Vlad_Empalador
Será en Octubre
La guardia civil que ha apiolado a sus dos hijas amenazaba a su exmarido: «¿A quién van a creer, a ti o a mí?»
El hombre dejó a su pareja porque la relación era tóxica y decía a sus allegados que tenía miedo de que le arruinara la vida
La custodia de las niñas, posible detonante del crimen en Quintanar del Rey (Cuenca)
Una agente mata a tiros a sus dos hijas y se suicida en Quintanar del Rey (Cuenca)
El padre de las niñas fallecidas (chaqueta azul marino) se abraza en la entrada del cuartel de la Guardia Civil. foto y vídeo: EP
Cruz Morcillo
Madrid
15/12/2022
Actualizado a las 19:19h.
16
Paola Buforn, la agente de 43 años que ha apiolado a sus hijas y luego se ha suicidado, amenazaba al que fue su marido, Santiago Escribano, con denunciarlo, según fuentes cercanas al padre de las niñas. «Soy guardia civil. ¿A quién van a creer a ti o a mí? », sostienen estas personas, que prefieren no dar su nombre.
Prefieren no dar su nombre por la cercanía a la familia, que llora devastada en un bajo de la casa familiar en pleno centro del pueblo a la espera de que les entreguen los cuerpos de las pequeñas. La autopsia determinará cuándo se produjeron los asesinatos porque pudieron cometerse horas antes de lo que se creía. La familia ha comprobado que las niñas ya no fueron el miércoles al colegio. Y nadie oyó las detonaciones, pese a la información que trascendió inicialmente.
A Paola la describen como una persona introvertida, distante y aislada, que eso sí no había mostrado en su trabajo ningún comportamiento anómalo. De puertas para adentro parece que esa cara cambiaba radicalmente. Santiago tenía miedo, y así lo había dicho a sus cercanos, a que ella acabara arruinándole la vida y había decidido separarse antes de que eso pasara. «Era una relación tóxica», insisten estas fuentes. «Las amenazas a él eran muy serias, pero las conocíamos muy pocos».
La pareja se separó hace más de año y medio aproximadamente y Santiago se fue a vivir con sus padres a la casa familiar en el centro de Quintanar del Rey, donde las niñas Iris, de 9 años y Lara, de 11, pasaban mucho tiempo. La custodia la tenía la progenitora, que vivía en un pabellón del cuartel con sus hijas desde hace meses, pero era habitual que la agente fuera a recoger a las crías a la vivienda de los abuelos. Vecinos y familiares coinciden en que «adoraban a su padre y a sus abuelos». «La abuela Mari estaba a todas horas con ellas porque su progenitora estaba trabajando», cuenta Adela, vecina puerta con puerta de los Escribano.
No se encuentra una buena palabra hacia la agente. Y no parece que el motivo sea exclusivamente los asesinatos atroces que ha cometido. «Era muy estirada, muy en su papel de guardia civil. Ni una buena palabra nunca», señala otra allegada de los Escribano. Un primo de la familia, que ha compartido mesa y mantel con ella cuando era pareja de Santiago, explica que se mantenía ajena en las reuniones familiares y que no tenía ningún interés en acercarse a una familia que es una piña. Excompañeros de Paola, que estuvo destinada un año en Torija, Guadalajara, antes de llegar a Cuenca en 2009 comparten ese carácter casi avinagrado. «Llegaba, hacía su trabajo y se marchaba. No podías contar con ella para nada más».
Aunque estaba destinada en Seguridad Ciudadana, fue designada como la agente encargada de violencia de género, tanto en la recogida de denuncias como para el seguimiento de los casos. El entorno de los Escribano asegura que esa condición también la esgrimía para amenazar a su pareja, pistola incluida.
«No es solo vivir… es sentirse vivo». Era la frase maniquea que encabezaba su perfil de Instagram. Dicen que en Quintanar no tenía amigos y que la pareja con la que mantuvo una relación intermitente tras separarse de su marido también la había dejado. No había pedido destino fuera, pero sí había amenazado a su ex con llevarse a las niñas de un pueblo que se había convertido para ella en un lugar inhóspito. Los cercanos tienen claro que ese es el motivo por el que «decidió llevárselo todo por delante».
