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Madmaxista
La entidad soberanista elige a los miembros del secretariado con el objetivo de superar las manipulaciones y mantener viva la lucha real por la independencia
Una pesadilla para el llamado independentismo de salón. El que promete y luego deja las cosas a medias por intereses partidistas. Asambleas en el territorio, trabajadores, profesionales e intelectuales locales. ¿Qué estaban haciendo en la primavera de 2011? Ponían en pie lo que sería la ANC, la Assemblea Nacional Catalana, que ha marcado la política regional y de qué manera en los últimos siete años. Ahora, y después de los intentos de los partidos políticos independentistas, Convergència y ERC, la ANC sigue viva, con intención de ganar más peso todavía, al margen de cómo finalice la elección del secretariado, y de la posterior votación para la presidencia de la entidad.
La ANC cuenta con más de 500 asambleas territoriales, repartidas en todas las comarcas catalanas. Y sus 45.000 socios votan a los 77 miembros del secretario, que, a su vez, elige al presidente o presidenta que debe suceder a Jordi Sànchez, que se encuentra todavía en prisión. Se presentaron 135 candidatos para esos 77 puestos. Al margen de los conocidos y que optarán a la presidencia, el poder efectivo lo tendrán candidatos elegidos a lo largo del territorio, anónimos, que son los que tienen capacidad de movilización en cada una de las comarcas, y los que no desean que todo acabe en un gobierno de la Generalitat “efectivo” que vuelva a gestionar la autonomía como si no hubiera pasado nada.
Por su parte, los conocidos son Adrià Alsina, hasta ahora jefe de prensa de la ANC y en la línea continuista de Sànchez; David Minoves, coordinador del Fondo Catalán de Cooperación al Desarrollo y toda su vida como militante de ERC; el historiador Pep Cruanyes; la economista Elisensa Paluzie; el vicepresidente del Círculo Catalán de Negocios, David Fernández, o Betona Comín, hermana del exconsejero Toni Comín, que se encuentra en Bruselas.
Camino propio
Es lo que señalan fuentes de la ANC, que han estado todo este tiempo en la sala de operaciones y que han comprobado que la entidad ha cobrado una mayor madurez y también una mayor ambición para ser el embrión, o para ayudar a un cambio radical de toda la política catalana.
Por eso estas elecciones, que ahora están pendientes de cómo esos 77 miembros del secretariado eligen a su presidente, son determinantes. Atrás han quedado –aunque lo puedan intentar otra vez— los intentos de la antigua Convergència de apropiarse del instrumento o, en todo caso, de “domesticarlo”. Ese fue el proyecto que llevó a Jordi Sànchez a lo más alto, cuando, a pesar de no ser el más votado --quedó cuarto tras la ganadora, Liz Castro—, fue cooptado para dirigir la ANC, bajo la influencia de dirigentes como David Madí. En los últimos meses la ANC ha mostrado, sin embargo, un camino propio, con más o menos acierto de su vicepresidente, Agustí Alcoberro, ante la impotencia del PDeCAT y de ERC.
Jordi Sànchez, superado
Si se quería restarle nervio, potencia o capacidad de influencia, con la dirección de un hombre como Sànchez, que conoce a la perfección las instituciones y que mantuvo contacto hasta el último momento con medios de comunicación y el poder político para encontrar “puentes” que evitaran el choque que se produjo, no lo han conseguido. Y él personalmente, además, ha pagado las consecuencias, porque todavía sigue en prisión preventiva.
La apuesta ha sido clara a favor de Carles Puigdemont, por encima de los intereses de lo que es ahora el PDeCAT o de ERC, dispuesta a pasar página e iniciar una etapa de gobierno posibilista. Lo que vive la ANC --maestros, profesionales liberales, agricultores, bomberos, estudiantes o pequeños empresarios de todas las comarcas catalanas— es una especie de revolución, que pide explicaciones por haber votado el 1 de octubre --con las cargas policiales conocidas, y explotadas al máximo por el independentismo— sin que después hubiera nada preparado ni ningún plan para salir con la cabeza alta de un choque total con el Estado. Lo que no aguantan es ese “independentismo de salón” que han practicado los partidos.
