La alianza de los banqueros con la revolución

TylerDurden2

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El nombre Rockefeller no tiene connotaciones revolucionarias, y durante toda mi vida he promovido una actitud cautelosa que se aproxima al conservadorismo. No estoy a favor de causas dudosas...

W John D. Rockefeller III, “The Second American Revolution” ("La Segunda Revolución Norteamericana! - New York: Harper & Row. 1973)


LAS PRUEBAS PRESENTADAS: UNA SINOPSIS

Las pruebas ya publicadas por George Katkov, Stefan Possony y Michael Futrell han establecido que el regreso a Rusia de Lenin y su grupo de bolcheviques exilados fue financiado y organizado por el gobierno alemán. {[1]} Los fondos necesarios fueron tras*feridos, en parte a través del Nya Banken de Estocolmo, propiedad de Olof Aschberg, y el doble objetivo alemán fue: (a) sacar a Rusia de la guerra y (b) controlar el mercado ruso de postguerra. {[2]}

Por nuestra parte hemos ido más allá de esta evidencia y hemos establecido una relación de trabajo continua entre el banquero bolchevique Olof Aschberg y la Guaranty Trust Company en Nueva York controlada por Morgan, relación que se mantuvo antes, durante y después de la Revolución Rusa. Durante la época zarista Aschberg fue el agente de Morgan en Rusia y el negociador de préstamos a Rusia por parte de los EE.UU; durante 1917 Aschberg fue el intermediario financiero de los revolucionarios; y después de la revolución Aschberg estuvo al frente del Ruskombank, el primer banco internacional soviético, mientras Max May, un vicepresidente de la Guaranty Trust controlada por Morgan, se convertía en director y gerente del Departamento Exterior del Ruskombank. Hemos presentado pruebas documentales de una relación de trabajo continua entre la Guaranty Trust Company y los bolcheviques. Los directores de la Guaranty en 1917 están listados en el Apéndice 1.

Aparte de ello, hay pruebas de tras*ferencias de fondos por parte de banqueros de Wall Street hacia actividades revolucionarias internacionales. Por ejemplo, existe la declaración (corroborada por un cablegrama) de William Boyce Thompson – un director del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, un importante accionista en el Chase Bank controlado por Rockefeller y asociado financiero de los Guggenheim y los Morgan – según la cual él (Thompson) contribuyó a la Revolución Bolchevique con 1 millón de dólares destinados a propaganda. Otro ejemplo es John Reed, el miembro norteamericano del comité ejecutivo de la Tercera Internacional, quien fue financiado y apoyado por Eugene Boissevain, un banquero privado de Nueva York, siendo Reed empleado por la revista Metropolitan de Harry Payne Whitney. Por aquella época Whitney era un director de la Guaranty Trust. También hemos establecido que Ludwig Martens, el primer “embajador” soviético en los EE.UU. estuvo apoyado (según el jefe de la inteligencia británica, Sir Basil Thompson) por fondos provenientes de la Guaranty Trust Company. Al rastrear el apoyo financiero de Trotsky en los EE.UU. descubrimos fuentes alemanas, aún por identificar, en Nueva York. Y, aún cuando no conocemos con precisión el origen del financiamiento alemán de Trotsky, sí sabemos que von Pavenstedt, el principal pagador del espionaje alemán en los EE.UU., fue también un socio mayor de Amsinck & Co., propiedad de la ubicua American International Corporation – también controlada por la firma J.P.Morgan.

Además, firmas de Wall Street, incluyendo la Guaranty Trust, estuvieron involucradas en las actividades bélicas y revolucionarias de Carranza y de Villa en Méjico. También hemos hallado pruebas documentales relacionadas con un grupo de Wall Street que financió a la revolución china de Sun Yat-sen en 1912; una revolución que hoy es considerada por los comunistas chinos como la precursora de la revolución de Mao en China. Charles B. Hill, un abogado de Nueva York que negoció con Sun Yat-sen a favor de su grupo, era director de tres subsidiarias de la Westinghouse, y hemos hallado que Charles R. Crane de la Westinghouse en Rusia estuvo involucrado en la Revolución de dicho país.

