M. Priede
Será en Octubre
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- 14 Sep 2011
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Por Santiago Armesilla y Guillermo del Valle.
Resumen: Entrevistamos a Guillermo del Valle, Licenciado en Derecho por la UAM y Máster en Práctica Jurídica por la Escuela de Práctica Jurídica de la UCM. Abogado ejerciente, colegiado en el ICAM, especializado en derecho procesal penal, civil y laboral, desde octubre de 2012 trabaja como autónomo en un despacho de abogados de Madrid. También es abogado del Turno de Oficio Penal desde noviembre de 2015. Hablamos con él de su paso por la política activa, sobre Historia de España y por su evolución ideológica desde el liberalismo al socialismo.
2) Se puede decir, por tanto, que tu evolución fue a la vez teórica y práctica. Estoy seguro que, si por ti fuera, llevarías a Fontarrón [barrio marginal del distrito de jovenlandesatalaz] a gente como Juan Ramón Rallo, Miguel Anxo Bastos o Jesús Huerta de Soto para que viesen, in situ, los efectos reales del capitalismo realmente existente, más que del capitalismo ideal que solo existe en sus textos y en sus cabezas. Quizás por eso, por ese fundamentalismo liberal o de mercado, sean impermeables a esa realidad social que viviste. ¿Estás de acuerdo con esto?
Sin duda, son impermeables a la realidad, viven instalados en el mito del libre mercado, como si la economía discurriera en una esfera metafísica, y no estuviera condicionada por el Estado, como si la economía no fuera en definitiva política. Eso les lleva a fundamentalismos tan absolutos como el de sostener que el Estado es el malo, o algo así, palabras que vino a pronunciar en una conferencia Huerta de Soto. Ya no es que el mito del emprendedor hecho a sí mismo que triunfa en el garaje sea un reduccionismo absurdo si no se contextualiza en la sociedad política donde esos fenómenos ocurren, nunca en sociedad políticas con Estados fallidos o ausentes como... qué se yo, Burundi (países de los que nunca hablan, por cierto, los del África subsahariana, donde hay verdaderos Estados mínimos, para deleite del "minarquismo"). Va más allá. Parece que, aunque lo silencien, ese emprendimiento individual no es ajeno a las condiciones estructurales y materiales de la sociedad política donde germina. Pero digo que el reduccionismo no se queda solo ahí, sino que desborda la contradicción cuando este mismo señor, investido a veces de conferenciante evangélico cuando dice esas sandeces, es catedrático en una universidad pública, y allí han montado el Máster de Escuela Austríaca. Orden espontáneo, ma non troppo que dirían los italianos. Bastos también da clases en la pública, y llama la atención dado que ambos son anarcocapitalistas. La realidad social y económica de la clase trabajadora en muchas ocasiones les es ajena por voluntad o decisión propia, es una venda en los ojos deliberada y voluntaria. Fíjate en la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, el propio Rallo ha venido exigiendo... ¡planificación central! Parece que la mano invisible y la responsabilidad individual a secas no funcionan. No tienen problemas en cabalgar contradicciones, que diría el otro, aunque a veces vayan más allá del absurdo.
3) Huerta de Soto, además, como profesor titular. Los ancaps son como los separatistas o los podemitas. Son enemigos declarados del Estado español pero viven de él. Son como garrapatas chupasangres. Y no solo enemigos del Estado español actual, el cual les ha dado todas las prebendas y bendiciones posibles, sino de cualquier forma de Estado español, les daría igual si fuese nacionalcatólico franquista o republicano y bolchevique. El anarcocapitalismo me parece una ideología anticivilización, muy propia de los tiempos postmodernos que corren, pero la izquierda indefinida y el separatismo también me lo parecen. Tienen muchos vasos comunicantes. Cuando se tradujo La acció humana de Mises al catalán, para el deleite de otro ancap, Xavier Sala i Martín, ahí se ve la conexión, que no es meramente editorial y sociológica. ¿Ves tú también esos vasos comunicantes?
