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Madmaxista
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La esa época en el 2020 de la que yo le hablo está polarizando la economía alemana en un bloque industrial y exportador que consolida su recuperación y un comercio minorista y unos servicios lastrados por las restricciones y dependientes de las ayudas públicas que se quedan progresivamente atrás.
El enquistamiento de esta creciente dualidad está haciendo aflorar, cuando se cumple un año del primer parón generalizado en Alemania, las repercusiones que esta fractura está teniendo en el empleo, el consumo y las cuentas públicas en un país hasta ahora modelo de la economía social de mercado.
Los expertos empiezan a percibir los riesgos de esta situación. "La economía alemana se ha polarizado claramente durante el semestre invernal. Mientras la industria afianza el suelo y apenas sufre en la segunda ola, los servicios con contactos intensos vuelven a la casilla de salida", aseguró el economista jefe del Instituto de la Economía Global (IfW), Stefan Kooths.
Efectivamente la actividad industrial ha registrado una tendencia alcista en los últimos meses -salvo el tropezón de enero por cuellos de botella en la industria automovilística-, especialmente la dedicada a la exportación.
De hecho las exportaciones han registrado avances mensuales desde el pasado mayo, aunque 2020 se cerró con una caída interanual del 9,3 % por el desplome de marzo y abril.
La economista Monika Schnitzer, miembro del consejo asesor del Gobierno alemán, explicó esta semana que la recuperación nacional en los últimos meses se debe en gran medida a la demanda procedente de los mayores socios comerciales de Alemania, China y Estados Unidos, que han salido con mayor fuerza de la crisis que Europa.
Los servicios -de la cultura y el ocio a la restauración y el turismo- no pueden levantar cabeza. La mayoría se han visto forzados a cerrar -u operar con grandes limitaciones- desde que en noviembre comenzaron las restricciones para atajar la segunda ola de la el bichito.
Empleo, consumo y déficit
El mercado laboral se ha resentido, aunque mucho menos que el de otros países, gracias al Kurzarbeit, el sistema alemán de jornada reducida, según explicó recientemente el presidente de la Agencia Federal de Empleo (BA), Detlef Scheele. En enero la población empleada había caído en la primera economía europea un 1,6 % en términos interanuales (714.000 personas) y la tasa de desempleo se había incrementado hasta el 6,3 % (509.000 personas más).
Otra consecuencia es, como apuntaba el último informe mensual del Ministerio de Economía, el descenso del consumo privado, "ligado especialmente al contacto social".
Según la Oficina Federal de Estadística (Destatis), el consumo privado cayó el año pasado un 5% (descontando la inflación), el mayor retroceso registrado en Alemania desde 1970. La mayor demanda de alimentos y vehículos no pudo compensar la caída de los servicios. En todas estos cambios se ve la huella de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
En algunos sectores la situación es especialmente crítica. Según Destatis, la facturación de la restauración caía este enero un 69,9 % en términos interanuales y las pernoctaciones en Alemania se habían derrumbado en ese mismo período un 76 %.
Aquí de nuevo la dualidad, según el último informe mensual del Ministerio de Economía: "Mientras la situación del empleo en la industria se relajó, los servicios se mostraron pesimistas. Especialmente en el comercio minorista los cierres están contrayendo el empleo".
Para paliar los efectos de la crisis el Gobierno alemán ha puesto en marcha un amplio paquete de ayudas. Según el Ministerio de Economía, hasta el momento se han destinado cerca de 89.500 millones de euros a ayudas a empresas y unos 25.000 millones a sufragar el "Kurzarbeit".
Esta situación ha hecho imposible seguir aplicando la máxima alemana de la estabilidad presupuestaria, un mantra en Berlín desde la crisis del euro. "La época del déficit cero se ha acabado", sentenció esta semana el economista Achim Truger, otro de los miembros del consejo asesor del Gobierno alemán.
Con 2020 y 2021 como los dos presupuestos federales con mayor endeudamiento de la historia de Alemania, la tasa de déficit público se disparó el año pasado hasta el 4,2 % y el consejo asesor estima que este año se mantendrá en niveles similares (4,1 %).
La deuda pública, que llegó a situarse por debajo del 60% del PIB antes de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, cerró 2020 en torno al 70% del PIB, según distintas previsiones.
