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COLAS DEL HAMBRE COVIDLas colas del hambre continúan en las calles de España un año después del inicio de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo
La esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha agravado el problema del hambre en España. Más allá de unos Servicios Sociales no considerados esenciales durante el confinamiento, casi un año después cientos de familias continúan recurriendo a grupos de apoyo mutuo.
  • Varias personas hacen cola para recibir alimentos. - Cedida
Varias personas hacen cola para recibir alimentos. — Cedida
MADRID
14/02/2021 09:12
GUILLERMO MARTÍNEZ@GUILLE8MARTINEZ
Ya se había decretado el estado de alarma. La mayor parte de los comercios de España permanecían cerrados y muchas personas presenciaban cómo era la primera vez que su movilidad se encontraba restringida. Los días que vinieron después del 14 de marzo de 2020 no fueron buenos para nadie, y Chighali Siid lo sabía. Desde su casa de València no dejaba de ver en televisión cómo muchas personas ni siquiera tenían para comer. Algo había que hacer: creó una red de apoyo vecinal y solidario en el que cada uno aportaba lo que podía y a cada uno se le daba lo que necesitaba. Como si fuera el estribillo de una canción que, en esos momentos en los que el hambre acucia, entonar es más necesario que nunca.
Su historia es una de las cientos que se dieron a lo largo y ancho del país. Donde la Administración no llegaba, pues no consideraron esenciales a los Servicios Sociales, allí estaba el vecindario. Una vez más. Siid habló con Jhonny Vallés, un compañero con el que coincidió mientras estudiaba educación social, para armar Aguante Social, tal y como llamaron al grupo de apoyo que se extendió por todos los barrios de València capital y algunos pueblos adyacentes. Él es de Mauritania; Vallés, de Ecuador: "Siempre hemos sentido el racismo muy de cerca, y ver lo que estaba pasando nos hizo comprender que mucha gente como nosotros, que no siempre hemos tenido un trabajo estable o la posibilidad de estudiar, podía pasarlo muy mal. Muchos trabajan en B y con el estado de alarma dejaron de tener ingresos".

"Los dos primeros días no pudimos comprar nada de comida porque todo eran llamadas de gente que la necesitaba"
Ese es el relato que realiza Siid del génesis de Aguante Social. Empezaron con gente cercana que respondió al momento: "Los dos primeros días no pudimos comprar nada de comida porque todo eran llamadas de gente que la necesitaba", dice. Gracias a Valencia Acoge, desde donde les hicieron el salvoconducto pertinente, él y su compañero podían ir por las tardes a los supermercados a comprar. El primer mes atendieron a más de 200 familias y la recaudación superó los 3.000 euros. "Con el tiempo pudimos ir organizando todo un poco más. Pedimos ayuda también a gente, por si querían ser voluntarios, y descentralizamos el tema. Si alguien de un determinado lugar necesitaba comida, pañales o lo que fuera, intentábamos contactar con algún voluntario que estuviera cerca. Así descongestionamos un poco todo", desarrolla.

El miedo durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo
Era tal la demanda que les fue imposible cubrirla por completo. La mayoría de las personas a las que ayudaron procedían de Latinoamérica, pero también gente de jovenlandia, Senegal, Argelia y Rumanía. "También dimos comida a españoles, y nos sorprendió mucho que se vieran en esa situación", comenta. Tuvieron que priorizar, y así lo hicieron: primero, las madres solteras con menores a su cargo; segundo, las mujeres que estaban solas y las familias con hijos; y, después, las personas individuales y familias sin hijos. "Todo el mundo estaba muy preocupado y con miedo. La mayoría de ellos estaban regularizando su situación, pensaban que por fin podrían encontrar un trabajo en España y con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo perdieron todos sus sueños. Muchos ya habían superado todas las trabas que te pone el Estado español para regularizar la situación, pero parece que todo volverán a ser trabas de nuevo", dice Siid.

A día de hoy, Aguante Social continúa funcionando: la esa época en el 2020 de la que yo le hablo tan solo ha acuciado los problemas que ya existían. "Conseguimos algo más de dinero para el material escolar que algunas familias necesitaban en septiembre", agrega. Ahora intentan registrarse como asociación. Su único objetivo es ayudar a que las personas migrantes puedan realizar el papeleo burocrático acompañados de alguien que les pueda guiar. "El acompañamiento es esencial. Hay mucha gente que no entiende bien las cosas, que se pierde... Esta gente ha dejado atrás su tierra, su familia, lo poco que tenían seguro para venir aquí, ¿qué nos cuesta acompañarles?", reflexiona este educador social.

