230 MUERTES QUE PUDIERON CAMBIAR LA HISTORIA
La matanza de Manila: la mayor masacre a españoles anterior al 11M cumple 75 años
Tras este suceso, Franco intentó declarar la guerra a Japón, cuyo Ejército ocupaba Filipinas. Los Aliados no lo aceptaron y se quedó en ruptura de relaciones diplomáticas
Agustín Rivera
La mayor masacre de españoles desde 1945 hasta el 11M no ocurrió en España.
Quedaban unos meses para el fin de la Segunda Guerra Mundial y Filipinas sufría la barbarie japonesa en el Pacífico. Los estadounidenses estaban a punto de entrar en Manila y los nipones ordenaron el exterminio de la población civil.
Franco mantenía una neutralidad activa en el conflicto hasta que el 23, 24 y 25 de febrero de 1945 se produjo la masacre de Manila: 238 víctimas (había 3.000 censados). Lo más cruento ocurrió el 12 de febrero en el Consulado de España, convertido en una ratonera y luego en una fosa común: 67 muertos.
Manila en 1945 (mapa que figura en el libro 'fin en Manila' de La Esfera de los Libros). Más muertos que en Hiroshima y Nagasaki
Solo en un mes murieron en Manila 100.000 personas de distintas nacionalidades; más población civil que en las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, el mismo volumen de destrucción, desolación y miseria que el de los bombardeos sobre Tokio. El dictador quiso declarar la guerra a Japón y los Aliados se negaron. Todo quedó en una ruptura de relaciones diplomáticas.
Estas que siguen son historias de la Historia. 75 años después, todavía faltan claves por descifrar. Fue un oscuro episodio del pasado.
Florentino Rodao es catedrático de la Universidad Complutense. Experto en Japón y Filipinas. En 2002 publicó ‘Franco y el Imperio japonés (Plaza y Janés). En esa obra desveló que España pasó de lanzar salvas de bienvenidas al Imperio japonés que atacaba la base de Pearl Harbor en diciembre de 1941 a convertirse, cuatro años después, en acérrimo enemigo de las tropas de Hirohito.
Manila fue la segunda ciudad más bombardeada, solo superada por Varsovia. “Se temían actos de barbarie, pero no matanzas al por mayor”
Manila fue la segunda ciudad del planeta más bombardeada en aquellos años, solo superada por Varsovia. La liberación fue amarga. “Se temían actos de barbarie, pero no matanzas al por mayor”, significa el padre Juan Labrador, director del colegio de San Juan Letrán.
La mayor parte de la colonia española residía en Malate, una de las zonas más perjudicada por los pillajes y las muertes. Y muy pocos abandonaron la ciudad. Españoles y alemanes pensaban que los japoneses no les atacarían por las relaciones de sus países con el Imperio de Hirohito.
La prevención en contarlo
“El grupo de soldados que cometieron la masacre hubo de verse atraído más por tal concentración de gente que por el trapo del que colgaba del mástil. El primer asesinado fue el vigilante falangista Ricardo García Buch, precisamente cuando salía hacia la verja portando una bandera bicolor”, subraya Rodao.
El miedo a contar que uno es un superviviente se palpa en muchas de las narraciones. “Cuando hablamos de memoria histórica hay mucha prevención en contarlo para no dañar a los demás, para no molestar. No quedaba bien que uno haya sobrevivido y otros miembros de la familia, no”, explica a El Confidencial este prestigioso historiador autor de 'La soledad del país vulnerable' (Crítica, 2019).
Marta Galatas es novelista. Aclara que lo suyo es la ficción, pero hay fragmentos de ‘Dejé mi corazón en Manila’ (La Esfera de los Libros, 2017) que están extraídos de su experiencia personal. Pura realidad.
“Un testimonio real es el de mi tío. Me costó mucho sacarle la información. Es un tema del que no quería hablar nadie de la familia. Supuso un trauma muy fuerte para mi abuela durante toda su vida. Mi tío tenía siete años y presenció toda esa parte de la Guerra”, cuenta la escritora a este diario.
