qbit
Sith qbitiano
Introducción.
En origen el final del año e inicio del siguiente era una época religiosa de celebración de dos fiestas religiosas (Navidad, Reyes Magos) más el inicio de año con sus respectivas noches, pero se ha convertido en lo que es en la actualidad: Una gran superstición colectiva.
Si estas celebraciones religiosas estaban relacionadas con la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, con la "redención" del ser humano, con un acto pienso que íntimo y personal, y por lo tanto, con el bien, al convertirse en una superstición, ahora están relacionadas con lo contrario, con el miedo supersticioso de repetir los rituales, con el consumismo, la masificación colectiva, con la corrupción de su identidad original auténtica, y por lo tanto, con el mal. El mal es la corrupción del bien (además de posiblemente otras cosas).
La gran superstición saca lo peor de la gente (miedo supersticioso; hipocresía en las felicitaciones navideñas; codicia, envidia y frustración en la lotería; mentira y engaño en los Reyes Magos; discusiones y rupturas familiares; etc.), y es usado por el poder para sus malévolos fines (propaganda multirracial en los Reyes Magos, recaudar dinero con la lotería, consumismo, etc.).
Dura como mínimo un mes y tiene 5 fases importantes:
Fase 1: Ambiente navideño.
Empieza con la recreación institucional y mediática del llamado "ambiente navideño" para introducir y envolver al individuo a la fuerza en el proceso supersticioso:
⦁ Decoraciones en las calles por los ayuntamientos de árboles de Navidad, belenes, estrellas y demás.
⦁ Decoraciones en televisión y hasta en las webs de Internet con muñecos de nieve, así como una programación especial en televisión.
⦁ Masivas campañas de publicidad consumista para incitar a atiborrarse de comidas navideñas (turrones, polvorones, mazapanes, cordero, marisco), y de estimular el consumismo compulsivo por la población aprovechándolo para inflar los precios tanto en la comida como en los regalos para el día de Reyes Magos (y cada vez más para el día de Navidad por influencia yanqui, o para los dos días, lo cual es peor).
La prueba de que las compras navideñas tienen una motivación supersticiosa es que se realizan a pesar de sus precios inflados.
Hay además una corrupción de los símbolos, pues cada vez están más presentes estrellas satánicas de 5 puntas apuntando hacia abajo (como en mi antiguo barrio hace varios años), o pirámides en vez de árboles de Navidad.
Fase 2: Lotería de Navidad.
Se entra de lleno en el cénit del proceso supersticioso.
La lotería vende "ilusión" y por sí sola conlleva una enorme carga supersticiosa: Jugar a un número determinado, o con una terminación determinada, o comprar en la administración de loterías de "Doña Manolita", etc. Combinada dentro del proceso supersticioso navideño, el carácter supersticioso intrínseco de la lotería crece mucho más.
La propaganda mediática se encarga de metérselo por los ojos a la gente, así que todo quisqui compra lotería en el trabajo y en todas partes, y ahí entra en juego la presión del grupo que hace que todos o casi todos los pertenecientes a algún grupo u organización compren lotería, porque:
- (Riendo para sus adentros el muy iluso) ¿Y si nos toca, y eres el único al que no le toca por no llevar participaciones?.
- (Juasjuasjuas, qué iluso) Pues nada, hombre. Si os toca, os felicito y me aguanto la envidieja. Ya me invitaréis a una comida para celebrarlo...
Nunca me ha afectado esa superstición, aunque notaba la presión del grupo.
Esta fase acaba con el sorteo dado por los niños de San Ildefonso, que el régimen aprovecha para meter propaganda multirracial y racista antiblanca asociando a los niños que dan los premios con toda clase de razas.
Tiene una continuación, una segunda parte para quien tiene un grado mayor de ludopatía o para quien no participó en la Lotería de Navidad: Lotería del Niño, a principios de año. Pero este sorteo es muchísimo menos importante que el de Navidad.
La prueba de que la lotería de Navidad tiene una motivación supersticiosa es que hay juegos de azar mejores, con mejor esperanza matemática, pero este es la "tradición", (y por eso el más devaluado en premios), el más pintoresco con el sorteo televisado con los "niños" de San Ildefonso sacando los premios, y forma parte del gran ritual supersticioso navideño.
