La isla de los Monopantos - La secta del dinerismo

Mal'akh

Madmaxista
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Se habla con frecuencia de los populares Protocolos de los sabios de Sión, pero no así de que el origen de este tipo de literatura es muy anterior, y se halla como mínimo en Francisco de Quevedo y Villegas, en pleno Imperio Español del siglo XVII. Hermann Goedsche, el autor de Biarritz, uno de los dos libros en los que se inspiraría la Ojrana zarista a la hora de escribir los Protocolos, debía conocer la obra de Quevedo, por lo que el escrito sería la fuente primera de éstos.

Hablamos de La Isla de los Monopantos, un texto de la obra quevedesca La hora de todos y la Fortuna con seso en el que describe una asamblea equiparable al Club Bilderberg, en este caso una reunión secreta entre los rabinos de Europa con unos cristianos —los Monopantos— dispuestos a apoderarse del mundo. Quevedo dirigía, en realidad, su mordaz crítica hacia el conde-duque de Olivares, el valido del rey Felipe IV.

En el texto de Quevedo se fragua la idea de una secta del dinerismo, lo que Pío XI denominó imperialismo internacional del dinero, una élite desarraigada y agrupada para afianzar su control más allá de las patrias, que convierte a los Estados en patéticos lacayos, para utilizarlos según sus conveniencias e intereses.

Narra como judíos de toda Europa y Monopantos se reúnen en Salónica, Imperio Otomano, para confabular contra Europa. Los Monopantos son marranos dispuestos a colaborar en la destrucción del mundo cristiano, habitantes de unas islas cercanas al mar neցro cuyo líder es Pragas Chincollos (Gaspar Conchillos – el conde-duque). El dinero es su único dios, al que proclaman omnipotente.



LA ISLA DE LOS MONOPANTOS


En Salónique, ciudad de Levante, que, escondida en el último seno del golfo a que da nombre, yace en el dominio del emperador de Constantinopla, hoy llamada Estambol, convocados en aquella sinagoga los judíos de toda Europa por Rabbi Saadías, y Rabbi Isaac Abarbaniel, y Rabbi Salomón, y Rabbi Nissin, se juntaron: por la sinagoga de Venecia, Rabbi Samuel y Rabbi Maimón; por la de Raguza, Rabbi Aben Ezra; por la de Constantinopla, Rabbi Jacob; por la de Roma, Rabbi Chamaniel; por la de Ligorna, Rabbi Gersomi; por la de Ruán, Rabbi Gabirol, por la de Orán, Rabbi Asepha; por la de Praga, Rabbi Mosche; por la de Viena; Rabbi Berchai; por la de Amsterdán, Rabbi Meir Armahah; por los hebreos disimulados, y que negocian de rebozo con traje y lengua de cristianos, Rabbi David Bar Nachman, y, con ellos, los Monopantos, gente en república, habitadora de unas islas que entre el mar neցro y la Moscovia, confines de la Tartaria, se defienden sagaces de tan feroces vecindades, más con el ingenio que con las armas y fortificaciones.

Son hombres de cuadruplicada malicia, de perfecta hipocresía, de extremada disimulación, de tan equívoca apariencia, que todas las leyes y naciones los tienen por suyos. La negociación les multipica caras y los manda los semblantes, y el interés los remuda las almas. Gobiérnalos un príncipe a quien llaman Pragas Chincollos. Vinieron por su mandado a este sanedrín seis, los más doctos en carcomas y polillas del mundo; el uno se llama Philárgyros, el otro, Chrysóstheos; el tercero, Danipe; el cuarto, Arpiotrotono; el quinto, Pacas Mazo; el sexto, Alkemiastos. Sentáronse por sus dignidades, respectivamente, a la preeminencia de las sinagogas, dando el primer banco por huéspedes a los Monopantos. Poseyólos atento silencio, cuando Rabbi Saadías, después dehaber orado el psalmo In Enitu Israel, dijo tales palabras:

