La amarga historia del azúcar

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behind the musgo
No tiene desperdicio el primer capitulo, una investigación sobre la industria del azúcar. Es un poco tocho, pongo el enlace y una parte del texto.

La amarga historia del azúcar - periodismohumano

“Las tierras fueron devastadas por esta planta egoísta que invadió el Nuevo Mundo…”

Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina

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Hubo un tiempo en el que los hombres eran incapaces de sobrevivir al duro invierno. Durante los meses más cálidos, acumulaban frutos y carne, pero nunca conseguían suficiente alimento para pasar la época de frío. La población se veía diezmada en cada estación invernal y los humanos vivían continuamente acechados por la preocupación de la fin. El Creador vio su sufrimiento y pidió ayuda al espíritu de los bosques, el Arce, para darles una fuente de energía que les permitiera sobrevivir. El Arce ofreció su sangre, dulce y energética, para suplir las carencias de los humanos. Pero obtener el jugo era demasiado fácil y su sabor, demasiado apetitoso: los hombres se volvieron adictos a aquella dulce savia y dejaron de consumir todo lo demás. Abandonaron sus poblados para aferrarse a los troncos de los arces y engordaron tanto que apenas podían moverse. Para revertir esa situación, el Creador decidió dificultar el acceso al dulce néctar: la savia dejaría de fluir de forma constante y los humanos tendrían que esperar hasta el final del invierno para recogerla. Después tendrían que tras*formarla ellos mismos, primero en sirope, y luego en azúcar. Así apreciarían el regalo que se les había concedido.

Ésta es una de las numerosas leyendas que los indios americanos cuentan sobre el origen del sirope de arce, ese popular líquido que en Norteamérica colocan en postres como las tortitas. El arce es una fuente marginal de azúcar, pero la leyenda sigue siendo una metáfora sobre los usos y abusos de un alimento que, hoy como hace cuatro siglos, arrastra sangre y sacrificio en su origen, y provoca la adicción de los opulentos.


Según se cree, los pueblos originarios de la isla de Nueva Guinea fueron los primeros en domesticar la caña de azúcar, que después pasó al Sudeste asiático: polinesios y asiáticos sólo usaban el jugo de la caña para beberlo. Sólo más tarde, en la India, se descubrió la técnica para convertir el jugo de caña en los dulces cristales con los que hoy nos endulzamos el café. Fue Alejandro Magno quien llevó a Grecia la preciada planta, que comenzó a comerciarse como un producto de lujo, y que se empleaba también por sus propiedades medicinales. A España llegó a través de los árabes y, en su segundo viaje a las Indias, Cristóbal Colón la introdujo en América, donde, en las regiones de climas tropicales, comenzaron a expandirse vastísimos cultivos de la caña, que nunca terminó de crecer bien en los climas templados y fríos de Europa. Sólo mucho después, en el siglo XVIII, los europeos descubrieron las propiedades cristalizadoras del zumo de remolacha, y fue entonces cuando su consumo se generalizó en el continente. Todavía hoy parece un pequeño misterio que el mismo producto pueda extraerse de lugares tan diversos como los altivos tallos de la caña y las raíces de la remolacha.


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En 2011 se produjeron más de 168 millones de toneladas de azúcar en todo el mundo#; en los países ricos se consumen unos 30 kilos por persona y año#. No son sólo las cucharadas que añadimos al café o los dulces que tomamos: el azúcar está presente en el pan, los lácteos y un sinfín de productos elaborados, salados y dulces, desde las empanadillas hasta los embutidos, pasando por la salsa de tomate. Si ni siquiera tenemos claro qué alimentos contienen azúcar, no hablemos de su origen; y se trata de un alimento básico, demasiado importante como para desconocerlo hasta ese punto. Por eso dedicaremos las próximas páginas a investigar, en toda su extensión, la cadena de producción del azúcar, desde la siembra hasta que llega a nuestras mesas. El trayecto es largo y difícil de trazar, plagado de infamias y sinsentidos propios de un sistema que coloca la tierra, el agua y a los seres humanos al servicio de la acumulación de capital. El relato será, cuando menos, agridulce.
 
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