La epidemióloga que encontró una relación entre tatuajes y linfomas: «me enfada pensar que tanta gente esté tatuada y no sepamos nada al respecto»

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Un reciente estudio de la Universidad de Lund, en Suecia, encontró un mayor riesgo de linfoma en las personas que estaban tatuadas. El equipo, liderado por la doctora Christel Nielsen, incluyó a todos los pacientes de este tipo de cáncer hematológico, detectados entre el 2007 y el 2017, reflejados en el Registro Nacional de Cáncer de Suecia. Nielsen es epidemióloga y su carrera se ha centrado en cómo las sustancias químicas del mundo actual afectan a la salud, y respecto a los tatuajes, cree que todavía «se conoce muy poco». Por ello, se ha propuesto cambiarlo. Si bien la investigación que ha dirigido todavía es inicial, cree que tiene un gran futuro por delante.


—¿Que sustancias contienen las tintas empleadas en los tatuajes?

—Básicamente, son mezclas de distintas sustancias químicas. A muchas las conocemos de antes, de otros usos. Según el tonalidad, varían los componentes. En general, tenemos metales pesados, como arsénico, cromo o cobalto, en todas las tintas. Las negras contienen hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH, por sus siglas en inglés); y las tintas más coloridas contienen azoderivados, de los cuales muchos están prohibidos en la Unión Europea, porque cuando se exponen al sol, al láser, o a una fuente de calor, se degradan en aminas aromáticas, que son potencialmente cancerígenas.


—¿Cómo es posible que estas sustancias estén presentes en la tinta? Especialmente en la Unión Europea, que se caracteriza por unos controles de seguridad muy estrictos.


—Sí, totalmente.Tenemos legislación europea desde el 2022, con la que intentaron establecer una serie de límites en las concentraciones de muchos de estos químicos, pero más allá de esto, no tengo respuesta a tu pregunta. Es en parte por lo que empecé la investigación, porque me parece muy raro que no tuviésemos nada. Algunos países habían legislado por su cuenta al respecto. Personalmente, una de las razones que puede explicar esta situación es que este tema se ha pasado por alto, porque muchos de estos químicos se emplean en el mundo de la cosmética o maquillaje, por ejemplo, pero el uso en los tatuajes, que se inyecten en el cuerpo, se ha ignorado.


—¿Cuál fue la idea inicial que les hizo comenzar la investigación?

—Mi especialidad es la epidemiología ambiental, así que investigo sustancias químicas en nuestro medio y cómo afectan a nuestra salud. Es posible que yo tenga uno o dos tatuajes (se ríe). Así que, por curiosidad, se me dio por mirar qué decía la ciencia sobre su efecto. Aluciné cuando vi que casi no había nada de estudios al respecto. Cuando empecé a meterme en el asunto, me di cuenta de que se le había prestado bastante atención, a nivel general, a las sustancias presentes en la tinta. Entonces, sabíamos que podía haber ciertos componentes tóxicos en ellas; otros estudios habían concluido que el pigmento podría migrar desde la piel hasta los nódulos linfáticos. De hecho, se ha visto que podría ser una parte bastante grande la que se mueve de la piel y se va a otra parte del cuerpo. Así que mi curiosidad se centró en saber si todo esto podría llevar a un incremento del riesgo de enfermedad.


—Una vez nos hacemos un tatuaje, ¿qué pasa en nuestro cuerpo?

—El pigmento se introduce en la capa más baja de la piel, donde están los vasos sanguíneos y los vasos linfáticos. Así que, básicamente, metemos estas partículas externas, y el organismo lo percibe como un intruso, como algo que no debe estar ahí. Así que se activa el sistema inmune. Es decir, cuando alguien se hace un tatuaje hay una respuesta inmunológica, por ejemplo, la piel se pone roja. Y durante ese proceso, hay células específicas del sistema inmune que cogen ese pigmento y se lo llevan a los nódulos linfáticos para luchar contra ellos. Incluso, es posible que se conduzcan a otras partes del cuerpo, pero no lo sabemos todavía.


—En otras palabras, es una agresión.

—Sí, totalmente. Como un bichito. Es decir, tienes algo en tu cuerpo que no debería estar ahí y tu sistema inmune intenta eliminarlo.


—Muchos tenemos tatuajes. Si nos paramos a pensarlo, esta práctica no tiene demasiado sentido, ¿no?

—Claro. Yo soy muy sueca y yo pensaba que, si uno puede ir a un estudio y hacerse un tatuaje pagando por ello, tendría que ser algo seguro, porque en Suecia todo es muy seguro, claro. Eso pensaba.


