Los comparto estos comentarios en mi comentario, aquí tenéis la actualización de qué es LA HISPANIDAD... ved lo diferente a la historia de los progres, las progres y progrelles... Sí la patria y la nación no lo hace un reino, sino su pueblo, bien y mal... los españoles fueron a LAS AMÉRICAS... como vamos en la actualidad: ha ganarse la vida, bien y mal... por cierto como fueron los mal llamados atlantes, egipcios, chinos, romanos, nórdicos, templarios, portugueses, etc... todos estos antes qué Colón... por cierto Colón salió de LAS AMÉRICAS, más específico desde Canadá, actual, en tiempo de las descendencias templarios con indígenas, iniciándose el mestizaje... No es el descubrimiento de HISPANOAMÉRICA... sino de Europa, llevaba un cometido: Encontrar una reina de la religión del crucificado, para confiarle el dinero de los templarios, que había escondido en la actual Canadá, para terminar la labor de los templarios que huyeron... naufragó en Portugal, escondió su identidad e intentó cumplir su misión, que le encomendó su abuela, una esposa de un templario... quedaros con este comentario, y cuando salga todo a la luz me contáis... Lo que fue el descubrimiento, fue el descubrimiento de Europa...
Pero volvamos a la idea de comentario: el mestizaje es lo que es LA HISPANIDAD, sin él las naciones indígenas de este nada continente, pues todos están unidos a Pangea... porque vivimos en sus cumbres más altas... el actual Norteamérica y Hispanoamérica en tiempo de Pangea, por cierto buscar la ubicación en el mapa de Pangea, se asentaban las tribus, sometidas a los mal llamados atlantes, que cuando los mal llamados atlantes provocaron el diluvio, en citados territorios, actuales, fueron en los que más descendientes atlantes sobrevivieron al diluvio y con esta idea podéis imaginaros que fue ahí donde comenzó de nuevo la cultura mortal universal, que es lo que somos y somos las herederas civilizaciones posteriores al diluvio... que también, por cierto, pillar las investigaciones arqueológicas y los descubrimientos que reafirman que culturas como la China desciende de las culturas pro hispanoamericanas... Pero lo dicho ahora centrémonos en comprender qué ES LA HISPANIDAD: Es la festividad de no un descubrimiento, pues Colón no descubrió nada... y sí el milagro del mestizaje que aseguró las raíces indígenas, diezmada por las poderosas, que estaban a las puertas de extinguirse y perderse parte de las raíces ancestrales arcaicas atlantes... Discernir este comentario desde esta perspectiva...
Las muertes, la opresión del reino de España qué ni siquiera era consciente pero hubiera obrado igual siéndolo por su irracionalidad inhumana, es lo que tiene el miedo del poder de toda civilización que acaba pereciendo, perdurando las obras de las mujeres y los hombres de España, que lucharon, murieron y salvaguardaron el mestizaje que es lo que celebramos con LA HISPANIDAD...
Pero volvamos a la idea de comentario: el mestizaje es lo que es LA HISPANIDAD, sin él las naciones indígenas de este nada continente, pues todos están unidos a Pangea... porque vivimos en sus cumbres más altas... el actual Norteamérica y Hispanoamérica en tiempo de Pangea, por cierto buscar la ubicación en el mapa de Pangea, se asentaban las tribus, sometidas a los mal llamados atlantes, que cuando los mal llamados atlantes provocaron el diluvio, en citados territorios, actuales, fueron en los que más descendientes atlantes sobrevivieron al diluvio y con esta idea podéis imaginaros que fue ahí donde comenzó de nuevo la cultura mortal universal, que es lo que somos y somos las herederas civilizaciones posteriores al diluvio... que también, por cierto, pillar las investigaciones arqueológicas y los descubrimientos que reafirman que culturas como la China desciende de las culturas pro hispanoamericanas... Pero lo dicho ahora centrémonos en comprender qué ES LA HISPANIDAD: Es la festividad de no un descubrimiento, pues Colón no descubrió nada... y sí el milagro del mestizaje que aseguró las raíces indígenas, diezmada por las poderosas, que estaban a las puertas de extinguirse y perderse parte de las raíces ancestrales arcaicas atlantes... Discernir este comentario desde esta perspectiva...