El hombre dejó a su pareja porque la relación era tóxica y decía a sus allegados que tenía miedo de que le arruinara la vida
La custodia de las niñas, posible detonante del crimen en Quintanar del Rey (Cuenca)
Una agente mata a tiros a sus dos hijas y se suicida en Quintanar del Rey (Cuenca)
El padre de las niñas fallecidas (chaqueta azul marino) se abraza en la entrada del cuartel de la Guardia Civil. foto y vídeo: EP
Cruz Morcillo
Madrid
15/12/2022
Actualizado a las 19:19h.
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Paola Buforn, la agente de 43 años que ha apiolado a sus hijas y luego se ha suicidado, amenazaba al que fue su marido, Santiago Escribano, con denunciarlo, según fuentes cercanas al padre de las niñas. «Soy guardia civil. ¿A quién van a creer a ti o a mí? », sostienen estas personas, que prefieren no dar su nombre.
Prefieren no dar su nombre por la cercanía a la familia, que llora devastada en un bajo de la casa familiar en pleno centro del pueblo a la espera de que les entreguen los cuerpos de las pequeñas. La autopsia determinará cuándo se produjeron los asesinatos porque pudieron cometerse horas antes de lo que se creía. La familia ha comprobado que las niñas ya no fueron el miércoles al colegio. Y nadie oyó las detonaciones, pese a la información que trascendió inicialmente.
A Paola la describen como una persona introvertida, distante y aislada, que eso sí no había mostrado en su trabajo ningún comportamiento anómalo. De puertas para adentro parece que esa cara cambiaba radicalmente. Santiago tenía miedo, y así lo había dicho a sus cercanos, a que ella acabara arruinándole la vida y había decidido separarse antes de que eso pasara. «Era una relación tóxica», insisten estas fuentes. «Las amenazas a él eran muy serias, pero las conocíamos muy pocos».
La pareja se separó hace más de año y medio aproximadamente y Santiago se fue a vivir con sus padres a la casa familiar en el centro de Quintanar del Rey, donde las niñas Iris, de 9 años y Lara, de 11, pasaban mucho tiempo. La custodia la tenía la progenitora, que vivía en un pabellón del cuartel con sus hijas desde hace meses, pero era habitual que la agente fuera a recoger a las crías a la vivienda de los abuelos. Vecinos y familiares coinciden en que «adoraban a su padre y a sus abuelos». «La abuela Mari estaba a todas horas con ellas porque su progenitora estaba trabajando», cuenta Adela, vecina puerta con puerta de los Escribano.
No se encuentra una buena palabra hacia la agente. Y no parece que el motivo sea exclusivamente los asesinatos atroces que ha cometido. «Era muy estirada, muy en su papel de guardia civil. Ni una buena palabra nunca», señala otra allegada de los Escribano. Un primo de la familia, que ha compartido mesa y mantel con ella cuando era pareja de Santiago, explica que se mantenía ajena en las reuniones familiares y que no tenía ningún interés en acercarse a una familia que es una piña. Excompañeros de Paola, que estuvo destinada un año en Torija, Guadalajara, antes de llegar a Cuenca en 2009 comparten ese carácter casi avinagrado. «Llegaba, hacía su trabajo y se marchaba. No podías contar con ella para nada más».
Aunque estaba destinada en Seguridad Ciudadana, fue designada como la agente encargada de violencia de género, tanto en la recogida de denuncias como para el seguimiento de los casos. El entorno de los Escribano asegura que esa condición también la esgrimía para amenazar a su pareja, pistola incluida.
«No es solo vivir… es sentirse vivo». Era la frase maniquea que encabezaba su perfil de Instagram. Dicen que en Quintanar no tenía amigos y que la pareja con la que mantuvo una relación intermitente tras separarse de su marido también la había dejado. No había pedido destino fuera, pero sí había amenazado a su ex con llevarse a las niñas de un pueblo que se había convertido para ella en un lugar inhóspito. Los cercanos tienen claro que ese es el motivo por el que «decidió llevárselo todo por delante».