—¿Cuáles fueron las conclusiones de su investigación?

—Lo que vimos es que los participantes que tenían tatuajes presentaban un riesgo superior a un 20 % de desarrollar un linfoma en comparación a aquellos que no los tenían. Pero es cierto que este es el primer estudio que se ha hecho a gran escala, por lo que es demasiado pronto para establecer conclusiones fijas sobre si un tatuaje podría causar cáncer. Necesitamos más investigación. Aunque pienso que los resultados seguirán esta dirección.


—En el estudio señalaban que el efecto se incrementó, en un grupo de pacientes, en los dos años siguientes a hacerse un tatuaje, y en otro grupo de personas, en un tiempo superior a la década. ¿Por qué este salto temporal?


—Sí. Pienso que tiene sentido si entendemos cómo se desarrolla un tumor cancerígeno. Porque podemos tener un proceso que lo inicie, pero el linfoma, por ejemplo, es una entidad que tarda muchos años en desarrollarse, entre 10 y 15. Nos sorprendió ver la estadística de ese grupo de personas en las que el crecimiento era de dos años o menos. Creemos que pudo deberse a dos factores: o bien que la persona ya tuviese el proceso cancerígeno en marcha, o bien que el tatuaje actuase como un desencadenante. Esto son hipótesis.


—¿Observaron si el tamaño del tatuaje aumentaba el riesgo?

—No, no vimos que el tamaño importase. De hecho, no era lo que esperaba. Contaba con que, cuanto más grande, más tinta y por lo tanto, más tóxicos debería suponer. Pero no lo pudimos confirmar. También es cierto que solo estudiamos el efecto en el linfoma. Es posible que, como los nódulos linfáticos son pequeños, solo sean capaces de coger una cantidad determinada y el resto se distribuya a otra parte del organismo o que el cuerpo lo deseche. No lo sabemos. También es cierto que no poder establecer la diferencia entre un tatuaje pequeño y uno grande podría deberse a la metodología del estudio, porque la gente no fuese capaz de distinguir qué es uno y qué es otro.


—Dice que la tinta podría distribuirse o podría eliminarse. Esto es como decir que se desconoce lo que sucede con ella en nuestro cuerpo.


—Sí, totalmente. No lo sabemos. Es difícil de creer y hasta insultante. ¿Por qué nadie se ha parado a estudiar esto antes? Me enfada el hecho de pensar que tanta gente está tatuada y casi no sepamos nada al respecto.


—La tinta de tonalidad rojo es a la que se atribuyen más reacciones de salud. ¿Tiene algo de especial?

—Sí, se relaciona mucho con reacciones alérgicas, por ejemplo. Como decía, hay mucho que desconocemos. Es decir, no sabemos si se debe a las sustancias químicas concretas en la tinta o al hecho de que tenemos partículas de ella en nuestro organismo, que se quedan ahí, y pueden activar nuestro sistema inmune. Intentamos ver el efecto de tonalidad por tonalidad, pero no vimos una gran diferencia. También es cierto que esto se podría explicar porque casi todos tenemos tatuajes neցros, y son menos los que tienen de otro tonalidad.


—¿Por dónde cree que continuará esta línea de investigación?

—En primer lugar, creo que necesitamos más estudios parecidos para ver si los resultados se repiten, en diferentes poblaciones o países. Pero también creo que es necesario ver qué pasa en otros tipos de cánceres, porque no sabemos si la tinta llega al riñón, al hígado o a los pulmones. Y después, creo que también sería interesante que, si vemos que tiene un efecto en el cáncer, podría significar que el sistema inmune está alterado y ser un desencadenante, a su vez, de enfermedades autoinmunes.


—¿Tiene pensado seguirla usted misma?

—Sí. Y me hace mucha ilusión que los investigadores posdoctorales se están interesando más y más. Tenemos una química que se va a centrar en los químicos de las tintas, y otro compañero que se centrará en cuánto se desecha. Para ello vamos a colaborar con un estudio de tatuaje de Lund, que nos pondrá en contacto con sus clientes para extraer sangre antes y después del tatuaje.
 
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Me nutre. Si llega a ser algo serio, será un excelente liquidador de borregos. Entiendo que es algo que actúa a largo plazo, no obstante. 10 ó 15 años dice esta señora.

Yo no quiero ser maniqueo y dividir el mundo entre buenos que se salvan y malos que palman, pero entre las banderillas, los tatuajes, las chicas fumando como chimeneas desde adolescentes, y demás hábitos gilipollescos, como fumar marihuana sin control, no es imposible que el número de fulastres vivos descienda.
 
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