La inmágica realidad: Relato metaliterario

kaluza5

Himbersor
Desde
12 Dic 2020
Mensajes
639
Reputación
1.093
Hola, os dejo aquí otro relato que hice para el subforo de literatura de Pacotes. Dejadme vuestras impresiones de qué os ha parecido y si queréis apoyar mi trabajo podéis hacerlo comprando mis NFT:

NFTs de kaluza5

La inmágica realidad

Había un hombre joven sentado en un banco del parque prestando una atención inusual a todo lo que le rodeaba. La fecha límite para entregar su relato se acercaba y estaba buscando la inspiración en cualquier cosa mundana que pasase por delante de sus ojos: un par de amigos que discutiesen, un perro que mordiese a su dueña, una adolescente que declarase su amor a su compañera de pupitre, con los nervios añadidos de tener que mostrar su orientación sensual, etcétera. Parecía que pudiera oír todo lo que ocurriese a su alrededor, incluso al narrador omnisciente que cuenta esta historia, la de un escritor llamado Pedro.

—¡Sí! ¿Quién me llama?
—Aquí, Pedro; estoy a tu espalda.
—¡Ah! Hola, Juan. Como te has acercado al banco por detrás no sabía quién me estaba saludando.
—Te he visto desde que he entrado por la puerta oeste del parque. Te he llamado ya tres veces, pero tenías la mirada fija en el horizonte.
—Perdona, pero es que estoy concentrado observando la realidad, a ver si encuentro una historia interesante para escribir.
—No me digas más: otra vez se te echa encima el plazo límite del certamen bimestral de Pacotes.

Juan y Pedro se conocieron en el foro de Pacotes y al descubrir que vivían en la misma ciudad decidieron encontrarse en persona. Aunque seguían interactuando más por el foro, alguna vez que otra quedaban en el parque para intercambiar videojuegos y quejarse de la vida. Además, Pedro, escribía relatos para el concurso bimestral mientras que Juan los leía y los votaba, generalmente con una puntuación más alta de lo que le correspondía. Por suerte, el resto de miembros del foro no conocían esta circunstancia, porque si no hubieran descalificado a Pedro, que había ganado, gracias a Juan, más de una votación reñida.

—Pues sí, se me ha echado el plazo encima —confesó Pedro.
—Y la condición no te gusta, ¿verdad?
—Lo has clavado. A mí que me den un tema de algo de fantasía y te escribo una historia de elfos entre juego y juego de la videoconsola. O algo de ciencia ficción, con lo que me gustan las historias de viajes en el tiempo, o las de aliens.
—Tienes razón, ¡mira! Un ovni —dijo Juan señalando al cielo.
—No, eso es un globo plateado que se le ha escapado a un niño hace unos segundos —aclaró Pedro—. Además, en esta historia no puedo meter naves espaciales, que me descalifican.
—Entonces, ¿sobre qué tienes que escribir esta vez?
—Pues la condición es, y cito textualmente, “el relato debe versar sobre un aspecto mundano y cotidiano de la vida, sin incluir nada fantasioso, extraordinario o irrealista”.
—¡Puf! Entonces, ¿qué debes narrar? ¿La vida de un ama de llaves y un mayordomo inglés que beben té, incapaces de decirse que están enamorados el uno del otro?
—Mientras miran aburridamente la lluviosa campiña inglesa. Sí, algo así. Por cierto, esa es la película que vimos el otro día en La 2, Lo que queda del día.
—No me enteré muy bien del argumento, ya iba por el quinto cubata. Por cierto, es el único canal que sintoniza tu tele —se quejó Juan.
—¡Vaya! Celebramos a lo grande el habernos pasado el Call of Duty. La verdad es que nunca me paro a resintonizar los canales. La culpa es del gobierno, que siempre los están cambiando de sitio.
—Además, la tele es cosa de abuelos. En casa son solo mis padres los que la encienden. Siempre están viendo Telecirco y Antonia 3.

