa cabeza presionándome la laringe, su regazo llenándome toda la boca.

Siento que sus manos se hunden en mi pelo y espero a que me agarre por la nuca y me paralice en el sitio para dar un último empellón, breve y brusco; para clavarme la platano más adentro. Eso es lo que quiero que ocurra. Es lo que había imaginado antes.

Lo oiré gemir cuando descargue en el fondo de mi garganta. Y se quedará sin palabras.

Salvo: “Carajo”.

Y: “Sí”.

Me gusta sentir su leche. Me gusta sentir cómo me lo dispara en la boca. Me gusta cuando me lo dispara en el pelo y me lo deja todo sucio y enredado, como cuando atraviesas una telaraña.

Me gusta decirle que se venga en mis berzas para poder dibujar circulitos con el leche, como un pintor mezclando los colores sobre la paleta. Él es la pintura. Yo soy la pintura y el lienzo. Me gusta pintar con su leche sobre mi cuerpo para poder notar cómo se seca, cómo se endurece y se contrae, y me pellizca la piel al hacerlo. Me gusta cómo se cuartea en escamas mientras yo pinto. Me gusta levantar en un dedo una escama de su leche reseco y mirarla como un copo de nieve, intentando vislumbrar los dibujos cristalizados que contiene.

Me gusta cuando se encharca en mi vientre, y me inunda el ombligo y se derrama por mi cintura como una crema caliente que rebosa el plato. Cuando cae sobre mi cóccix con grandes y gruesas gotas, como lluvia caliente, como leche caliente, como lava caliente.

Me gusta cuando se viene dentro de mí y me siento llena y satisfecha y relajada, como si acabara de darme un banquete. Y luego sentir cómo se desliza fuera de mi shishi y deja un rastro perlado hasta el ojo ciego. Algunas veces chorrea, horas más tarde, cuando ya hacía tiempo se me había olvidado que estaba ahí. Cuando estoy paseando por el campus de la universidad, o sentada en clase, o en el autobús, o en la cola del súper y de pronto noto que se me mojan las ropa interior con la leche y recuerdo el momento en que él embistió dentro de mí, gimiendo de esa forma tan delicada, un segundo antes de soltar su descarga. Y dejo que salga, como si estuviera cogiéndome, viniéndose dentro de mí, en ese momento y en ese lugar, en el campus, en clase, en el autobús, en el súper.

Me gusta cuando se viene en mi cara y estoy completamente a su merced, como si me humillara con su leche. Cuando cierro los ojos y siento que me salpica en la cara. Cuando no para de venirse, y se viene y se viene, y noto su densidad y cómo se desliza por mi cara. Me llena los poros, me chorrea por la mejilla, por la frente, me cuelga de la barbilla. Y tengo la sensación de que mi cara no es lo bastante grande para abarcar todo su leche. Su leche interminable.

Me gusta limpiármelo de los labios y de las mejillas y juguetear con él entre el dedo índice y el pulgar como si fuera un moco, y luego volver a metérmelo en la boca, darle vueltas y mezclarlo con la saliva, para preparar un coctel con sus fluidos y los míos, y tragármelo de un sorbo, como una ostra. Luego abro la boca, bien abierta, y saco la lengua para demostrarle que ya no queda nada. Que he sido una niña buena y me he tomado toda la medicina.

Él se sienta en la butaca y yo me encaramo a los reposabrazos, me agacho y lentamente me acomodo en su platano. Y tengo el shishi tan mojado que se desliza hasta el fondo, hasta la base, y ahora me toca a mí hacerlo gemir. Vuelvo a levantarme. Unos regueros de fluido espeso, blanco y cremoso le resbalan por la platano y forman un charco en su vello púbico.

Me escupo en la mano y la bombeo, cubierta con saliva y fluidos, y sigo bombeando hasta que oigo el gemido insistente y casi inaudible que me hace saber que voy por buen camino.