Fase 3: Felicitaciones navideñas.
Esta fase se solapa con la de la lotería navideña en los primeros días, yendo más allá de ella, pero por motivos descriptivos las he separado.
Gente que durante todo el año ni se acuerda de ti, o que incluso te han estropeado sin remordimientos, gente a la que le importas una cosa, gente que es incluso atea o anticristiana, te felicita la Navidad, te desea felices fiestas y que tengas un feliz y/o próspero año nuevo.
Y cuando pasan las fechas vuelven otra vez a comportarse como siempre, a jorobarte, a ignorarte, a importarles un pimiento. Yo antes lo interpretaba como hipocresía. Y tenía razón. Es hipocresía, es falsedad. No tiene ningún sentido que la gente te desee feliz Navidad sólo de boquilla sin la intención de mover un dedo para ayudarte en algún problema rellenito que saben que tienes. Te deseo feliz Navidad pero tú te las apañes o que sea el espíritu santo el que te ayude. Estaría bien que alguna vez se produjera esta conversación:
- ¡Feliz Navidad!.
- Sabes de sobra que no va a ser feliz porque tengo este problema, y sé que no quieres mover un dedo para ayudar, así que por lo menos ahórrate la hipocresía y cállate, que me das vergüenza ajena.
O esta otra:
- ¡Feliz Navidad!.
- ¿Después de lo que me has hecho durante los meses anteriores? Vete a la mieeerdaaaa.
Pero ahora creo que esa hipocresía tiene una motivación supersticiosa. Si la gente no entra en el círculo de mostrar buenos deseos a los demás en esta época deben de sentir para sus adentros que van mal encaminados para empezar el año con buen pie. A lo mejor no son conscientes de ello, pero sí inconscientemente, y lo hacen por borreguismo porque lo hace todo el mundo, y tiene una motivación subyacente supersticiosa.
La televisión influye mucho en este comportamiento, porque no paran de desearte mucha felicidad (el resto del año que te joroben). Los mismos que manipulan las noticias como se les antoja o que criminalizan a quien se sale de la mentalidad impuesta, te desean mucha felicidad de repente: ¡Qué buenos se han vuelto! Otro motivo más para no ver televisión, como hago yo.
La prueba de que las felicitaciones navideñas tienen una motivación supersticiosa es que te las dedica lo mismo gente que te aprecia que a la que le importas un pimiento, lo mismo gente religiosa que cree en la Navidad que la que no, y sobre todo, sobre todo, gente que miente al felicitar, porque son sólo palabras pero no tienen intención de acompañarlas de nada más. Cada vez me dan más ardor de estomago las felicitaciones navideñas de gente semi-extraña o peor todavía, que sabes que no te aprecian.
Fase 4: Fin de año.
De nuevo, el fin de año se solapa con las felicitaciones navideñas.
Cuando yo era pequeño tenía la costumbre de comer, o mejor dicho, de intentar comer las 12 uvas en Nochevieja. Toda la familia lo hacíamos. Era un ritual estar preparado frente al televisor a que dieran las campanadas.
Ya entonces lo percibía como un ritual supersticioso, pero todavía no lo daba gran importancia, aunque no se me pasaba por la cabeza dejar de hacerlo.
Pero al hacerme mayor de alguna manera me volví más consciente de la tontería tan grande que es empezar el año medio atragantado y estresado por hacer una tarea claramente ridícula y sobre todo inviable como es intentar comerse una uva por segundo en una carrera contra el reloj de la Puerta del Sol, con el agravante de que siempre ganaba el reloj, porque el reloj tiene la costumbre inflexible de marcar el tiempo siempre a la misma velocidad. ¡Con lo bien que nos vendría que unas veces fuera más deprisa y otras más despacio!. Pero no hay manera.
A mí siempre me ha gustado comer despacio y con tranquilidad, masticando bien la comida y saboreándola, (es así además como más sano se come), y desde luego empezar el año con una carrera contra el reloj destinada al fracaso iba en contra de mi inexistente entrenamiento en comer rápido e iba en contra de mi deseo de empezar el año con tranquilidad.
