La Industria del HOLOCAUSTO también necesita plan de rescate

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Auschwitz, en peligro

El campo de exterminio nancy necesita una inversión de 120 millones de euros para mantener abiertas sus instalaciones al público.

El campo de extermino nancy de Auschwitz-Birkenau, donde murieron asesinados millón y medio de seres humanos durante la II Guerra Mundial, corre peligro de desaparecer: sus instalaciones están en ruina y no hay fondos suficientes para mantenerlas en buen estado. El Gobierno de Donald Tusk ha pedido a los dirigentes europeos apoyo económico para salvar el campo, situado a 60 kilómetros al oeste de Cracovia, en el sur de Polonia. El ministro de Asuntos Exteriores, Radoslaw Sikorski, planteó a la Unión Europea (UE) que «es el momento de actuar para asegurar que el último campo de concentración se pueda conservar para futuras generaciones».

El campo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, tiene una superficie de 200 hectáreas, hay 155 edificios, 300 ruinas y un archivo documental de gran valor histórico. El gobierno polaco estima que necesita una inversión de 120 millones de euros para su conservación y financiación. El Museo de Estado de Auschwitz- Birkenau, una institución financiada desde su creación en 1947 por el Ministerio de Cultura, es el encargado de gestionar el mantenimiento de las instalaciones del campo, las visitas -más de un millón de personas en 2008-, las exposiciones y otras actividades.

El año pasado sólo dispuso de un presupuesto inferior a los siete millones de euros, sufragado en gran parte por el Gobierno polaco. «Este dinero sólo nos da para hacer algunas chapuzas», asegura Jacek Kastelianec, responsable de la colecta de fondos. En su opinión, el campo necesita de modo urgente 60 millones de euros.

Una fundación recoge fondos, entre tres y cinco millones de euros anuales, pero el grueso de la ayuda debería llegar de los gobiernos de la UE. De momento, las donaciones son escasas. Piotr Cywinski, director del museo, señala que «del extranjero llegan sobre todo buenos consejos».

Proteger el lugar

Los responsables del campo aducen razones históricas y jovenlandesales para proteger el lugar, porque es uno de los principales testimonios de la barbarie nancy. «Es una obligación de toda Europa y no sólo de Polonia», advierte Wladyslaw Bartoszewski, antiguo deportado, secretario de Estado para el Diálogo Internacional y director del Consejo Internacional para Auschwitz (IAC).

Frente a quienes consideran innecesario mantener un lugar tan siniestro abierto al público, Serge Klarsferd, vicepresidente de la Fundación para la Memoria de la Shoah (Holocausto), opina todo lo contrario: «No podemos dejar que Auschwitz desaparezca», porque, aunque «todo lugar donde se ha apiolado a mucha gente tiene un carácter maldito y a la vez sagrado, su preservación demuestra que no hemos olvidado a las víctimas», declaró en una reciente entrevista. «Es una etapa de la humanidad en su inhumanidad que hay que preservar», añadió.

Los expertos advierten que en Auschwitz no se trata de reconstruir, sino de restaurar. En este sentido, el conservador Rafael Pirio explica que uno de los principales objetivos es «salvaguardar los barracones de madera y de ladrillo de Birkenau y las once instalaciones de Auschwitz-I». Algunos equipos ya están restaurando documentos y papeles de las Schutzstaffel (SS) de Heinrich Himmler y numerosos objetos de víctimas de los nazis expuestos al público.

Complejo de horror

Auschwitz-Birkenau fue un complejo formado por diversos campos de concentración y exterminio construido en mayo de 1940 por el régimen de Adolf Hitler en Polonia. Hubo tres campos principales y 39 instalaciones de menor entidad. Auschwitz-I era el campo de concentración original, que servía de centro administrativo para todo el complejo. En él murieron unos 70.000 intelectuales polacos y prisioneros de guerra soviéticos.

Auschwitz-II (Birkenau) era un campo de exterminio donde fueron asesinados un millón de judíos y unos 190.000 etnianos.

