La equivocación de Antonio García-Trevijano - De la corrupción social en el Estado de Partidos

veritas et virtus

Himbersor
Desde
15 Mar 2020
Mensajes
756
Reputación
843
Lugar
Incierta
La equivocación de Antonio García-Trevijano
De la corrupción social en el Estado de Partidos

Por Atanasio Noriega - 18 de diciembre de 2020

CoQkxHt.png


Si, como explicaba Maquiavelo, “pocos se corrompen con poco”, mucha ha tenido que ser la corrupción española para llegar a la práctica corrupción de todos, es decir, para afectar hoy a toda la sociedad civil, rebasando así los límites de la clase estatal afincada hace cuatro décadas en el poder.

No voy a descubrir ahora nada nuevo, si afirmo que la corrupción de un orden establecido comienza antes por el gobierno y la clase gobernante, que por los desmanes del pueblo gobernado. Esto es algo que ya advirtió Montesquieu en su obra, hace muchos siglos. Hago mía pues su reflexión, al explicar que en la corrupción hay que diferenciar entre aquella que sucede cuando el pueblo no observa las leyes, y la que se produce cuando es corrompido por éstas. Este último es el caso en el que nos encontramos actualmente en España; donde para sostener el vicio formal y material que funda el régimen de poder y proteger a la clase estatal, todas las leyes han debido producirse, mas bien, para inculcar la corrupción misma en los gobernados. El espíritu que las promulga es efectivamente el de la propia corrupción en el Estado. Es por esta causa que cuanto mas se atiendan, mas corrompidos estarán aún los gobernados y mayor acomodo habrá para cualquier forma de tiranía. Tal y como se observa a través de todos los efectos visibles, que tanto indignan a las masas a pesar de ser, como explico, lo mas natural del mundo.

Lo anterior, abundar en ese propio ánima que funda la monarquía de Partidos, no puede sino abocar a la más monstruosa de las corrupciones, en un modo que, el propio nombre del horror se me hace insuficiente y tendría que echar mano de aquello que se considera inefable. Esto es lo que pretenden todos quienes hoy siguen apelando a la supuesta Constitución del 78 y llamándose a si mismos “constitucionalistas” (véase las facciones estatales de VOX, PSOE, Partido Popular o Podemos). Los mismos que, por otra parte, no parecen ponerse de acuerdo en el modo de imponer los cubrebocas y los medicamentos para enfermos, a toda la población.

Curtido en la propia acción política de oposición a la dictadura de Franco y no en los libros de teoría política, ya advierte Antonio García-Trevijano que sería un factor necesario del Gobierno, la corrupción misma que lo fundaba. Pero queriendo sin embargo ser benevolente, equivocó su estimación de futuro, al prever que bastaría poco mas de una generación cultural, para que todo cayese derrumbado. Y es esta la cuestión principal que pretendo estudiar y analizar en este articulo.

La desgracia que produce una situación regida por el consenso político es la de que, no habiendo disidencia, el pueblo se corrompe por dinero y olvida sus propios negocios. Se presta mas atención a recibir un sueldo, que a los asuntos que ocupen al Gobierno; se mira mas el anticipo de cualquier cantidad dineraria, que al porvenir que resultará de lo recibido. Son esas propias recompensas las que ya evidencian una decadencia, como sucedía en los gobiernos de Nerón, Calígula o Caracalla que, por su exceso, pervirtieron el honor en favor de las dignidades.

Como en el reinado de Tiberio, donde se elevaron estatuas a los delatores y se envilecieron tanto esos honores que los propios distinguidos los rechazaban, hoy en España estamos en el mismo camino; a través de las distinciones y honores fatuos que otorgan Televisiones y Medios para las masas de este Régimen. No hay sino deshonra en cualquier dignidad que se premia.

También Maquiavelo, en su libro primero sobre la década de Tito Livio, observa como la represión desde el poder aumenta debido a la impotencia popular para juzgar los delitos de lesa majestad. Algo que, a la luz de la magistratura, habría que traducir como la inexistencia de toda independencia judicial. Y hoy es evidente en España como, peor aun que el abandono penal del delito de la sedición, es el del agravio público causado por la monarquía en su propia jefatura. Una monarquía que ya se impuso olvidando su principio en el honor y para coronar a una oligarquía de oportunistas ambiciosos.

Ciertamente supone una curiosidad histórica el nivel de degeneración alcanzado por la sociedad española, impotente en su propia degradación para siquiera sorprenderse ya por las corruptelas. El propio escándalo ya no supone novedad en una sociedad que mas que vivir, quiere morir en paz. La traición ni siquiera se contempla o considera como hecho en la sociedad, mientras que las palabras afirmen una sensación contraria. Ya no parece haber entonces una consideración al “verum et factum” en los términos de la epistemología de Vico, sino, exclusivamente, y tal y como lo señaló a menudo García-Trevijano, a la filosofía del “como si” de Vaihinger.

¿Por qué se produjo entonces la equivocación que da su provocador título a este artículo? Pues a tenor de lo observado, porque cualquier estimación dirigida hacia el control del futuro resulta imposible, siendo únicamente la naturaleza humana y su capacidad para la humillación, la que parece establecer unos límites. La verdadera acción política para la libertad política fundadora de la primera Constitución española, aumentará en la misma medida en la que se hagan insoportables la degeneración y sus efectos mentales y materiales. Por esta causa, y sabiendo que las leyes de la Naturaleza poseen una sabiduría infinitamente superior a cualquiera que sean las leyes producidas por los hombres, me gustaría que este artículo sirviese a cualquier persona, para comprender que lo que sucede en España y otros lugares de Europa, es perfectamente normal. No existe el menor motivo para la indignación, porque estamos asistiendo al devenir natural y acorde a los fundamentos propios de un Estado de Partidos o partidocracia. Esto es lo que debería de llevar a todas las personas inteligentes que haya, a actuar con la templanza propia de su condición y con la diligencia y el sosiego que se requiere en estas circunstancias.

Y ahora corran… ¡corran todos a votar!

Fuente: Diario Español de la República Constitucional
 
Volver