Indudablemente. No es casual que todos los citados mantengan tesis a favor de la secesión. Tiene cierta coherencia ideológica. Son enemigos declarados del Estado, de cualquier Estado, y también de la idea de soberanía o de nación política. No hay más que escuchar o leer a Huerta o Bastos defendiendo una suerte de nacionalismo liberal, que no deja de ser una especie de reproducción de las tesis de Mises a favor de la secesión. Los Estados se convierten en clubes privados de libre asociación y desasociación. Un verdadero disparate. La tónica general sería plebiscitaria para estos austríacos, ir convocando constantes consultas para recabar la aceptación sobre la pertenencia o no a un Estado de sus partes. Además la última unidad administrativa investida de semejante potestad no sería necesariamente la región o autonomía, en España, sino, según la tesis de marras, el barrio, la ciudad, la calle. Ya no es la perversa Europa de las Regiones, sino más bien de las ciudades-Estado, una especie de unidades políticas minúsculas, territorio fértil para la deslocalización, el secreto bancario, el fraude o la elusión fiscal (hegemonizadas y amparadas, por supuesto, por la potencia geopolítica de turno en las coordenadas del capitalismo financiero). En sus versiones más lunáticas, lo que defendía el también ancap Hermann-Hoppe. Por eso todos ellos, por supuesto también Sala i Martín y el propio Rallo, han defendido la posibilidad de fragmentación de España, de privatización de nuestro territorio político, en donde nadie debería ser acreedor de privilegio alguno. Es imposible que no haya vasos comunicantes, porque al final el derecho a decidir de Podemos o de Errejón converge a la perfección con las tesis plebiscitarias y secesionistas de la Escuela Austríaca, de Mises, de Rothbard, de Hoppe, y de todos los replicantes españoles de estas tesis. Suena provocador pero podemos afirmarlo sin vergüenza: la supuesta izquierda está más cerca de la Escuela Austríaca que del marxismo. Igual que el federalismo asimétrico del PSOE es esencialmente igual al del PP cuando Lacalle defiende que el cupo vasco no es el problema, sino la solución. Como se comprenderá, es imposible enfrentar cualquier desafío secesionista desde la óptica del neoliberalismo.
Neoliberalismo:
Sí, sé que ellos no se definen como neoliberales, pero creo que hay una vuelta de tuerca al liberalismo clásico, a la pretensión originaria de "limitación de poder", al respeto, de cierta manera, al espacio propio de mercado y Estado. Ahora lo que se produce es un decantamiento, una toma de partido claramente contra el Estado, reafirmando el mito liberal, llevándolo a un extremo. Por eso, volviendo a la teoría del Derecho que mencionaba antes, estas escuelas son ya no detractoras de Marx, sino directamente del propio Kelsen, del positivismo jurídico. En la Escuela Austríaca y otras similares, se cultiva un iusnaturalismo muy claro, todo son instituciones "evolutivas", empezando por el derecho. Es la tesis del jurista Bruno Leoni.
Se cultiva la falacia naturalista, se describe el mercado con una armonía perfecta, se le confiere poderes casi divinos, y se trata de borrar al Estado del mapa. Es una distopía a la que nunca se llega, claro, que siempre choca con el principio de realidad. Cuando vienen mal dadas, el orden espontáneo no funciona, piden un rescate público o políticas de planificación central. Estado, en definitiva.
*************
Fíjate que el propio Rallo en alguna conferencia arremetía directamente contra la idea de soberanía nacional. Creo que con eso está todo dicho. La mejor tradición revolucionaria del liberalismo decimonónico, que por cierto tiene un cariz indudablemente jacobino y centralista, frente a los rescoldos neofeudales del Antiguo Régimen - de la reacción en su forma más pura -, nada tiene que ver con los liberales, neoliberales y libertarios actuales, enemigos declarados de la nación política, devotos de un fundamentalismo de mercado providencialista, de un abstencionismo demencial en política económica, fiscal, comercial o laboral, de la desregulación de los mercados financiero y laboral, del desguace por piezas del Estado. Que estén en contra de la idea de soberanía delimita una clara línea de fricción, de separación y de no retorno con ese liberalismo decimonónico revolucionario. No hay nexo posible entre el doceañismo, entre todo el proceso revolucionario del que hablaba Marx en sus escritos sobre España con, digamos, la Mont Pelerin Society, con esa deriva tan anglosajona de la derecha española de haberse imbuido del fundamentalismo de mercado de Thatcher y Reagan. Recuerdo cómo en una conferencia de prensa la dama de hierro sacó del bolso "Los fundamentos de la libertad" de Hayek y dijo "This is what we believe". Como si fuera la Biblia, y en cierta medida lo es. Sustituyen la idea de Dios por la del mercado. Es de un providencialismo que espanta. Llama la atención cómo una derecha reaccionaria, conservadora, anclada en esos vestigios feudales, luego conservadora hasta límites extremos, nacional-católica, de repente se haya vuelto "revolucionaria", digámoslo con todo el sarcasmo que se quiera. Es como un gran salto al vacío, una charlotada. La revolución fiscal de Lacalle, fórmulas así. Acuérdate que lo decían... venimos a hacer la revolución, contra el Estado que nos asfixia, que nos dice cuántas copas de vino tiene que beberse Mr. Aznar. Aunque por inercia (¡y por ausencia de alternativas!) la clase trabajadora vota en gran medida al PP (y al PSOE, claro), aquí en Madrid hay un PP asilvestrado en términos libertarios, una mezcla de coaching empresarial de garrafón, el del emprendedor exitoso del garaje, y los mantras ideológicos de siempre, los impuestos bajos o nulos y la sacrosanta libertad como latiguillo constante ante las veleidades del gobierno "comunista", ese que sólo habita en sus cabezas. La defensa de la unidad política es inviable con esa gente, con quienes creen que el cupo vasco es la solución y no el problema, o con quienes defienden para España el vaciamiento social del Estado y su centrifugación territorial. Son dos dinámicas convergentes e infames. Ese vaciamiento social del Estado - su estrangulamiento neoliberal - y la centrifugación territorial son dos caras de la misma moneda: un proyecto deliberado contra la clase trabajadora.