—Juan, me tienes que dar una idea para empezar algún relato. ¿No se ha caído ningún vecino en el suelo mojado del portal recién fregado?
—¡Qué va! En mi bloque echaron a la chica que limpiaba; se llevaba los botes de lejía sin abrir y fregaba solo con agua. Ahora la escalera está igual de sucia que antes, pero con más polvo y papeles.
—¡cosa! Interesante anécdota, pero no da para un relato —se lamentó Pedro.
—¡Ya lo tengo! —exclamó Juan—. Escribe algo sobre dos tipos corrientes que se sientan en un banco del parque y que, de repente, oyen la voz de un narrador omnisciente que describe su mundana vida.
—Primero: esa historia no pasa el filtro de Pacotes ni de coña. No sabes lo talibanes que son los otros foreros concursantes, tirándose al cuello cuando detectan que no cumples la condición.
—Bueno, si lo sé porque veo las discusiones que tenéis en el subforo de literatura.
—Sí, entre tema y tema que abre Exupery sobre su enésima relectura de La historia interminable y El mundo de Sofía.

—Sigue, ¿qué más me ibas a decir?
—Segundo: después de que echaran Lo que queda del día pusieron Más extraño que la ficción, que iba de lo mismo que me has dicho.
—Curioso, iba por el octavo cubata y no recuerdo haberla visto, pero se me deben haber quedado en mi subconsciente los argumentos de las películas. Por cierto, ¿era algún ciclo de Emma Thompson?
—Posiblemente. La 2 es un canal temático.

—Pero, Pedro, no puedes estar esperando a que pase algo especial. Tienes que coger algo de la realidad y añadirle un toque de ficción. Por ejemplo, ese gordinflas que corre delante nuestro con trote cochinero, sudando la gota subida de peso en su acelerada operación bikini, posiblemente llegue a casa húmedo y maloliente. Pero tú puedes empezar la ficción ahí, haciendo que le dé un ataque al corazón y caiga redondo al suelo. Después se observaría, tumbado en el suelo desde lo alto, luego, como espíritu, vagaría a recorrer el mundo a ver como le ha ido a todas las personas a las que ha tratado mal en el pasado.
—¡No! No puedo meter ese toque de realismo mágico en el relato. Ese género está muy bien para los autores sudamericanos y sus grandes imitadores, los escritores alemanes, pero me lo echarían para atrás en el concurso. Estaba muy bien hasta lo del ataque al corazón, pero después debería contarlo desde la perspectiva de los vivos.
—No estoy de acuerdo. Hay muchos artículos en la literatura médica que describen las experiencias cercanas a la fin, por lo tanto, se trataría de algo que está en el límite de la realidad, pero sin entrar en la fantasía —replicó Juan.
—Bueno, eso lo vemos tú y yo, pero si me esfuerzo en escribir un relato, andando justo de tiempo, no quiero que me lo echen para atrás por no haberme ceñido estrictamente a las condiciones.

—Volvamos a los dos tíos sentados en un banco…
—Déjalo ya —protestó Pedro.
—Escucha, están hablando entre ellos sin saber que en el fondo son la narración de un ente superior que describe sus vidas, pero sin interactuar con ellos.
—Podría valer, en el sentido de que un escritor narrando la vida de otros escritores, sin ningún elemento fantasioso de comunicación entre ellos, sería completamente realista.
—Ves como era una buena idea, Pedro.
—Sí, pero te enfrentarías a un problema ontológico. Imagínate que, a su vez, ese narrador que escribiera un relato sobre la frustración de un escritor sentado en el banco de un parque formase parte de una simulación informática.
—Ya veo, algo así como la película Nivel 13 —añadió Juan.
—Exacto, tendríamos algo así como una muñeca rusa de narradores, describiéndose la vida de los más internos como un cuento de los más externos. Lo cual llevaría a plantearnos una importante cuestión. ¿Quién es el último narrador?
—¿Dios?
—Siguiendo una lógica aristotélica, sí. Pero si nos ciñéramos a los postulados de Gödel y Zermelo, no habría forma de demostrarlo o a lo mejor habría una sucesión infinita de dioses narradores incrustados unos dentro de otros.
—Para, Pedro, que me va a explotar la cabeza con tanta paradoja.
—Tienes razón, lo debemos enfocar desde algo más práctico. Buscar que suceda algo en el parque y narrarlo. Aunque no se me ocurre nada.

