EL CURIOSO IMPERTINENTE
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En un remota isla del Pacífico Sur, aparentemente deshabitada y lejos de las rutas comerciales, vive oculto el Doctor Nini, entregado a sus experimentos. Pero nadie fuera de ella conoce su escondite secreto. La mayoría de la humanidad le cree muerto desde hace años. Sólo un reducido número de fieles conocen la horrible verdad. O mejor dicho, sólo sus más fieles esbirros la conocían hasta que un día, hace sólo dos meses, el destino me llevó hasta las playas bordeadas de cocoteros de LA ISLA DEL DOCTOR NINI.
El Doctor Nini había sido un científico de renombre mundial. Su especialidad era la ingeniería genética, pero sus vastos conocimientos no se confinaban a esa parcela, sino que se extendían a todas las ramas del saber humano. Aunque admirado por muchos y universalmente respetado por sus logros, no estaban exentas de controversia sus provocativas teorías en materia de la historia universal, la geopolítica, la economía, la sociología, el urbanismo, la agronomía, la ecología y la medicina; opiniones que el sabio Doctor defendía con vehemencia frente a sus contradictores, enemigos del progreso y la razón, paletos funcivagos y turcochinos que se quedaban sin habla ante los argumentos inapelables del ilustre científico. Fatalmente su atrevidas tesis le llevaron a ganarse muchos y poderosos enemigos, que temían enfrentársele en público, pero en secreto empezaban tramar su ruina.
El Doctor Nini con uno de sus ayudantes, disponiéndose a sintetizar una nueva clase experimental de Campurrianas con propiedades nutritivas inauditas
El peor de todos sue enemigos era el presidente ruso Vladimir pilinguin, a quien Doctor Nini se refería como "la acondroplásica calva turcochina del Kremlin". Sólo la providencia quiso que nuestro ilustre sabio sobreviviera a un intento de envenenamiento con un surtido de galletas Cuétara envenenadas con Polonio 210.
Por eso cuando las agencias de todo el mundo anunciaron la luctuosa noticia de que el avión privado de Mister Nini se había estrellado cerca de Elda cuando hacía la ruta entre Benidorm a Albacete, muriendo todos las personas que iban a bordo muchos no daban crédito a la versión oficial. Se dio pábulo a toda suerte de especulaciones. No podía tratarse de un accidente. Tenía que haber sido un sabotaje.
Porque la verdad es que el Doctor Nini fingió su fin a fin de poder refugiarse en su laboratorio secreto, a salvo de sus enemigos y lejos de miradas indiscretas tendría las manos libres para crear una raza de superhombres mutantes con los que dominaría el mundo.
En el curso de los años que precedieron a su misterioso accidente Míster Nini había experimentado una tras*formación que pasó inadvertida a sus más próximos hasta que fue demasiado tarde. El antaño afable y filantrópico profesor se fue convirtiendo en un ser extraño, solitario, parco en palabras, pero pronto a bruscos accesos de cólera en los que daba rienda suelta a su desprecio por la humanidad que persistía en aceptar sus ideas revolucionarias, pese a que el mundo entero reconocía unanimemente su genio sin igual.
Echando la vista atrás, ahora creo que esa cambio de personalidad fue debido a su ingesta de las campurrianas radiactivas...
El Doctor Nini en su laboratorio con una víctima de sus diabólicos experimentos.
El Doctor Nini había sido un científico de renombre mundial. Su especialidad era la ingeniería genética, pero sus vastos conocimientos no se confinaban a esa parcela, sino que se extendían a todas las ramas del saber humano. Aunque admirado por muchos y universalmente respetado por sus logros, no estaban exentas de controversia sus provocativas teorías en materia de la historia universal, la geopolítica, la economía, la sociología, el urbanismo, la agronomía, la ecología y la medicina; opiniones que el sabio Doctor defendía con vehemencia frente a sus contradictores, enemigos del progreso y la razón, paletos funcivagos y turcochinos que se quedaban sin habla ante los argumentos inapelables del ilustre científico. Fatalmente su atrevidas tesis le llevaron a ganarse muchos y poderosos enemigos, que temían enfrentársele en público, pero en secreto empezaban tramar su ruina.
El Doctor Nini con uno de sus ayudantes, disponiéndose a sintetizar una nueva clase experimental de Campurrianas con propiedades nutritivas inauditas
El peor de todos sue enemigos era el presidente ruso Vladimir pilinguin, a quien Doctor Nini se refería como "la acondroplásica calva turcochina del Kremlin". Sólo la providencia quiso que nuestro ilustre sabio sobreviviera a un intento de envenenamiento con un surtido de galletas Cuétara envenenadas con Polonio 210.
Por eso cuando las agencias de todo el mundo anunciaron la luctuosa noticia de que el avión privado de Mister Nini se había estrellado cerca de Elda cuando hacía la ruta entre Benidorm a Albacete, muriendo todos las personas que iban a bordo muchos no daban crédito a la versión oficial. Se dio pábulo a toda suerte de especulaciones. No podía tratarse de un accidente. Tenía que haber sido un sabotaje.
Porque la verdad es que el Doctor Nini fingió su fin a fin de poder refugiarse en su laboratorio secreto, a salvo de sus enemigos y lejos de miradas indiscretas tendría las manos libres para crear una raza de superhombres mutantes con los que dominaría el mundo.
En el curso de los años que precedieron a su misterioso accidente Míster Nini había experimentado una tras*formación que pasó inadvertida a sus más próximos hasta que fue demasiado tarde. El antaño afable y filantrópico profesor se fue convirtiendo en un ser extraño, solitario, parco en palabras, pero pronto a bruscos accesos de cólera en los que daba rienda suelta a su desprecio por la humanidad que persistía en aceptar sus ideas revolucionarias, pese a que el mundo entero reconocía unanimemente su genio sin igual.
Echando la vista atrás, ahora creo que esa cambio de personalidad fue debido a su ingesta de las campurrianas radiactivas...
El Doctor Nini en su laboratorio con una víctima de sus diabólicos experimentos.
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