Bastante lejos del ámbito de las finanzas, hemos identificado otras pruebas, posiblemente más significativas, del involucramiento de Wall Street en la causa bolchevique. La Misión de la Cruz Roja Norteamericana a Rusia fue un emprendimiento privado de William B. Thompson quien públicamente manifestó su poyo partidario a los bolcheviques. Documentos del Gabinete de Guerra británico, hoy disponibles, registran que la política británica fue reorientada hacia el régimen de Lenin y Trotsky por la intervención personal de Thompson ante Lloyd George en Diciembre de 1917. Hemos reproducido afirmaciones del director Thompson y del vicepresidente William Lawrence Saunders, ambos del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, favoreciendo enfáticamente a los bolcheviques. John Reed no sólo estuvo financiado por Wall Street sino que contó con un sólido apoyo para sus actividades, hasta el extremo de la intervención en el Departamento de Estado de parte de William Franklin Sands, secretario ejecutivo de la American International Corporation. En el caso de sedición contra Robert Minor hay fuertes indicaciones y alguna prueba circunstancial de que el coronel Edward House intervino para lograr la liberación del acusado. El significado del caso de Minor reside en que el programa de William B. Thompson para la revolución bolchevique en Alemania fue precisamente el programa que Minor estaba implementando cuando fue arrestado en Alemania.

Algunos agentes internacionales, como por ejemplo Alexander Gumberg, trabajaron para Wall Street y también para los bolcheviques. En 1917 Gumberg era el representante de una firma norteamericana en Petrogrado, trabajó para Thompson en la Misión de la Cruz Roja Norteamericana, se convirtió en el principal agente bolchevique en Escandinavia hasta que fue deportado de Noruega, para convertirse luego en asesor confidencial de Reeve Schley del Chase Bank en Nueva York y más tarde de la Floyd Odium de Atlas Corporation.

Toda esta actividad se originó en gran medida desde una sola dirección: el 120 de Broadway en la ciudad de Nueva York. Hemos mostrado las pruebas de esta observación pero no existe una razón concluyente para esta inusual concentración de actividades en una sola dirección, excepto que aparece como la contrapartida de la afirmación de Carroll Quigley en el sentido de que J.P.Morgan infiltró a la izquierda local. De hecho, J.P.Morgan también infiltró a la izquierda internacional.

El Banco de la Reserva Federal estaba en el 120 de Broadway. El vehículo para esta actividad bolchevique fue la American International Corporation – en el 120 de Broadway. La opinión de la American International Corporation sobre el régimen bolchevique fue solicitada por el Secretario de Estado Lansing sólo unas pocas semanas después de comenzada la revolución y Sands, el secretario ejecutivo de la American International Corporation apenas pudo disimular su entusiasmo por la causa bolchevique. Ludwig Martens, el primer embajador de los soviéticos, había sido vicepresidente de Weinberg & Posner que también estaba domiciliada en el 120 de Broadway. La Guaranty Trust Company estaba en la puerta de al lado, en el 140 de Broadway, pero la Guaranty Securities Co. Estaba en el 120 Broadway. En 1917, Hunt, Hill & Betts estaban en el 120 de Broadway y Charles B. Hill de esta firma fue el negociador del trato con Sun Yat-sen. John MacGregor Grant Co, que estaba financiada por Olof Aschberg en Suecia y por la Guaranty Trust en los EE.UU., y que figuró en la lista de color de la Inteligencia Militar, estaba en el 120 de Broadway. Los Guggenheim y el corazón ejecutivo de la General Electric (también con intereses en la American International) estaban en el 120 de Broadway. Hallamos, pues, que difícilmente sorprenda saber que el Bankers Club (Club de los Banqueros) también se hallaba en el 120 de Broadway, en el último piso (el 34°).

Es significativo que el apoyo a los bolcheviques no terminó con la consolidación de la revolución; en consecuencia, este apoyo no puede ser totalmente explicado en términos de la guerra contra Alemania. El grupo ruso-norteamericano formado en 1918 para obtener concesiones en Rusia estuvo respaldado por los intereses de White, Guggenheim y Sinclair. La lista de directores de compañías controladas por estos tres financistas incluye a Thomas W. Lamont (Guaranty Trust), William Boyce Thompson (Banco de la Reserva Federal), y el empleador de John Reed, Harry Payne Whitney (Guaranty Trust). Esto sugiere fuertemente que el grupo fue formado para cobrarse un anterior apoyo a la causa bolchevique brindado durante el período revolucionario. Y luego hallamos que la Guaranty Trust respaldó financieramente a la Oficina Soviética en Nueva York durante 1919.