Así que me volví consciente de que ese ritual lo hacía por contagio social, por lo que un fin de año decidí desecharlo. Supongo que haberme vuelto antisistema y antiborrego tras haber investigado y reflexionado mucho en asuntos sociopolíticos me facilitó el abandonar ese menso ritual y reirme también de la gente en esto. Debe ser otro síntoma de lo que llaman "madurar". Y lo sustituí por comerme un mazapán, que reconozco es también un ritual, pero que se disfruta mucho más, por:
⦁ Su delicioso sabor, porque me encantan los mazapanes, y es un producto muy navideño, más que las uvas realmente.
⦁ Ver cómo quien/es está/n a mi alrededor en esos momentos sufre, padece y rezuma tinta china de manera voluntaria e innecesaria, víctima de su superstición con las campanadas y las uvas, mientras yo estoy en un estado de relajación y placidez envidiable.
⦁ El silencioso primer minuto del año tras las campanadas, producido porque toda la gente está intentando terminar de tragar el atracón de uvas y por lo tanto no hace nada más, ni tirar petardos, ni gritar, ni aplaudir, ni nada. Cuando yo comía las uvas al estar sufriendo el proceso de deglución uvística tras las campanadas junto con el resto de la gente del barrio no podía prestar la atención a ese fenómeno del silencio previo a la juerga.
Y ahora mismo podría perfectamente no hacer nada en esos segundos que tras*curren desde que se acaba un año hasta que empieza el siguiente, pues ya no tengo esa superstición. Me como el mazapán como podría no comérmelo sin ningún malestar supersticioso.
Así que yo me volví consciente de que tomar las uvas era un ritual supersticioso, pero me he vuelto más consciente de que se trata de una gran superstición colectiva nacional porque, en los abundantes años que llevo desde que abandoné tal ritual, las diferentes personas con las que he pasado el fin de año me han comentado que me daría mala suerte. El miedo domina a la gente de una manera muy intensa. Si no, ¿cómo se explica que alguien habría de querer hacer la merluzez de comerse 12 uvas en 12 segundos sudando tinta china? Por miedo supersticioso.
Y no son sólo las uvas. Otro elemento supersticioso son las predicciones para el nuevo año, con las que la gente inútilmente intenta prever lo que va a pasar durante el próximo año. Predicciones de analistas bursátiles, de economistas, etc., con un fondo todas ellas supersticiosas en quienes les preguntan.
Fase 5: Reyes Magos.
La última fase incluye la Cabalgata de Reyes, en la que los padres erróneamente se empeñan con la excusa de generar "ilusión" y "felicidad" en los niños en estimular el pensamiento mágico en sus hijos en vez de empezar el entrenamiento en el pensamiento racional y crítico. Pero cómo lo van a hacer, ¡si los padres son los primeros que han caído en la gran superstición navideña!. No me extraña que de pequeños crean en los Reyes Magos, y de mayores en la democracia y en lo que les dice la televisión.
Y el régimen aprovecha para soltar un poco de propaganda multirracial, con un rey mago neցro para que los niños asocien neցro = trae regalos. ¡No me extraña que a los padres el régimen les dijera que los pagapensiones les iban a pagar las pensiones y se lo tragaran!.
Y tras el día de Reyes Magos, se acaba la gran superstición navideña, no sólo porque es la fecha oficial de terminación, sino porque toda la gente está hasta las mismísimas narices con una hartura que no puede más.
Y he aquí una cosa auténticamente misteriosa que siempre he observado con estupor: Si la época navideña es la leche de importante de tal forma que desde los medios de comunicación no paran de hablar de ello y todo el mundo lo tiene en mente y lo menciona, ¿por qué al acabar desaparece como si nunca hubiera existido, sin siquiera recordarlo o mencionarlo algunas veces? ¿Desde cuándo algo que nos decían que es tan importante se olvida de esa manera tan radical? Yo a las cosas que son importantes de verdad no las olvido ni corto de raíz. Y si menciono esto la gente incluso casi que se enfada, porque les haces ser conscientes de la gran tontería en la que han estado participando.
Esto prueba que no tiene en realidad ninguna importancia, y que todo el espectáculo no es sino una gran superstición colectiva, un ritual absurdo para consumir y para tener a la gente entretenida aprovechando dos fiestas religiosas y un cambio de año.
