david53
Madmaxista
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Los niños explotados de Dickens conmovieron a los lectores del siglo XIX, pues mostraron la crueldad del trabajo infantil, pero hoy celebramos la historia de Nano, un joven de 22 años que trabaja 15 horas al día para garantizar el bienestar de su progenitora y hermanos, sin indignarnos por su situación. La preocupación de Nano por su familia y su capacidad de sacrificio son dignas de admiración, pero su extenuante jornada de trabajo no merece ser exaltada, sino deplorada.
Desde la época de Dickens, los trabajadores han luchado por salarios justos y jornadas razonables. Después de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones de trabajo mejoraron y se creó el Estado del Bienestar. El recuerdo de los campos de batalla sembrados de cadáveres ya no toleraba los agravios del pasado, pero la revolución neocon liderada por Reagan y Thatcher, que hallaron un poderoso aliado en Wojtyla, el papa polaco, recortó o eliminó muchos de los derechos adquiridos.
Se redujeron los salarios, se generalizó la precariedad, se deterioraron los servicios públicos, se diluyeron o eliminaron las políticas orientadas a combatir la desigualdad. Se generalizó la idea de que el individuo debía valerse por sí mismo, sin esperar que el Estado acudiera en su ayuda o velara por sus derechos. La historia de Nano puede hacer creer que cualquiera puede sortear las dificultades materiales a base de esfuerzo, pero no es cierto. Menos de 100 personas acumulan la riqueza de 3.500 millones. Los privilegios de una minoría no cesan de crecer, mientras el resto cada vez sufre más para sobrevivir.
Nano aún es joven y el mercado laboral todavía le abre sus puertas, pero como continúe encadenando trabajos precarios, podría convertirse en un parado de larga duración a partir de los cincuenta años o quizás antes. Algunos dirán que podría estudiar, pero con una jornada de 15 horas no es posible, salvo que prescinda de dormir. Robert Reich, economista, profesor, columnista y ex Secretario de Trabajo de los Estados Unidos durante el gobierno de Bill Clinton, ha señalado que la fuente de la riqueza no es el talento ni el esfuerzo, sino la explotación, como ya apuntó Marx.
"Tesla obligó a todos los trabajadores a aceptar un recorte salarial del 10% desde mediados de abril hasta julio", escribió Reich. "En el mismo período, las acciones de Tesla se dispararon y el patrimonio neto del CEO Elon Musk se cuadruplicó de 25 mil millones de dólares a más de 100 mil millones de dólares. Musk es un ladrón moderno". La revolución neocon ha impulsado la concentración de capital. Las grandes empresas abusan de su poder, imponiendo salarios raquíticos y socializando sus pérdidas.
Escribe Reich: “Wall Street se ha consolidado en 5 bancos gigantes. Las aerolíneas se han fusionado de 12 aerolíneas en 1980 a 4 en la actualidad. Un puñado de compañías farmacéuticas controlan la industria farmacéutica. Cuatro gigantes controlan más del 80% del procesamiento de carne. La evidencia de la concentración corporativa está en todas partes”. La figura del emprendedor solo es una ficción retórica que justifica la desigualdad.
Nunca ha existido la igualdad de oportunidades. El ascensor social colapsó hace tiempo. Las matrículas universitarias no dejan de aumentar y ahora es necesario hacer un máster para acceder a determinadas profesiones, como profesor de enseñanza primaria y secundaria. Mi progenitora se quedó viuda y le quedó una pensión de unos 1.000 euros y una hipoteca.
Pudo pagar la carrera de sus hijos en una época en que las tasas eran más bajas, pero le habría resultado imposible costearnos un máster, pese a que trabajaba en la tienda de ropa de una amiga. Y, en los años ochenta, el mercado laboral estaba cerrado para los jóvenes sin experiencia. Hoy yo no podría haber estudiado y aprobado las oposiciones de profesor de filosofía de la Comunidad de Madrid. La historia de Nano es la confirmación de que hemos retrocedido en el tiempo. De nuevo, hay jóvenes explotados. Nano no es un caso aislado. Hay muchas historias similares. Historias de precariedad, indefensión y abuso. Al mismo tiempo, las grandes empresas no dejan de ganar dinero, especulando con la vivienda, la alimentación, los recursos energéticos, las armas o los medicamentos.
Cuando sus maniobras salen mal, como sucedió en 2008, los Estados acuden al rescate con el dinero de los ciudadanos. Se olvida, por último, que el tiempo libre no es tiempo desaprovechado, sino una oportunidad de enriquecimiento personal. El ocio puede ser banal o fecundo. Depende de nosotros. Podemos holgazanear o estudiar, reflexionar, observar, aprender. Sin embargo, con jornadas de 15 horas solo apetece descansar. La mayoría de las personas están encadenadas a trabajos monótonos y poco creativos. De ahí que sea importante disponer de tiempo para satisfacer la curiosidad natural del ser humano y ampliar horizontes. Ojalá Nano triunfe en la vida, pero el destino de la mayoría de los jóvenes explotados no es el éxito, sino el descarte cuando cumplen cierta edad. No celebremos su historia. Denunciemos lo que hay detrás de ella. Luchemos por un mundo más justo. Suena utópico, pero si renunciamos a las utopías, solo queda la resignación y el fatalismo.