Más afinidad con los CDR
Esquerra Republicana ha intentado buscar aliados, con listas de candidatos afines, pero con poca fortuna. Ese secretariado impidió, a última hora, la candidatura de Antonio Baños, cercano en las tesis a David Minoves, partidarios los dos de extender la bases sociales del independentismo, aunque con matices importantes. Baños, desautorizado como candidato por participar en el último tramo de las elecciones en tertulias políticas, tenía opciones de ganar. Pero el peso lo hubieran tenido y lo tendrán los más de 50 miembros –del total de 77-- de ese secretariado que se elige desde las distintas asambleas locales y territoriales.
Serán miembros que están más cerca de los llamados comités de defensa de la república, los CDR, que de las direcciones de los partidos independentistas, que, al margen de Puigdemont y de sus fieles, lo que quieren es volver al poder institucional y tratar de salvar los muebles, con un reparto de cargos que permita mantener el proceso soberanista con una cierta normalidad. Esos CDR, que respalda la CUP, no están alineados con la fuerza política anticapitalista. Son ciudadanos sin adscripción política que, simplemente, guste o no, han interiorizado que la independencia vale la pena y exige un esfuerzo.
La escisión en Junts per Catalunya
Aquellos alcaldes locales, y todos los miembros de una vanguardia social, política y cultural en el territorio, que organizaron las consultas locales sobre la independencia, entre 2010 y 2011, y que dieron forma a la ANC, pusieron al frente a Carme Forcadell, que agitó la política catalana con aquel grito de "president, posi les urnes" dirigido a Artur Mas. Tras la etapa de búsqueda del control por parte de Sànchez, con Madí y Mas respaldando la operación, ahora la ANC quiere recuperar su espíritu inicial, con la voluntad de romper el tablero, de cambiar el actual esquema de partidos.
Algunos aseguran que entienden ese mensaje. Se trata de los fieles de Puigdemont, que ya han constituido una asociación política, Junts per la República, inspirados en las directrices del propio expresident y del historiador Agustí Colomines. Se trata de un embrión para constituir un nuevo movimiento-partido que logre la unidad del independentismo, una especie de SNP, el partido nacionalista escocés, para caminar con mayor determinación hacia la independencia.
La ANC se conjura para superar a los partidos
Salud.
Una pesadilla para el llamado independentismo de salón. El que promete y luego deja las cosas a medias por intereses partidistas. Asambleas en el territorio, trabajadores, profesionales e intelectuales locales. ¿Qué estaban haciendo en la primavera de 2011? Ponían en pie lo que sería la ANC, la Assemblea Nacional Catalana, que ha marcado la política regional y de qué manera en los últimos siete años. Ahora, y después de los intentos de los partidos políticos independentistas, Convergència y ERC, la ANC sigue viva, con intención de ganar más peso todavía, al margen de cómo finalice la elección del secretariado, y de la posterior votación para la presidencia de la entidad.
La ANC cuenta con más de 500 asambleas territoriales, repartidas en todas las comarcas catalanas. Y sus 45.000 socios votan a los 77 miembros del secretario, que, a su vez, elige al presidente o presidenta que debe suceder a Jordi Sànchez, que se encuentra todavía en prisión. Se presentaron 135 candidatos para esos 77 puestos. Al margen de los conocidos y que optarán a la presidencia, el poder efectivo lo tendrán candidatos elegidos a lo largo del territorio, anónimos, que son los que tienen capacidad de movilización en cada una de las comarcas, y los que no desean que todo acabe en un gobierno de la Generalitat “efectivo” que vuelva a gestionar la autonomía como si no hubiera pasado nada.
Por su parte, los conocidos son Adrià Alsina, hasta ahora jefe de prensa de la ANC y en la línea continuista de Sànchez; David Minoves, coordinador del Fondo Catalán de Cooperación al Desarrollo y toda su vida como militante de ERC; el historiador Pep Cruanyes; la economista Elisensa Paluzie; el vicepresidente del Círculo Catalán de Negocios, David Fernández, o Betona Comín, hermana del exconsejero Toni Comín, que se encuentra en Bruselas.
Camino propio
Es lo que señalan fuentes de la ANC, que han estado todo este tiempo en la sala de operaciones y que han comprobado que la entidad ha cobrado una mayor madurez y también una mayor ambición para ser el embrión, o para ayudar a un cambio radical de toda la política catalana.