*************
Esto no ocurre por generación espontánea. Lo contaba mi amigo Luis de Velasco en su libro sobre el PSOE, sobre esas dos décadas que él vivió en primera persona, los 80 y los 90, en que se cocina el pastel: el Estado no podía ya producir, tampoco regular, tampoco redistribuir. Qué socialdemocracia más rara. Qué neoliberalismo más crudo.
Y claro todos esos problemas materiales flagrantes van entretejidos con la otra amenaza, producto de décadas de borrado del Estado: el secesionismo, pero no sólo, también los cantonalismos que existen en muchísimas regiones, el qué hay de lo mío más cerril e insolidario.
Y sin embargo, creo que no vamos a perder la batalla. Algo se mueve culturalmente, frente al liberalismo hegemónico, en este mundo líquido e individualista - verdaderamente es una patochada lo del “marxismo cultural”, una falta de respeto a Marx. Se aquilata un buen trabajo teórico, y hace falta combinarlo con la praxis política, yo creo que hay motivos para la esperanza sin querer caer en un optimismo infantil. Tenemos que coordinarnos, dar la batalla. Podemos se hunde, y los espacios en política se ocupan. Es un momento idóneo para hacerlo, para que esa izquierda materialista, jacobina, tome la alternativa frente a los populismos de baratillo.
6.7- Entrevista a Guillermo del Valle
Resumen: Entrevistamos a Guillermo del Valle, Licenciado en Derecho por la UAM y Máster en Práctica Jurídica por la Escuela de Práctica Jurídica de la UCM. Abogado ejerciente, colegiado en el ICAM, especializado en derecho procesal penal, civil y laboral, desde octubre de 2012 trabaja como autónomo en un despacho de abogados de Madrid. También es abogado del Turno de Oficio Penal desde noviembre de 2015. Hablamos con él de su paso por la política activa, sobre Historia de España y por su evolución ideológica desde el liberalismo al socialismo.
2) Se puede decir, por tanto, que tu evolución fue a la vez teórica y práctica. Estoy seguro que, si por ti fuera, llevarías a Fontarrón [barrio marginal del distrito de jovenlandesatalaz] a gente como Juan Ramón Rallo, Miguel Anxo Bastos o Jesús Huerta de Soto para que viesen, in situ, los efectos reales del capitalismo realmente existente, más que del capitalismo ideal que solo existe en sus textos y en sus cabezas. Quizás por eso, por ese fundamentalismo liberal o de mercado, sean impermeables a esa realidad social que viviste. ¿Estás de acuerdo con esto?
Sin duda, son impermeables a la realidad, viven instalados en el mito del libre mercado, como si la economía discurriera en una esfera metafísica, y no estuviera condicionada por el Estado, como si la economía no fuera en definitiva política. Eso les lleva a fundamentalismos tan absolutos como el de sostener que el Estado es el malo, o algo así, palabras que vino a pronunciar en una conferencia Huerta de Soto. Ya no es que el mito del emprendedor hecho a sí mismo que triunfa en el garaje sea un reduccionismo absurdo si no se contextualiza en la sociedad política donde esos fenómenos ocurren, nunca en sociedad políticas con Estados fallidos o ausentes como... qué se yo, Burundi (países de los que nunca hablan, por cierto, los del África subsahariana, donde hay verdaderos Estados mínimos, para deleite del "minarquismo"). Va más allá. Parece que, aunque lo silencien, ese emprendimiento individual no es ajeno a las condiciones estructurales y materiales de la sociedad política donde germina. Pero digo que el reduccionismo no se queda solo ahí, sino que desborda la contradicción cuando este mismo señor, investido a veces de conferenciante evangélico cuando dice esas sandeces, es catedrático en una universidad pública, y allí han montado el Máster de Escuela Austríaca. Orden espontáneo, ma non troppo que dirían los italianos. Bastos también da clases en la pública, y llama la atención dado que ambos son anarcocapitalistas. La realidad social y económica de la clase trabajadora en muchas ocasiones les es ajena por voluntad o decisión propia, es una venda en los ojos deliberada y voluntaria. Fíjate en la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, el propio Rallo ha venido exigiendo... ¡planificación central! Parece que la mano invisible y la responsabilidad individual a secas no funcionan. No tienen problemas en cabalgar contradicciones, que diría el otro, aunque a veces vayan más allá del absurdo.