Vuelvo a bajar para acomodarme la platano de nuevo, inclinándome hacia delante de manera que tengo las manos apoyadas en los reposabrazos y el ojo ciego ligeramente hacia arriba y en ángulo, tirando consigo de la platano. Voy alternando entre lentos giros con las caderas y movimientos hacia atrás y hacia delante y vuelvo a oír de nuevo el aullido inaudible. Estoy resbalando hacia atrás y hacia delante sobre su platano y él extiende las manos, me coge los pechos y con el dedo índice y el pulgar me aprieta fuerte los galletaes.

Ahora que me tiene desatada, húmeda y dispuesta, tiene otro as en la manga: quiere compartirme con otros. Y no sé cómo lo saben o si él les ha hecho algún tipo de señal, pero de pronto me veo rodeada. Y no tengo miedo.

Una muralla de carne masculina me separa del resto de la sala, como resguardándome. Y me siento segura.

Cuando algunos se van, otros ocupan inmediatamente su lugar. Y yo quiero justo eso. Cuantos más, mejor.

Pierdo la cuenta de cuántos rostros enmascarados y platanos anónimas se me acercan, inclinando la cabeza a medida que avanzan, implorando atención. Agarro todo cuanto queda a mi alcance con todo lo que tengo, y una vez que lo pruebo me doy cuenta de que sigo con ganas de más. Cuanto más tengo, más hambre siento, y no parará hasta que yo quiera. Y no quiero.

El sesso se pone cada vez mejor y mejor y mejor. Los orgasmos se vuelven más y más intensos, y justo cuando creo que ya he alcanzado el límite, llega otro que me lleva aún más alto y no quiero que esto pare, porque el placer es rabiosamente intenso.

Es como si tuviera el cuerpo sacudido por la electricidad. No sólo cada vez que me vengo. Cada vez que me tocan. Como si me dispararan descargas con una pistola eléctrica, una y otra vez, y otra. Experimento un placer tan grande que lo percibo como dolor. La dopamina me inunda el cerebro, la adrenalina me fluye por el cuerpo y pierdo la noción del tiempo.

Es como si estuviera cogiendo sin parar durante veinticuatro horas. Y supongo que, si quisiera, probablemente podría seguir otras veinticuatro. Mi cuerpo seguiría adelante siempre que mi cerebro recibiera estímulos. Y esa es la cuestión: la mente nunca se cansa de la actividad física, sólo se distrae y se aburre. Es entonces cuando se instala la fatiga. Pero si consigues mantener la mente concentrada, es imposible saber hasta dónde puedes llegar.

A medida que crecía, veía que mis amigas salían con chicos, uno detrás de otro, y siempre encontraban un motivo para dejarlos, se creían insatisfechas o frustradas o utilizadas. Las veía y me daba cuenta de que no quería ser como ellas. Y todas esas chicas ahora están solas, y tengo la sensación de que siempre van a estarlo, porque siempre están a la caza del hombre perfecto. Se han hecho esa imagen en la cabeza de quién es, cómo es, qué hace y cómo se comporta. Y es una fantasía, una fantasía total. El mismo tipo de estupideces que nos han estado vendiendo a las mujeres desde… siempre.

El príncipe azul. El hombre perfecto. El muñeco Ken. El espécimen perfecto. El soltero de oro. El marido ideal. Porque esos chicos, los imposiblemente guapos, los encantadores, los que hacen que te mueras por sus huesos, los que parecen demasiado buenos para ser verdad…, bueno, por lo general son demasiado buenos para ser verdad. Hay otro término para designar al encantador, una descripción más precisa: Sociópata.

Es alucinante la cantidad de mujeres que se enamoran de tipos así, que caen en la misma trampa una y otra vez, y luego lamentan el día en que los conocieron. El juego del amor es uno de los timos más antiguos del mundo.

Nadie quiere creer que ha sido víctima de una estafa, y menos en el amor. Porque eso duele que te mueres. Probablemente más que cualquier otra cosa en el mundo. Es una patada en el estómago. Enfermas. Te sientes estulta. Muy, muy estulta. Así que lo mejor que pueden hacer las personas en esa situación es lo siguiente:

Fingir que ya lo habían visto venir.

Fingir que lo sabían desde el principio.

Fingir que no ha pasado.