La primer señal concreta de que el anterior apoyo financiero comenzaba a dar sus frutos se vio en 1923 cuando los soviéticos formaron su primer banco internacional, el Ruskombank. Olof Aschberg, asociado de Morgan, se convirtió en el titular nominal de este banco soviético; Max May, un vicepresidente de la Guaranty Trust, se convirtió en director y rápidamente el Ruskombank designó a la Guaranty Trust Company como su agente norteamericano.

LA EXPLICACIÓN DE ESTA ALIANZA “NON SANCTA”

¿Cuál es el motivo que explica esta coalición de capitalistas y bolcheviques?

En aquél entonces Rusia era – y sigue siéndolo – el mayor mercado no explotado del mundo. Aparte de ello, Rusia constituía entonces y sigue constituyendo la mayor amenaza potencial competitiva para la supremacía industrial y financiera norteamericana. (Una simple mirada al mapa del mundo es suficiente para ilustrar la diferencia geográfica entre la enorme masa de tierra de Rusia y la más pequeña extensión de los Estados Unidos). Wall Street debe sentir escalofríos cuando visualiza a Rusia como un segundo gigante industrial supernorteamericano.

Pero ¿por qué permitir que Rusia se convierta en un competidor y en una amenaza para la supremacía norteamericana? Hacia fines del Siglo XIX Morgan/Rockefeller y Guggenheim ya habían demostrado su proclividad al monopolio. En “Railroads and Regulation 1877-1916” (Ferrocarriles y Regulación 1877-1916) Gabriel Kolko ha demostrado como fueron estos propietarios ferroviarios, y no los granjeros, los que querían el control estatal de los ferrocarriles a fin de preservar su monopolio y abolir la competencia. De modo que la explicación más simple para nuestras pruebas es que un grupo de financistas de Wall Street expandió sus ambiciones monopólicas y ensanchó sus horizontes a una escala global. El gigantesco mercado ruso habría de convertirse en un mercado cautivo y en una colonia tecnológica a ser explotada por unos pocos poderosos financistas norteamericanos y las corporaciones que controlaban. Lo que la Comisión de Comercio Interestatal y la Comisión Federal de Comercio, bajo la égida de la industria norteamericana, pudieron lograr para esa industria en el ámbito local, un gobierno socialista planificado podría lograrlo para ella en el extranjero, dado el adecuado apoyo y las instrucciones pertinentes de Wall Street y de Washington D.C.

Por último, para quienes esta explicación parezca demasiado radical, recuérdese que fue Trotsky el que designó a generales zaristas para consolidar al Ejército Rojo; fue Trotsky el que recurrió a oficiales norteamericanos para controla a la Rusia revolucionaria e intervenir a favor de los soviéticos; fue Trotsky el que primero aplastó a los elementos libertarios en la Revolución Rusa y luego a los trabajadores y campesinos; y téngase presente que la historia oficial ignora totalmente al Ejército Verde de 700.000 hombres, compuesto por ex – bolcheviques irritados por la traición a la revolución que combatió tanto a los Blancos como también a los gente de izquierdas. En otras palabras, lo que estamos sugiriendo es que la Revolución Bolchevique fue una alianza de estatistas: estatistas revolucionarios y estatistas financieros aliados contra los elementos genuinamente libertarios en Rusia. {[3]}

En la mente del lector debe haber surgido la pregunta de: ¿fueron, por lo tanto, estos banqueros también bolcheviques encubiertos? No. Por supuesto que no. Los financistas no tuvieron ideología. Sería cometer un grueso error de interpretación presuponer que la asistencia a los bolcheviques estuvo motivada ideológicamente en cualquier sentido estricto. Los financistas estaban motivados por el poder y, por lo tanto, apoyaron a cualquier vehículo que les ofreciese un acceso al poder. Trotsky, Lenin, el Zar, Kolchak, Denikin – todos recibieron ayuda, en más o en menos. Es decir: todos, menos aquellos que deseaban una sociedad individualista realmente libre.

