Elpaisdelasmaravillas
Madmaxista
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Hay un lugar en el país que vive ajeno al desastre económico que cruje a España desde 2008. Hablamos, por supuesto, de Ibiza, la isla cuyo nombre evoca a duquesas hippies, millonarios despatarrados en sus yates y discjockeys legendarios como David Guetta, Erick Morillo y Carl Cox. ¿Su secreto? Dedicarse exclusivamente al negocio más lucrativo de nuestro país. Según un informe del verano pasado, publicado por la Fundación Impulsa Balears, el producto interior bruto ibicenco alcanza los 2.925 millones de euros anuales, de los cuales un 89,4% los genera directamente el sector servicios. Joan Sufí, presidente de la Confederación de Asociaciones Empresariales de Baleares (CAEB), va un poco más allá: calcula que el turismo y sus industrias auxiliares suponen el 99% de los ingresos de la isla.
Colapso a varios niveles
En realidad, la pasada temporada supuso un nuevo récord de visitantes. Llegaron al aeropuerto 3.458.716 turistas, un 5,94 por ciento más que en 2016, año que también rompió el techo histórico. ¿Es posible, entonces, que haya descontento en la isla? “Los que vivimos aquí todo el año tuvimos la misma impresión: masificación en las playas, caravanas de coches, colapso de los servicios , desgaste del entorno natural y una constante sensación de que Ibiza ya no aguanta este nivel de oleada turística”, explica Patricia Quinteiro, directora ejecutiva de Pat Comunicaciones, que trabaja con empresas emblemáticas como Privilege, Supermartxé y Nikki Beach.
La alarma, en realidad, viene de la baja asistencia a los clubes de la isla, que además ya no lideran las tendencias de música electrónica global, sino que apuestan por los estilos consolidados. “Para mí la primera causa de que vaya menos gente a los clubes emblemáticos es que hay una mayor oferta de ocio. Los turistas ya no acuden todas las noches a macrodiscotecas, sino que van una o dos veces y el resto del tiempo disfrutan de una ruta alternativa de beach clubs, chiringuitos, restaurantes, etcétera. El segundo motivo del bajón puede tener que ver con los altos precios de entrada y de las bebidas”, apunta Quinteiro. El coste medio de las copas es de dieciocho euros, diez las cervezas y nueve la botella pequeña de agua. La entrada a cualquiera de las grandes discotecas suele rondar los 60 euros por noche.
Expertos preocupados
Un foro de debate Organizado por DJ Mag aportaba nuevos datos, gracias a los testimonios de varios expertos. Nicole Moudaber, productora y discjockey, resumía el problema principal: “Los chavales ya no pueden permitirse los precios de la isla. Ahora todo está orientado hacia los ricos y los famosos. Nos estamos alejando del espíritu igualitario sobre el que se construyó el atractivo de esta isla (…) Estamos siguiendo el camino que marcó Las Vegas hace cinco años, pero la escena de allí está muriendo, así que no es buena idea. No se puede recortar una pista de baile para poner mesas VIP”, señala.
Coincide con en su enfoque el veterano Juan Roselló, que recuerda la época dorada de los clubes. “En los años noventa, antes de la mesas VIP, celebridades como Jamiroquai y Naomi Campbell se mezclaban tranquilamente con gente corriente que acudía Ibiza para divertirse. Ahora parece que hay una experiencia para los ricos y otra para el resto. Eso no puede funcionar a largo plazo. La propuesta de Ibiza consistía en que todo el mundo compartiese el mismo sentimiento, la misma música y la misma energía”. Para hacernos una idea, Roselló recuerda cuando alquilar una tumbona y una sombrilla en la playa te salía por tres euros. Ahora, dependiendo de la zona y la hora, te puede salir por 25, 50 ó 75 euros. Algunos ricos pagan a sus empleados para que madruguen y hagan cola para tener disponibles los mejores sitios.
