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Madmaxista
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La 'rave' de los amos del mundo | Desde el más allá (más o menos) | Blogs | elmundo.es
Unseen Photos of Bohemian Grove Found
Planear guerras, diseñar exterminios, crear crisis mundiales, llenar las calles de cámaras y ponernos chips bajo la piel para controlarnos... La vida de los amos del mundo es de lo más estresante. Por eso no tiene nada de particular que de vez en cuando queden para liarla parda. Así, la segunda quincena de julio se celebra cerca de San Francisco una reunión sólo para hombres (blancos) conocida como Bohemian Grove. Dos semanas en las que 'los que mueven los hilos' en EEUU (y algún invitado extranjero) conspiran, trapichean, especulan, medran... se ponen hasta el ojal, hacen ceremonias satánicas, se visten de mujer y se dan por detrás. Mucho mito pero, como siempre, con sus gotitas de verdad. Si el presidente Herbert Hoover la calificó en su día como "la mejor fiesta para hombres del planeta" sería por algo.
Bohemian Grove es un recinto de un millar de hectáreas situada en Sonoma County (California). Es la sede de verano del Bohemian Club ('El Club de los Bohemios'), una sociedad fundada en 1872 por periodistas, escritores, artistas... de ahí el nombre (Mark Twain o Jack London fueron algunos de sus ilustres miembros y Oscar Wilde uno de sus invitados de lujo). La idea de crear una especie de Edén para intelectuales vividores era buena pero las instalaciones una ruina, así que decidieron invitar a gente con dinero e influencia que, a cambio de un donativo, podrían pasarse por la zona. Poco a poco, la iniciativa derivó en otra cosa: un club de gente (apodados los 'bohos') con pasta e influencias que se reunían unos días al año para pasárselo bien, hablar de su cosas, y hacer proselitismo y negocios.
Y ese es el espíritu que se ha mantenido desde entonces: lo más de lo más del gobierno, las finanzas, los medios de comunicación, la política, el arte... ha pasado por ahí. Por supuesto, la discreción siempre ha sido la marca de la casa. En primer lugar, porque hasta la invención del Facebook a nadie le hacía gracia que exhibieran fotos suyas puesto hasta las cejas. Por otra, la presencia de los capos de los medios de comunicación. Un ejemplo: cuando Dirk Mathison, de People, se inflitró, se topó con dos ejecutivos de Times Warner. La historia nunca se publicó.
Por supuesto, un club así genera una leyenda a su altura. Para algunos conspiranoicos es algo así como el santa santorum de los Illuminati (los 'auténticos' amos del mundo pese a que la orden se exinguió en 1784), que en realidad -según otros- no son más que lagartos que se disfrazan de personas. Cathy O'Brien, en Trance Formation of America (tan rigurosa como los informativos de una televisión autonómica) decía que se llevan a cabo rituales satánicos. Existe el rumor de que una de las atracciones es el sesso gayer. Esto último tiene algo de verdad.
Sobre el cónclave de poderosos, no hay discusión alguna de que va gente de lo más importante. Para hacerse una idea, baste decir que el Proyecto Manhattan se fraguó aquí. Cada año, hay una serie de conferencias a cargo de lo mejor de cada casa. Este año, el gobernador Arnold Schwarzenegger ha sido el encargado del discurso de clausura del pasado domingo 1 de agosto, Rupert Murdoch ha analizado el futuro de las noticias y los ex secretarios de estado George Shultz y James Baker han hablado de la amenaza del terrorismo internacional. Se dice que los candidatos presidenciales republicanos (que están más representados aquí que los demócratas) suelen buscar aquí sus primeros apoyos antes de iniciar su carrera hacia la Casa Blanca.
La cuestión de los ritos satánicos es mucho más peregrina y, en realidad, totalmente falsa. Es cierto que la acampada comienza el 14 de julio con un extraño rito pagano en el que se quema un enorme búho de madera (símbolo de las preocupaciones), o que entre las actividades se incluyen fiestas de disfraces y meadas colectivas (según distintos testimonios de periodistas que han conseguido colarse). En realidad, como explicaban en un viejo (o clásico) artículo en Counterpunch, o Jon Ronson en Extremistas, mis aventuras con los radicales, esos numeritos responden más al afán de ir de malotes y revivir los años en las fraternidades universitarias que rendir culto a algún Dios del mal.[...]