En origen el final del año e inicio del siguiente era una época religiosa de celebración de dos fiestas religiosas (Navidad, Reyes Magos) más el inicio de año con sus respectivas noches, pero se ha convertido en lo que es en la actualidad: Una gran superstición colectiva.
Si estas celebraciones religiosas estaban relacionadas con la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, con la "redención" del ser humano, con un acto pienso que íntimo y personal, y por lo tanto, con el bien, al convertirse en una superstición, ahora están relacionadas con lo contrario, con el miedo supersticioso de repetir los rituales, con el consumismo, la masificación colectiva, con la corrupción de su identidad original auténtica, y por lo tanto, con el mal. El mal es la corrupción del bien (además de posiblemente otras cosas).
La gran superstición saca lo peor de la gente (miedo supersticioso; hipocresía en las felicitaciones navideñas; codicia, envidia y frustración en la lotería; mentira y engaño en los Reyes Magos; discusiones y rupturas familiares; etc.), y es usado por el poder para sus malévolos fines (propaganda multirracial en los Reyes Magos, recaudar dinero con la lotería, consumismo, etc.).
Dura como mínimo un mes y tiene 5 fases importantes:
Fase 1: Ambiente navideño.
Empieza con la recreación institucional y mediática del llamado "ambiente navideño" para introducir y envolver al individuo a la fuerza en el proceso supersticioso:
⦁ Decoraciones en las calles por los ayuntamientos de árboles de Navidad, belenes, estrellas y demás.
⦁ Decoraciones en televisión y hasta en las webs de Internet con muñecos de nieve, así como una programación especial en televisión.
⦁ Masivas campañas de publicidad consumista para incitar a atiborrarse de comidas navideñas (turrones, polvorones, mazapanes, cordero, marisco), y de estimular el consumismo compulsivo por la población aprovechándolo para inflar los precios tanto en la comida como en los regalos para el día de Reyes Magos (y cada vez más para el día de Navidad por influencia yanqui, o para los dos días, lo cual es peor).
La prueba de que las compras navideñas tienen una motivación supersticiosa es que se realizan a pesar de sus precios inflados.
Hay además una corrupción de los símbolos, pues cada vez están más presentes estrellas satánicas de 5 puntas apuntando hacia abajo (como en mi antiguo barrio hace varios años), o pirámides en vez de árboles de Navidad.
Fase 2: Lotería de Navidad.
Se entra de lleno en el cénit del proceso supersticioso.
La lotería vende "ilusión" y por sí sola conlleva una enorme carga supersticiosa: Jugar a un número determinado, o con una terminación determinada, o comprar en la administración de loterías de "Doña Manolita", etc. Combinada dentro del proceso supersticioso navideño, el carácter supersticioso intrínseco de la lotería crece mucho más.
La propaganda mediática se encarga de metérselo por los ojos a la gente, así que todo quisqui compra lotería en el trabajo y en todas partes, y ahí entra en juego la presión del grupo que hace que todos o casi todos los pertenecientes a algún grupo u organización compren lotería, porque:
- (Riendo para sus adentros el muy iluso) ¿Y si nos toca, y eres el único al que no le toca por no llevar participaciones?.
- (Juasjuasjuas, qué iluso) Pues nada, hombre. Si os toca, os felicito y me aguanto la envidieja. Ya me invitaréis a una comida para celebrarlo...
Nunca me ha afectado esa superstición, aunque notaba la presión del grupo.
Esta fase acaba con el sorteo dado por los niños de San Ildefonso, que el régimen aprovecha para meter propaganda multirracial y racista antiblanca asociando a los niños que dan los premios con toda clase de razas.
Tiene una continuación, una segunda parte para quien tiene un grado mayor de ludopatía o para quien no participó en la Lotería de Navidad: Lotería del Niño, a principios de año. Pero este sorteo es muchísimo menos importante que el de Navidad.
La prueba de que la lotería de Navidad tiene una motivación supersticiosa es que hay juegos de azar mejores, con mejor esperanza matemática, pero este es la "tradición", (y por eso el más devaluado en premios), el más pintoresco con el sorteo televisado con los "niños" de San Ildefonso sacando los premios, y forma parte del gran ritual supersticioso navideño.