Demasiada avaricia
La legendaria discoteca Space tuvo que cerrar el año pasado, ya que no le renovaron la licencia. A pesar de ser el club con más prestigio de la isla, la todopoderosa familia Matutes decidió recuperar un espacio de su propiedad para montar Hï Ibiza, otro superclub de lujo -muchos dirán que hortera- en la onda de Ushüaia, que inauguraron en 2011. “Mi opinión es que hay demasiados eventos masivos. Se concentra casi todo el mundo en unos pocos lugares. Hemos ido demasiado lejos. Todo se ha vuelto demasiado agresivo y competitivo”, señala Rosell. Los Matutes conciben la isla como una inmensa zona VIP a la que sacar el máximo beneficio, por eso apuestan por experiencias a medida de las celebridades y las élites globales. “Se habla de que los Matutes van a construir viviendas accesibles para que los empleados puedan permitirse la estancia mientras trabajan. El problema es que darán prioridad a los contratados en sus negocios y al final será una forma de que gran parte de la nómina vuelva inmediatamente a sus cuentas”, sospecha Juan Arenas, gestor de la recta final de Space. Nos guste o no, el antiguo paraíso hippie de Baleares cada vez esta más cerca de la lógica de Miami, Las Vegas y Montecarlo.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en el diagnóstico: “Ibiza afronta un cambio. Los empresarios quieren sacar dinero, pero una persona normal no puede pagar seis mil euros por una semana de vacaciones. Confío en el mercado reajuste la oferta y la demanda”, apunta Juan Arnau, máximo responsable de Elrow, una empresa española de fiestas electrónicas, con creciente éxito internacional.
Para Patricia Quinteiro, lo que falla es la atención al grupo de visitantes que no son millonarios. “Pienso en todos esos restaurantes de la isla sin chefs famosos ni estrellas Michelín. Son lugares donde no tienen ni idea de lo que es un “menú del día” ni tienen muy claro cuánto es admisible cobrar por una cerveza, por muy paradisíaco y turístico que sea el entorno. El problema es que hay muchos servicios que no son VIP pero se cobran como si lo fueran. Hay mucha especulación, que es lo que está ahogando y pasando factura a la isla”, denuncia.
En la prensa de tendencias, se proponen destinos alternativos para cluberos con presupuestos ajustados. Los dos más fuertes son Novalja (Croacia) y Ayia Napa, otra isla mediterránea (situada en Chipre) con tiempo espléndido y corazón fiestero. También es cierto que las llevan mencionando estas dos opciones una década sin que peligre el dominio de Ibiza.
Muchas fiestas, escasa variedad
Los veteranos recuerdan tiempos mejores. Por ejemplo, Rafa de Siria, discjockey y directivo de Ibiza Global Radio, una de las emisoras más escuchadas de la isla. “Antes Ibiza era vanguardia, ahora se apuesta por lo seguro. Hay quince o viente discjockeys que han demostrado de venden tickets y todos los promotores les quieren para sus fiestas. Ya no se hacen contratos de exclusividad con las discotecas, así que los mismos nombres tocan una y otra vez en distintas salas durante todo el verano. Con esta situación, lo que más sufre es la variedad musical. También se ha ido imponiendo la figura de la celebridad que pincha, pongamos una Paris Hilton. No es algo que critique, está claro que tienen su público, pero esa llegada de personajes del corazón quita espacio a las propuestas más arriesgadas”, señala.
También denuncia la escasa protección de las autoridades municipales de la programación musical. “Todo son trabas para los locales de música en vivo. Es triste que haya cerrado el Teatro Pereyra, una sala con treinta años de trayectoria que ofrecía música en directo todos los días. Era parte de la esencia de Ibiza”, destaca. Para acabar, nos confirma otra inercia negativa: la isla ofrece escasas oportunidades a los discjockeys españoles. “Antes, al menos, los residentes locales pinchaban en el mejor horario; ahora se limitan a hacer el calentamiento de las estrellas anglosajonas. Se podría apostar perfectamente por nombres de aquí como Uner o Dennis Cruz, pero cada vez vienen menos”, remata.
