TylerDurden2
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El nombre Rockefeller no tiene connotaciones revolucionarias, y durante toda mi vida he promovido una actitud cautelosa que se aproxima al conservadorismo. No estoy a favor de causas dudosas...
W John D. Rockefeller III, “The Second American Revolution” ("La Segunda Revolución Norteamericana! - New York: Harper & Row. 1973)
LAS PRUEBAS PRESENTADAS: UNA SINOPSIS
Las pruebas ya publicadas por George Katkov, Stefan Possony y Michael Futrell han establecido que el regreso a Rusia de Lenin y su grupo de bolcheviques exilados fue financiado y organizado por el gobierno alemán. {[1]} Los fondos necesarios fueron tras*feridos, en parte a través del Nya Banken de Estocolmo, propiedad de Olof Aschberg, y el doble objetivo alemán fue: (a) sacar a Rusia de la guerra y (b) controlar el mercado ruso de postguerra. {[2]}
Por nuestra parte hemos ido más allá de esta evidencia y hemos establecido una relación de trabajo continua entre el banquero bolchevique Olof Aschberg y la Guaranty Trust Company en Nueva York controlada por Morgan, relación que se mantuvo antes, durante y después de la Revolución Rusa. Durante la época zarista Aschberg fue el agente de Morgan en Rusia y el negociador de préstamos a Rusia por parte de los EE.UU; durante 1917 Aschberg fue el intermediario financiero de los revolucionarios; y después de la revolución Aschberg estuvo al frente del Ruskombank, el primer banco internacional soviético, mientras Max May, un vicepresidente de la Guaranty Trust controlada por Morgan, se convertía en director y gerente del Departamento Exterior del Ruskombank. Hemos presentado pruebas documentales de una relación de trabajo continua entre la Guaranty Trust Company y los bolcheviques. Los directores de la Guaranty en 1917 están listados en el Apéndice 1.
Aparte de ello, hay pruebas de tras*ferencias de fondos por parte de banqueros de Wall Street hacia actividades revolucionarias internacionales. Por ejemplo, existe la declaración (corroborada por un cablegrama) de William Boyce Thompson – un director del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, un importante accionista en el Chase Bank controlado por Rockefeller y asociado financiero de los Guggenheim y los Morgan – según la cual él (Thompson) contribuyó a la Revolución Bolchevique con 1 millón de dólares destinados a propaganda. Otro ejemplo es John Reed, el miembro norteamericano del comité ejecutivo de la Tercera Internacional, quien fue financiado y apoyado por Eugene Boissevain, un banquero privado de Nueva York, siendo Reed empleado por la revista Metropolitan de Harry Payne Whitney. Por aquella época Whitney era un director de la Guaranty Trust. También hemos establecido que Ludwig Martens, el primer “embajador” soviético en los EE.UU. estuvo apoyado (según el jefe de la inteligencia británica, Sir Basil Thompson) por fondos provenientes de la Guaranty Trust Company. Al rastrear el apoyo financiero de Trotsky en los EE.UU. descubrimos fuentes alemanas, aún por identificar, en Nueva York. Y, aún cuando no conocemos con precisión el origen del financiamiento alemán de Trotsky, sí sabemos que von Pavenstedt, el principal pagador del espionaje alemán en los EE.UU., fue también un socio mayor de Amsinck & Co., propiedad de la ubicua American International Corporation – también controlada por la firma J.P.Morgan.
Además, firmas de Wall Street, incluyendo la Guaranty Trust, estuvieron involucradas en las actividades bélicas y revolucionarias de Carranza y de Villa en Méjico. También hemos hallado pruebas documentales relacionadas con un grupo de Wall Street que financió a la revolución china de Sun Yat-sen en 1912; una revolución que hoy es considerada por los comunistas chinos como la precursora de la revolución de Mao en China. Charles B. Hill, un abogado de Nueva York que negoció con Sun Yat-sen a favor de su grupo, era director de tres subsidiarias de la Westinghouse, y hemos hallado que Charles R. Crane de la Westinghouse en Rusia estuvo involucrado en la Revolución de dicho país.
