Віктор Чанов
Himbersor
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Podríamos escribir varios libros acerca de las aventuras de Kissinger en España. Hay una anécdota que nos ahorraría el trámite, y está relacionada con nuestro país vecino: Portugal.
Un investigador luso, Frederico Duarte Carvalho, se ha encargado de seguir el rastro de Kissinger en todo lo relativo a la política interior portuguesa. Según Duarte Carvalho la democracia de la que “disfruta” Portugal no es resultado de la revolución de los clavales, sino de algo que aconteció cuatro meses después, cuando el subdirector de la CIA, Vernon Walters, visitó Lisboa. En enero de 1975 llega a la capital portuguesa, por indicaciones de Walters y especialmente Kissinger, un nuevo embajador usano, Frank Carlucci. Según Duarte Carvalho, Carlucci estaba relacionado con asuntos turbios en el Congo, y más en concreto, con lo sucedido en enero de 1961 con Patrice Lumumba, asesinado por mercenarios belgas y norteamericanos. Tres meses después de la llegada de Carlucci a la embajada americana en Lisboa, los medios de comunicación portugueses filtraron la noticia de que la CIA planeaba un golpe de estado a muy corto plazo, con la intención de impedir un triunfo electoral de la izquierda, algo que parecía muy factible a tenor de varios sondeos. Duarte Carvalho afirma que a Estados Unidos no le hacía ninguna gracia que una coalición de socialistas y comunistas gobernase Portugal, y en la línea de lo sucedido en España con Carrero, y en Italia con Aldo jovenlandés.
Kissinger era un tipo bien informado, y sabía perfectamente en qué consistía la corriente entonces bautizada como “euro-comunismo”.
Las andanzas de Carlucci en Lisboa no son una simple “teoría de la conspiración”. Un medio nada sospechoso como la siempre oficialista página de la Wikipedia, afirma que el diplomático yanqui se trajo hasta ochenta mercenarios brasileños a Portugal, con la intención de tutelar el proceso de “democratización” del país, alejándose de cualquier tentación ultra-izquierdista o ultra-derechista. Su labor fue recompensada de forma inmediata, y en 1978, a su vuelta a Washington, será nombrado director adjunto de la CIA por el presidente Jimmy Carter (Mário Soares sería el hombre elegido para gobernar Portugal, así como para continuar el proceso de independencia de las antiguas colonias portuguesas).
Kissinger, decíamos, supervisó continuamente las tras*iciones “democráticas” de los países mediterráneos durante la década de los setenta y los ochenta. En visita oficial a Madrid, en 1980, se entrevista en privado con el presidente del gobierno español en tiempos, Adolfo Suárez, de la centrista UCD. Por primera vez, hablaría Kissinger a la prensa de un tema novedoso: el mundo del Islam. Todavía quedaba mucho tiempo para que el asunto del “choque de civilizaciones” llegara a las universidades, pero Kissinger sabía ya que el argumentario de la próxima década habría de introducir nuevos personajes: “España ocupa un lugar estratégico e histórico de gran importancia. Esa situación es de la mayor significación no sólo desde el punto de vista occidental, sino en lo que respecta a las relaciones de España con el mundo islámico”
En el "Cuéntame", y en círculos progres, se nos vende una tras*ición portuguesa muy romántica, la de la "revolución de los claveles", pero totalmente falsa...
Un investigador luso, Frederico Duarte Carvalho, se ha encargado de seguir el rastro de Kissinger en todo lo relativo a la política interior portuguesa. Según Duarte Carvalho la democracia de la que “disfruta” Portugal no es resultado de la revolución de los clavales, sino de algo que aconteció cuatro meses después, cuando el subdirector de la CIA, Vernon Walters, visitó Lisboa. En enero de 1975 llega a la capital portuguesa, por indicaciones de Walters y especialmente Kissinger, un nuevo embajador usano, Frank Carlucci. Según Duarte Carvalho, Carlucci estaba relacionado con asuntos turbios en el Congo, y más en concreto, con lo sucedido en enero de 1961 con Patrice Lumumba, asesinado por mercenarios belgas y norteamericanos. Tres meses después de la llegada de Carlucci a la embajada americana en Lisboa, los medios de comunicación portugueses filtraron la noticia de que la CIA planeaba un golpe de estado a muy corto plazo, con la intención de impedir un triunfo electoral de la izquierda, algo que parecía muy factible a tenor de varios sondeos. Duarte Carvalho afirma que a Estados Unidos no le hacía ninguna gracia que una coalición de socialistas y comunistas gobernase Portugal, y en la línea de lo sucedido en España con Carrero, y en Italia con Aldo jovenlandés.
Kissinger era un tipo bien informado, y sabía perfectamente en qué consistía la corriente entonces bautizada como “euro-comunismo”.
Las andanzas de Carlucci en Lisboa no son una simple “teoría de la conspiración”. Un medio nada sospechoso como la siempre oficialista página de la Wikipedia, afirma que el diplomático yanqui se trajo hasta ochenta mercenarios brasileños a Portugal, con la intención de tutelar el proceso de “democratización” del país, alejándose de cualquier tentación ultra-izquierdista o ultra-derechista. Su labor fue recompensada de forma inmediata, y en 1978, a su vuelta a Washington, será nombrado director adjunto de la CIA por el presidente Jimmy Carter (Mário Soares sería el hombre elegido para gobernar Portugal, así como para continuar el proceso de independencia de las antiguas colonias portuguesas).
Kissinger, decíamos, supervisó continuamente las tras*iciones “democráticas” de los países mediterráneos durante la década de los setenta y los ochenta. En visita oficial a Madrid, en 1980, se entrevista en privado con el presidente del gobierno español en tiempos, Adolfo Suárez, de la centrista UCD. Por primera vez, hablaría Kissinger a la prensa de un tema novedoso: el mundo del Islam. Todavía quedaba mucho tiempo para que el asunto del “choque de civilizaciones” llegara a las universidades, pero Kissinger sabía ya que el argumentario de la próxima década habría de introducir nuevos personajes: “España ocupa un lugar estratégico e histórico de gran importancia. Esa situación es de la mayor significación no sólo desde el punto de vista occidental, sino en lo que respecta a las relaciones de España con el mundo islámico”
En el "Cuéntame", y en círculos progres, se nos vende una tras*ición portuguesa muy romántica, la de la "revolución de los claveles", pero totalmente falsa...