Las muertes, la opresión del reino de España qué ni siquiera era consciente pero hubiera obrado igual siéndolo por su irracionalidad inhumana, es lo que tiene el miedo del poder de toda civilización que acaba pereciendo, perdurando las obras de las mujeres y los hombres de España, que lucharon, murieron y salvaguardaron el mestizaje que es lo que celebramos con LA HISPANIDAD...
| Testimonios indígenas de la Conquista (comp.) Justo Fernández López Historia de la literatura hispanoamericana www.hispanoteca.eu |
TESTIMONIOS INDÍGENAS DE LA CONQUISTALa Conquista significó el choque de dos mundos con una diferencia cultural abismal. Conocemos más las crónicas escritas por los españoles: la visión de los vencedores (la historia pocas veces la escriben los vencidos).
LA VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Se ha reparado poco en los testimonios indígenas que reflejan la forma en la que estos vivieron la Conquista, testimonios altamente humanos y en su humanidad altamente interesantes desde el punto de vista literario. Los españoles se encontraron en América con tres grandes culturas suprarregionales que eran ya síntesis en sí de todos los desarrollos culturales regionales de muchos siglos. La Conquista dejó honda huella en los pueblos indígenas americanos, lo que nues muestran los testimonios que de ella nos dejaron los
aztecas en su versión épica y traumatizada de la Conquista; mayas en sus consideraciones de altura casi filosófica; incas en su versión dramática y a veces resignada. LOS TESTIMONIOS AZTECAS DE LA CONQUISTALos mexica, como se llamaban a sí mismos los aztecas, habían alcanzado a principios del siglo XVI su máximo esplendor. “El Pueblo del Sol” había heredado sus instituciones de los toltecas que habían sucedido a la cultura de Teotihuacán de los primeros siglos de nuestra era. El imperio azteca fue él mismo resultado del dominio de otras culturas y regiones en la época postclásica americana en la que predomina un tanto la teocracia de la época clásica (100-900 d.C.) como el militarismo y el comercio.
Un pueblo duro y guerrero que alcanzó su identidad bajo condiciones perversoss geográfica y políticamente. Cuando llegó Cortés a México, dominaba el imperio azteca desde el Golfo de México hasta el Pacífico, y por el sur hasta las fronteras con Guatemala. Hernán Cortés llegó con 600 hombres, entre ellos el famoso Pedro de Alvarado, llamado por los aztecas “el Sol” por ser rubio y apuesto. Vino asimismo el futuro cronista de Indias Bernal Díaz del Castillo.
Al pasar por las costas de Yucatán, Hernán Cortés recoge a Jerónimo de Aguilar que había quedado allí tras un naufragio y había aprendido el maya; más allá recibe Cortés veinte esclavas, entre ellas la famosa Malinche que hablaba maya y náhuatl (azteca). Así Cortés tiene ya un intérprete entre Aguilar y Malinche: Cortés habla en español a Aguilar, este en maya a Malinche y esta en náhuatl a los enviados de Motecuhzoma (Moctezuma) en las cercanías de Veracruz. En 1519 desembarcan los españoles en Veracruz y seis meses después entran atónitos en Tenochtitlán (actual ciudad de México), capital del imperio azteca en medio de lagos en el Valle de México. La alianza de Cortés con los señores de Tlaxcala, enemigos tributarios de los aztecas, le ayudó en la conquista final.
Los cronistas españoles describen la llegada de los conquistadores ante Moctezuma que los recibe como huéspedes. Los textos indígenas describen de forma expresiva el encuentro del gran Señor azteca con Hernán Cortés al que toma por Quetzalcóatl que retorna con los dioses que le acompañan.
Cortés tiene que ausentarse de Tenochtitlán para combatir a Pánfilo Narváez que quiere quitarle el mando. Entonces, Pedro de Alvarado, queriendo anotarse un triunfo, ataca por traición a los aztecas durante la fiesta de Tóxcatl (Pascua). Los testimonios aztecas que refieren este hecho se tras*forman en poema épico, especie de Ilíada indígena.
Al regresar, Cortés tiene que enfrentarse con la indignación azteca, tiene que huir de la ciudad perdiendo más de la mitad de sus hombres. Es la llamada “noche triste” de Cortés. Los españoles buscan auxilio en sus aliados tlaxcaltecas y después de un año pueden sitiar Tenochtitlán con 80000 soldados tlaxcaltecas más otras expediciones españolas.
