La desnacionalización del dinero. Hilo para realizar una lectura compartida sobre la obra de Hayeck.

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Madmaxista
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Abro este hilo como una forma de apiolar el aburrimiento. En esta larga espera a que Rusia y China empiecen a realizar intercambios comerciales este invierno con sus respectivos CBDC con todo lo que ello implica, todo parece listo para sentencia e implica un auténtico ****** este proceso poco agradable en el que estamos inmersos.

@sociedadponzi Le dije que abriría este hilo en algún momento, pues bueno, si le apetece participar, bienvenido sea.

LA DESNACIONALIZACION DEL DINERO Friedrich A. Hayek

INTRODUCCIÓN DEL AUTOR

En todos los países del mundo, la avaricia y la injusticia de los príncipes de los Estados soberanos, abusando de la confianza de sus subditos, han disminuido gradualmente la cantidad verdadera del metal que primitivamente contenían sus monedas.

Adam Smith, La riqueza de las naciones (1776) I, iv, ed. Glasgow, Oxford 1976, p. 43.


Los "subditos", así expresado, desde un ámbito general, siempre han sido cómplices del envilecimiento de sus monedas y lo seguimos siendo. Nada que achacar en ese sentido.

Tengo mala memoria, @Hic Svnt Leones, disculpe, quiero recurrir a sus conocimientos. ¿Qué revueltas importantes hubo con anterioridad al siglo XVIII motivadas de manera específica por la composición de la moneda?.


En mi desesperada búsqueda de una solución política factible para lo que técnicamente es el problema más simple, el frenar la inflación, ...

Frenar la inflación no debería ser un problema político siempre que una sociedad tenga claro qué es su moneda, y manda bemoles que se refiera a frenar la inflación como un problema "técnico" simple, dadas las circunstancias.

... expuse, en una conferencia pronunciada el año pasado , una sugerencia un tanto sorprendente cuyo desarrollo ha abierto nuevos e insospechados horizontes. No podía menos de profundizar en esta idea, ya que la tarea de prevenir la inflación me ha parecido siempre de la máxima importancia, no sólo por el daño y sufrimiento que causan las de carácter grave, sino también porque estoy convencido desde hace tiempo de que incluso las de menor grado producen las depresiones y paro periódicos que han constituido un agravio justificado contra el sistema de mercado y que deben ser corregidos si queremos que sobreviva la sociedad libre.

Lo aterrador es que cierto proceso inflacionario se da por hecho con el dinero fiat, aquí lo pretendido es que dicho proceso se encuentre atenuado.

El desarrollo de la idea de sustraer al gobierno el monopolio de la emisión de dinero puso de manifiesto unas perspectivas teóricas fascinantes y mostró la posibilidad de adoptar medidas que nunca se habían considerado.

En cuanto uno se libera de la creencia universal aunque tácitamente aceptada de que el gobierno debe proporcionar al país una moneda específica y exclusiva, surgen todo tipo de temas interesantes que hasta ahora no se habían planteado.


Mal empezamos en la introducción, El dinero es una convención social la cual facilita el comercio y el ser humano acaba generando autoridades con el fin de blindar dichas convenciones.

Convención y autoridad mantienen un estrecho lazo, si Hayek no es capaz de señalar este hecho aquí tenemos un problema. Pues no se trata de una idea preconcebida de la cual uno pueda desprenderse sin mas.

El resultado ha sido una incursión en un campo totalmente inexplorado. En esta breve obra sólo puedo presentar algunos descubrimientos efectuados en el primer reconocimiento del terreno.

Estamos deseosos de leer dichos descubrimientos.

Por supuesto, me doy perfecta cuenta de que sólo he arañado la superficie del conjunto de nuevas materias y que me encuentro aún muy lejos de haber solucionado todos los problemas que surgirían con la existencia de una multiplicidad de monedas concurrentes. De hecho, tendré que hacer preguntas a las que no puedo responder y tampoco puedo tratar todos los problemas teóricos que aflorarían al explicar esta nueva situación.

Habrá que trabajar mucho más sobre este tema, pero ya hay indicios de que la nueva idea ha cautivado la imaginación de otras personas y que algunos jóvenes están estudiando este problema. El resultado más importante en esta fase es que el principal fallo del orden de mercado y la causa de las justificadas censuras que se le dirigen —su susceptibilidad de atravesar periódicas épocas de depresión y desempleo— es una consecuencia de un antiquísimo monopolio del Estado: el de emisión de moneda.


Tan antiguo es dicho monopolio que referirnos a un tipo de mercado anterior nos retrotrae al trueque.

Empiezo a verle las costuras a Hayek, siempre buscamos un culpable comprensible para nuestros problemas, forzamos un encarnamiento en algo. En este caso en el estado.

No me cabe la menor duda de que la empresa privada, si no se lo hubiera impedido el Estado, hace tiempo que habría ofrecido al público diversas monedas y aquellas que hubieran prevalecido en la competencia habrían sido esencialmente estables en cuanto a su valor, impidiendo tanto el excesivo estímulo a la inversión como los consecuentes períodos de contracción.

Señalar que las empresas privadas ofrecerán monedas sin especificar el tipo de monedas que podrían ser ofrecidas , su lógica de emisión, su limitación o su naturaleza es lo mismo que no decir nada en la era del dinero fiat.

La demanda de libre emisión de moneda puede parecer al principio justificadamente sospechosa, ya que en el pasado tal demanda ha sido efectuada por personas con marcadas inclinaciones inflacionistas. Empezando por la mayoría de quienes abogaban por la "libertad bancaria" a principios del siglo XIX (incluso una parte importante de los defensores del "principio bancario") hasta los agitadores en favor del "dinero libre" (Freigeld) —Silvio Gesell [22] y los planes del Mayor C.H. Douglas [13], H. Rittershausen [51] y Henry Meulen [44]— en el siglo XX todos pedían la emisión libre porque querían más dinero.