Nosotros, primero linaje del mundo, que hoy somos desperdicio de las edades y multitud derramada que yace en esclavitud y vituperio congojoso, viendo arder en discordias el mundo, nos hemos juntado a prevenir advertencia desvelada en los presentes tumultos, para mejorar en la ruina de todos nuestro partido. Confieso que el captiverio, y las plagas, y la obstinación de nosotros son hereditarias; la duda y la sospecha, patrimonio de nuestros entendimientos, que siempre fuimos malcontentos de Dios, estimando más al que hacíamos que al que nos hizo. Desde el primer principio nos cansó su gobierno, y seguimos contra su ley la interpretación del malo. Cuando su omnipotencia nos gobernaba, fuimos rebeldes; cuandonos dio gobernadores, inobedientes. Fuenos molesto Samuel, que, en su nombre, nos regía, y juntos en comunidad ingrata, siendo nuestro rey Dios, pedimos a Dios otro rey. Dionos a Saúl con derecho de tirano, declarando haría esclavos nuestros hijos, nos quitaría las haciendas para dar a sus validos, y agravó este castigo con decir no nos le quitaría aunque se lo pidiésemos. Él dijo a Samuel que a él le despreciábamos, no a Samuel ni a sus hijos. En cumplimiento desto, nos dura aquel Saúl siempre, y en todas partes, y con diferentes nombres. Desde entonces, en todos los reinos y repúblicas nos oprime en vil y perversos captividad, y para nosotros, que dejamos a Dios por Saúl, permite Dios que sea un Saúl cada rey. Quedó nuestra nación para con todos los hombres introducida en culpa, que nos la echan a otros, todos la tienen y todos se afrentan de tenella. No estamos en parte alguna sin que primero nos echasen de otra; en ninguna residimos que no deseen arrojarnos, y todas temen que seamos impelidos a ellas.

Hemos reconocido que no tienen comercio nuestras obras y nuestras palabras y que nuestra boca y nuestro corazón nunca se aunaron en adorar un propio Dios. Aquélla siempre aclamó al Cielo, éste siempre fue idólatra del oro y de la usura: acaudillados de Moisés cuando subió por la Ley al monte, hicimos demostración de que la religión de nuestras almas era el oro y cualquier animal que dél se fabricase: allí adoramos nuestras joyas en el becerro y juró nuestra codicia, por su deidad, la semejanza de la niñez de las vacadas. No admitimos a Dios en otra moneda, y en ésta admitimos cualquiera sabandija por Dios. Bien conocía la enfermedad de nuestra sed quien nos hizo beber el ídolo en polvos. Grande y ensangrentado castigo se siguió a este delito: empero, degollando a muchos millares, escarmentó a pocos, pues, haciendo después Dios con nosotros cuanto le pedimos, nada hizo de que luego no nos enfadásemos. Extendió las nubes en toldo, para que en el desierto nos escondiese a los incendios del día. Esforzó con la coluna de fuego los descaecimientos de las estrellas y la luna, para que, socorridas de su movimiento relumbrante, venciesen las tinieblas a la noche, contrahaciendo el solen su ausencia. Mandó al viento que granizase nuestras cosechas, y dispuso en moliendas maravillosas las regiones del aire, derramando guisados en el maná nuestros mantenimientos, con todas las sazones que el apetito desea. Hizo que las codornices, descendiendo en lluvia, fuesen cazadores y caza todo junto, para nuestro regalo. Desató en fuga líquida la inmobilidad de las peñas, y que las fuentes naciesen aborto de los cerros, para lisonjear nuestra sed. Enjugó en senda tratable a nuestros pies los profundos del mar, y colgó perpendiculares los golfos, arrollando sus llanuras en murallas líquidas, detiniendo en edificio seguro las olas y las borrascas, que a nuestros padres fueron vereda y a Faraón sepulcro y tumba de su carro y ejército. Hizo su palabra levas de sabandijas, alistando por nosotros, en su milicia, ranas, mosquitos y langostas. No hay cosa tan débil de que Dios no componga huestes invencibles contra los tiranos. Debeló con tan pequeños soldados los escuadrones enemigos, formidables y relucientes en las defensas del hierro, soberbios en los blasones de sus escudos, pomposos en las ruedas de sus penachos. A tan milagrosos beneficios, que nuestro rey y profeta David cantó en el psalmo, según la división nuestra, 105, que empieza Hodu la-Adonäi, respondió nuestra dureza e ingratitud con hastío y fastidio en el sustento, con olvido en el paseo abierto sobre las ondas del mar. Pocas veces quien recibe lo que no merece, agradece lo que recibe. Muchas veces castiga Dios con lo que da y premia con lo que niega. Tales antepasados son genealogía delincuente de nuestra contumacia.