3) Huerta de Soto, además, como profesor titular. Los ancaps son como los separatistas o los podemitas. Son enemigos declarados del Estado español pero viven de él. Son como garrapatas chupasangres. Y no solo enemigos del Estado español actual, el cual les ha dado todas las prebendas y bendiciones posibles, sino de cualquier forma de Estado español, les daría igual si fuese nacionalcatólico franquista o republicano y bolchevique. El anarcocapitalismo me parece una ideología anticivilización, muy propia de los tiempos postmodernos que corren, pero la izquierda indefinida y el separatismo también me lo parecen. Tienen muchos vasos comunicantes. Cuando se tradujo La acció humana de Mises al catalán, para el deleite de otro ancap, Xavier Sala i Martín, ahí se ve la conexión, que no es meramente editorial y sociológica. ¿Ves tú también esos vasos comunicantes?
Indudablemente. No es casual que todos los citados mantengan tesis a favor de la secesión. Tiene cierta coherencia ideológica. Son enemigos declarados del Estado, de cualquier Estado, y también de la idea de soberanía o de nación política. No hay más que escuchar o leer a Huerta o Bastos defendiendo una suerte de nacionalismo liberal, que no deja de ser una especie de reproducción de las tesis de Mises a favor de la secesión. Los Estados se convierten en clubes privados de libre asociación y desasociación. Un verdadero disparate. La tónica general sería plebiscitaria para estos austríacos, ir convocando constantes consultas para recabar la aceptación sobre la pertenencia o no a un Estado de sus partes. Además la última unidad administrativa investida de semejante potestad no sería necesariamente la región o autonomía, en España, sino, según la tesis de marras, el barrio, la ciudad, la calle. Ya no es la perversa Europa de las Regiones, sino más bien de las ciudades-Estado, una especie de unidades políticas minúsculas, territorio fértil para la deslocalización, el secreto bancario, el fraude o la elusión fiscal (hegemonizadas y amparadas, por supuesto, por la potencia geopolítica de turno en las coordenadas del capitalismo financiero). En sus versiones más lunáticas, lo que defendía el también ancap Hermann-Hoppe. Por eso todos ellos, por supuesto también Sala i Martín y el propio Rallo, han defendido la posibilidad de fragmentación de España, de privatización de nuestro territorio político, en donde nadie debería ser acreedor de privilegio alguno. Es imposible que no haya vasos comunicantes, porque al final el derecho a decidir de Podemos o de Errejón converge a la perfección con las tesis plebiscitarias y secesionistas de la Escuela Austríaca, de Mises, de Rothbard, de Hoppe, y de todos los replicantes españoles de estas tesis. Suena provocador pero podemos afirmarlo sin vergüenza: la supuesta izquierda está más cerca de la Escuela Austríaca que del marxismo. Igual que el federalismo asimétrico del PSOE es esencialmente igual al del PP cuando Lacalle defiende que el cupo vasco no es el problema, sino la solución. Como se comprenderá, es imposible enfrentar cualquier desafío secesionista desde la óptica del neoliberalismo.
Neoliberalismo:
Sí, sé que ellos no se definen como neoliberales, pero creo que hay una vuelta de tuerca al liberalismo clásico, a la pretensión originaria de "limitación de poder", al respeto, de cierta manera, al espacio propio de mercado y Estado. Ahora lo que se produce es un decantamiento, una toma de partido claramente contra el Estado, reafirmando el mito liberal, llevándolo a un extremo. Por eso, volviendo a la teoría del Derecho que mencionaba antes, estas escuelas son ya no detractoras de Marx, sino directamente del propio Kelsen, del positivismo jurídico. En la Escuela Austríaca y otras similares, se cultiva un iusnaturalismo muy claro, todo son instituciones "evolutivas", empezando por el derecho. Es la tesis del jurista Bruno Leoni.