La esa época en el 2020 de la que yo le hablo fractura Alemania en un pujante bloque industrial y un deprimido sector del comercio y servicios
El enquistamiento de esta creciente dualidad está haciendo aflorar, cuando se cumple un año del primer parón generalizado en Alemania, las repercusiones que esta fractura está teniendo en el empleo, el consumo y las cuentas públicas en un país hasta ahora modelo de la economía social de mercado.
Los expertos empiezan a percibir los riesgos de esta situación. "La economía alemana se ha polarizado claramente durante el semestre invernal. Mientras la industria afianza el suelo y apenas sufre en la segunda ola, los servicios con contactos intensos vuelven a la casilla de salida", aseguró el economista jefe del Instituto de la Economía Global (IfW), Stefan Kooths.
Efectivamente la actividad industrial ha registrado una tendencia alcista en los últimos meses -salvo el tropezón de enero por cuellos de botella en la industria automovilística-, especialmente la dedicada a la exportación.
De hecho las exportaciones han registrado avances mensuales desde el pasado mayo, aunque 2020 se cerró con una caída interanual del 9,3 % por el desplome de marzo y abril.
La economista Monika Schnitzer, miembro del consejo asesor del Gobierno alemán, explicó esta semana que la recuperación nacional en los últimos meses se debe en gran medida a la demanda procedente de los mayores socios comerciales de Alemania, China y Estados Unidos, que han salido con mayor fuerza de la crisis que Europa.
Los servicios -de la cultura y el ocio a la restauración y el turismo- no pueden levantar cabeza. La mayoría se han visto forzados a cerrar -u operar con grandes limitaciones- desde que en noviembre comenzaron las restricciones para atajar la segunda ola de la el bichito.
Empleo, consumo y déficit
El mercado laboral se ha resentido, aunque mucho menos que el de otros países, gracias al Kurzarbeit, el sistema alemán de jornada reducida, según explicó recientemente el presidente de la Agencia Federal de Empleo (BA), Detlef Scheele. En enero la población empleada había caído en la primera economía europea un 1,6 % en términos interanuales (714.000 personas) y la tasa de desempleo se había incrementado hasta el 6,3 % (509.000 personas más).
Otra consecuencia es, como apuntaba el último informe mensual del Ministerio de Economía, el descenso del consumo privado, "ligado especialmente al contacto social".
Según la Oficina Federal de Estadística (Destatis), el consumo privado cayó el año pasado un 5% (descontando la inflación), el mayor retroceso registrado en Alemania desde 1970. La mayor demanda de alimentos y vehículos no pudo compensar la caída de los servicios. En todas estos cambios se ve la huella de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
En algunos sectores la situación es especialmente crítica. Según Destatis, la facturación de la restauración caía este enero un 69,9 % en términos interanuales y las pernoctaciones en Alemania se habían derrumbado en ese mismo período un 76 %.
Aquí de nuevo la dualidad, según el último informe mensual del Ministerio de Economía: "Mientras la situación del empleo en la industria se relajó, los servicios se mostraron pesimistas. Especialmente en el comercio minorista los cierres están contrayendo el empleo".
Para paliar los efectos de la crisis el Gobierno alemán ha puesto en marcha un amplio paquete de ayudas. Según el Ministerio de Economía, hasta el momento se han destinado cerca de 89.500 millones de euros a ayudas a empresas y unos 25.000 millones a sufragar el "Kurzarbeit".
Esta situación ha hecho imposible seguir aplicando la máxima alemana de la estabilidad presupuestaria, un mantra en Berlín desde la crisis del euro. "La época del déficit cero se ha acabado", sentenció esta semana el economista Achim Truger, otro de los miembros del consejo asesor del Gobierno alemán.
Con 2020 y 2021 como los dos presupuestos federales con mayor endeudamiento de la historia de Alemania, la tasa de déficit público se disparó el año pasado hasta el 4,2 % y el consejo asesor estima que este año se mantendrá en niveles similares (4,1 %).
La deuda pública, que llegó a situarse por debajo del 60% del PIB antes de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, cerró 2020 en torno al 70% del PIB, según distintas previsiones.
La esa época en el 2020 de la que yo le hablo fractura Alemania en un pujante bloque industrial y un deprimido sector del comercio y servicios
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