Comúnmente nos tienen por los porfiados de la esperanza sin fin, siendo en la censura de la verdad la gente más desesperada de la vida. Nada aborrecemos, y hemos aborrecido tanto los judíos como la esperanza. Nosotros somos el extremo de la incredulidad, y esperanza y incredulidad no son compatibles: ni esperamos ni hay qué esperar de nosotros. Porque Moisés se detuvo un poco en el monte no quisimos esperarle, y pedimos dios a Aarón. La razón que dan de que somos tercos en esperanza perdurable es que aguardamos tantos siglos ha al Mesías; empero nosotros ni le recibimos en Cristo ni le aguardamos en otro. El decir siempre que ha devenir no es porque le deseamos ni le creemos: es por disimular con estas largas que somos aquel ignorante que empieza el psalmo 13, diciendo en su corazón: "No hay Dios". Lo mismo dice quien niega al que ya vino y aguarda al que no ha de venir. Este lenguaje gasta nuestro corazón, y, bien considerado, es el Qtcare, del psalmo 2, "fremuerunt gentes, et populi meditati sunt innania?", "adversus Dominum, et adversus Christium ejus". De manera que nosotros decimos que esperamos siempre por disimular que siempre desesperamos.

De la ley de Moisés sólo guardamos el nombre, sobrescribiendo con él y con ella las excepciones que los talmudistas han soñado para desmentir las Escrituras, deslumbrar las profecías y falsificar los preceptos, y habilitar las conciencias a la fábrica de la materia de estado, dotrinando para la vida civil nuestro ateísmo en una política sediciosa, prohijándonos de hijos de Israel a hijos del siglo. Cuando tuvimos ley no la guardábamos; hoy, que la guardamos, no es ley sino en la breve pronunciación de las tres letras.

Ha sido necesario decir lo que fuimos para disculpar lo que somos y encaminar lo que pretendemos ser, creciéndonos en estos delirios rabiosos, en que parece está frenético todo el orbe de la tierra, cuando no solamente los herejes toman contra los católicos las armas enemigas, sino los católicos, unos mueven contra otros los escuadrones parientes. Los protestantes de Alemania ha muchos años que pretenden que el emperador sea hereje. A esto los fomenta el Rey Cristianísimo, haciendo como que no lo es y desentendiéndose de Calvino y Lutero. Opónese a todos el Rey Católico, para mantener en la Casa de Austria la suprema dignidad de las águilas de Roma. Los holandeses, animados con haber sido traidores dichosos, aspiran a que su traición sea monarquía, y de vasallos rebeldes del gran rey de España, osan serle competidores. Robáronle lo que tenía en ellos y prosiguen en usurparle lo que tan lejos dellos tiene, como son el Brasil y las Indias, destinando sus conquistas sobre sus coronas. No hemos sido para todos estos robos la postrera disposición nosotros, por medio de los cristianos postizos, que, con lenguaje portugés, le habemos aplicado para minas, con títulos de vasallos. Los potentados de Italia (si no todos, los más) han hospedado en sus dominios franceses, dando a entender han descifrado en este sentir los semblantes del Sumo Pontífice, y la tolerancia muda han leído por motu propio. El rey de Francia ha usado contra el monarca de los españoles estratagema nunca oída, disparándole por batería todo su linaje, con achaque de malcontentos y huidos, para que, en sueldos y socorros y gastos consumiese las consignaciones de sus ejércitos. ¿Cuándo se vio un rey contra otro hacer munición de dientes y muelas de su progenitora y de su hermano, próximo heredero, para que se le comiesen a bocados ? Ardid es mendicante, mas pernicioso. Militar con el mogollón, más tiene de lo ridículo que de lo serio. Nosotros tenemos sinagogas en los Estados de todos estos príncipes, donde somos el principal elemento de la composición desta cizaña. En Ruán somos la bolsa de Francia contra España, y juntamente de España contra Francia, y en España, con traje que sirve de máscara a la circuncisión, socorremos a aquel monarca con el caudal que tenemos en Amsterdán en poder de sus propios enemigos, a quienes importa más el mandar que le difiramos las letras que a los españoles cobrarlas.

