Clavisto
Será en Octubre
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Acabo de poner una lavadora. No he bebido en todo el día. Tal vez sea por el chico de esta mañana.
Entró al bar con la mascarilla puesta y sin quitársela pidió un White Label con naranja. Todavía no era la una del mediodía, no lo conocía y estuve a punto de decirle que no, que no servía copas hasta la tarde, pero vi su mirada y se la puse.
Había poca gente, apenas un par de clientes en la barra y otro en el salón; el chico estaba ahí varado, junto a la puerta. Bebía rápido y mirando de reojo, como uno que está descolocado. Pasó al water después de echar un vistazo al bar. Pronto pidió el segundo, como en un susurro. Estaba claro que no era el primer bar del día para él. El vaso vacío y la fanta a medias.
Iba limpio, era alto, rubio, la barba cuidada y de mirada clara aunque ya acuosa. Pidió un tercero con el zumo todavía entero. "Sólo el whisky" Preguntó cuanto debía, se lo dije, sacó la cartilla del banco y de ella extrajo uno de los billetes. Se fue poco después. No habían pasado ni quince minutos desde su llegada.
Poco antes de irme, a eso de las tres y media, oí a dos clientes hablar de una amiga mía. Hace unos días, puede que diez, por circunstancias que no vienen al caso, sufrió una crisis de ansiedad en un bar y se lió parda. Tuvo que ir hasta la policía. Es una mujer admirable en muchos aspectos, pero está medicada y el alcohol en exceso no le sienta bien. Entendí porqué sólo la he visto una mañana desde entonces. Ella me contó algo de lo que le pasaba en el breve rato que estuvo conmigo. La vi regular, con miedo. Anoche me envió una canción de amor por wasap. No respondí.
También yo las he liado pardas, incluso en días como hoy o el de hace una semana. Muchas veces. Habré sido comidilla popular como para alimentar a una bandera legionaria durante un año. Pero yo no las oía, aunque luego sí veía las miradas y algún que otro difuso fotograma en mi cabeza que no intentaba retener.
Esta tarde he llegado a casa pensando sólo ligeramente en escribir algo, pero enseguida me he puesto a hacer ejercicio; luego una ducha, un afeitado y ya casi eran las seis. Todavía faltaban dos horas para regresar al bar, limpiar, recolocar, cerrar e ir a cenar con la familia.
Puse una lavadora y recogí la ropa tendida. Un cuarto de hora menos. ¿Escribo algo?
Miré en el armarito y vi lo que esperaba: no había whisky. Lo terminé el 26.
Son las siete y media y acabo de oír el final del programa de la lavadora. Voy a tenderla y ya casi será la hora.
Me abriré una cerveza en cuanto llegue al bar. Los últimos clientes que queden estarán borrachos y sentimentales. Tres cervezas como mucho, no más. Ni una copa.
Y a cenar con la familia.
Entró al bar con la mascarilla puesta y sin quitársela pidió un White Label con naranja. Todavía no era la una del mediodía, no lo conocía y estuve a punto de decirle que no, que no servía copas hasta la tarde, pero vi su mirada y se la puse.
Había poca gente, apenas un par de clientes en la barra y otro en el salón; el chico estaba ahí varado, junto a la puerta. Bebía rápido y mirando de reojo, como uno que está descolocado. Pasó al water después de echar un vistazo al bar. Pronto pidió el segundo, como en un susurro. Estaba claro que no era el primer bar del día para él. El vaso vacío y la fanta a medias.
Iba limpio, era alto, rubio, la barba cuidada y de mirada clara aunque ya acuosa. Pidió un tercero con el zumo todavía entero. "Sólo el whisky" Preguntó cuanto debía, se lo dije, sacó la cartilla del banco y de ella extrajo uno de los billetes. Se fue poco después. No habían pasado ni quince minutos desde su llegada.
Poco antes de irme, a eso de las tres y media, oí a dos clientes hablar de una amiga mía. Hace unos días, puede que diez, por circunstancias que no vienen al caso, sufrió una crisis de ansiedad en un bar y se lió parda. Tuvo que ir hasta la policía. Es una mujer admirable en muchos aspectos, pero está medicada y el alcohol en exceso no le sienta bien. Entendí porqué sólo la he visto una mañana desde entonces. Ella me contó algo de lo que le pasaba en el breve rato que estuvo conmigo. La vi regular, con miedo. Anoche me envió una canción de amor por wasap. No respondí.
También yo las he liado pardas, incluso en días como hoy o el de hace una semana. Muchas veces. Habré sido comidilla popular como para alimentar a una bandera legionaria durante un año. Pero yo no las oía, aunque luego sí veía las miradas y algún que otro difuso fotograma en mi cabeza que no intentaba retener.
Esta tarde he llegado a casa pensando sólo ligeramente en escribir algo, pero enseguida me he puesto a hacer ejercicio; luego una ducha, un afeitado y ya casi eran las seis. Todavía faltaban dos horas para regresar al bar, limpiar, recolocar, cerrar e ir a cenar con la familia.
Puse una lavadora y recogí la ropa tendida. Un cuarto de hora menos. ¿Escribo algo?
Miré en el armarito y vi lo que esperaba: no había whisky. Lo terminé el 26.
Son las siete y media y acabo de oír el final del programa de la lavadora. Voy a tenderla y ya casi será la hora.
Me abriré una cerveza en cuanto llegue al bar. Los últimos clientes que queden estarán borrachos y sentimentales. Tres cervezas como mucho, no más. Ni una copa.
Y a cenar con la familia.