Por eso estas elecciones, que ahora están pendientes de cómo esos 77 miembros del secretariado eligen a su presidente, son determinantes. Atrás han quedado –aunque lo puedan intentar otra vez— los intentos de la antigua Convergència de apropiarse del instrumento o, en todo caso, de “domesticarlo”. Ese fue el proyecto que llevó a Jordi Sànchez a lo más alto, cuando, a pesar de no ser el más votado --quedó cuarto tras la ganadora, Liz Castro—, fue cooptado para dirigir la ANC, bajo la influencia de dirigentes como David Madí. En los últimos meses la ANC ha mostrado, sin embargo, un camino propio, con más o menos acierto de su vicepresidente, Agustí Alcoberro, ante la impotencia del PDeCAT y de ERC.
Jordi Sànchez, superado
Si se quería restarle nervio, potencia o capacidad de influencia, con la dirección de un hombre como Sànchez, que conoce a la perfección las instituciones y que mantuvo contacto hasta el último momento con medios de comunicación y el poder político para encontrar “puentes” que evitaran el choque que se produjo, no lo han conseguido. Y él personalmente, además, ha pagado las consecuencias, porque todavía sigue en prisión preventiva.
La apuesta ha sido clara a favor de Carles Puigdemont, por encima de los intereses de lo que es ahora el PDeCAT o de ERC, dispuesta a pasar página e iniciar una etapa de gobierno posibilista. Lo que vive la ANC --maestros, profesionales liberales, agricultores, bomberos, estudiantes o pequeños empresarios de todas las comarcas catalanas— es una especie de revolución, que pide explicaciones por haber votado el 1 de octubre --con las cargas policiales conocidas, y explotadas al máximo por el independentismo— sin que después hubiera nada preparado ni ningún plan para salir con la cabeza alta de un choque total con el Estado. Lo que no aguantan es ese “independentismo de salón” que han practicado los partidos.
Más afinidad con los CDR
Esquerra Republicana ha intentado buscar aliados, con listas de candidatos afines, pero con poca fortuna. Ese secretariado impidió, a última hora, la candidatura de Antonio Baños, cercano en las tesis a David Minoves, partidarios los dos de extender la bases sociales del independentismo, aunque con matices importantes. Baños, desautorizado como candidato por participar en el último tramo de las elecciones en tertulias políticas, tenía opciones de ganar. Pero el peso lo hubieran tenido y lo tendrán los más de 50 miembros –del total de 77-- de ese secretariado que se elige desde las distintas asambleas locales y territoriales.
Serán miembros que están más cerca de los llamados comités de defensa de la república, los CDR, que de las direcciones de los partidos independentistas, que, al margen de Puigdemont y de sus fieles, lo que quieren es volver al poder institucional y tratar de salvar los muebles, con un reparto de cargos que permita mantener el proceso soberanista con una cierta normalidad. Esos CDR, que respalda la CUP, no están alineados con la fuerza política anticapitalista. Son ciudadanos sin adscripción política que, simplemente, guste o no, han interiorizado que la independencia vale la pena y exige un esfuerzo.
La escisión en Junts per Catalunya
Aquellos alcaldes locales, y todos los miembros de una vanguardia social, política y cultural en el territorio, que organizaron las consultas locales sobre la independencia, entre 2010 y 2011, y que dieron forma a la ANC, pusieron al frente a Carme Forcadell, que agitó la política catalana con aquel grito de "president, posi les urnes" dirigido a Artur Mas. Tras la etapa de búsqueda del control por parte de Sànchez, con Madí y Mas respaldando la operación, ahora la ANC quiere recuperar su espíritu inicial, con la voluntad de romper el tablero, de cambiar el actual esquema de partidos.
Algunos aseguran que entienden ese mensaje. Se trata de los fieles de Puigdemont, que ya han constituido una asociación política, Junts per la República, inspirados en las directrices del propio expresident y del historiador Agustí Colomines. Se trata de un embrión para constituir un nuevo movimiento-partido que logre la unidad del independentismo, una especie de SNP, el partido nacionalista escocés, para caminar con mayor determinación hacia la independencia.
La ANC se conjura para superar a los partidos
Salud.