¡Extravagante tropelía servir y arruinar con un propio dinero a amigos y a enemigos y hacer que cobre los frutos de su intención el que los paga del que los cobra! Lo mismo hacemos con Alemania, Italia y Constantinopla, y todo este enredo ciego y belicoso causamos con haber tejido el socorro de cada uno en el arbitrio de su mayor contrario; porque nosotros socorremos como el que da con interés dineros al que juega y pierde, para que pierda más. No niego que los Monopantos son gariteros de la tabaola de Europa, que dan cartas y tantos, y entre lo que sacan de las barajas que meten y de luces, se quedan con todo el oro y la plata, no dejando a los jugadores sino voces y ruido, y perdición, y ansia de desquitarse a que los inducen, porque su garito, que es fin de todos, no tenga fin. En esto son perfecto remedo de nuestros anzuelos. Es verdad que para la introducción nos llevan grande ventaja en ser los judíos del Testamento Nuevo, como nosotros del Viejo, pues así como nosotros no creímos que Jesús era el Mesías que había venido, ellos, creyendo que Jesús era el Mesías que vino, le dejan pasar por sus conciencias: de manera que parece que jamás llegó para ellos ni por ellas. Los Monopantos le creen (como de nosotros dice que le esperamos un grave autor: Auream etgemmatam Hierusalem espectabant) en Hierusalén de oro y joyas. Ellos y nosotros, de diferentes principios y con diversos medios, vamos a un mesmo fin, que es adestruir, los unos, la cristiandad que no quisimos; los otros, la que ya no quieren, y por esto nos hemos juntado a confederar malicia y engaños.

Ha considerado esta sinagoga que el oro y la plata son los verdaderos hijos de la tierra que hacen guerra al Cielo, no con cien manos solas, sino con tantas como los cavan, los funden, los acuñan, los juntas, los cuentan, los reciben y los hurtan. Son dos demonios subterráneos, empero bienquistos de todos los vivientes; dos metales, que cuanto tienen más de cuerpo, tienen más de espíritu. No hay condición que les sea desdeñosa, y si alguna ley los condena, los legistas e intérpretes della los absuelven. Quien se desprecia de cavarlos se precia de aquirirlos; quien de grave no los pide al que los tiene, de cortesano los recibe de quien los da, y el que tiene por trabajo el ganarlos, tiene el robarlos por habilidad, y hay en la retórica de juntarlos un no los quiero, que obra dénmelos, y nada recibo de nadie, que es verdad, porque no es mentira todo lo tomo. Y como mentiría el mar si dijese que no mata su sed con tragarse los arroyuelos y fuentes, pues bebiéndose todos los ríos que se los beben, en ellos se sorbe fuentes y arroyos, de la misma manera mienten los poderosos que dicen que no reciben de los mendigos y pobres, cuando se engullen a los ricos que devoran a los pobres y mendigos. Esto supuesto, conviene encaminar la batería de nuestros intereses a los reyes y repúblicas y ministros, en cuyos vientres son todos los demás repleción que, conmovida por nosotros, o será letargo o apoplejía en las cabezas. En el método de disponerlo sea el primer voto el de los señores Monopantones.

Los cuales, habiéndose conficionado los unos con los chismes de los otros, determinaron que Pacas Mazo, como más abundante de lengua y más caudaloso de palabras, hablase por todos, lo que hizo con tales razones:

Los bienes del mundo son de los solícitos; su fortuna, de los disimulados y violentos. Los señoríos y los reinos, antes se arrebatan y usurpan que se heredan y merecen. Quien en las medras temporales es el peor de los malos, es el benemérito sin competidor, y crece hasta que se deja exceder en la maldad, porque en las ambiciones, lo justo y lo honesto hacen delincuentes a los tiranos. Éstos, en empezando a moderarse, se deponen; si quieren durar en ser tiranos, no han de consentir que salgan fuera las señas de que lo son. El fuego que quema la casa, con el humo que arroja fuera, llama a que le maten con agua. Deste discurso cada uno tome lo que le pareciere a propósito. La moneda es la Circe, que todo lo que se le llega u de ella se enamora, lo muda en varias formas: nosotros somos el verbi gratia. El dinero es un dios de rebozo, que en ninguna parte tiene altar público y en todas tiene adoración secreta; no tiene templo particular, porque se introduce en los templos. Es la riqueza una seta universal en que convienen los más espíritus del mundo, y la codicia, un heresiarca bienquisto de los discursos políticos y el conciliador de todas las diferencias de opiniones y humores. Viendo, pues, nosotros que es el mágico y el nigromante que más prodigios obra, hémosle jurado por norte de nuestros caminos y por calamita de nuestro norte, para no desvariar en los rumbos.