La progenitora de Galatas tenía pocos meses de edad en febrero de 1945. Está viva gracias a una de las sirvientes filipinas que se la llevaron huyendo de los temibles aviones B-29 norteamericanos. Cuando empezaron los bombardeos, que destruyeron aparte de la ocupación japonés todo el vestigio español, sus abuelos dividieron a la familia.
"Hasta la fecha, este ha sido el mayor atentado a la inviolabilidad de una representación diplomática española en la historia moderna”
Enviaron al hospital a su progenitora y a la chica que les cuidada. No creía que ni la catedral de Manila ni el hospital llegaran a ser bombardeados. Sí lo fueron. “Mi abuela pensaba que la había perdido a su única hija para siempre. Se quedó traumatizada. Pasaron días hasta que supo que estaba viva”.
Álvaro del Castaño ofrece en ‘fin en Manila’ (La Esfera de los Libros, 2019), detalles de la masacre en la capital filipina. “Hasta la fecha, este ha sido el mayor atentado a la inviolabilidad de una representación diplomática española en la historia moderna”. Se trata de una novela basada en los archivos e informes personales de José del Castaño Cardona, cónsul general de España en las islas Filipinas (1941-1945), que había sido líder la Falange Exterior, y la memorias de su hijo José del Castaño Layrana, ambos supervivientes de la batalla de Manila.
La niña Anna María Aguilella tenía seis años y estaba en el consulado. Se hizo pasar por muerta entre los cadáveres de su familia. “Se había quedado sin mover un solo músculo, presa del terror y del instinto, y así había salvado la vida hasta ahora. Pero, para su desgracia, se había puesto en pie demasiado pronto y torpemente emergía por la puerta del garaje hacia el exterior. Con sus manitas manchadas de sangre se cubría los ojos, cegada por el sol”.
Los verdaderos 'Últimos de Filipinas'
Anna María vive y el periodista Ramón Vilaró dirigió un documental sobre ella titulado ‘De aliados a masacrados’. "Cuando entraron los soldados los japoneses [al Consulado de España], hicieron que nos pusiéramos todos en fila india, y uno a uno nos fueron clavando las bayonetas a todos", aseguraba Aguilella, como publicó Efe. "Sobreviví porque me hice la muerta; yo en realidad he vivido dos vidas, porque ese día volví a nacer. Aquello fue terrible".
Tras la Guerra, Franco los repatrió. Llegaron al puerto de Barcelona y a Anna María se la trató como una heroína. Vilaró considera que ellos fueron en realidad ’Los últimos de Filipinas’.
El Estándar Yamashita o la Responsabilidad por omisión de la autoridad
La Masacre de Manila fue uno de los mayores crímenes – junto a la Matanza de Nankín (China), en 1937 – cometidos por el ejército imperial japonés.
Las víctimas fueron más de 100,000 filipinos, quienes perecieron en el tras*curso de la Batalla de Manila (Filipinas), entre el 03 de febrero al 03 de marzo de 1945, casi al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Por tales hechos, el jefe a cargo del ejército nipón en Manila, el general Tomoyuki Yamashita, fue juzgado por un tribunal militar estadounidense y condenado a fin. Yamashita fue ahorcado el 23 de febrero de 1946.
Fue a partir de aquel juicio militar (‘United States of America vs. Yamashita’, 1945), que surgió el ‘Estándar Yamashita’ (‘Yamashita Standard’), también conocido como la ‘Responsabilidad de mando’ (‘Command responsibility’), la ‘Responsabilidad por omisión del jefe militar y del superior civil’ o la ‘Omisión del superior civil’.
El Estándar Yamashita es una forma de autoría criminal que se aplica en el Derecho Penal Internacional.
Se trata de una forma omisiva, según la cual el agente, dada su posición de mando, conoce los hechos delictivos cometidos por sus subordinados; debiendo emplear medidas preventivas a la comisión del delito o imponerles algún castigo. Y en caso sea difícil aplicar las medidas preventivas y punitivas, el autor deberá poner el asunto en conocimiento de la autoridad competente.
Ese fue el criterio seguido por el Tribunal Militar norteamericano.
En palabras textuales del propio tribunal:
“(…) The question then is whether the law of war imposes on an army commander a duty to take such appropriate measures as are within his power to control the troops under his command for the prevention of the specified acts which are violations of the law of war and which are likely to attend the occupation of hostile territory by an uncontrolled soldiery, and whether he may be charged with personal responsibility for his failure to take such measures when violations result. (…)”. [Pp. 327 U.S. 14, 327 U.S.15].
El Estándar Yamashita cumplió un papel trascendente en los anales de la jurisprudencia penal internacional y en el Derecho Penal. Lo mismo ocurrió con el Caso ‘Eichmann’; en donde a partir del desarrollo de aquel juicio, el jurista alemán Claus Roxin pudo elaborar la teoría de imputación conocida como ‘Autoría mediata en aparatos organizados de poder’.
Haciendo un símil jurídico, el Estándar Yamashita fue a Tomoyuki Yamashita como la Autoría mediata fue a Adolph Eichmann. Solo que a diferencia de esta otra causa penal, el criterio de imputación del Estándar Yamashita presupone una conducta omisiva no comisiva (por ello, su equivalente en el ámbito jurídico penal es la ‘Omisión por comisión’). Y dicha conducta omisiva exige la realización de determinadas medidas para con los subordinados: preventivas y punitivas.
Finalmente, es cierto que no siempre los mandos militares van a poder supervisar y controlar todos y cada uno de los actos de sus subordinados. Pero también es verdad que frente a desmanes vandálicos, saqueos y violaciones perpetrados por la soldadesca no cabe espíritu de cuerpo alguno para no menguar la popularidad del superior a cargo (o la jovenlandesal de la tropa), sino imponer las debidas sanciones a los responsables y pagar las reparaciones civiles a las víctimas inocentes.
La matanza de Manila: la mayor masacre a españoles anterior al 11M cumple 75 años
Tras este suceso, Franco intentó declarar la guerra a Japón, cuyo Ejército ocupaba Filipinas. Los Aliados no lo aceptaron y se quedó en ruptura de relaciones diplomáticas
Agustín Rivera
La mayor masacre de españoles desde 1945 hasta el 11M no ocurrió en España.
Quedaban unos meses para el fin de la Segunda Guerra Mundial y Filipinas sufría la barbarie japonesa en el Pacífico. Los estadounidenses estaban a punto de entrar en Manila y los nipones ordenaron el exterminio de la población civil.
Franco mantenía una neutralidad activa en el conflicto hasta que el 23, 24 y 25 de febrero de 1945 se produjo la masacre de Manila: 238 víctimas (había 3.000 censados). Lo más cruento ocurrió el 12 de febrero en el Consulado de España, convertido en una ratonera y luego en una fosa común: 67 muertos.
Manila en 1945 (mapa que figura en el libro 'fin en Manila' de La Esfera de los Libros). Más muertos que en Hiroshima y Nagasaki
Solo en un mes murieron en Manila 100.000 personas de distintas nacionalidades; más población civil que en las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, el mismo volumen de destrucción, desolación y miseria que el de los bombardeos sobre Tokio. El dictador quiso declarar la guerra a Japón y los Aliados se negaron. Todo quedó en una ruptura de relaciones diplomáticas.
Estas que siguen son historias de la Historia. 75 años después, todavía faltan claves por descifrar. Fue un oscuro episodio del pasado.
Florentino Rodao es catedrático de la Universidad Complutense. Experto en Japón y Filipinas. En 2002 publicó ‘Franco y el Imperio japonés (Plaza y Janés). En esa obra desveló que España pasó de lanzar salvas de bienvenidas al Imperio japonés que atacaba la base de Pearl Harbor en diciembre de 1941 a convertirse, cuatro años después, en acérrimo enemigo de las tropas de Hirohito.
Manila fue la segunda ciudad más bombardeada, solo superada por Varsovia. “Se temían actos de barbarie, pero no matanzas al por mayor”
Manila fue la segunda ciudad del planeta más bombardeada en aquellos años, solo superada por Varsovia. La liberación fue amarga. “Se temían actos de barbarie, pero no matanzas al por mayor”, significa el padre Juan Labrador, director del colegio de San Juan Letrán.
La mayor parte de la colonia española residía en Malate, una de las zonas más perjudicada por los pillajes y las muertes. Y muy pocos abandonaron la ciudad. Españoles y alemanes pensaban que los japoneses no les atacarían por las relaciones de sus países con el Imperio de Hirohito.
La prevención en contarlo
“El grupo de soldados que cometieron la masacre hubo de verse atraído más por tal concentración de gente que por el trapo del que colgaba del mástil. El primer asesinado fue el vigilante falangista Ricardo García Buch, precisamente cuando salía hacia la verja portando una bandera bicolor”, subraya Rodao.
El miedo a contar que uno es un superviviente se palpa en muchas de las narraciones. “Cuando hablamos de memoria histórica hay mucha prevención en contarlo para no dañar a los demás, para no molestar. No quedaba bien que uno haya sobrevivido y otros miembros de la familia, no”, explica a El Confidencial este prestigioso historiador autor de 'La soledad del país vulnerable' (Crítica, 2019).
Marta Galatas es novelista. Aclara que lo suyo es la ficción, pero hay fragmentos de ‘Dejé mi corazón en Manila’ (La Esfera de los Libros, 2017) que están extraídos de su experiencia personal. Pura realidad.
“Un testimonio real es el de mi tío. Me costó mucho sacarle la información. Es un tema del que no quería hablar nadie de la familia. Supuso un trauma muy fuerte para mi abuela durante toda su vida. Mi tío tenía siete años y presenció toda esa parte de la Guerra”, cuenta la escritora a este diario.
La progenitora de Galatas tenía pocos meses de edad en febrero de 1945. Está viva gracias a una de las sirvientes filipinas que se la llevaron huyendo de los temibles aviones B-29 norteamericanos. Cuando empezaron los bombardeos, que destruyeron aparte de la ocupación japonés todo el vestigio español, sus abuelos dividieron a la familia.
"Hasta la fecha, este ha sido el mayor atentado a la inviolabilidad de una representación diplomática española en la historia moderna”
Enviaron al hospital a su progenitora y a la chica que les cuidada. No creía que ni la catedral de Manila ni el hospital llegaran a ser bombardeados. Sí lo fueron. “Mi abuela pensaba que la había perdido a su única hija para siempre. Se quedó traumatizada. Pasaron días hasta que supo que estaba viva”.
Álvaro del Castaño ofrece en ‘fin en Manila’ (La Esfera de los Libros, 2019), detalles de la masacre en la capital filipina. “Hasta la fecha, este ha sido el mayor atentado a la inviolabilidad de una representación diplomática española en la historia moderna”. Se trata de una novela basada en los archivos e informes personales de José del Castaño Cardona, cónsul general de España en las islas Filipinas (1941-1945), que había sido líder la Falange Exterior, y la memorias de su hijo José del Castaño Layrana, ambos supervivientes de la batalla de Manila.
La niña Anna María Aguilella tenía seis años y estaba en el consulado. Se hizo pasar por muerta entre los cadáveres de su familia. “Se había quedado sin mover un solo músculo, presa del terror y del instinto, y así había salvado la vida hasta ahora. Pero, para su desgracia, se había puesto en pie demasiado pronto y torpemente emergía por la puerta del garaje hacia el exterior. Con sus manitas manchadas de sangre se cubría los ojos, cegada por el sol”.
Los verdaderos 'Últimos de Filipinas'
Anna María vive y el periodista Ramón Vilaró dirigió un documental sobre ella titulado ‘De aliados a masacrados’. "Cuando entraron los soldados los japoneses [al Consulado de España], hicieron que nos pusiéramos todos en fila india, y uno a uno nos fueron clavando las bayonetas a todos", aseguraba Aguilella, como publicó Efe. "Sobreviví porque me hice la muerta; yo en realidad he vivido dos vidas, porque ese día volví a nacer. Aquello fue terrible".