Los cronistas indígenas hablan de los “popolocas” (‘bárbaros’) y describen el sitio de la ciudad. Muerto Moctezuma, le sucede el joven príncipe Cuauhtémoc. Los españoles habían traído la viruela que causó la fin al príncipe Cuitláhuac. Durante el reinado de Cuauhtémoc se suceden los hechos heroicos, descritos con elocuencia épica por los cronistas indígenas. Tras ochenta días de sitio, en 1521 cae la ciudad de Tenochtitlán y Cuauhtémoc es hecho prisionero por los españoles. Lo que siguió lo relatan también los historiadores indígenas.
Las relaciones de la Conquista dejadas por los aztecas pasan de doce. Son cantares a la usanza antigua compuestos por poetas indígenas supervivientes, relaciones de la Conquista y pinturas con glifos de la escritura ideográfica y en parte fonética:
El rasgo principal de la visión azteca de la Conquista es el cuadro mágico en el que esta se desarrolla: según los aztecas, años antes de la llegada de los españoles hubo una serie de portentos que la presagiaron: espiga de fuego en el cielo, el templo que ardió por sí mismo, una mujer gritando por la noche, el agua que hirvió en el lago. Todo esto era presagio de la vuelta del desaparecido Quetzalcóatl anunciada en los códices. Al llegar los españoles el pueblo sí creyó que eran dioses, aunque Moctezuma tenía sus dudas; solo al ver la matanza de Alvarado entre los aztecas comenzaron a llamarlos “popolocas”, es decir, ‘bárbaros’. Los historiadores indígenas consignan el heroísmo de los defensores aztecas, pero tras la derrota final definitiva los textos aztecas dan testimonio de un trauma profundo. La visión final ya no es épica, sino dramática y trágica:
Colección de Cantares Mexicanos (Biblioteca Nacional de México). Poemas del siglo XVI. Lienzo de Tlaxcala (80 cuadros tlaxcaltecas, aliados de los conquistadores). Pintura de los Códices Azcatitlán, Mexicanus, Aubin y Ramírez. Siglo XVI. Códice Florentino en náhuatl de las informaciones de Bernardino de Sahagún. Manuscrito 22 de la Biblioteca Nacional de París: Unos Anales Históricos de la Nación Mexicana. En alfabeto latino, redactado por autores anónimos de Tlatelolco. Estos anales son lo más valioso desde el punto de vista literario y humano por expresar con detalle la destrucción de la cultura náhuatl tal como la vivieron sus supervivientes. Códice Aubin, con texto náhuatl. Séptima Relación de Chimalpain Cuautlehuanitzin. Los Anales de Azcapotzalco. La Crónica Mexicana de Tezozómoc. Conservada también en castellano. Historia Chichimeca de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Visión texcocana. Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo (mestizo de Tlaxcala). Libro de los Coloquios de los Doce. Este testimonio, descubierto en el Archivo Secreto del Vaticano en 1924, fue recogido por Sahagún y sus estudiantes de Tlatelolco y es el testimonio dramático, las discusiones y alegatos de los supervivientes aztecas que defienden su propia manera de concebir el mundo ante los frailes misioneros que la impugnan. (Este libro fue traducido al alemán bajo el título Sterbende Götter und Spanische Christliche Heilbotschaft. Wechselreden Indianischer Vernehmer und Spanischer Glaubensapostel in México 1524. Stuttgart, 1949).
El trauma fue aun más grande por considerarse los aztecas como el pueblo escogido por el Sol, seguidores del dios de la guerra, Huitzilopchtli, y por creer el pueblo azteca que tenían la misión cósmica de someter a todos los pueblos de la tierra. Quienes se tenían por invencibles, el pueblo del Sol, el más poderoso de América Media, tuvo que verse derrotado por un puñado de “popolocas”. Muertos los dioses, perdido el gobierno, la fama y la gloria y la identidad colectiva, la Conquista fue más que una tragedia, un trauma que quedó clavado en el recuerdo y el alma.
En los caminos yacen dardos rotos;
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y están las paredes manchadas de sesos.