Tampoco la ayuda quedó limitada a bolcheviques estatistas y antibolcheviques estatistas. John P. Diggins, en Mussolini and Fascism: The View from America {[4]} (Mussolini y Facsismo: Una Visión desde Norteamérica) ha señalado en relación con Thomas Lamont de la Guaranty Trust que

De todos los dirigentes empresarios norteamericanos el que más vigorosamente patrocinó la causa del fascismo fue Thomas W. Lamont. Cabeza de la poderosa red bancaria de J.P.Morgan, Lamont fue algo así como un consultor comercial para el gobierno de la Italia fascista.
Lamont consiguió un empréstito de u$s 100 millones para Mussolini en 1926, en un momento particularmente crucial para el dictador italiano. Podríamos recordar también que el director de la Guaranty Trust era el padre de Corliss Lamont, un comunista norteamericano. Esta actitud equitativa hacia los sistemas totalitarios mellizos de comunismo y fascismo no fue exclusiva de la familia Lamont. Por ejemplo, Otto Kahn, director de la American International Corporation y de Kuhn, Leob & Co., estaba seguro de que “El capital norteamericano invertido en Italia hallará, seguridad, promoción, oportunidades y recompensa.” {[5]} Y este es el mismo Otto Kahn que disertó ante la League of Industrial Democracy socialista en 1924 diciendo que los objetivos de la Liga eran también sus objetivos. {[6]} De acuerdo con Kahn, diferían solamente en los medios empleados para alcanzar esos objetivos.

Ivy Lee, el hombre de relaciones públicas de Rockefeller, hizo declaraciones similares y fue el responsable de venderle el régimen soviético al crédulo público norteamericano a fines de los años 1920. También hemos visto que Basil Miles, a cargo del sector ruso en el Departamento de Estado y anteriormente asociado de William Franklin Sands, fue decididamente útil a los hombres de negocios que promocionaban causas bolcheviques; pero en 1923 el mismo Miles aparece como autor de un artículo profascista, “Italy's Black Shirts and Business” {[7]}. (Las Camisas Negras de Italia y los Negocios) “La victoria de los fascistas es una expresión de la juventud de Italia” – escribió Miles glorificando al movimiento fascista y aplaudiendo la estima del mismo por los negocios norteamericanos.
 
continua....

EL PLAN MARBURG

El Plan Marburg, financiado por la gran herencia de Andrew Carnegie, fue confeccionado en los primeros años del Siglo XX. Dicho plan sugiere premeditación en este tipo de esquizofrenia superficial que, en realidad, enmascara un programa integrado de adquisición del poder: “¿Qué pasaría si Carnegie y su ilimitada fortuna, los financistas internacionales y los socialistas pudiesen ser organizados en un movimiento que obligue a la formación de una liga para imponer la paz?” {[8]}

De acuerdo con el Plan Marburg, los gobiernos del mundo habrían de ser socializados mientras el poder decisivo permanecería en las manos de los financistas internacionales “para controlar sus Consejos e imponer la paz (y así) ofrecer un remedio para todos los males políticos de la humanidad.” {[9]}

Esta idea estaba entretejida con otros elementos que apuntaban a objetivos similares. Lord Milner en Inglaterra ofrece el ejemplo tras*atlántico de intereses bancarios que reconocen las virtudes y las posibilidades del marxismo. Milner fue un banquero influyente en la política bélica británica y un pro-marxista. {[10]} En 1903 se fundó en Nueva York el club socialista “X”. Contó entre sus miembros no sólo al comunista Lincoln Steffens, al socialista William English Walling, y al banquero comunista Morris Hillquit, sino también a John Dewey, James T. Shotwell, Charles Edward Russell, y a Rufus Weeks (vicepresidente de la New York Life Insurance Company). La reunión anual del Economic Club en el Hotel Astor de Nueva York contó con oradores socialistas. En 1908, cuando A. Barton Hepburn, presidente del Chase National Bank era el presidente del Economic Club, el orador principal fue el antes mencionado Morris Hillquit quien “tuvo una amplia oportunidad para predicar el socialismo a una reunión que representaba fortunas e intereses financieros.” {[11]}

