Billy Ray
Será en Octubre
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Pocas naciones pueden decirlo, es cierto, pero España es una de ellas, ganamos una guerra a los ingleses. Una guerra, una larga guerra de 9 años generalizada a lo ancho de medio mundo.
La guerra del Asiento o de la oreja de Jenkins fue debida exclusivamente a causas comerciales, el episodio de la famosa oreja cortada y la frase del capitán León Fandiño fue solo una anécdota instrumentalizada como escusa por los ingleses para enardecer los ánimos belicistas, un cassus belli cogido con pinzas. El verdadero motivo de la guerra fueron las ansias comerciales, la envidia malsana y las acciones de piratería y de tramposos ladrones hijos de cortesana de los británicos en el Caribe.
Tras la guerra de sucesión y las resoluciones del tratado de Utrech, se había establecido que Inglaterra tenía derecho, durante 30 años, a un barco anual que pudiera comerciar con Nueva España así como el derecho a asentar o trasladar desde Africa a 144.000 esclavos . Los ingleses viendo la enorme rentabilidad del barco, conocido como el navío del "asiento", inmediatamente comenzaron a hacer "trampas", rellenando el barco por la noche y otra clase de jugadas sucias. Toda clase de barcos de tras*porte ingleses, holandeses o franceses aprovechaba para mercadear con las colonias españolas haciendo dumpin con los precios, sustrayéndose a toda clase de aranceles o tasas, fastidiando el comercio español y jodiéndonos de forma ilegal y tramposa como siempre. Exigiéndonos ellos a boca llena respetar la legalidad a nosotros pero pasándosela por el tercer ojo, mientras tanto, a la hora de tener que respetar la nuestra, el comportamiento habitual durante siglos de esos cerdos, vamos.
Felipe V hizo lo que tenía que hacer, reforzar las escoltas y los puertos comerciales y establecer el derecho de visita, que no era otra cosa que la obligación de poner en practica revisiones de todos los buques extranjeros comerciales que atracaran en puertos españoles, requisando, si era preciso toda mercancía ilegal no registrada. Esto sacó de quicio a los ingleses, demostrando que las practicas ilegales de contrabando eran permitidas y hasta promovidas por la corona y el parlamento, nido, realmente, de ladrones y rufianes de bajos fondos.
La guerra del Asiento o de la oreja de Jenkins fue debida exclusivamente a causas comerciales, el episodio de la famosa oreja cortada y la frase del capitán León Fandiño fue solo una anécdota instrumentalizada como escusa por los ingleses para enardecer los ánimos belicistas, un cassus belli cogido con pinzas. El verdadero motivo de la guerra fueron las ansias comerciales, la envidia malsana y las acciones de piratería y de tramposos ladrones hijos de cortesana de los británicos en el Caribe.
Tras la guerra de sucesión y las resoluciones del tratado de Utrech, se había establecido que Inglaterra tenía derecho, durante 30 años, a un barco anual que pudiera comerciar con Nueva España así como el derecho a asentar o trasladar desde Africa a 144.000 esclavos . Los ingleses viendo la enorme rentabilidad del barco, conocido como el navío del "asiento", inmediatamente comenzaron a hacer "trampas", rellenando el barco por la noche y otra clase de jugadas sucias. Toda clase de barcos de tras*porte ingleses, holandeses o franceses aprovechaba para mercadear con las colonias españolas haciendo dumpin con los precios, sustrayéndose a toda clase de aranceles o tasas, fastidiando el comercio español y jodiéndonos de forma ilegal y tramposa como siempre. Exigiéndonos ellos a boca llena respetar la legalidad a nosotros pero pasándosela por el tercer ojo, mientras tanto, a la hora de tener que respetar la nuestra, el comportamiento habitual durante siglos de esos cerdos, vamos.
Felipe V hizo lo que tenía que hacer, reforzar las escoltas y los puertos comerciales y establecer el derecho de visita, que no era otra cosa que la obligación de poner en practica revisiones de todos los buques extranjeros comerciales que atracaran en puertos españoles, requisando, si era preciso toda mercancía ilegal no registrada. Esto sacó de quicio a los ingleses, demostrando que las practicas ilegales de contrabando eran permitidas y hasta promovidas por la corona y el parlamento, nido, realmente, de ladrones y rufianes de bajos fondos.