Bastante lejos del ámbito de las finanzas, hemos identificado otras pruebas, posiblemente más significativas, del involucramiento de Wall Street en la causa bolchevique. La Misión de la Cruz Roja Norteamericana a Rusia fue un emprendimiento privado de William B. Thompson quien públicamente manifestó su poyo partidario a los bolcheviques. Documentos del Gabinete de Guerra británico, hoy disponibles, registran que la política británica fue reorientada hacia el régimen de Lenin y Trotsky por la intervención personal de Thompson ante Lloyd George en Diciembre de 1917. Hemos reproducido afirmaciones del director Thompson y del vicepresidente William Lawrence Saunders, ambos del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, favoreciendo enfáticamente a los bolcheviques. John Reed no sólo estuvo financiado por Wall Street sino que contó con un sólido apoyo para sus actividades, hasta el extremo de la intervención en el Departamento de Estado de parte de William Franklin Sands, secretario ejecutivo de la American International Corporation. En el caso de sedición contra Robert Minor hay fuertes indicaciones y alguna prueba circunstancial de que el coronel Edward House intervino para lograr la liberación del acusado. El significado del caso de Minor reside en que el programa de William B. Thompson para la revolución bolchevique en Alemania fue precisamente el programa que Minor estaba implementando cuando fue arrestado en Alemania.
Algunos agentes internacionales, como por ejemplo Alexander Gumberg, trabajaron para Wall Street y también para los bolcheviques. En 1917 Gumberg era el representante de una firma norteamericana en Petrogrado, trabajó para Thompson en la Misión de la Cruz Roja Norteamericana, se convirtió en el principal agente bolchevique en Escandinavia hasta que fue deportado de Noruega, para convertirse luego en asesor confidencial de Reeve Schley del Chase Bank en Nueva York y más tarde de la Floyd Odium de Atlas Corporation.
Toda esta actividad se originó en gran medida desde una sola dirección: el 120 de Broadway en la ciudad de Nueva York. Hemos mostrado las pruebas de esta observación pero no existe una razón concluyente para esta inusual concentración de actividades en una sola dirección, excepto que aparece como la contrapartida de la afirmación de Carroll Quigley en el sentido de que J.P.Morgan infiltró a la izquierda local. De hecho, J.P.Morgan también infiltró a la izquierda internacional.
El Banco de la Reserva Federal estaba en el 120 de Broadway. El vehículo para esta actividad bolchevique fue la American International Corporation – en el 120 de Broadway. La opinión de la American International Corporation sobre el régimen bolchevique fue solicitada por el Secretario de Estado Lansing sólo unas pocas semanas después de comenzada la revolución y Sands, el secretario ejecutivo de la American International Corporation apenas pudo disimular su entusiasmo por la causa bolchevique. Ludwig Martens, el primer embajador de los soviéticos, había sido vicepresidente de Weinberg & Posner que también estaba domiciliada en el 120 de Broadway. La Guaranty Trust Company estaba en la puerta de al lado, en el 140 de Broadway, pero la Guaranty Securities Co. Estaba en el 120 Broadway. En 1917, Hunt, Hill & Betts estaban en el 120 de Broadway y Charles B. Hill de esta firma fue el negociador del trato con Sun Yat-sen. John MacGregor Grant Co, que estaba financiada por Olof Aschberg en Suecia y por la Guaranty Trust en los EE.UU., y que figuró en la lista de color de la Inteligencia Militar, estaba en el 120 de Broadway. Los Guggenheim y el corazón ejecutivo de la General Electric (también con intereses en la American International) estaban en el 120 de Broadway. Hallamos, pues, que difícilmente sorprenda saber que el Bankers Club (Club de los Banqueros) también se hallaba en el 120 de Broadway, en el último piso (el 34°).
Es significativo que el apoyo a los bolcheviques no terminó con la consolidación de la revolución; en consecuencia, este apoyo no puede ser totalmente explicado en términos de la guerra contra Alemania. El grupo ruso-norteamericano formado en 1918 para obtener concesiones en Rusia estuvo respaldado por los intereses de White, Guggenheim y Sinclair. La lista de directores de compañías controladas por estos tres financistas incluye a Thomas W. Lamont (Guaranty Trust), William Boyce Thompson (Banco de la Reserva Federal), y el empleador de John Reed, Harry Payne Whitney (Guaranty Trust). Esto sugiere fuertemente que el grupo fue formado para cobrarse un anterior apoyo a la causa bolchevique brindado durante el período revolucionario. Y luego hallamos que la Guaranty Trust respaldó financieramente a la Oficina Soviética en Nueva York durante 1919.