Esto ejecutamos con tal arte, que le dejamos para tenerle y le despreciamos para juntarle: lo que aprendimos de la hipocresía de la bomba, que con lo vacío se llena, y con lo que no tiene atrae lo que tienen otros, y sin trabajo sorbe y agota lo lleno con su vacío. Somos remedos de la pólvora, que, menuda, de color, junta y apretada, toma fuerza inmensa y velocidad de la estrechura. Primero hacemos el daño que se oiga el ruido, y como para apuntar cerramos un ojo y abrimos otro, lo conquistamos todo en un abrir y cerrar de ojos. Nuestras casas son cañones de arcabuz, que se disparan por las llaves y se cargan por las bocas. Siendo, pues, tales, tenemos costumbres y semblantesque convienen con todos, y por esto no parecemos forasteros en alguna seta onación. Nuestro pelo le admite el turco por turbante, el cristiano por sombrero, y el jovenlandés por bonete y vosotros por tocado. No tenemos ni admitimos nombre de reino ni de república, ni otro que el de Monopantos: dejamos los apellidos a las repúblicas y a los reyes, y tomárnosles el poder limpio de la vanidad de aquellas palabras magníficas; encaminamos nuestra pretensión a que ellos sean señores del mundo y nosotros de ellos.

Para fin tan lleno de majestad no hemos hallado con quién hacer confederación igual, a pérdida y ganancia, sino con vosotros, que hoy sois los tramposos de toda Europa. Y solamente os falta nuestra calificación para acabar de corromperlo todo, la cual os ofrecemos plenaria, en contagio y peste, por medio de una máquina infernal que contra los cristianos hemos fabricado los que estamos presentes. Ésta es que, considerando que la triaca se fabrica sobre el veloz veneno de la víbora (por ser el humor que más aprisa y derecho va al corazón, a cuya causa, cargándola de muchos simples de eficacísima virtud, los lleva al corazón para que le defiendan de la ponzoña, que es lo que se pretende por la medicina), así nosotros hemos inventado una contratriaca para encaminar al corazón los venenos, cargando sobre las virtudes y sacrificios, que se van derechos al corazón y al alma, los vicios y abominaciones y errores, que, como vehículos, introducen en ella. Si os determináis a esta alianza, os daremos la receta con peso y número de ingredientes, y boticarios doctos en esta confación, en que Danipe y Alkemiastos y yo hemos sudado, y no debe nuestro sudor nada a los trociscos de la víbora. Dejaos gobernar por nuestro Pragas, que no dejaréis deser judíos y sabréis juntamente ser Monopantos.

A raíz destas palabras los cogió la hora, y levantándose Rabbi Maimón, uno de los dos que vinieron por la sinagoga de Venecia, se llegó al oído de Rabbi Saadías, y rempujando con la mano estado y medio de pico de nariz, para podérsele llegar a la oreja le dijo:

Rabbi, la palabrita dejaos gobernar, a roña sabe; conviene abrir el ojo con éstos, que me semejan Faraones caseros y mogigatos.

Saadías le respondió:

Ahora acabo de reconocerlos por maná de dotrinas, que saben a todo lo que cada uno quiere: no hay sino callar, y, como a ratones de las repúblicas, darles qué coman en la trampa.

Chrysóstheos, que vio el coloquio entre dientes, dijo a Philárgyros y a Danipe:

Yo atisbo la sospecha destos perversos judíos: todo Monopanto se dé un baño de becerro enjoyado, que ellos caerán de rodillas.

Reconociéronse en lazos y embelecos unos contra otros, y para deslumbrar a los Monopantos, Rabbi Saadías dijo:

Nosotros os juzgamos exploradores de la tierra de promisión y la seguridad de nuestros intentos; para que nos amásemos en un compuesto rabioso, será bien se confiera el modo y las capitulaciones y se concluyan y firmen en la primera junta, que señalamos de hoy en tres días.

Pacas Mazo, compuniendo su rapiña en palomita, dijo que el término era bastante y la resolución providente, empero que convenía que el secreto fuese ciego y mudo. Y sacando un libro encuadernado en pellejo de oveja, cogida con torzales de oro en varios labores la lana, se le dio a Saadías, diciendo:

Esta prenda os damos por rehenes.

Tomóle, y preguntó:

¿Cúyas son estas obras?

Respondió Pacas Mazo:

De nuestras palabras. El autor es Nicolás Machiavelo, que escribió el canto llano de nuestro contrapunto.

Mirándole con grande atención los judíos, y particularmente la encuadernación en pellejo de oveja, Rabbi Asepha, que asistía por Orán, dijo:

Esta lana es de la que dicen los españoles que vuelve trasquilado quien viene por ella.

Con eso se apartaron, tratando unos y otros entre sí de juntarse, como *******nal y eslabón, a combatirse y aporrearse y hacerse pedazos hasta echar chispas contra todo el mundo, para fundar la nueva seta del dinerismo, mudando el nombre de ateístas en dineranos.
 
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