Música: La decadencia de los clubes de Ibiza: han perdido la mitad de su público
El segundo motivo del bajón puede tener que ver con los altos precios de entrada y de las bebidas”, apunta Quintero. El coste medio de las copas es de dieciocho euros, diez las cervezas y nueve la botella pequeña de agua. La entrada a cualquiera de las grandes discotecas suele rondar los 60 euros por noche.
"Puede tener que ver" a tope esa audacia.
Colapso a varios niveles
En realidad, la pasada temporada supuso un nuevo récord de visitantes. Llegaron al aeropuerto 3.458.716 turistas, un 5,94 por ciento más que en 2016, año que también rompió el techo histórico. ¿Es posible, entonces, que haya descontento en la isla? “Los que vivimos aquí todo el año tuvimos la misma impresión: masificación en las playas, caravanas de coches, colapso de los servicios , desgaste del entorno natural y una constante sensación de que Ibiza ya no aguanta este nivel de oleada turística”, explica Patricia Quinteiro, directora ejecutiva de Pat Comunicaciones, que trabaja con empresas emblemáticas como Privilege, Supermartxé y Nikki Beach.
La alarma, en realidad, viene de la baja asistencia a los clubes de la isla, que además ya no lideran las tendencias de música electrónica global, sino que apuestan por los estilos consolidados. “Para mí la primera causa de que vaya menos gente a los clubes emblemáticos es que hay una mayor oferta de ocio. Los turistas ya no acuden todas las noches a macrodiscotecas, sino que van una o dos veces y el resto del tiempo disfrutan de una ruta alternativa de beach clubs, chiringuitos, restaurantes, etcétera. El segundo motivo del bajón puede tener que ver con los altos precios de entrada y de las bebidas”, apunta Quinteiro. El coste medio de las copas es de dieciocho euros, diez las cervezas y nueve la botella pequeña de agua. La entrada a cualquiera de las grandes discotecas suele rondar los 60 euros por noche.
Expertos preocupados
Un foro de debate Organizado por DJ Mag aportaba nuevos datos, gracias a los testimonios de varios expertos. Nicole Moudaber, productora y discjockey, resumía el problema principal: “Los chavales ya no pueden permitirse los precios de la isla. Ahora todo está orientado hacia los ricos y los famosos. Nos estamos alejando del espíritu igualitario sobre el que se construyó el atractivo de esta isla (…) Estamos siguiendo el camino que marcó Las Vegas hace cinco años, pero la escena de allí está muriendo, así que no es buena idea. No se puede recortar una pista de baile para poner mesas VIP”, señala.
Coincide con en su enfoque el veterano Juan Roselló, que recuerda la época dorada de los clubes. “En los años noventa, antes de la mesas VIP, celebridades como Jamiroquai y Naomi Campbell se mezclaban tranquilamente con gente corriente que acudía Ibiza para divertirse. Ahora parece que hay una experiencia para los ricos y otra para el resto. Eso no puede funcionar a largo plazo. La propuesta de Ibiza consistía en que todo el mundo compartiese el mismo sentimiento, la misma música y la misma energía”. Para hacernos una idea, Roselló recuerda cuando alquilar una tumbona y una sombrilla en la playa te salía por tres euros. Ahora, dependiendo de la zona y la hora, te puede salir por 25, 50 ó 75 euros. Algunos ricos pagan a sus empleados para que madruguen y hagan cola para tener disponibles los mejores sitios.