De estas extrañas semillas creció el moderno movimiento internacionalista moderno que incluyó no sólo a los financistas Carnegie, Paul Warburg, Otto Kahn, Bernard Baruch, y Herbert Hoover sino también a la Fundación Carnegie y a su progenie International Conciliation. Los síndicos de Carnegie fueron, como hemos visto, miembros destacados en el directorio de la American International Corporation. En 1910 Carnegie donó 10 millones de dólares para fundar el Carnegie Endowment for International Peace (Fundación Carnegie para la Paz Internacional). Entre las autoridades del organismo figuraron Elihu Root (Misión Root a Rusia, 1917), Cleveland H. Dodge (respaldo financiero del presidente Wilson), George W. Perkins (socio de Morgan), G. J. Balch (AIC y Amsinck), R. F. Herrick (AIC), H. W. Pritchett (AIC) y otras luminarias de Wall Street. Woodrow Wilson cayó bajo la poderosa influencia de – y de hecho quedó financieramente comprometido con – este grupo de internacionalistas. Tal como escribiera Jennings C. Wise: “Los historiadores nunca deben olvidar que Woodrow Wilson ... hizo posible que Leon Trotsky ingresara a Rusia con un pasaporte norteamericano.” {[12]}

Pero Leon Trotsky también había declarado ser internacionalista. Hemos señalado con algún interés sus contactos internacionales de alto nivel, o al menos sus amistades, en Canadá. Trotsky no fue, pues, pro-ruso, o pro-aliados, o pro-alemán, como muchos han tratado de presentarlo. Trotsky estaba a favor de la revolución mundial, a favor de una dictadura mundial; en una palabra: fue un internacionalista. {[13]} Bolcheviques y banqueros tienen, pues, en el internacionalismo una importante área compartida. La revolución y la finanza internacional no se contradicen en absoluto si el resultado de la revolución consiste en establecer una autoridad más centralizada. La finanza internacional prefiere tratar con gobiernos centrales. Lo último que la comunidad bancaria desea es una economía del laissez-faire y un poder descentralizado porque éstos dispersarían el poder.

Ésta es, pues, la explicación que se condice con las evidencias. Este puñado de banqueros y promotores no fue bolchevique, ni comunista, ni socialista, ni demócrata; ni siquiera fue norteamericano. Por sobre todas las cosas estas personas querían mercados, preferentemente mercados cautivos – y un monopolio en el mercado cautivo global como objetivo final. Querían mercados que pudiesen ser explotados monopólicamente sin tener que temer la competencia de rusos, alemanes o cualquier otro – incluyendo a empresarios norteamericanos ubicados fuera del círculo de iniciados. Este grupo cerrado fue apolítico y amoral. En 1917 tuvo un solo y único objetivo: un mercado cautivo en Rusia; presentado bajo, y protegido por, la cobertura de una liga para instaurar la paz.

Wall Street de hecho alcanzó este objetivo. Más tarde, firmas norteamericanas controladas por este grupo continuarían la acción y construirían la Unión Soviética y están hoy bien encaminadas a llevar al complejo militar-industrial soviético a la era de la computadora.

Actualmente el objetivo sigue en pié y goza de buena salud. John D. Rockefeller lo expone en su libro The Second American Revolution (La Segunda Revolución Norteamericana) que exhibe una estrella de cinco puntas en su portada. {[14]} El libro contiene una abierta exhortación al humanismo; esto es: una exhortación a que nuestra primera prioridad sea la de trabajar para otros. En otras palabras, una exhortación al colectivismo. Humanismo es colectivismo. Es notable que los Rockefeller, que han promovido esta idea durante todo un siglo, no hayan tras*ferido SUS propiedades a otros... Presumiblemente lo implícito en su recomendación es que todos nosotros trabajemos para los Rockefeller. El libro de Rockefeller promueve el colectivismo bajo el disfraz de un “cauteloso conservadorismo” y “el bien público”. En realidad, es una exhortación para la continuación del anterior apoyo de Morgan-Rockefeller a empresas colectivistas y a la subversión masiva de derechos individuales.

En resumen, el bien general ha sido usado, y sigue siendo usado, como excusa para la auto-promoción de un círculo elitista que predica la paz mundial y la decencia humana. Pero mientras el lector considere a la Historia mundial como un conflicto marxista inexorable entre el capitalismo y el comunismo, los objetivos de la alianza entre la finanza internacional y la revolución internacional permanecerán fuera de su comprensión. Del mismo modo en que no comprenderá la absurda promoción del bien general por parte de los saqueadores. Si el lector sigue dudando de estas alianzas, pues entonces debería ponderar el hecho obvio que estos mismos intereses internacionales y sus promotores están siempre dispuestos a determinar lo que otras personas deberían hacer pero se muestran notoriamente reticentes a ser los primeros en renunciar a sus propias fortunas y a su propio poder. Sus bocas están siempre abiertas pero sus bolsillos se mantienen permanentemente cerrados.