Supongo que ese es el rasgo distintivo del siglo XX.

Frecuentemente, yacía la sospecha bajo sus argumentos de que el monopolio del gobierno contradecía el principio general de la libertad de empresa, pero todos sin excepción creían que el monopolio había conducido a una restricción de dinero indebida en lugar de a una oferta generosa.

Pasa algo curioso con el dinero, todo el mundo desea que este se expanda pero a su vez también desea que presente un freno para que no valga cero.

Eso explica el triunfo de la deuda en nuestra sociedad.

La deuda ofrece expansión infinita mientras preserva una aureola de juego de suma cero.

Desde luego, no reconocieron que el Estado, y no la empresa privada, es quien nos había proporcionado ese Schwundgeld (dinero encogible) que recomendara Silvio Gesell. Añadiré solamente, para atenerme al tema central, que no me dejaré arrastrar a la discusión de la interesante cuestión metodológica acerca de si es posible argumentar algo significativo sobre circunstancias de las que no se tiene prácticamente ninguna experiencia, aunque este hecho es importante para el método de la teoría económica en general.

¿...?.

En conclusión, diré que esta tarea me ha parecido lo suficientemente importante y urgente como para interrumpir durante algunas semanas la obra a la que he dedicado todos mis esfuerzos durante los últimos años, faltando por completar el tercer volumen 3 . El lector comprenderá que en estas circunstancias y en contra de todas mis costumbres, después de haber terminado el primer borrador del texto de la presente obra, dejé la larga y pesada tarea de pulir la exposición y prepararla para la publicación en manos del Sr. Arthur Seldon, Director Editorial del Institute for Economic Affairs, cuya labor había hecho ya más legibles algunos de mis ensayos cortos publicados por ese Instituto y que ha aceptado esta carga. Suyos son, en particular, los encabezamientos de las subsecciones y los temas de discusión del final.

El título — que mejora considerablemente el que yo inicialmente había dado a mi trabajo— fue sugerido por el "Director General del Instituto, Mr. Ralph Harris, a quien estoy profundamente agradecido por haber hecho posible la presente publicación. De lo contrario, probablemente no habría aparecido en mucho tiempo, dado que debo a los lectores de mi Derecho, legislación y libertad el no distraerme de su terminación más tiempo del necesario para escribir las líneas generales de mi argumento sobre la desnacionalización del dinero. Pido excusas a los muchos amigos para quienes resultará obvio que en los últimos años, al estar ocupado con problemas totalmente distintos, no he podido leer lo que han publicado en relación con el mencionado problema, lo que probablemente me habría enseñado mucho, además de serme de gran utilidad al escribir esta obra.

Salzburgo, 30 de junio de 1976


Pues con esto concluye la introducción al libro. Mañana retomo el asunto.
 
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Conclusiones 135 El patrón oro no es la solución

Se podría confiar en impedir las violentas fluctuaciones del valor del dinero que han tenido lugar a lo largo de los últimos años volviendo al patrón oro o a algún otro régimen de tipos de cambio fijos. Sigo creyendo que, mientras la administración del dinero esté en manos del gobierno, el único sistema tolerablemente seguro, con todas sus imperfecciones, es el patrón oro. Por supuesto, podemos mejorarlo, pero no a través del gobierno. Siendo innegable que el patrón oro tiene graves defectos, los detractores de tal medida pueden ciertamente señalar que se precisa una dirección centralizada de la oferta de dinero en las circunstancias actuales para contrarrestar la inestabildad inherente al actual sistema crediticio. Pero una vez se reconozca que esta inestabilidad inherente al sistema crediticio es un efecto de la estructura de depósitos bancarios producida por el control monopolista de la oferta de dinero real en el que han de abonarse estos depósitos, estas objeciones caen por su propio peso. Si queremos que sobrevivan la libre empresa y la economía de mercado (cosa que hasta los defensores de la llamada "economía mixta" desean), no tenemos más opción que sustituir el monopolio estatal de la moneda y los sistemas nacionales monetarios por la libre competencia entre bancos emisores privados. El control del dinero nunca ha estado en manos de instituciones cuyo único y exclusivo, interés fuera ofrecer al público la moneda que éste prefiriera de entre la variedad ofrecida y que al mismo tiempo dedicasen su existencia al cumplimiento de las expectativas que habían creado. Puede que, al principio, con una competencia libre entre distintos tipos de dinero, las monedas más populares fueran las de oro. Por este mismo hecho, el aumento de la demanda de oro conduciría a tal incremento (y quizás también a violentas fluctuaciones) del precio del oro que, aunque todavía se utilizara generalmente para atesorarlo, pronto dejaría de ser una unidad conveniente para las tras*acciones comerciales y la contabilidad. Desde luego, debería mantenerse la misma libertad para su utilización, pero no creo que esto le concediera la victoria sobre otras clases de dinero emitido privadamente cuya demanda dependiera de que su cantidad se regular a de suerte que su pode r adquisitivo se mantuvier a constante. El mismo hecho que actualmente hace que el público se fíe más del oro que del papel moneda controlado por el gobierno, es decir, que su cantidad total no pueda ser manipulada a voluntad al servicio de metas políticas, le haría aparecer a la larga inferior al dinero fiduciario utilizado por instituciones competidoras cuyo negocio dependería de que regularan correctamente la cantidad de sus emisiones para mantener el valor de sus unidades aproximadamente constante.
 
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