La carne de laboratorio avanza hacia los supermercados.

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La carne de laboratorio avanza hacia los supermercados: "Una palada más en el hoyo de los ganaderos"
BioTech inicia la construcción en San Sebastián de una planta para producir hasta 4.000 toneladas de carne in vitro.

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La carne artificial cultivada en un laboratorio sigue avanzando en su camino hacia los lineales de los supermercados para satisfacción de los grupos animalistas y de los grandes grupos económicos que les apoyan en su objetivo para que en un futuro no muy lejano todos dejemos de consumir filetes de origen animal.

Países como Estados Unidos, Israel, Holanda o Japón están apostando por la carne in vitro, en Singapur ya se puede comprar sin problema, la Unión Europea trabaja para su aprobación, pero países como Italia ya se han plantado y han prohibido este tipo de productos. Mientras tanto, en España, BioTech Foods ha iniciado la construcción de una planta que cada año producirá hasta 4.000 toneladas de carne cultivada en San Sebastián.

El último gran paso en la carrera hacia la carne artificial lo dieron Upside Foods y Good Meat, dos empresas de California que fabrican "pollo cultivado" y que hace apenas dos meses obtuvieron la aprobación del Departamento de Agricultura de EE.UU. para empezar a producir sus proteínas de cultivo celular. De hecho, Upside Foods ya ha anunciado que se estrenará con un "producto de pollo de textura integral que contiene más de un 99% de células de pollo cultivado".


Según los datos de The Good Food Institute, una organización internacional que promueve el consumo de productos de origen vegetal, aproximadamente hay unas 150 empresas dedicadas a la investigación y la producción de carne de laboratorio, con una inversión de 896 millones de dólares (830 millones de euros). Pero esa cifra podría ser incluso superior, según datos de la BBC, que asegura que en lo que va de este año se han invertido 2.800 millones de dólares (2.594 millones de euros) en el desarrollo de carne cultivada.

El analista agrario Celedonio Sanz Gil asegura que "en estos procesos se están invirtiendo miles de millones de euros y cuentan con el apoyo de grandes personalidades de la sociedad y la economía mundial, desde Bill Gates a cocineros como Dominique Creen, con tres estrellas Michelin, o el español José Andrés, que ya han anunciado que servirán este tipo de carne en sus restaurantes, por supuesto a precios casi astronómicos y para una pequeña minoría".

¿Cuánto cuesta la carne de laboratorio?
La carne de laboratorio se obtiene extrayendo células progenitora de los animales. De ahí se sacan las células musculares productoras de proteína, que se "cultivan" en biorreactores, donde se reproducen las condiciones de temperatura y atmósfera del cuerpo del animal, y se le añaden los nutrientes químicos necesarios para que crezcan y formen nuevos tejidos musculares.


Con respecto a su precio, la primera hamburguesa cultivada que se presentó en Londres en el año 2013 costó la friolera de 305.700 euros. Desde entonces, las empresas han invertido gran parte de sus esfuerzos en reducir los costes. A finales de 2021, la israelí Future Meats anunció que había conseguido producir un filete de pechuga de pollo artificial por 1,57 euros, aproximadamente el doble de lo que cuesta un filete de pechuga natural. Pero por norma general, ahora mismo medio kilo de carne de laboratorio ronda los 100 euros.

Aunque los movimientos ecologistas y animalistas consideran que la carne de laboratorio es la gran solución a las emisiones producidas por la ganadería, lo cierto es que un estudio de la Universidad de California Davis ha estimado que el proceso de producir carne de laboratorio supone entre 4 y 25 veces más dióxido de carbono que la carne de res normal.

"Aunque aún existen muchas incógnitas en torno a sus procesos productivos, está claro que se ha creado un enorme caldo de cultivo favorable en la opinión pública. Justo al contrario de lo que sucede con el sector agrario, al que se culpa de casi todos los males, contra el medio ambiente y el bienestar animal", denuncia Sanz Gil.

Por otra parte, Sanz Gil también alerta de que el cultivo de carne es un proceso "al que solo pueden acceder grandes compañías multinacionales con gran capital, con el peligro que supondría dejar en sus manos la alimentación humana".

"De momento, el trabajo de los agricultores y ganaderos es y seguirá siendo imprescindible, y es y seguirá siendo necesario cuidarlo y protegerlo. Sin embargo, son muchos ya los movimientos que están surgiendo en su contra, y este avance de la producción de carne artificial viene a ser uno más. Una palada más en el hoyo que parecen estar cavando a sus pies", insiste.

BioTech construye una planta en San Sebastián
La empresa BioTech Foods, participada por el gigante brasileño de la alimentación JBS, ha comenzado la construcción en San Sebastián de su primera planta a escala comercial para producir carne cultivada en España. Según informó la compañía en un comunicado, la planta de 11.000 metros cuadrados ha tenido una inversión de 38 millones de euros y dará trabajo a unas 150 personas especializadas en ingeniería de procesos de producción y cultivos celulares.

En total, estiman que se produzcan más de 1.000 toneladas de carne cultivada al año, capacidad que, a medio plazo, se podría ampliar a 4.000 toneladas métricas, además. La planta albergará tanto los equipos de proceso para la producción de carne cultivada, como la parte de investigación y desarrollo de la empresa.