Esta técnica, utilizada por los monopolistas para modelar a la sociedad, fue revelada a principios del Siglo XX por Frederick C. Howe en The Confessions of a Monopolist (Confesiones de un Monopolista). {[15]} Primero, dice Howe, la política es una parte necesaria de los negocios. Para controlar a las industrias es necesario controlar al Congreso y a los reguladores y hacer que, de esta manera, la sociedad trabaje para Usted, el monopolista. De modo que, de acuerdo a Howe, los dos principios de un monopolista exitoso son: “Primero, deje que la sociedad trabaje para Usted; y segundo, convierta a la política en negocio.” {[16]} Éstas, escribió Howe, son las “reglas básicas de los grandes negocios”.

¿Existe alguna evidencia que demuestre que este ambicioso y amplio objetivo fue conocido también por el Congreso y por el mundo académico? Por cierto que la posibilidad fue conocida y hasta públicamente admitida. Por ejemplo, véase el testimonio de Albert Rhys Williams, un astuto comentador de la revolución, ante el Comité Overman del Senado:

SR. WILLIAMS: ... probablemente sea cierto que bajo el gobierno soviético la vida industrial quizás tenga un desarrollo mucho más lento que bajo el usual sistema capitalista. Pero ¿por qué habría un gran país industrial como los EE.UU. desear la creación y la consiguiente competencia de otro gran rival industrial? ¿Acaso no están los intereses de los EE.UU. en este sentido alineados con el lento ritmo de desarrollo que la Rusia soviética ha proyectado para si misma?

SENADOR WOLCOTT: ¿Entonces su argumento es que sería de interés para los EE.UU. el tener a Rusia reprimida?

SR. WILLIAMS: Reprimida no...

SENADOR WOLCOTT: Dice Usted: ¿Por qué habrían de desear los EE.UU. que Rusia se convierta en su competidora industrial?

SR.WILLIAMS: Esto es hablando desde un punto de vista capitalista. El interés general de los EE.UU. no es, pienso yo, tener otro gran rival industrial como Alemania, Inglaterra, Francia e Italia, echado al mercado en competencia. Pienso que otro gobierno allá del otro lado, distinto del gobierno soviético, podría quizás aumentar el ritmo de desarrollo de Rusia y, en ese caso, tendríamos otro rival. Por supuesto que esto significa argumentar desde el punto de vista capitalista.

SENADOR WOLCOTT: De modo que ¿está Usted presentando aquí un argumento del cual cree que puede agradar al pueblo norteamericano, siendo que su tesis es que, si reconocemos al gobierno soviético en Rusia tal como está constituido, estaremos reconociendo a un gobierno que no puede competir con nosotros por una gran cantidad de años?

SR. WILLIAMS: Ése es un hecho.

SENADOR WOLCOTT: ¿Es ése un argumento de que, bajo el gobierno soviético, Rusia no está en posición, al menos por una gran cantidad de años, de acercarse a los EE.UU. industrialmente?

SR. WILLIAMS: Absolutamente. {[17]}
Y en esa declaración directa de Albert Rhys Williams reside la clave básica para la interpretación revisionista de la Historia rusa del pasado medio siglo.​

Wall Street, o más bien el complejo Morgan-Rockefeller representando en el 120 de Broadway y en el 14 de Wall Street tenía en mente algo muy cercano al argumento de Williams. Wall Street salió a la arena en Washington en defensa de los bolcheviques. Tuvo éxito. El régimen totalitario soviético sobrevivió. Durante los años 1930 firmas extranjeras, mayormente del grupo Morgan-Rockefeller, construyeron los planes quinquenales. Han continuado construyendo a Rusia económica y militarmente. {[18]} Por el otro lado, Wall Street probablemente no previó la guerra de Corea ni la de Vietnam – en las cuales 100.000 norteamericanos e innumerables aliados perdieron la vida ante un armamento soviético construido con la misma tecnología importada de los EE.UU. Lo que a un grupo de Wall Street le pareció una política de largo alcance e indudablemente lucrativa, se convirtió en la pesadilla de millones de personas ubicadas fuera del círculo de poder elitista y de la clase gobernante.

La Plutocracia - Antony Sutton: Wall Street y los Bolcheviques- La Editorial Virtual
 
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