La primer señal concreta de que el anterior apoyo financiero comenzaba a dar sus frutos se vio en 1923 cuando los soviéticos formaron su primer banco internacional, el Ruskombank. Olof Aschberg, asociado de Morgan, se convirtió en el titular nominal de este banco soviético; Max May, un vicepresidente de la Guaranty Trust, se convirtió en director y rápidamente el Ruskombank designó a la Guaranty Trust Company como su agente norteamericano.
LA EXPLICACIÓN DE ESTA ALIANZA “NON SANCTA”
¿Cuál es el motivo que explica esta coalición de capitalistas y bolcheviques?
En aquél entonces Rusia era – y sigue siéndolo – el mayor mercado no explotado del mundo. Aparte de ello, Rusia constituía entonces y sigue constituyendo la mayor amenaza potencial competitiva para la supremacía industrial y financiera norteamericana. (Una simple mirada al mapa del mundo es suficiente para ilustrar la diferencia geográfica entre la enorme masa de tierra de Rusia y la más pequeña extensión de los Estados Unidos). Wall Street debe sentir escalofríos cuando visualiza a Rusia como un segundo gigante industrial supernorteamericano.
Pero ¿por qué permitir que Rusia se convierta en un competidor y en una amenaza para la supremacía norteamericana? Hacia fines del Siglo XIX Morgan/Rockefeller y Guggenheim ya habían demostrado su proclividad al monopolio. En “Railroads and Regulation 1877-1916” (Ferrocarriles y Regulación 1877-1916) Gabriel Kolko ha demostrado como fueron estos propietarios ferroviarios, y no los granjeros, los que querían el control estatal de los ferrocarriles a fin de preservar su monopolio y abolir la competencia. De modo que la explicación más simple para nuestras pruebas es que un grupo de financistas de Wall Street expandió sus ambiciones monopólicas y ensanchó sus horizontes a una escala global. El gigantesco mercado ruso habría de convertirse en un mercado cautivo y en una colonia tecnológica a ser explotada por unos pocos poderosos financistas norteamericanos y las corporaciones que controlaban. Lo que la Comisión de Comercio Interestatal y la Comisión Federal de Comercio, bajo la égida de la industria norteamericana, pudieron lograr para esa industria en el ámbito local, un gobierno socialista planificado podría lograrlo para ella en el extranjero, dado el adecuado apoyo y las instrucciones pertinentes de Wall Street y de Washington D.C.
Por último, para quienes esta explicación parezca demasiado radical, recuérdese que fue Trotsky el que designó a generales zaristas para consolidar al Ejército Rojo; fue Trotsky el que recurrió a oficiales norteamericanos para controla a la Rusia revolucionaria e intervenir a favor de los soviéticos; fue Trotsky el que primero aplastó a los elementos libertarios en la Revolución Rusa y luego a los trabajadores y campesinos; y téngase presente que la historia oficial ignora totalmente al Ejército Verde de 700.000 hombres, compuesto por ex – bolcheviques irritados por la traición a la revolución que combatió tanto a los Blancos como también a los gente de izquierdas. En otras palabras, lo que estamos sugiriendo es que la Revolución Bolchevique fue una alianza de estatistas: estatistas revolucionarios y estatistas financieros aliados contra los elementos genuinamente libertarios en Rusia. {[3]}
En la mente del lector debe haber surgido la pregunta de: ¿fueron, por lo tanto, estos banqueros también bolcheviques encubiertos? No. Por supuesto que no. Los financistas no tuvieron ideología. Sería cometer un grueso error de interpretación presuponer que la asistencia a los bolcheviques estuvo motivada ideológicamente en cualquier sentido estricto. Los financistas estaban motivados por el poder y, por lo tanto, apoyaron a cualquier vehículo que les ofreciese un acceso al poder. Trotsky, Lenin, el Zar, Kolchak, Denikin – todos recibieron ayuda, en más o en menos. Es decir: todos, menos aquellos que deseaban una sociedad individualista realmente libre.
Tampoco la ayuda quedó limitada a bolcheviques estatistas y antibolcheviques estatistas. John P. Diggins, en Mussolini and Fascism: The View from America {[4]} (Mussolini y Facsismo: Una Visión desde Norteamérica) ha señalado en relación con Thomas Lamont de la Guaranty Trust que
De todos los dirigentes empresarios norteamericanos el que más vigorosamente patrocinó la causa del fascismo fue Thomas W. Lamont. Cabeza de la poderosa red bancaria de J.P.Morgan, Lamont fue algo así como un consultor comercial para el gobierno de la Italia fascista.
