La historia de los EEUU es el expediente policial de un malo en serie

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LA HISTORIA DE EEUU ES EL EXPEDIENTE POLICIAL DE UN malo EN SERIE - CARRER LA MARCA


LA HISTORIA DE EEUU ES EL EXPEDIENTE POLICIAL DE UN malo EN SERIE
EDITOR abril 9, 2020 LA HISTORIA DE EEUU ES EL EXPEDIENTE POLICIAL DE UN malo EN SERIE2020-04-12T21:43:07+00:00 Cultura No Comment

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DEL GENOCIDIO AMERINDIO A LA GUERRA DE IRAK PASANDO POR LA ESCLAVITUD de color Y LA BOMBA ATÓMICA. El territorio que aloja a ese inmundo lodazal denominado Wall Street, epicentro de la opresión planetaria, tiene, a diferencia de la oligarquía, ubicación pública en el mapamundi. Una “nación” sin nombre —simple acrónimo empresarial— que configura, incluso por su forma geográfica, algo así como la pista de aterrizaje de la burbuja financiera. Más o menos como la Franja Aérea núm. 1 de la Oceanía de George Orwell en la novela 1984. Voilà los U. S. A. Este país, como Israel (el “pueblo escogido”), se considera exento de cumplir las normas que, en el papel hollywoodiense de justiciero, aplica a otros de forma ilegal y brutal, cuando no criminal e incluso genocida. Pero, “si ciertos actos de violación de tratados son crímenes, se trata de crímenes, sin importar que los cometan Estados Unidos o Alemania. No estamos preparados para estipular una norma de conducta criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar contra nosotros” (Robert H. Jackson, fiscal jefe durante los juicios de Nüremberg). Falso. EEUU tiene mecanismos para exonerar el mismo tipo de crímenes que, si puede, condena y persigue en el resto de las naciones como excusa para invadirlas y someterlas. La cláusula esgrimida se denomina intervencionismo humanitario, el último subproducto de la hipocresía ****o-puritana anglosajona. Como consecuencia de ello, todos los crímenes de lesa humanidad perpetrados por los EEUU permanecen impunes.
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Civiles alemanes quemados vivosen Dresden por la aviación anglo-americana (1945).
LA HISTORIA DE EEUU ES EL EXPEDIENTE POLICIAL DE UN malo EN SERIE
Jaume Farrerons

Estados Unidos constituye presuntamente el país de la libertad. Cuando nos invade, domina, explota y adoctrina ocurriría que estamos empezando a ser… libres. !Tal es el discurso oficial dominante en… —¿lo adivinan?— Estados Unidos! Y quien disienta de una postura tan razonable como ésta deviene, en determinadas circunstancias, “una amenaza para la seguridad nacional”, de suerte que puede ser exterminado —“de forma sabia y justa”— como una alimaña. El incauto desafecto al destino manifiesto de los EEUU carece, por definición, de derechos. Así lo asevera nada menos que John Locke, filósofo fundacional del liberalismo y padre ideológico de la constitución estadounidense.
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Destrucción de la flota española como represalia por el auto-hundimiento del acorazado norteamericano “Maine” en el puerto de La Habana. Rajoy olvida, yo no. En memoria de los marineros hispánicos caídos en un heroico pero inútil sacrificio.
Tenemos, pues, que acatar forzosamente el american way of life —léase: convertirnos en un híbrido de tarado bíblico y mercachifle— o arriesgarnos a morir. Esto vale sobre todo para las naciones, pero también, poco a poco, para los grupos, las instituciones y los individuos de todo un mundo convertido en campo de prácticas de los llamados emprendedores.
¿Se trata de una broma? No. La historia de los gobernantes usacos (Pío Moa) es una narración consistente básicamente en la comisión sistemática de:
  • a/ genocidios, por ejemplo: el exterminio sistemático y planificado de indios pieles rojas.
  • b/ crímenes contra la humanidad, por ejemplo: esclavitud de los neցros jovenlandeses.
  • c/ crímenes contra la paz, por ejemplo: agresión militar a México y anexión del 40% de su territorio.
  • d/ crímenes de guerra, por ejemplo: uso de bombas atómicas contra civiles (Hiroshima y Nagasaki, 1945).
Uno tras de otro. !Pero estamos ante una mera selección de casos para formar una escalera de tonalidad en el pocker del horror! Podríamos intentar, con éxito, un trío de genocidios, un full de delitos contra la paz y contra la humanidad o un repóquer de crímenes de guerra.