Fase 3: Felicitaciones navideñas.
Esta fase se solapa con la de la lotería navideña en los primeros días, yendo más allá de ella, pero por motivos descriptivos las he separado.
Gente que durante todo el año ni se acuerda de ti, o que incluso te han estropeado sin remordimientos, gente a la que le importas una cosa, gente que es incluso atea o anticristiana, te felicita la Navidad, te desea felices fiestas y que tengas un feliz y/o próspero año nuevo.
Y cuando pasan las fechas vuelven otra vez a comportarse como siempre, a jorobarte, a ignorarte, a importarles un pimiento. Yo antes lo interpretaba como hipocresía. Y tenía razón. Es hipocresía, es falsedad. No tiene ningún sentido que la gente te desee feliz Navidad sólo de boquilla sin la intención de mover un dedo para ayudarte en algún problema rellenito que saben que tienes. Te deseo feliz Navidad pero tú te las apañes o que sea el espíritu santo el que te ayude. Estaría bien que alguna vez se produjera esta conversación:
- ¡Feliz Navidad!.
- Sabes de sobra que no va a ser feliz porque tengo este problema, y sé que no quieres mover un dedo para ayudar, así que por lo menos ahórrate la hipocresía y cállate, que me das vergüenza ajena.
O esta otra:
- ¡Feliz Navidad!.
- ¿Después de lo que me has hecho durante los meses anteriores? Vete a la mieeerdaaaa.
Pero ahora creo que esa hipocresía tiene una motivación supersticiosa. Si la gente no entra en el círculo de mostrar buenos deseos a los demás en esta época deben de sentir para sus adentros que van mal encaminados para empezar el año con buen pie. A lo mejor no son conscientes de ello, pero sí inconscientemente, y lo hacen por borreguismo porque lo hace todo el mundo, y tiene una motivación subyacente supersticiosa.
La televisión influye mucho en este comportamiento, porque no paran de desearte mucha felicidad (el resto del año que te joroben). Los mismos que manipulan las noticias como se les antoja o que criminalizan a quien se sale de la mentalidad impuesta, te desean mucha felicidad de repente: ¡Qué buenos se han vuelto! Otro motivo más para no ver televisión, como hago yo.
La prueba de que las felicitaciones navideñas tienen una motivación supersticiosa es que te las dedica lo mismo gente que te aprecia que a la que le importas un pimiento, lo mismo gente religiosa que cree en la Navidad que la que no, y sobre todo, sobre todo, gente que miente al felicitar, porque son sólo palabras pero no tienen intención de acompañarlas de nada más. Cada vez me dan más ardor de estomago las felicitaciones navideñas de gente semi-extraña o peor todavía, que sabes que no te aprecian.
Fase 4: Fin de año.
De nuevo, el fin de año se solapa con las felicitaciones navideñas.
Cuando yo era pequeño tenía la costumbre de comer, o mejor dicho, de intentar comer las 12 uvas en Nochevieja. Toda la familia lo hacíamos. Era un ritual estar preparado frente al televisor a que dieran las campanadas.
Ya entonces lo percibía como un ritual supersticioso, pero todavía no lo daba gran importancia, aunque no se me pasaba por la cabeza dejar de hacerlo.
Pero al hacerme mayor de alguna manera me volví más consciente de la tontería tan grande que es empezar el año medio atragantado y estresado por hacer una tarea claramente ridícula y sobre todo inviable como es intentar comerse una uva por segundo en una carrera contra el reloj de la Puerta del Sol, con el agravante de que siempre ganaba el reloj, porque el reloj tiene la costumbre inflexible de marcar el tiempo siempre a la misma velocidad. ¡Con lo bien que nos vendría que unas veces fuera más deprisa y otras más despacio!. Pero no hay manera.
A mí siempre me ha gustado comer despacio y con tranquilidad, masticando bien la comida y saboreándola, (es así además como más sano se come), y desde luego empezar el año con una carrera contra el reloj destinada al fracaso iba en contra de mi inexistente entrenamiento en comer rápido e iba en contra de mi deseo de empezar el año con tranquilidad.