Lamont consiguió un empréstito de u$s 100 millones para Mussolini en 1926, en un momento particularmente crucial para el dictador italiano. Podríamos recordar también que el director de la Guaranty Trust era el padre de Corliss Lamont, un comunista norteamericano. Esta actitud equitativa hacia los sistemas totalitarios mellizos de comunismo y fascismo no fue exclusiva de la familia Lamont. Por ejemplo, Otto Kahn, director de la American International Corporation y de Kuhn, Leob & Co., estaba seguro de que “El capital norteamericano invertido en Italia hallará, seguridad, promoción, oportunidades y recompensa.” {[5]} Y este es el mismo Otto Kahn que disertó ante la League of Industrial Democracy socialista en 1924 diciendo que los objetivos de la Liga eran también sus objetivos. {[6]} De acuerdo con Kahn, diferían solamente en los medios empleados para alcanzar esos objetivos.
Ivy Lee, el hombre de relaciones públicas de Rockefeller, hizo declaraciones similares y fue el responsable de venderle el régimen soviético al crédulo público norteamericano a fines de los años 1920. También hemos visto que Basil Miles, a cargo del sector ruso en el Departamento de Estado y anteriormente asociado de William Franklin Sands, fue decididamente útil a los hombres de negocios que promocionaban causas bolcheviques; pero en 1923 el mismo Miles aparece como autor de un artículo profascista, “Italy's Black Shirts and Business” {[7]}. (Las Camisas Negras de Italia y los Negocios) “La victoria de los fascistas es una expresión de la juventud de Italia” – escribió Miles glorificando al movimiento fascista y aplaudiendo la estima del mismo por los negocios norteamericanos.
W John D. Rockefeller III, “The Second American Revolution” ("La Segunda Revolución Norteamericana! - New York: Harper & Row. 1973)
LAS PRUEBAS PRESENTADAS: UNA SINOPSIS
Las pruebas ya publicadas por George Katkov, Stefan Possony y Michael Futrell han establecido que el regreso a Rusia de Lenin y su grupo de bolcheviques exilados fue financiado y organizado por el gobierno alemán. {[1]} Los fondos necesarios fueron tras*feridos, en parte a través del Nya Banken de Estocolmo, propiedad de Olof Aschberg, y el doble objetivo alemán fue: (a) sacar a Rusia de la guerra y (b) controlar el mercado ruso de postguerra. {[2]}
Por nuestra parte hemos ido más allá de esta evidencia y hemos establecido una relación de trabajo continua entre el banquero bolchevique Olof Aschberg y la Guaranty Trust Company en Nueva York controlada por Morgan, relación que se mantuvo antes, durante y después de la Revolución Rusa. Durante la época zarista Aschberg fue el agente de Morgan en Rusia y el negociador de préstamos a Rusia por parte de los EE.UU; durante 1917 Aschberg fue el intermediario financiero de los revolucionarios; y después de la revolución Aschberg estuvo al frente del Ruskombank, el primer banco internacional soviético, mientras Max May, un vicepresidente de la Guaranty Trust controlada por Morgan, se convertía en director y gerente del Departamento Exterior del Ruskombank. Hemos presentado pruebas documentales de una relación de trabajo continua entre la Guaranty Trust Company y los bolcheviques. Los directores de la Guaranty en 1917 están listados en el Apéndice 1.
Aparte de ello, hay pruebas de tras*ferencias de fondos por parte de banqueros de Wall Street hacia actividades revolucionarias internacionales. Por ejemplo, existe la declaración (corroborada por un cablegrama) de William Boyce Thompson – un director del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, un importante accionista en el Chase Bank controlado por Rockefeller y asociado financiero de los Guggenheim y los Morgan – según la cual él (Thompson) contribuyó a la Revolución Bolchevique con 1 millón de dólares destinados a propaganda. Otro ejemplo es John Reed, el miembro norteamericano del comité ejecutivo de la Tercera Internacional, quien fue financiado y apoyado por Eugene Boissevain, un banquero privado de Nueva York, siendo Reed empleado por la revista Metropolitan de Harry Payne Whitney. Por aquella época Whitney era un director de la Guaranty Trust. También hemos establecido que Ludwig Martens, el primer “embajador” soviético en los EE.UU. estuvo apoyado (según el jefe de la inteligencia británica, Sir Basil Thompson) por fondos provenientes de la Guaranty Trust Company. Al rastrear el apoyo financiero de Trotsky en los EE.UU. descubrimos fuentes alemanas, aún por identificar, en Nueva York. Y, aún cuando no conocemos con precisión el origen del financiamiento alemán de Trotsky, sí sabemos que von Pavenstedt, el principal pagador del espionaje alemán en los EE.UU., fue también un socio mayor de Amsinck & Co., propiedad de la ubicua American International Corporation – también controlada por la firma J.P.Morgan.