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Responsabilidad y estupidez de los filo-norteamericanos
Cada etapa en la construcción de la gran nación americana incurre en un delito de lesa humanidad tipificado por el Tribunal de Nüremberg. Pero, ¿quién instauró el Tribunal de Nüremberg? Los Estados Unidos de América, !cómo no! No actuaron solos, cierto: contaron con la inestimable ayuda de una hermanita de la caridad conocida bajo el seudónimo de José Stalin, pero siempre a instancias de Washington, los campeones del fariseísmo.
Más estupefaciente todavía es el hecho de que todo el mundo lo sabe y, sin embargo, no importa. Siendo así que, en cuanto comience a importarte, oye, te juegas la vida. En estos mismos momentos EEUU tiene intervenidas ilegalmente las comunicaciones en medio planeta (NSA) y puede determinar a placer, mediante el uso de drones, el asesinato de cualquier persona molesta dondequiera que se oculte. El nombre de este dispositivo de opresión resulta harto curioso: mundo libre. El responsable de tales ejecuciones administrativas a dedo es el presidente del país y, por supuesto, ha recibido el Premio Nobel de la Paz en justa recompensa.
Un chiste sobre Israel o los judíos puede sustanciarse en un delito de apología del genocidio. La perpetración de un genocidio real, verbi gratia, Vietnam, carece de sanción jurídica. El llamado mundo libre es ansí. Cualquier persona normal entiende esto, ¿verdad?
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¿Quién, pues, decide la importancia de las ofensas raciales, étnicas o humanitarias? Desde luego, nadie espera establecer un baremo objetivo, sino que se acatará una ponderación oligárquica, interesada hasta la obscenidad. Todos los crímenes de masas perpetrados por EEUU pueden catalogarse entre los peores que la historia moderna recuerda, no obstante la historia moderna ha sido escrita por ese gran productor de historias (propaganda, adoctrinamiento y lobotomización espiritual) que es Hollywood.
Emporio del cine, Hollywood —sito casualmente en EEUU— tiene un papel decisivo en la calificación de la criminalidad o no criminalidad de un exterminio etnicida, de una atrocidad penada por las leyes de la guerra, de una agresión gratuita o expansionista a otro Estado… Aquéllo decisivo no es el hecho en sí, sino la relevancia, y tal “caracterización” no se adopta sin permiso de Washington y jamás contra su provecho jovenlandesal o material.
EEUU es el territorio, poblado de cárceles —vale decir, campos de concentración para neցros e hispanos— del criminal por excelencia y, a la par, el país impune por excelencia gracias a Hollywood. Es el país que, al crimen y a la impunidad, ha añadido la justificación propagandística de sus tropelías. Las películas cinematográficas estadounidenses son legitimaciones de toda clase de delitos de lesa humanidad, convertidos, siguiendo una extraña lógica de carniceros puritano-corruptos, en actos heroicos. Bravos y guapos soldaditos vestidos de azul contra salvajes crueles que sólo se ganaban a pulso su triste fin.
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De ahí el asombroso imaginario cultural y popular que posibilita, por ejemplo, hechos como el siguiente: millones de personas de nacionalidad española, finlandesa, francesa, jovenlandés… —o de cualquier país del mundo— adornan inconscientemente y sin una razón concreta sus atuendos particulares con banderas americanas, es decir, con la bandera de otro país. Esto se considera encomiable, comprensible de suyo, patente como la luz del sol… Pues, ¿no son los americanos los salvadores del mundo? ¿No son los más valientes, los más listos, los más apuestos, los más buenos? ¿Y quién sostiene “eso”? Casualmente, un vez más, los propios norteamericanos. Será verdad. Cosa que aceptamos los no-norteamericanos. Cosa que hemos interiorizado. Cosa que, en vez de indignarnos, interiorizamos sin rechistar a pesar de la evidencia contraria de que el que hablare de sí mismo en tales términos debería resultar, a primera vista al menos, poco fiable en todo lo relativo a la credibilidad más elemental.
La ropa viene ya diseñada con las barras y estrellas y uno simplemente se la compra sin darle demasiada importancia. ¿Haría lo mismo con la bandera de Nigeria o Costa Rica? Por supuesto que no. Mas la bandera norteamericana, que es la bandera de la ignominia contemporánea sin parangón, ha devenido motivo de ostentación en una sociedad cuya esencia se define, precisamente, por el delito oficial, permitido, encorbatado, premiado incluso con galardones irénicos o doctorados honoris causa. Una sociedad, la society ****o-anglosajona, cuyas élites y gobernantes son delincuentes. Un país donde la mafia manda. Un Estado que es mafia porque no tiene una mafia, sino que la mafia lo tiene a él: la mafia incrústase en las entrañas del abyecto corpachón de Guachingtón.