Se cultiva la falacia naturalista, se describe el mercado con una armonía perfecta, se le confiere poderes casi divinos, y se trata de borrar al Estado del mapa. Es una distopía a la que nunca se llega, claro, que siempre choca con el principio de realidad. Cuando vienen mal dadas, el orden espontáneo no funciona, piden un rescate público o políticas de planificación central. Estado, en definitiva.
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Fíjate que el propio Rallo en alguna conferencia arremetía directamente contra la idea de soberanía nacional. Creo que con eso está todo dicho. La mejor tradición revolucionaria del liberalismo decimonónico, que por cierto tiene un cariz indudablemente jacobino y centralista, frente a los rescoldos neofeudales del Antiguo Régimen - de la reacción en su forma más pura -, nada tiene que ver con los liberales, neoliberales y libertarios actuales, enemigos declarados de la nación política, devotos de un fundamentalismo de mercado providencialista, de un abstencionismo demencial en política económica, fiscal, comercial o laboral, de la desregulación de los mercados financiero y laboral, del desguace por piezas del Estado. Que estén en contra de la idea de soberanía delimita una clara línea de fricción, de separación y de no retorno con ese liberalismo decimonónico revolucionario. No hay nexo posible entre el doceañismo, entre todo el proceso revolucionario del que hablaba Marx en sus escritos sobre España con, digamos, la Mont Pelerin Society, con esa deriva tan anglosajona de la derecha española de haberse imbuido del fundamentalismo de mercado de Thatcher y Reagan. Recuerdo cómo en una conferencia de prensa la dama de hierro sacó del bolso "Los fundamentos de la libertad" de Hayek y dijo "This is what we believe". Como si fuera la Biblia, y en cierta medida lo es. Sustituyen la idea de Dios por la del mercado. Es de un providencialismo que espanta. Llama la atención cómo una derecha reaccionaria, conservadora, anclada en esos vestigios feudales, luego conservadora hasta límites extremos, nacional-católica, de repente se haya vuelto "revolucionaria", digámoslo con todo el sarcasmo que se quiera. Es como un gran salto al vacío, una charlotada. La revolución fiscal de Lacalle, fórmulas así. Acuérdate que lo decían... venimos a hacer la revolución, contra el Estado que nos asfixia, que nos dice cuántas copas de vino tiene que beberse Mr. Aznar. Aunque por inercia (¡y por ausencia de alternativas!) la clase trabajadora vota en gran medida al PP (y al PSOE, claro), aquí en Madrid hay un PP asilvestrado en términos libertarios, una mezcla de coaching empresarial de garrafón, el del emprendedor exitoso del garaje, y los mantras ideológicos de siempre, los impuestos bajos o nulos y la sacrosanta libertad como latiguillo constante ante las veleidades del gobierno "comunista", ese que sólo habita en sus cabezas. La defensa de la unidad política es inviable con esa gente, con quienes creen que el cupo vasco es la solución y no el problema, o con quienes defienden para España el vaciamiento social del Estado y su centrifugación territorial. Son dos dinámicas convergentes e infames. Ese vaciamiento social del Estado - su estrangulamiento neoliberal - y la centrifugación territorial son dos caras de la misma moneda: un proyecto deliberado contra la clase trabajadora.
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Esto no ocurre por generación espontánea. Lo contaba mi amigo Luis de Velasco en su libro sobre el PSOE, sobre esas dos décadas que él vivió en primera persona, los 80 y los 90, en que se cocina el pastel: el Estado no podía ya producir, tampoco regular, tampoco redistribuir. Qué socialdemocracia más rara. Qué neoliberalismo más crudo.
Y claro todos esos problemas materiales flagrantes van entretejidos con la otra amenaza, producto de décadas de borrado del Estado: el secesionismo, pero no sólo, también los cantonalismos que existen en muchísimas regiones, el qué hay de lo mío más cerril e insolidario.
Y sin embargo, creo que no vamos a perder la batalla. Algo se mueve culturalmente, frente al liberalismo hegemónico, en este mundo líquido e individualista - verdaderamente es una patochada lo del “marxismo cultural”, una falta de respeto a Marx. Se aquilata un buen trabajo teórico, y hace falta combinarlo con la praxis política, yo creo que hay motivos para la esperanza sin querer caer en un optimismo infantil. Tenemos que coordinarnos, dar la batalla. Podemos se hunde, y los espacios en política se ocupan. Es un momento idóneo para hacerlo, para que esa izquierda materialista, jacobina, tome la alternativa frente a los populismos de baratillo.
6.7- Entrevista a Guillermo del Valle