Unseen Photos of Bohemian Grove Found
Planear guerras, diseñar exterminios, crear crisis mundiales, llenar las calles de cámaras y ponernos chips bajo la piel para controlarnos... La vida de los amos del mundo es de lo más estresante. Por eso no tiene nada de particular que de vez en cuando queden para liarla parda. Así, la segunda quincena de julio se celebra cerca de San Francisco una reunión sólo para hombres (blancos) conocida como Bohemian Grove. Dos semanas en las que 'los que mueven los hilos' en EEUU (y algún invitado extranjero) conspiran, trapichean, especulan, medran... se ponen hasta el ojal, hacen ceremonias satánicas, se visten de mujer y se dan por detrás. Mucho mito pero, como siempre, con sus gotitas de verdad. Si el presidente Herbert Hoover la calificó en su día como "la mejor fiesta para hombres del planeta" sería por algo.
Bohemian Grove es un recinto de un millar de hectáreas situada en Sonoma County (California). Es la sede de verano del Bohemian Club ('El Club de los Bohemios'), una sociedad fundada en 1872 por periodistas, escritores, artistas... de ahí el nombre (Mark Twain o Jack London fueron algunos de sus ilustres miembros y Oscar Wilde uno de sus invitados de lujo). La idea de crear una especie de Edén para intelectuales vividores era buena pero las instalaciones una ruina, así que decidieron invitar a gente con dinero e influencia que, a cambio de un donativo, podrían pasarse por la zona. Poco a poco, la iniciativa derivó en otra cosa: un club de gente (apodados los 'bohos') con pasta e influencias que se reunían unos días al año para pasárselo bien, hablar de su cosas, y hacer proselitismo y negocios.
Y ese es el espíritu que se ha mantenido desde entonces: lo más de lo más del gobierno, las finanzas, los medios de comunicación, la política, el arte... ha pasado por ahí. Por supuesto, la discreción siempre ha sido la marca de la casa. En primer lugar, porque hasta la invención del Facebook a nadie le hacía gracia que exhibieran fotos suyas puesto hasta las cejas. Por otra, la presencia de los capos de los medios de comunicación. Un ejemplo: cuando Dirk Mathison, de People, se inflitró, se topó con dos ejecutivos de Times Warner. La historia nunca se publicó.
Por supuesto, un club así genera una leyenda a su altura. Para algunos conspiranoicos es algo así como el santa santorum de los Illuminati (los 'auténticos' amos del mundo pese a que la orden se exinguió en 1784), que en realidad -según otros- no son más que lagartos que se disfrazan de personas. Cathy O'Brien, en Trance Formation of America (tan rigurosa como los informativos de una televisión autonómica) decía que se llevan a cabo rituales satánicos. Existe el rumor de que una de las atracciones es el sesso gayer. Esto último tiene algo de verdad.
Sobre el cónclave de poderosos, no hay discusión alguna de que va gente de lo más importante. Para hacerse una idea, baste decir que el Proyecto Manhattan se fraguó aquí. Cada año, hay una serie de conferencias a cargo de lo mejor de cada casa. Este año, el gobernador Arnold Schwarzenegger ha sido el encargado del discurso de clausura del pasado domingo 1 de agosto, Rupert Murdoch ha analizado el futuro de las noticias y los ex secretarios de estado George Shultz y James Baker han hablado de la amenaza del terrorismo internacional. Se dice que los candidatos presidenciales republicanos (que están más representados aquí que los demócratas) suelen buscar aquí sus primeros apoyos antes de iniciar su carrera hacia la Casa Blanca.
La cuestión de los ritos satánicos es mucho más peregrina y, en realidad, totalmente falsa. Es cierto que la acampada comienza el 14 de julio con un extraño rito pagano en el que se quema un enorme búho de madera (símbolo de las preocupaciones), o que entre las actividades se incluyen fiestas de disfraces y meadas colectivas (según distintos testimonios de periodistas que han conseguido colarse). En realidad, como explicaban en un viejo (o clásico) artículo en Counterpunch, o Jon Ronson en Extremistas, mis aventuras con los radicales, esos numeritos responden más al afán de ir de malotes y revivir los años en las fraternidades universitarias que rendir culto a algún Dios del mal.[...]