Además, firmas de Wall Street, incluyendo la Guaranty Trust, estuvieron involucradas en las actividades bélicas y revolucionarias de Carranza y de Villa en Méjico. También hemos hallado pruebas documentales relacionadas con un grupo de Wall Street que financió a la revolución china de Sun Yat-sen en 1912; una revolución que hoy es considerada por los comunistas chinos como la precursora de la revolución de Mao en China. Charles B. Hill, un abogado de Nueva York que negoció con Sun Yat-sen a favor de su grupo, era director de tres subsidiarias de la Westinghouse, y hemos hallado que Charles R. Crane de la Westinghouse en Rusia estuvo involucrado en la Revolución de dicho país.
Bastante lejos del ámbito de las finanzas, hemos identificado otras pruebas, posiblemente más significativas, del involucramiento de Wall Street en la causa bolchevique. La Misión de la Cruz Roja Norteamericana a Rusia fue un emprendimiento privado de William B. Thompson quien públicamente manifestó su poyo partidario a los bolcheviques. Documentos del Gabinete de Guerra británico, hoy disponibles, registran que la política británica fue reorientada hacia el régimen de Lenin y Trotsky por la intervención personal de Thompson ante Lloyd George en Diciembre de 1917. Hemos reproducido afirmaciones del director Thompson y del vicepresidente William Lawrence Saunders, ambos del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, favoreciendo enfáticamente a los bolcheviques. John Reed no sólo estuvo financiado por Wall Street sino que contó con un sólido apoyo para sus actividades, hasta el extremo de la intervención en el Departamento de Estado de parte de William Franklin Sands, secretario ejecutivo de la American International Corporation. En el caso de sedición contra Robert Minor hay fuertes indicaciones y alguna prueba circunstancial de que el coronel Edward House intervino para lograr la liberación del acusado. El significado del caso de Minor reside en que el programa de William B. Thompson para la revolución bolchevique en Alemania fue precisamente el programa que Minor estaba implementando cuando fue arrestado en Alemania.
Algunos agentes internacionales, como por ejemplo Alexander Gumberg, trabajaron para Wall Street y también para los bolcheviques. En 1917 Gumberg era el representante de una firma norteamericana en Petrogrado, trabajó para Thompson en la Misión de la Cruz Roja Norteamericana, se convirtió en el principal agente bolchevique en Escandinavia hasta que fue deportado de Noruega, para convertirse luego en asesor confidencial de Reeve Schley del Chase Bank en Nueva York y más tarde de la Floyd Odium de Atlas Corporation.
Toda esta actividad se originó en gran medida desde una sola dirección: el 120 de Broadway en la ciudad de Nueva York. Hemos mostrado las pruebas de esta observación pero no existe una razón concluyente para esta inusual concentración de actividades en una sola dirección, excepto que aparece como la contrapartida de la afirmación de Carroll Quigley en el sentido de que J.P.Morgan infiltró a la izquierda local. De hecho, J.P.Morgan también infiltró a la izquierda internacional.