Muchos murieron asfixiados en las cámaras de gas y después sus cuerpos fueron incinerados en los crematorios. También murieron muchos gayses, prisioneros políticos y comunes.

Auschwitz-III (Buna-Monowitz) era un campo de trabajo esclavo para la empresa alemana IG Farben. En la puerta de entrada a uno de los diversos campos que componían el complejo Auschwitz I se puede leer todavía el lema en alemán 'Arbeit macht Frei' (El trabajo os hará libres) con el que eran recibidos los deportados por los miembros de las SS que custodiaron el centro hasta que, el 27 de enero de 1945, el campo fue liberado por tropas del Ejército Rojo soviético.

El campo fue dirigido con mano de hierro por Heinrich Himmler, que se rodeó de otros jerarcas nazis como Rudolf Höb, Arthur Liebehenschel, Richard Baer y María Mendel, jefa de vigilancia del campo femenino, entre otros. Höb, capturado por los aliados al acabar la II Guerra Mundial, dio testimonio en el Proceso de Núremberg del horror de Auschwitz, antes de ser condenado a fin y ahorcado en 1947. Baer consiguió escaparse y vivió tranquilo bajo una falsa identidad en Baviera, hasta que fue reconocido y detenido; falleció poco después de haber sido condenado por crímenes contra la Humanidad en 1960.
 
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Auschwitz, en peligro

El campo de exterminio nancy necesita una inversión de 120 millones de euros para mantener abiertas sus instalaciones al público.

El campo de extermino nancy de Auschwitz-Birkenau, donde murieron asesinados millón y medio de seres humanos durante la II Guerra Mundial, corre peligro de desaparecer: sus instalaciones están en ruina y no hay fondos suficientes para mantenerlas en buen estado. El Gobierno de Donald Tusk ha pedido a los dirigentes europeos apoyo económico para salvar el campo, situado a 60 kilómetros al oeste de Cracovia, en el sur de Polonia. El ministro de Asuntos Exteriores, Radoslaw Sikorski, planteó a la Unión Europea (UE) que «es el momento de actuar para asegurar que el último campo de concentración se pueda conservar para futuras generaciones».

El campo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, tiene una superficie de 200 hectáreas, hay 155 edificios, 300 ruinas y un archivo documental de gran valor histórico. El gobierno polaco estima que necesita una inversión de 120 millones de euros para su conservación y financiación. El Museo de Estado de Auschwitz- Birkenau, una institución financiada desde su creación en 1947 por el Ministerio de Cultura, es el encargado de gestionar el mantenimiento de las instalaciones del campo, las visitas -más de un millón de personas en 2008-, las exposiciones y otras actividades.

El año pasado sólo dispuso de un presupuesto inferior a los siete millones de euros, sufragado en gran parte por el Gobierno polaco. «Este dinero sólo nos da para hacer algunas chapuzas», asegura Jacek Kastelianec, responsable de la colecta de fondos. En su opinión, el campo necesita de modo urgente 60 millones de euros.

Una fundación recoge fondos, entre tres y cinco millones de euros anuales, pero el grueso de la ayuda debería llegar de los gobiernos de la UE. De momento, las donaciones son escasas. Piotr Cywinski, director del museo, señala que «del extranjero llegan sobre todo buenos consejos».

Proteger el lugar

Los responsables del campo aducen razones históricas y jovenlandesales para proteger el lugar, porque es uno de los principales testimonios de la barbarie nancy. «Es una obligación de toda Europa y no sólo de Polonia», advierte Wladyslaw Bartoszewski, antiguo deportado, secretario de Estado para el Diálogo Internacional y director del Consejo Internacional para Auschwitz (IAC).