Golpéabamos los muros de adobe en nuestra ansiedad
y nos quedaba por herencia una red de agujeros.
En los escudos estuvo nuestro resguardo,
pero los escudos no detienen la desolación.
[Manuscrito anónimo de Tlatelolco]Déjennos pues morir,
déjennos ya perecer,
pues que ya nuestros dioses han muerto.
[Libro de los Coloquios]
LOS DIÁLOGOS CON LOS SABIOS INDÍGENASLos misioneros adoctrinan a un grupo de señores principales en el atrio del convento de San Francisco en Tenochtitlán. Violentamente condenan las antiguas creencias aztecas. Al terminar la lección por parte de los frailes, se pone en pie uno de los señores aztecas y “con cortesía y urbanidad” manifiesta su disgusto por los ataques de las creencias de su pueblo. Confiesa no ser él un sabio, pero afirma que aun existen maestros, sacerdotes y astrólogos que podrían responder mejor a las preguntas de los frailes:
Señores nuestros, muy estimados señores:
Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra.
Aquí ante vosotros, os contemplamos, nosotros gente ignorante.
¿Y ahora qué es lo que diremos?
¿Qué es lo que debemos dirigir a vuestros oídos?
¿Somos acaso algo? Somos tan solo gente vulgar.
Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses.
Nuestra palabra es esta, la que habláis, por ella
estamos perturbados, por ella estamos molestos,
porque nuestros progenitores, los que han sido,
los que han vivido sobre la tierra, no solían hablar así.
Era doctrina de nuestros mayores que son los dioses por quien se vive.
Ellos son a quienes pedimos agua, lluvia, por las que se
producen las cosas en la tierra.
Ellos mismos son ricos, son felices, poseen las cosas,
de manera que siempre y por siempre, las cosas están
germinando y verdean en su casa,
allá “donde de algún modo se existe”, en el lugar de Tlalocan.
De esto hace ya muchísimo tiempo, fue allá en Tula,
fue allá en Huapalcalco, fue allé en... Teotihuacán.
Ellos sobre todo el mundo habían fundado su dominio.
¿Y ahora, nosotros destruiremos la antigua regla de vida?
Nosotros sabemos a quién se debe la vida, a quien se debe el nacer,
a quien se debe el ser engendrado, a quien se debe el crecer,
cómo hay que invocar, cómo hay que rogar.
Oíd, señores nuestros, no hagáis algo a vuestro pueblo
que le acarree desgracia, que lo haga perecer.
Haced con nosotros lo que queráis.
Esto es todo lo que respondemos, a lo que contestamos,
a vuestro aliento, a vuestra palabra, ¡oh señores nuestros!LOS PRESAGIOS FUNESTOS SEGÚN LOS INFORMES DE SAHAGÚNEstos informes fueron traducidos directamente del náhuatl y recogidos por Sahagún de testigos oculares de la Conquista.
Primer presagio funesto Diez años antes de venir los hombres de Castilla se mostró un presagio funesto en el cielo. Una como espiga de fuego, una como llama de fuego, una como aurora: se mostraba como si estuviese goteando, como si estuviese punzando en el cielo. Y de este modo se veía: allá en el oriente se mostraba; de este modo llegaba a la medianoche. Se manifestaba: estaba aún en el amanecer; hasta entonces la hacía desaparecer el sol. Y en el tiempo que estaba desapareciendo, por un año venia a mostrarse. Comenzó en el año 12-Casa (1517). Segundo presagio Por su propia cuenta se abrasó en llamas, nadie tal fuego puso, sino por espontánea acción ardió la casa de Huitzilopochtli. Se mostró: ya arden las columnas. De adentro salen acá las llamas de fuego, las lenguas de fuego, las llamaradas de fuego. Tercer presagio Fue herido por un rayo un templo. Solo de trabajo manual era, en donde se llama Tzummulco. Decían de este modo: “No más fue golpe de sol” Sexto presagio Muchas veces se oía una mujer llorando; iba gritando por la noche, andaba dando grandes gritos: ¡Hijos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! ¡Hijos míos, adónde os llevaré! Octavo presagio Muchas veces se mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas. De dos cabezas, pero un solo cuerpo. Se les mostraba a Moctezuma. Cuando las había visto, luego desaparecían.
[Códice Florentino, libro XII, cap. I]