Rafael Narbona
Desde la época de Dickens, los trabajadores han luchado por salarios justos y jornadas razonables. Después de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones de trabajo mejoraron y se creó el Estado del Bienestar. El recuerdo de los campos de batalla sembrados de cadáveres ya no toleraba los agravios del pasado, pero la revolución neocon liderada por Reagan y Thatcher, que hallaron un poderoso aliado en Wojtyla, el papa polaco, recortó o eliminó muchos de los derechos adquiridos.
Se redujeron los salarios, se generalizó la precariedad, se deterioraron los servicios públicos, se diluyeron o eliminaron las políticas orientadas a combatir la desigualdad. Se generalizó la idea de que el individuo debía valerse por sí mismo, sin esperar que el Estado acudiera en su ayuda o velara por sus derechos. La historia de Nano puede hacer creer que cualquiera puede sortear las dificultades materiales a base de esfuerzo, pero no es cierto. Menos de 100 personas acumulan la riqueza de 3.500 millones. Los privilegios de una minoría no cesan de crecer, mientras el resto cada vez sufre más para sobrevivir.
Nano aún es joven y el mercado laboral todavía le abre sus puertas, pero como continúe encadenando trabajos precarios, podría convertirse en un parado de larga duración a partir de los cincuenta años o quizás antes. Algunos dirán que podría estudiar, pero con una jornada de 15 horas no es posible, salvo que prescinda de dormir. Robert Reich, economista, profesor, columnista y ex Secretario de Trabajo de los Estados Unidos durante el gobierno de Bill Clinton, ha señalado que la fuente de la riqueza no es el talento ni el esfuerzo, sino la explotación, como ya apuntó Marx.
"Tesla obligó a todos los trabajadores a aceptar un recorte salarial del 10% desde mediados de abril hasta julio", escribió Reich. "En el mismo período, las acciones de Tesla se dispararon y el patrimonio neto del CEO Elon Musk se cuadruplicó de 25 mil millones de dólares a más de 100 mil millones de dólares. Musk es un ladrón moderno". La revolución neocon ha impulsado la concentración de capital. Las grandes empresas abusan de su poder, imponiendo salarios raquíticos y socializando sus pérdidas.
Escribe Reich: “Wall Street se ha consolidado en 5 bancos gigantes. Las aerolíneas se han fusionado de 12 aerolíneas en 1980 a 4 en la actualidad. Un puñado de compañías farmacéuticas controlan la industria farmacéutica. Cuatro gigantes controlan más del 80% del procesamiento de carne. La evidencia de la concentración corporativa está en todas partes”. La figura del emprendedor solo es una ficción retórica que justifica la desigualdad.
Nunca ha existido la igualdad de oportunidades. El ascensor social colapsó hace tiempo. Las matrículas universitarias no dejan de aumentar y ahora es necesario hacer un máster para acceder a determinadas profesiones, como profesor de enseñanza primaria y secundaria. Mi progenitora se quedó viuda y le quedó una pensión de unos 1.000 euros y una hipoteca.
Pudo pagar la carrera de sus hijos en una época en que las tasas eran más bajas, pero le habría resultado imposible costearnos un máster, pese a que trabajaba en la tienda de ropa de una amiga. Y, en los años ochenta, el mercado laboral estaba cerrado para los jóvenes sin experiencia. Hoy yo no podría haber estudiado y aprobado las oposiciones de profesor de filosofía de la Comunidad de Madrid. La historia de Nano es la confirmación de que hemos retrocedido en el tiempo. De nuevo, hay jóvenes explotados. Nano no es un caso aislado. Hay muchas historias similares. Historias de precariedad, indefensión y abuso. Al mismo tiempo, las grandes empresas no dejan de ganar dinero, especulando con la vivienda, la alimentación, los recursos energéticos, las armas o los medicamentos.
Cuando sus maniobras salen mal, como sucedió en 2008, los Estados acuden al rescate con el dinero de los ciudadanos. Se olvida, por último, que el tiempo libre no es tiempo desaprovechado, sino una oportunidad de enriquecimiento personal. El ocio puede ser banal o fecundo. Depende de nosotros. Podemos holgazanear o estudiar, reflexionar, observar, aprender. Sin embargo, con jornadas de 15 horas solo apetece descansar. La mayoría de las personas están encadenadas a trabajos monótonos y poco creativos. De ahí que sea importante disponer de tiempo para satisfacer la curiosidad natural del ser humano y ampliar horizontes. Ojalá Nano triunfe en la vida, pero el destino de la mayoría de los jóvenes explotados no es el éxito, sino el descarte cuando cumplen cierta edad. No celebremos su historia. Denunciemos lo que hay detrás de ella. Luchemos por un mundo más justo. Suena utópico, pero si renunciamos a las utopías, solo queda la resignación y el fatalismo.
Rafael Narbona