Empezar de cero de nuevo.

Y esta vez, se dicen, ha sido la última. Nunca más. Nunca más voy a caer en la misma trampa.

Pero caerán.

Caerán porque no saben lo que quieren en esta vida y, hasta que lo sepan, están destinadas a seguir el mismo patrón una y otra vez, destinadas a repetir sus fracasos. Porque van en busca de una quimera. Del hombre perfecto. El marido perfecto. El amante perfecto.

Y la vida no es así.

Y eso no sólo vale para las mujeres. Los hombres también son víctimas de sus propios engaños. Al menos los sensibles. Los que están suficientemente evolucionados para pensar en las mujeres como algo más que un receptáculo conveniente para su leche. A veces están demasiado evolucionados. Piensan demasiado. Ponen a las mujeres en un pedestal, idealizan a su compañera perfecta y la convierten en un modelo inalcanzable y es imposible estar a su altura. Al menos yo sé que no puedo. Y para mí eso es como la receta para una vida de sinsabores y decepción, toda una vida de relaciones fallidas. De ir siempre en busca de don Perfecto y doña Perfecta y acabar siempre con la persona equivocada. Muy equivocada.

No estoy diciendo que no crea en el amor, porque sí creo. Y si me obligaran, probablemente diría que es en lo único que creo. Ni en Dios, ni en el dinero, ni en las personas. Sólo creo en el amor.

Estoy preparada para pasar al siguiente nivel, así que vuelvo la cabeza, lo miro a los ojos y le digo: Quiero que me cojas por el ojo ciego, Jack. Cógeme duro por el ojo ciego.

Sale de mi shishi y estampa su platano contra él, bañando su asta en mi flujo blanco y pegajoso, para lubricarla bien y facilitar su entrada por mi pequeño y tenso ojo ciego. Coloca una mano sobre mis nalgas para sujetarse mientras presiona la punta de su miembro viril contra mi ano. Éste se frunce en anticipación. La punta de su miembro viril contra mi ano. La punta de su platano parece enorme mientras él la introduce en mi agujero. Dejo escapar un grito ahogado.

Su platano lubricada parece enorme y rígida en mi ojo ciego, y avanza despacio hacia dentro.

—Te gusta tener la platano en mi ojo ciego? —digo.

—Sí –gime él—. Tan prieto…

—Quiero que ensanches mi pequeño y prieto agujero —digo—. Quiero todo tu platanón dentro de mi ojo ciego.

Jack gruñe de placer mientras se desliza lenta y completamente dentro de mí, y empieza a bambolear y a girar las caderas. Jack está bailando en mi ojo ciego, y me gusta la sensación. No es un swing. Ni una lambada. En todo caso sería la danza del vientre en su versión más salvaje.

Sus manos se agarran con fuerza a mis hombros para poder embestirme con sus mazazos. Y sus pelotas húmedas chocan con fuerza contra mi shishi.

Y me gusta tanto la sensación de notar mi ojo ciego ensanchado y sondado por su platano gruesa y carnosa que creo que voy a perder el sentido. Siento que estoy a punto de venirme. Siento que estoy a punto de estallar desde dentro.

Le digo: Jack, voy a venirme. Voy a venirme.

Y mientras lo hago, mi cuerpo se sacude debajo de él y suelto un aullido de placer.

Digo: Ahora quiero que te vengas en mi ojo ciego, Jack. Quiero que me llenes con tu leche chorreando mi ojo ciego.

Hablarle así, decirle marranadas, parece obrar el efecto deseado y lo lleva al límite. Lo oigo gruñir en señal de que está a punto de venirse. Da una última embestida y su pistola se dispara en mi recámara, su leche estalla en mi ojo ciego, y yo siento que me llena por dentro. Él saca la platano despacio, y yo siento su leche denso, blanco merengue chorreando de mi agujero y acumulándose en mi shishi.

Tenéis el libro a 2,5 euritos aquí.

Yo ya he pedido el mío.
 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
aqui sasha grey sin maquillaje
Shes+still+cute+without+makeup+_588f03fb396951485c6724cc04ffa7eb.png
 
Volver