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Lucir la bandera norteamericana representa, en este mundo al revés forjado por la oligarquía asesina ****o-anglosajona, una garantía de salud mental, de amplitud de miras, de juvenil promesa…, elevada a categoría estética, moda y signo de estatus existencial. Que las barras y estrellas identifiquen de hecho, en el mundo contemporáneo, el exterminio de un pueblo tras otro, la explotación más cruel, las peores atrocidades y las agresiones impunes a otras naciones (una de ellas España, el fiel aliado de sus propios verdugos), todo esto es jovenlandesalmente —que no cognitivamente— ignorado por unas multitudes amorfas que han sido enculturadas en el marketing comercial, cinematográfico y político usaco.
La gran victoria de los EEUU no ha consistido, en una palabra, en ocultar sus crímenes, ni siquiera en negar que fueran crímenes en cierto sentido, sino en convencer a todo bicho viviente —pues de lo contrario el bicho aparecía muerto más pronto que tarde— de que nos hallamos ante crímenes necesarios, justos, inherentes al progreso y al bien de la humanidad. Una jerigonza no muy distinta al lenguaje estalinista, la otra máquina picadora de carne —por supuesto también exonerada— del proyecto moderno cristiano-secularizado.
Resumen: “El Estado judío no habría nacido sin la expulsión de 700.000 palestinos. Así pues, había que expulsarlos. No había otra opción que expulsar a la población. (…) Tampoco la gran democracia estadounidense se podría haber creado sin la aniquilación de los indios. Hay casos en que el buen fin general justifica los actos implacables y crueles que se cometen en el curso de la historia“ (Benny Morris, historiador israelí).
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Breve síntesis del historial delictivo de la nación-delincuente por definición
Los americanos (¿?) —es decir, el “pueblo de Dios”, the New Israel— arribaron a América del Norte como pagapensiones y se instalaron en un territorio ajeno ya poblado por unos 5 millones de personas, los llamados indios pieles rojas. ¿Qué ocurrió? Algo inesperado. El Congreso de los Estados Unidos calificó a los autóctonos amerindios de fieras (Locke) y autorizó que pudieran ser deportados, saqueados y exterminados. Dicho y hecho. Los indios pieles rojas se desplazaron paulatinamente, empujados por la caballería, hacia el oeste y desaparecieron, o casi. Todo un pueblo quedó reducido a unos pocos grupos supervivientes residuales. Se calcula que los americanos (¿?) emprendieron una sistemática guerra de agresión contra los autóctonos. Los correspondientes campos de concentración se denominaron reservas. Según La Vanguardia:
EEUU autorizó unas 1.500 guerras o ataques contra los indios (…) a finales del siglo XIX solo quedaban 238.000 aborígenes en su territorio frente a los 5-15 millones que se estima que lo poblaban en 1492.
Así nace el país de la libertad. Su aparición en el mundo queda tipificada bajo dos de las cláusulas del TMI de Nüremberg: genocidio y crímenes contra la humanidad. Delitos que no prescriben: los EEUU siguen siendo hoy “culpables” según la ley. Y cada presidente de EEUU, junto a su entera administración, hereda del anterior la imputabilidad por dichos delitos de dimensiones cósmicas. Capítulo primero.
EEUU es, empero, el país del genocidio por más razones incluso que las expuestas, a saber: porque está ligado estructuralmente al genocidio. No se trata únicamente de un “hecho del pasado” que convenga olvidar. América es ante todo un dispositivo extractivo y de dominación. De suerte que, como brazo armado de la oligarquía tras*nacional, ha continuado cometiendo, convalidando o participando en genocidios (u otros crímenes de masas) que resultan inseparables de la implementación de sus intereses legítimos, es decir, del negocio vampírico. Esta simple constatación histórica permite presumir, sin exageraciones, que EEUU no representa ninguna garantía de progreso y paz para la humanidad. Antes bien, el Pentágono necesita la guerra y el exterminio como el aire que respira para vivir a su manera, porque, entre otros motivos, el complejo militar-industrial vive de los encargos del gobierno. EEUU se prepara para perpetrar nuevas atrocidades en el futuro y constituye, en definitiva, una amenaza universal.
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