Frente a quienes consideran innecesario mantener un lugar tan siniestro abierto al público, Serge Klarsferd, vicepresidente de la Fundación para la Memoria de la Shoah (Holocausto), opina todo lo contrario: «No podemos dejar que Auschwitz desaparezca», porque, aunque «todo lugar donde se ha apiolado a mucha gente tiene un carácter maldito y a la vez sagrado, su preservación demuestra que no hemos olvidado a las víctimas», declaró en una reciente entrevista. «Es una etapa de la humanidad en su inhumanidad que hay que preservar», añadió.

Los expertos advierten que en Auschwitz no se trata de reconstruir, sino de restaurar. En este sentido, el conservador Rafael Pirio explica que uno de los principales objetivos es «salvaguardar los barracones de madera y de ladrillo de Birkenau y las once instalaciones de Auschwitz-I». Algunos equipos ya están restaurando documentos y papeles de las Schutzstaffel (SS) de Heinrich Himmler y numerosos objetos de víctimas de los nazis expuestos al público.

Complejo de horror

Auschwitz-Birkenau fue un complejo formado por diversos campos de concentración y exterminio construido en mayo de 1940 por el régimen de Adolf Hitler en Polonia. Hubo tres campos principales y 39 instalaciones de menor entidad. Auschwitz-I era el campo de concentración original, que servía de centro administrativo para todo el complejo. En él murieron unos 70.000 intelectuales polacos y prisioneros de guerra soviéticos.

Auschwitz-II (Birkenau) era un campo de exterminio donde fueron asesinados un millón de judíos y unos 190.000 etnianos.

Muchos murieron asfixiados en las cámaras de gas y después sus cuerpos fueron incinerados en los crematorios. También murieron muchos gayses, prisioneros políticos y comunes.

Auschwitz-III (Buna-Monowitz) era un campo de trabajo esclavo para la empresa alemana IG Farben. En la puerta de entrada a uno de los diversos campos que componían el complejo Auschwitz I se puede leer todavía el lema en alemán 'Arbeit macht Frei' (El trabajo os hará libres) con el que eran recibidos los deportados por los miembros de las SS que custodiaron el centro hasta que, el 27 de enero de 1945, el campo fue liberado por tropas del Ejército Rojo soviético.

El campo fue dirigido con mano de hierro por Heinrich Himmler, que se rodeó de otros jerarcas nazis como Rudolf Höb, Arthur Liebehenschel, Richard Baer y María Mendel, jefa de vigilancia del campo femenino, entre otros. Höb, capturado por los aliados al acabar la II Guerra Mundial, dio testimonio en el Proceso de Núremberg del horror de Auschwitz, antes de ser condenado a fin y ahorcado en 1947. Baer consiguió escaparse y vivió tranquilo bajo una falsa identidad en Baviera, hasta que fue reconocido y detenido; falleció poco después de haber sido condenado por crímenes contra la Humanidad en 1960.
I
Pero no hubo sobrevivientes de los campos de exterminio nancy donde se usaron camaras de gas, si no hubo ningun sobreviviente como es que podemos estar seguros de que se usaron las camaras de gas?
A ver, diganme como?
Traiganme una sola prueba cientifica que muestre esa evidencia.
Ninguna?
Lo sospechè desde un principio.
El numero de seis millones era demasiado alto para creerlo.

Por favor no abdiquemos al uso de la razòn, no presentemos cosas como ciertas de las cuales no poseemos prueba alguna.


La superimprobabilidad del "Holocausto" tal como nos ha sido presentado por la propaganda oficial

Según ésta, los nazis sólo instalaron cámaras de gas en 7 de sus 30 principales campos de internamiento, aunque al principio la misma propaganda asegurara que los habían instalado absolutamente en todos ellos: en los 30. Luego se fue demostrando que tal aseveración era falsa en 23 de ellos, y que sólo en los 7 campos instalados en Polonia, y liberados por las tropas soviéticas, las habían. Evidentemente, es posible ?matemáticamente posible? pero más que super?improbable, que ello fuera así. Que los nazis instalaran cámaras de gas sólo en 7 de sus 30 campos principales, y que esos campos ?los siete - cayeran en manos de los soviéticos, mientras que los otros 23, desprovistos de cámaras de gas, tal como se admitiría oficialmente luego, cayeran en manos de los aliados occidentales es matemáticamente posible. Esta posibilidad se puede evaluar: equivale a arrojar 30 monedas al aire: 23 blancas y 7 negras; y que al caer sobre el tapete las 23 blancas salgan cara y las 7 negras salgan cruz. Es el mismo caso. La posibilidad matemática de que esto ocurra es igual al cociente del factorial 23 dividido por el factorial 30, es decir, que hay una posibilidad contra dos millones treinta y cinco mil ochocientas. No es mucho.

II
La horca, la silla eléctrica, los pelotones de ejecución, hasta la bomba atómica, han dejado supervivientes. Pero, según los mantenedores del fraude del "Holocausto", hornadas sucesivas de seres humanos eran materialmente embutidas dentro de cámaras de gas, precipitademente gaseadas, y rápidamente sacadas fuera de las mismas para ser sustituidas por la siguiente hornada. ¡Seis millones! La cifra, a fuerza de ser repetida, ha perdido significado. Para restituirle una parte de su valor, baste con tener en cuenta que representa el décuplo de las pérdidas inglesas y americanas en él tras*curso de la Segunda Guerra Mundial, o el doble de las japonesas. Nada menos.

III
¿Es razonablemente probable que seis millones de personas puedan ser COLECTIVAMENTE asesinadas sin que se salve ninguna, mientras en sólo cinco mil INDIVIDUALMENTE ejecutadas se sal salve una? Matemáticamente, debiera haber 1.200 supervivientes gaseados. No hay ninguno. ¿Que los casos no son idénticos? Cierto. En los 7 campos de los supuestos gaseamientos debía procederse con rapidez, justificada precisamente por la cifra enorme de personas que ?se nos dice? debían ser exterminadas. Los cadáveres, ?se nos dice igualmente? se amontonaban. La rapidez y el amontonamiento debían, necesariamente, crear "bolsas de aire" relativamente puro. Es absolutamente improbable que no hubiera ningún superviviente, pues, de haberlo habido, hubiera sido convenientemente aireado por la propaganda de los vencedores.

Entre 5 y 6 mil kamikazes se arrojaron con sus aviones, cargados de dinamita, sobre barcos norteamericanos en la batalla del Pacífico. Ya sabemos que los accidentes de aviación son generalmente mortales. Más aún si el propio piloto proyecta a su aparato contra un barco de guerra que, lógicamente está disparando contra él. Es prácticamente imposible que queden rastros del avión o del piloto cuando éste se estrella con una carga de una tonelada de dinamita, sobre la cubierta del barco. Pues bien: uno de los seis mil pilotos suicidas nipones se salvó, e incluso pudo vérsele en un programa televisivo hará un par de años. Un suicida entre seis mil se salvó, pero no hubo ni uno sólo que se salvara entre seis millones de asesinados por el gas, cuando, matemáticamente, debieran haber habido mil supervivientes. Y eso suponiendo que las probabilidades de un kamikaze y un concentracionario fueran idénticas, cuando parece que las de aquéllos debieran ser menores.

En el atolón de Bikini, en el Pacífico, la Armada Norteamericana procedió al lanzamiento de una bomba atómica expe*rimental Fueron blanco de la explosión numerosos barcos repletos de toda clase de animales y maniquíes. Todo fue des*truido, desintegrado. Y los 25 mil anima*les perecieron... menos uno. El lechón matriculado con el número 313, apare*ció tranquilamente en Bikini, a donde llegó a nado, y sobrevivió. Llegó a ser padre de una numerosa familia. Suponiendo, en el mejor de los casos, que el gas de Ausch*witz fuera igual de mortal que la bomba atómica, si de 25.000 se salvó uno, de 6 millones, debieron salvarse matemáticamente, 240. Pues no. Ni uno.
 
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