Así que me volví consciente de que ese ritual lo hacía por contagio social, por lo que un fin de año decidí desecharlo. Supongo que haberme vuelto antisistema y antiborrego tras haber investigado y reflexionado mucho en asuntos sociopolíticos me facilitó el abandonar ese menso ritual y reirme también de la gente en esto. Debe ser otro síntoma de lo que llaman "madurar". Y lo sustituí por comerme un mazapán, que reconozco es también un ritual, pero que se disfruta mucho más, por:
⦁ Su delicioso sabor, porque me encantan los mazapanes, y es un producto muy navideño, más que las uvas realmente.
⦁ Ver cómo quien/es está/n a mi alrededor en esos momentos sufre, padece y rezuma tinta china de manera voluntaria e innecesaria, víctima de su superstición con las campanadas y las uvas, mientras yo estoy en un estado de relajación y placidez envidiable.
⦁ El silencioso primer minuto del año tras las campanadas, producido porque toda la gente está intentando terminar de tragar el atracón de uvas y por lo tanto no hace nada más, ni tirar petardos, ni gritar, ni aplaudir, ni nada. Cuando yo comía las uvas al estar sufriendo el proceso de deglución uvística tras las campanadas junto con el resto de la gente del barrio no podía prestar la atención a ese fenómeno del silencio previo a la juerga.
Y ahora mismo podría perfectamente no hacer nada en esos segundos que tras*curren desde que se acaba un año hasta que empieza el siguiente, pues ya no tengo esa superstición. Me como el mazapán como podría no comérmelo sin ningún malestar supersticioso.
Así que yo me volví consciente de que tomar las uvas era un ritual supersticioso, pero me he vuelto más consciente de que se trata de una gran superstición colectiva nacional porque, en los abundantes años que llevo desde que abandoné tal ritual, las diferentes personas con las que he pasado el fin de año me han comentado que me daría mala suerte. El miedo domina a la gente de una manera muy intensa. Si no, ¿cómo se explica que alguien habría de querer hacer la merluzez de comerse 12 uvas en 12 segundos sudando tinta china? Por miedo supersticioso.
Y no son sólo las uvas. Otro elemento supersticioso son las predicciones para el nuevo año, con las que la gente inútilmente intenta prever lo que va a pasar durante el próximo año. Predicciones de analistas bursátiles, de economistas, etc., con un fondo todas ellas supersticiosas en quienes les preguntan.
Fase 5: Reyes Magos.
La última fase incluye la Cabalgata de Reyes, en la que los padres erróneamente se empeñan con la excusa de generar "ilusión" y "felicidad" en los niños en estimular el pensamiento mágico en sus hijos en vez de empezar el entrenamiento en el pensamiento racional y crítico. Pero cómo lo van a hacer, ¡si los padres son los primeros que han caído en la gran superstición navideña!. No me extraña que de pequeños crean en los Reyes Magos, y de mayores en la democracia y en lo que les dice la televisión.
Y el régimen aprovecha para soltar un poco de propaganda multirracial, con un rey mago neցro para que los niños asocien neցro = trae regalos. ¡No me extraña que a los padres el régimen les dijera que los pagapensiones les iban a pagar las pensiones y se lo tragaran!.
Y tras el día de Reyes Magos, se acaba la gran superstición navideña, no sólo porque es la fecha oficial de terminación, sino porque toda la gente está hasta las mismísimas narices con una hartura que no puede más.
Y he aquí una cosa auténticamente misteriosa que siempre he observado con estupor: Si la época navideña es la leche de importante de tal forma que desde los medios de comunicación no paran de hablar de ello y todo el mundo lo tiene en mente y lo menciona, ¿por qué al acabar desaparece como si nunca hubiera existido, sin siquiera recordarlo o mencionarlo algunas veces? ¿Desde cuándo algo que nos decían que es tan importante se olvida de esa manera tan radical? Yo a las cosas que son importantes de verdad no las olvido ni corto de raíz. Y si menciono esto la gente incluso casi que se enfada, porque les haces ser conscientes de la gran tontería en la que han estado participando.
Esto prueba que no tiene en realidad ninguna importancia, y que todo el espectáculo no es sino una gran superstición colectiva, un ritual absurdo para consumir y para tener a la gente entretenida aprovechando dos fiestas religiosas y un cambio de año.
Última edición: