La Librería Maceda de Bilbao cierra tras 40 años

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José Manuel cierra su negocio en Santutxu tras casi 40 años por falta de relevo y pide a su clientela que “no deje de leer”




La Librería Maceda de Bilbao cierra tras 40 años



La Librería Maceda de Bilbao cierra tras 40 años Oskar González

Pasar página no le va a resultar nada fácil a José Manuel González Maceda. Tras casi 40 años al frente de su librería, en Santutxu, apenas restan unos días para que cierre sus puertas y con ellas un capítulo de su vida. “Estoy rondando la jubilación. No tengo hijos y no hay relevo generacional. Hasta aquí hemos llegado”, dice con “mucha tristeza” y resignación ante los intentos baldíos de “darle continuidad” a un negocio “viable”. “No ha podido ser y hay que aceptarlo. No va a estar uno trabajando hasta los 90 años”, asume apenado. “Llevo unos meses un poco conmovido con lo de cerrar y, según se va acercando la fecha, más todavía. Desde el sábado, que pusimos el cartel, estoy derrotado”, confiesa.

Entre los asiduos a la Librería Maceda también hay quien se ha mostrado afectado al conocer que echará la persiana el próximo 29 de abril. “Un cliente ciego que compra muchos libros nos ha dicho que si no fuese por su discapacidad, se la quedaba él. Esas cosas te llegan al alma”, cuenta una de las empleadas. “También ha habido un peque, cuyos abuelos eran clientes y luego sus padres, que pensaba hacer una manifestación para que no cerráramos”, comenta. Les echarán de menos hasta en Alemania, donde cuenta que vive “una clienta de Santutxu que se tuvo que ir por trabajo y nos pide los libros por mail. Vienen sus padres a recogerlos”. “Aquí han ido creciendo varias generaciones y nosotros con ellos”, resume José Manuel, muy “agradecido” por “las palabras de cariño” de sus clientes, que les han permitido “vivir de esto”.

Procedente de una familia dedicada al sector del libro, José Manuel inauguró su local en la calle Santa Clara antes de cumplir los veinte años, a la vuelta del servicio militar. “Empecé de manera muy modesta, con 60 metros cuadrados, porque atendía yo solo y no sabía cómo iba a ir. Luego fuimos ampliando y ahora el local tiene 190 metros cuadrados y dos trabajadores”, detalla.



Especializado en “restos editoriales a bajo precio”, el establecimiento fue completando sus estanterías con lo que “el público pedía: las últimas novedades, libros recomendados por los colegios, que ya casi no mandan”, o libros de texto. “Clientes que trabajan los dos te decían: Te compramos todo el año, nos viene muy mal desplazarnos, no tenemos tiempo. ¿No nos vas a dar un servicio de libros de texto? Entonces, los traíamos por atenderlos”, explica.

Guiado por las demandas –“echamos en falta esto, qué pena que no tengas esto”–, en el local fueron surgiendo pequeñas secciones, como la de cómic o la de ejemplares en diferentes idiomas. “Tenemos libros en inglés, francés, alemán y euskera, que hace unos años no se vendía tanto, pero ha ido creciendo”, afirma.
“Parte del sueldo para libros”
José Manuel se puso detrás del mostrador “siendo un chaval” y ha sido el espectador de muchas vidas. “La gente venía sola, luego con sus hijos y ahora con sus nietos”, recuerda y analiza cómo ha evolucionado la clientela en estas cuatro décadas. “Antes había más lectores asiduos, que dedicaban una parte de su sueldo para libros, como una de las grandes partes del ocio que existía en su momento, que eran el cine, la música y la literatura. Ahora la oferta de ocio es tremenda, pero nosotros hemos ido manteniendo las ventas porque ha aparecido otro tipo de cliente más ocasional, que ve anunciar en la televisión el libro de Arguiñano o de la escritora o el escritor equis y viene a comprarlo. El libro ha pasado a ser un producto como muchos otros”, reflexiona José Manuel, quien aclara que “cualquier cliente es bien recibido”. “Añoramos un poco a ese lector de toda la vida, al que le gustaba leer y se tiraba dos horas mirando. Ahora es todo mucho más instantáneo: ¿Tienes el último libro de tal?, pero también son bienvenidos los nuevos lectores, que tienen otras costumbres y otra motivación. Seguro que va a haber lectores por muchos años”, pronostica.
“Llevo unos meses conmovido por el cierre y, desde que pusimos el cartel, estoy derrotado”
José Manuel González - Propietario de la Librería Maceda

El lobo de las nuevas tecnologías, a la que el sector tenía tanto miedo, no ha resultado tan fiero, al menos en su caso. “Nosotros hemos sobrevivido y cerramos yéndonos más o menos bien y de forma voluntaria. Yo creo que va a haber lectura para mucho tiempo y, aunque al principio hubo unos años duros por la novedad, la tecnología al final lo que ha hecho es combinarse. Uno puede leer en la tecnología en el metro o en la playa y luego llegar a casa y coger un libro de papel y una cerveza y disfrutar de ese momento. Afortunadamente esa balanza se ha estabilizado un poquito y yo creo que las librerías van a subsistir”, aventura.
“Hay que cultivar la mente”
Casi cuatro décadas colocando volúmenes en el escaparate de la Librería Maceda, que se dice pronto. Hay quien califica el comercio como “histórico en el barrio y en Bilbao”, pero su propietario se muestra prudente. “Me sonroja, yo creo que los que son históricos son los clientes. Poder servirles toda la vida ha sido un honor y un placer”, redirige el halago.
“Añoro al lector de toda la vida que se tiraba dos horas mirando. Ahora es más instantáneo: ¿Tienes el último libro de tal?”
Las palabras de afecto son recíprocas. “Tenemos cariño a todo el mundo y queremos pensar que nos lo tienen. Nos dicen que es una pena, que es una faena, que están acostumbrados a comprar aquí, que encontraban libros económicos y eso les venía muy bien, que siempre se les ha tratado bien, que si no encontramos a alguien que se pueda quedar con la librería sea como sea...”. Qué más quisiera él, pero “no ha habido interés”. “Las cosas no se pueden forzar. Es un ciclo de la vida”, acepta, “bastante afectado” desde que tomó la decisión “hace un año y pico”.

Más que una tienda a secas, Maceda ha sido una librería de cabecera, de esas en las que pedir consejo a pie de estantería. “También nos equivocamos como personas y como profesionales, pero mucha gente nos dice: El libro que me recomendaste me ha gustado. La intención siempre es buena, aunque los gustos son muy personales y muy variados”, alega para justificar ese inevitable “margen de error”. “La gente confía en que intentas encontrar lo que te pide sin mirar si el libro vale más o menos. Asesorar lo mejor posible es lo que hemos perseguido siempre”.

José Manuel seguirá vinculado al sector a través de una web dirigida a profesionales. “Por desgracia tenemos que prescindir de esta cercanía a los clientes”, lamenta y se despide aconsejándoles que “no dejen de leer. Hay que cultivar la mente y tener opinión propia y libre y la lectura es un camino para conseguirlo”.


Bueno. No pasa nada. Su local ahora se convertirá en el típico negocio del progreso. Un kebab, una frutería de pakis o una carnicería halal
 
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