BioTech Foods espera que "este mercado experimente un enorme crecimiento en la próxima década", y estiman que en 2032, el 12% de las proteínas consumidas en el mundo procederán de este tipo de sistema de producción de alimentos.
 
Y aún así nos lo venderán como algo necesario para luchar contra el "cambio climático", y la borregada tragará.

Aunque los movimientos ecologistas y animalistas consideran que la carne de laboratorio es la gran solución a las emisiones producidas por la ganadería, lo cierto es que un estudio de la Universidad de California Davis ha estimado que el proceso de producir carne de laboratorio supone entre 4 y 25 veces más dióxido de carbono que la carne de res normal.
 
Y mucho más caro como pone el doble de lo que cuesta un filete natural
 
El vegetalismo, una nueva tendencia alimentaria

El autor imagina (y parodia) un Norte global que, como defensa frente a la agricultura industrial, opta por retirar de sus dietas todo tipo de vegetales

Frente a problemas tan graves como el avance de la desertificación, el calentamiento global y la pérdida de población rural, el trabajo de muchas personas y organizaciones estaba consiguiendo que, poco a poco, la ciudadanía tomara conciencia de la relación entre estos fenómenos y una alimentación basada en vegetales (cereales, frutas, verduras u hortalizas) producidos por una agricultura industrial que funciona castigando a la tierra, dependiendo y abusando del petróleo y entregando enormes extensiones de territorios a las garras del monocultivo. De estas y otras realidades ligadas a la agricultura intensiva se generó abundante y buena información, como la explotación laboral en algunos de estos cultivos vegetales o el expolio de recursos que suponían para países del Sur global. La sociedad más sensibilizada empezó a memorizar argumentos y datos relevantes, como la cantidad de pesticidas que se usa en la producción de un kilo de tomates o el porcentaje de emisiones que representa traer estos alimentos desde países lejanos en cualquier época del año.

Además, la sinrazón de esos sistemas industriales en la producción de vegetales no parecía tener freno. Cada vez más tipos de cereales provenían de tecnología tras*génica, como el maíz, la soja y, últimamente, el trigo. “Es inaceptable la producción de estos cultivos preparados para ser fumigados con pesticidas que acaban con la biodiversidad local y afecta a la salud de las personas”, se esgrimía con mucha razón. La llamada agricultura digital o inteligente se presentaba como una solución pero solo hacía que maximizar los mismos problemas.

Ante la presión social, las administraciones empezaron tímidamente a tomar partido a favor de los modelos de producción alimentaria “alternativos” que tan arrinconados habían quedado frente al poder de la industria vegetal. Muchas pequeñas campesinas y campesinos agroecológicos pensaron que, por fin, las cosas iban a cambiar. En sus cabezas se proyectaron imágenes de mercados locales repletos de personas adquiriendo las variadas y sanas producciones que en cada temporada producen gracias al trabajo en equipo, la energía gratuita del Sol y la colaboración desinteresada de las abejas.

Pero no fue así.

Algunas personas, mayoritariamente urbanas y del Norte global, pensaron que tenían que ir más lejos y ser más estrictas, así que optaron por retirar de sus dietas todo tipo de vegetales. Esgrimieron que alimentarse de frutas es una cacería de cachorros de árboles. Ingerir cereales es comerse directamente embriones, semillas, vidas por nacer. Y cocerlos a fuego lento, es una tortura. Que una coliflor o una alcachofa es comerse una flor, en la flor de la vida. Que a las madres de los tomates, las amordazamos y esposamos a cañas, privándolas de moverse al ritmo del viento. Incluso los brotes que con esfuerzo van pariendo, así que alcanzan sus primeros centímetros, se los amputamos…

Y aún más, de sus posturas éticas hicieron una lucha política a escala global. Crearon oenegés y partidos políticos en favor de este nuevo movimiento, el vegetalismo, para afectar a las diferentes administraciones con el fin de que se prohibieran los alimentos vegetales, vinieran de donde vinieran y sin diferenciar cómo habían sido producidos. En sus manifiestos repetían que se debían buscar alternativas radicales, como por ejemplo proteínas sintetizadas en laboratorios, que afirmaban que no solo eran modelos incruentos sino que también eran verdaderamente sostenibles.

En una sociedad narcisista como la nuestra, era esperable que finalmente este movimiento consiguiera ser tendencia en las redes sociales, donde abundaban las selfies que los internautas se hacían junto a plantas de pimientos y berenjenas que cuidaban en sus casas, no para comerlas, sino como vegetales de compañía. Tendencias que no pasaron inadvertidas a las grandes multinacionales de la alimentación. De hecho, en muy poco tiempo ya controlaban el mercado de alimentos sin vegetales como las ensaladas sin lechugas ni tomates, o las tortillas de patatas sin este tubérculo, pero que conseguían un aspecto, textura y sabor muy similar a los originales.

Así es como fue. La prepotencia de juzgar a la vida en lugar de, simplemente, vivir dentro de la vida, volvió a triunfar.
 
Aunque los movimientos ecologistas y animalistas consideran que la carne de laboratorio es la gran solución a las emisiones producidas por la ganadería, lo cierto es que un estudio de la Universidad de California Davis ha estimado que el proceso de producir carne de laboratorio supone entre 4 y 25 veces más dióxido de carbono que la carne de res normal.

UNA fruta ESTAFA
sarama
 
Cuando termine todo esto, en qué mundo pensáis encarnaros?
 
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