Los Servicios Sociales, alejados de la realidad
"Esta gente ha dejado atrás su tierra, su familia, lo poco que tenían seguro para venir aquí"
La problemática del hambre en España no es nueva. Pedro Cabrera, experto en pobreza extrema, exclusión social y sinhogarismo, afirma desde Madrid que "mucho antes de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, la seguridad alimentaria como objetivo universal estaba lejos de haberse conseguido en una de las metrópolis más ricas del planeta". La gente que necesitaba comida era derivada al Banco de Alimentos o a diversas ONG, "eran lanzados al convento o al despacho de Cáritas formando colas en las aceras. Durante el último tercio del siglo XX habíamos conseguido que esas colas vergonzosas de pobres se eliminaran, dándoles un tratamiento más digno, decente y discreto, pero ha vuelto esa exposición morbosa y degradante ante los peatones que las presencian".
Así pues, el número de personas que se movían en la frontera de la vulnerabilidad se multiplicó y volvieron a ocupar las calles esperando algo de comida. Desde su perspectiva como sociólogo, lo que más le irrita es que los Servicios Sociales públicos no fueran considerados esenciales durante el confinamiento y las restricciones de movilidad. "No se puede enviar un kilo de garbanzos por teléfono", ilustra Cabrera. "Los Servicios Sociales suelen pasar la pelota cuando se trata de cubrir una de las necesidades materiales más básicas, como es proporcionar comida que llevarse a la boca", en sus propios términos.

De hecho, Cabrera, también alcalde de Valdepiélagos, no pasa por alto que "cuando los grupos autogestionados han pedido alguna ayuda a las entidades sociales, no solo se les ha negado, sino que desde las alcaldías y comunidades autónomas les han pedido el listado de pobres", un aspecto que corroboran todas las fuentes consultadas en este artículo. "Entonces, ¿qué hacen desde los Servicios Sociales: administrar la pobreza o luchar contra ella? No tenemos estructuras administrativas basadas en derechos que puedan afrontar una crisis de estas características. Aunque en este país tenemos muy corta la memoria política, si no vamos a un escenario donde las prestaciones sociales básicas sean absolutamente universales y trasciendan el vaivén de los partidos políticos, nada ni nadie nos asegura que esto no volverá a suceder", explica el experto. Y agrega: "El régimen laboral en el que viven los profesionales de los Servicios Sociales de inestabilidad y saturación hace muy complicado que ellos puedan empoderar a nadie porque también lo tienen que hacer con ellos mismos".

Dando cenas antes, durante y después
Al fin y al cabo, "el efecto revelador que la esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha puesto de relieve ante la opinión pública ya era un hecho evidente para cualquiera que se moviera en la exclusión económica más fuerte", según Cabrera. Así lo defiende, también, Concha Colina, integrante de Plaza Solidaria, un colectivo que proporciona cenas calientes a quien lo necesite en el barrio de Lavapiés, en Madrid. "Empezamos hace nueve años y tan solo somos gente que ayuda a otra. Cocinamos la comida en nuestra casa y la entregamos en tuppers, de lunes a sábado a las 20.00 horas", explica la voluntaria. Ya conocidos en el popular barrio, con el paso del tiempo decidieron constituirse como asociación y así poder recepcionar las diferentes donaciones que les apoyan en su labor.

"Entre los voluntarios no tenemos un perfil concreto. Somos gente de 18 a 80 años entre los que nos encontramos chinos, franceses, italianos y estadounidenses", continúa Colina. En un ejercicio de memoria, y para demostrar que el hambre en España no es nada nuevo, recuerda cómo las consecuencias de la crisis económica de 2008 se dejaban notar entre los comensales: "Venían desde pensionistas hasta gente en situación de calle. Me impresionó ver, también, a jóvenes que estaban estudiando en la capital pero que ni ellos ni sus familias podían enfrentar más gastos que la matrícula y el hospedaje, así que venían a por comida", asegura.

Ella empezó a participar en Plaza Solidaria hace siete años y, según dice, nunca se le olvidará la imagen de los ancianos que se sentaban en los bancos de Tirso de Molina, el lugar en el que empezaron los repartos, a esperar a que llegaran con los tuppers. La esa época en el 2020 de la que yo le hablo también les arrebató la plaza, así que se integraron en la Plataforma La CuBa, donde decenas de voluntarios se volcaron de forma solidaria para dar apoyo y proporcionar la manutención que muchas otras personas del vecindario no tenían a su alcance. La CuBa estuvo en el local del Teatro del Barrio, por aquel entonces cerrado debido al confinamiento, desde donde dieron soporte alimentario a 3.000 vecinos.
 
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