Chispeante
Madmaxista
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No hay nada más poco apreciable, que soberbiamente posicionados en nuestra pulcra atalaya del siglo XXI, dedicarnos a sancionar a nuestros antepasados, a criticar su falta de corrección política, sus inexistentes políticas de igualdad o su falta de flexibilidad ante manifestaciones religiosas o raciales distintas. Se habla de genocidios cometidos, no ya en la época de la conquista americana, sino incluso en las campañas asiáticas de Alejandro. Se habla de un patriarcado opresor que impidió a las "Leonardas" o "Miguelangelas" de la época brillar con igual o superior talento que los genios renacentistas cuyo principal mérito fue nacer varones. Se alzan las voces pidiendo recuperar la memoria histórica de tantos y tantos gayses, etnianos, amerindios y mujeres, que vivieron bajo el yugo de hombres carentes de nuestra sensibilidad y altura jovenlandesal.
La conclusión es clara para estos dogmáticos de los buenos sentimientos y la justicia universal: nos preceden bárbaros, salvajes a los que hay que retratar con todo detalle en los libros de historia, a los que hay que oscurecer si fuera preciso, para permitir que los oprimidos de la historia luzcan como se merecen. Hay que escribir una historia verdadera y relegar a sus antiguos protagonistas para que sean las mujeres, las minorías olvidadas, las que vean resarcidos su antiguas ofensas. Es justo ser severo en nuestro juicio contra los hombres de antaño y significar que no tuvieron la oportunidad de destacar como su talento les acreditaba.
ardor de estomago infinito por este revisionismo de teletubbis, por esta historia escrita para acomodarse a nuestros valores en lugar de viajar a las mentes de aquellos hombres y aceptar que en muchos casos sus actos fueron más valiosos y éticos que la mayoría de los nuestros. ¿Como nos atrevemos a juzgar, con tantos siglos de ventaja, y tantos muertos por el camino? No somos pontífices de nada, tan sólo disfrutamos, o sufrimos, la casualidad de haber nacido en las últimas décadas del siglo XX y haber sido convenientemente amaestrados.
La conclusión es clara para estos dogmáticos de los buenos sentimientos y la justicia universal: nos preceden bárbaros, salvajes a los que hay que retratar con todo detalle en los libros de historia, a los que hay que oscurecer si fuera preciso, para permitir que los oprimidos de la historia luzcan como se merecen. Hay que escribir una historia verdadera y relegar a sus antiguos protagonistas para que sean las mujeres, las minorías olvidadas, las que vean resarcidos su antiguas ofensas. Es justo ser severo en nuestro juicio contra los hombres de antaño y significar que no tuvieron la oportunidad de destacar como su talento les acreditaba.
ardor de estomago infinito por este revisionismo de teletubbis, por esta historia escrita para acomodarse a nuestros valores en lugar de viajar a las mentes de aquellos hombres y aceptar que en muchos casos sus actos fueron más valiosos y éticos que la mayoría de los nuestros. ¿Como nos atrevemos a juzgar, con tantos siglos de ventaja, y tantos muertos por el camino? No somos pontífices de nada, tan sólo disfrutamos, o sufrimos, la casualidad de haber nacido en las últimas décadas del siglo XX y haber sido convenientemente amaestrados.