—¡Ya lo tengo! —exclamó Juan— ¿Ves a esa adolescente sentada en el banco de enfrente?
—Sí, esa que está disimulando con un libro en las manos mientras está atenta a todo el mundo que pasa por delante.
—Esa misma. Ve y pídele una cita.
—¡¿Estás loco?! Tendrá veinte años menos que yo. Me van a detener. Por no decir que va a decir que no y saldrá corriendo, gritando y pidiendo ayuda.
—¡Da lo mismo! Luego puedes ponerlo en un relato. Escribe unos párrafos alabando su virginal belleza y como, al declarar tu amor, te hirió en lo más profundo huyendo de ti. Seguro que llegas al mínimo de 700 palabras para el concurso.
—Es un error. Escribiría una historia de estilo decimonónico con una visión heteropatriarcal y machista del amor romántico. Además, no quiero tener problemas y que me señalen como el acosador del parque.
—¡fistro! —exclamó Juan.
—¿fistro? ¡Sujétame el cubata!
—Si no estamos bebiendo…
—Es una forma de hablar.

Pedro se levantó decidido del banco y se dirigió a donde estaba la adolescente con el corazón latiendo a doscientas pulsaciones por minuto. Conforme se iba acercando a ella iba viendo que era más guapa aún de lo que parecía desde el otro lado del sendero del parque. Rubia, con ojos azules, parecía más sueca que española por su tono níveo de piel; estaba más cercana al ideal de belleza de una diosa vikinga que al de una estudiante de un módulo de peluquería.

—Hola, ¿cómo te llamas? Te he visto desde el otro banco y…
—Querías ligar conmigo, ¿no? —replicó la adolescente.
—Bueno, dicho de esa manera…
—Tranqui boomer, no pasa nada. Hoy es un día diferente para mí. Por fin voy a revelar quien soy en realidad y ya paso de cualquier otra movida.
—No te comprendo.
—Sí, ya veo. Eres de los tíos que necesitan un mapa para entender a las tías. Mira, soy lesbiana e iba a declararme a la chica que me gusta, mi compañera de prácticas del módulo de estética. Pero se ve que hoy no ha venido a pasear a su perro al parque.
—¡Ah! ¡Qué interesante! Por cierto, me llamo Pedro y soy escritor.
—Rosa, encantada. Es un alivio saber que eres “Pedro el escritor” y no “Pedro el acosador”. ¿No eres un poco yayo para estar entrándole a menores?
—Bueno, no es para tanto. Todavía no he cumplido los cuarenta. Además, en realidad no quería pedirte salir. Todo ha sido una ocurrencia de Juan, que sigue sentado en el otro banco.
—¿Una apuesta entre machotes?
—¡No! ¡Qué va! Estaba sin ideas para escribir un relato sobre una historia cotidiana y me sugirió que tu rechazo daría para un relato.
—¡Ja, ja! Eso no me lo esperaba.
—Oye, ¿te gustaría contarme tu historia de amor? Te prometo cambiar los nombres para que no te reconozcan.
—Bueno, en realidad quería dar este paso para salir del armario. Sé que a la chica que me gusta le atraen los tíos y no las mujeres, por lo que no tenía muchas esperanzas, pero es algo que tengo que hacer. No creo que sea interesante lo que me pasa.
—Aún así me gustaría contar tu historia.
—Vale, si insistes. Además, tenía ganas de contarle a alguien mi secreto; es algo que no me deja vivir desde hace mucho tiempo. Pero cambia mi nombre y el de la chica que me gusta.
—Saco el móvil y apunto un resumen en la App de notas.
—De acuerdo —permitió Rosa—. Empiezo; todo comenzó hace un año…

Pedro estuvo una hora tomando apuntes de la historia de amor de la adolescente y se acabaron haciendo amigos ese mismo día. Después, Juan y él se fueron a su casa, a empezar una partida de Battlefield; cuando hicieron un descanso Pedro pasó su historia al ordenador y la mandó a Pacotes. Juan se sirvió un cubata y puso La 2 en la tele de Pedro, donde estaban echando El viejo que leía novelas de amor.
 
Última edición:
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Otro iluso que se cree un intelectualoide citando el manido efecto de los huevones...

Yo en cambio uso el castellano de toda la vida para decir lo que tú eres:

Un soplagaitas, un mameluco, un pisaverde, un mamerto, un alelao y un fulastre.

Ahí queda dicho...

Deberías ir a un psiquiatra...

 
Volver