Tras la Guerra, Franco los repatrió. Llegaron al puerto de Barcelona y a Anna María se la trató como una heroína. Vilaró considera que ellos fueron en realidad ’Los últimos de Filipinas’.
La matanza de Manila: la mayor masacre a españoles anterior al 11M cumple 75 años
Tras este suceso, Franco intentó declarar la guerra a Japón, cuyo Ejército ocupaba Filipinas. Los Aliados no lo aceptaron y se quedó en ruptura de relaciones diplomáticas
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El Estándar Yamashita o la Responsabilidad por omisión de la autoridad
La Masacre de Manila fue uno de los mayores crímenes – junto a la Matanza de Nankín (China), en 1937 – cometidos por el ejército imperial japonés.
Las víctimas fueron más de 100,000 filipinos, quienes perecieron en el tras*curso de la Batalla de Manila (Filipinas), entre el 03 de febrero al 03 de marzo de 1945, casi al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Por tales hechos, el jefe a cargo del ejército nipón en Manila, el general Tomoyuki Yamashita, fue juzgado por un tribunal militar estadounidense y condenado a fin. Yamashita fue ahorcado el 23 de febrero de 1946.
Fue a partir de aquel juicio militar (‘United States of America vs. Yamashita’, 1945), que surgió el ‘Estándar Yamashita’ (‘Yamashita Standard’), también conocido como la ‘Responsabilidad de mando’ (‘Command responsibility’), la ‘Responsabilidad por omisión del jefe militar y del superior civil’ o la ‘Omisión del superior civil’.
El Estándar Yamashita es una forma de autoría criminal que se aplica en el Derecho Penal Internacional.
Se trata de una forma omisiva, según la cual el agente, dada su posición de mando, conoce los hechos delictivos cometidos por sus subordinados; debiendo emplear medidas preventivas a la comisión del delito o imponerles algún castigo. Y en caso sea difícil aplicar las medidas preventivas y punitivas, el autor deberá poner el asunto en conocimiento de la autoridad competente.
Ese fue el criterio seguido por el Tribunal Militar norteamericano.
En palabras textuales del propio tribunal:
“(…) The question then is whether the law of war imposes on an army commander a duty to take such appropriate measures as are within his power to control the troops under his command for the prevention of the specified acts which are violations of the law of war and which are likely to attend the occupation of hostile territory by an uncontrolled soldiery, and whether he may be charged with personal responsibility for his failure to take such measures when violations result. (…)”. [Pp. 327 U.S. 14, 327 U.S.15].
El Estándar Yamashita cumplió un papel trascendente en los anales de la jurisprudencia penal internacional y en el Derecho Penal. Lo mismo ocurrió con el Caso ‘Eichmann’; en donde a partir del desarrollo de aquel juicio, el jurista alemán Claus Roxin pudo elaborar la teoría de imputación conocida como ‘Autoría mediata en aparatos organizados de poder’.
Haciendo un símil jurídico, el Estándar Yamashita fue a Tomoyuki Yamashita como la Autoría mediata fue a Adolph Eichmann. Solo que a diferencia de esta otra causa penal, el criterio de imputación del Estándar Yamashita presupone una conducta omisiva no comisiva (por ello, su equivalente en el ámbito jurídico penal es la ‘Omisión por comisión’). Y dicha conducta omisiva exige la realización de determinadas medidas para con los subordinados: preventivas y punitivas.
Finalmente, es cierto que no siempre los mandos militares van a poder supervisar y controlar todos y cada uno de los actos de sus subordinados. Pero también es verdad que frente a desmanes vandálicos, saqueos y violaciones perpetrados por la soldadesca no cabe espíritu de cuerpo alguno para no menguar la popularidad del superior a cargo (o la jovenlandesal de la tropa), sino imponer las debidas sanciones a los responsables y pagar las reparaciones civiles a las víctimas inocentes.
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