Demasiada avaricia
La legendaria discoteca Space tuvo que cerrar el año pasado, ya que no le renovaron la licencia. A pesar de ser el club con más prestigio de la isla, la todopoderosa familia Matutes decidió recuperar un espacio de su propiedad para montar Hï Ibiza, otro superclub de lujo -muchos dirán que hortera- en la onda de Ushüaia, que inauguraron en 2011. “Mi opinión es que hay demasiados eventos masivos. Se concentra casi todo el mundo en unos pocos lugares. Hemos ido demasiado lejos. Todo se ha vuelto demasiado agresivo y competitivo”, señala Rosell. Los Matutes conciben la isla como una inmensa zona VIP a la que sacar el máximo beneficio, por eso apuestan por experiencias a medida de las celebridades y las élites globales. “Se habla de que los Matutes van a construir viviendas accesibles para que los empleados puedan permitirse la estancia mientras trabajan. El problema es que darán prioridad a los contratados en sus negocios y al final será una forma de que gran parte de la nómina vuelva inmediatamente a sus cuentas”, sospecha Juan Arenas, gestor de la recta final de Space. Nos guste o no, el antiguo paraíso hippie de Baleares cada vez esta más cerca de la lógica de Miami, Las Vegas y Montecarlo.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en el diagnóstico: “Ibiza afronta un cambio. Los empresarios quieren sacar dinero, pero una persona normal no puede pagar seis mil euros por una semana de vacaciones. Confío en el mercado reajuste la oferta y la demanda”, apunta Juan Arnau, máximo responsable de Elrow, una empresa española de fiestas electrónicas, con creciente éxito internacional.
Para Patricia Quinteiro, lo que falla es la atención al grupo de visitantes que no son millonarios. “Pienso en todos esos restaurantes de la isla sin chefs famosos ni estrellas Michelín. Son lugares donde no tienen ni idea de lo que es un “menú del día” ni tienen muy claro cuánto es admisible cobrar por una cerveza, por muy paradisíaco y turístico que sea el entorno. El problema es que hay muchos servicios que no son VIP pero se cobran como si lo fueran. Hay mucha especulación, que es lo que está ahogando y pasando factura a la isla”, denuncia.
En la prensa de tendencias, se proponen destinos alternativos para cluberos con presupuestos ajustados. Los dos más fuertes son Novalja (Croacia) y Ayia Napa, otra isla mediterránea (situada en Chipre) con tiempo espléndido y corazón fiestero. También es cierto que las llevan mencionando estas dos opciones una década sin que peligre el dominio de Ibiza.
Muchas fiestas, escasa variedad
Los veteranos recuerdan tiempos mejores. Por ejemplo, Rafa de Siria, discjockey y directivo de Ibiza Global Radio, una de las emisoras más escuchadas de la isla. “Antes Ibiza era vanguardia, ahora se apuesta por lo seguro. Hay quince o viente discjockeys que han demostrado de venden tickets y todos los promotores les quieren para sus fiestas. Ya no se hacen contratos de exclusividad con las discotecas, así que los mismos nombres tocan una y otra vez en distintas salas durante todo el verano. Con esta situación, lo que más sufre es la variedad musical. También se ha ido imponiendo la figura de la celebridad que pincha, pongamos una Paris Hilton. No es algo que critique, está claro que tienen su público, pero esa llegada de personajes del corazón quita espacio a las propuestas más arriesgadas”, señala.
También denuncia la escasa protección de las autoridades municipales de la programación musical. “Todo son trabas para los locales de música en vivo. Es triste que haya cerrado el Teatro Pereyra, una sala con treinta años de trayectoria que ofrecía música en directo todos los días. Era parte de la esencia de Ibiza”, destaca. Para acabar, nos confirma otra inercia negativa: la isla ofrece escasas oportunidades a los discjockeys españoles. “Antes, al menos, los residentes locales pinchaban en el mejor horario; ahora se limitan a hacer el calentamiento de las estrellas anglosajonas. Se podría apostar perfectamente por nombres de aquí como Uner o Dennis Cruz, pero cada vez vienen menos”, remata.
Música: La decadencia de los clubes de Ibiza: han perdido la mitad de su público
El segundo motivo del bajón puede tener que ver con los altos precios de entrada y de las bebidas”, apunta Quintero. El coste medio de las copas es de dieciocho euros, diez las cervezas y nueve la botella pequeña de agua. La entrada a cualquiera de las grandes discotecas suele rondar los 60 euros por noche.
"Puede tener que ver" a tope esa audacia.