El Banco de la Reserva Federal estaba en el 120 de Broadway. El vehículo para esta actividad bolchevique fue la American International Corporation – en el 120 de Broadway. La opinión de la American International Corporation sobre el régimen bolchevique fue solicitada por el Secretario de Estado Lansing sólo unas pocas semanas después de comenzada la revolución y Sands, el secretario ejecutivo de la American International Corporation apenas pudo disimular su entusiasmo por la causa bolchevique. Ludwig Martens, el primer embajador de los soviéticos, había sido vicepresidente de Weinberg & Posner que también estaba domiciliada en el 120 de Broadway. La Guaranty Trust Company estaba en la puerta de al lado, en el 140 de Broadway, pero la Guaranty Securities Co. Estaba en el 120 Broadway. En 1917, Hunt, Hill & Betts estaban en el 120 de Broadway y Charles B. Hill de esta firma fue el negociador del trato con Sun Yat-sen. John MacGregor Grant Co, que estaba financiada por Olof Aschberg en Suecia y por la Guaranty Trust en los EE.UU., y que figuró en la lista de color de la Inteligencia Militar, estaba en el 120 de Broadway. Los Guggenheim y el corazón ejecutivo de la General Electric (también con intereses en la American International) estaban en el 120 de Broadway. Hallamos, pues, que difícilmente sorprenda saber que el Bankers Club (Club de los Banqueros) también se hallaba en el 120 de Broadway, en el último piso (el 34°).
Es significativo que el apoyo a los bolcheviques no terminó con la consolidación de la revolución; en consecuencia, este apoyo no puede ser totalmente explicado en términos de la guerra contra Alemania. El grupo ruso-norteamericano formado en 1918 para obtener concesiones en Rusia estuvo respaldado por los intereses de White, Guggenheim y Sinclair. La lista de directores de compañías controladas por estos tres financistas incluye a Thomas W. Lamont (Guaranty Trust), William Boyce Thompson (Banco de la Reserva Federal), y el empleador de John Reed, Harry Payne Whitney (Guaranty Trust). Esto sugiere fuertemente que el grupo fue formado para cobrarse un anterior apoyo a la causa bolchevique brindado durante el período revolucionario. Y luego hallamos que la Guaranty Trust respaldó financieramente a la Oficina Soviética en Nueva York durante 1919.
La primer señal concreta de que el anterior apoyo financiero comenzaba a dar sus frutos se vio en 1923 cuando los soviéticos formaron su primer banco internacional, el Ruskombank. Olof Aschberg, asociado de Morgan, se convirtió en el titular nominal de este banco soviético; Max May, un vicepresidente de la Guaranty Trust, se convirtió en director y rápidamente el Ruskombank designó a la Guaranty Trust Company como su agente norteamericano.
LA EXPLICACIÓN DE ESTA ALIANZA “NON SANCTA”
¿Cuál es el motivo que explica esta coalición de capitalistas y bolcheviques?
En aquél entonces Rusia era – y sigue siéndolo – el mayor mercado no explotado del mundo. Aparte de ello, Rusia constituía entonces y sigue constituyendo la mayor amenaza potencial competitiva para la supremacía industrial y financiera norteamericana. (Una simple mirada al mapa del mundo es suficiente para ilustrar la diferencia geográfica entre la enorme masa de tierra de Rusia y la más pequeña extensión de los Estados Unidos). Wall Street debe sentir escalofríos cuando visualiza a Rusia como un segundo gigante industrial supernorteamericano.
Pero ¿por qué permitir que Rusia se convierta en un competidor y en una amenaza para la supremacía norteamericana? Hacia fines del Siglo XIX Morgan/Rockefeller y Guggenheim ya habían demostrado su proclividad al monopolio. En “Railroads and Regulation 1877-1916” (Ferrocarriles y Regulación 1877-1916) Gabriel Kolko ha demostrado como fueron estos propietarios ferroviarios, y no los granjeros, los que querían el control estatal de los ferrocarriles a fin de preservar su monopolio y abolir la competencia. De modo que la explicación más simple para nuestras pruebas es que un grupo de financistas de Wall Street expandió sus ambiciones monopólicas y ensanchó sus horizontes a una escala global. El gigantesco mercado ruso habría de convertirse en un mercado cautivo y en una colonia tecnológica a ser explotada por unos pocos poderosos financistas norteamericanos y las corporaciones que controlaban. Lo que la Comisión de Comercio Interestatal y la Comisión Federal de Comercio, bajo la égida de la industria norteamericana, pudieron lograr para esa industria en el ámbito local, un gobierno socialista planificado podría lograrlo para ella en el extranjero, dado el adecuado apoyo y las instrucciones pertinentes de Wall Street y de Washington D.C.
Por último, para quienes esta explicación parezca demasiado radical, recuérdese que fue Trotsky el que designó a generales zaristas para consolidar al Ejército Rojo; fue Trotsky el que recurrió a oficiales norteamericanos para controla a la Rusia revolucionaria e intervenir a favor de los soviéticos; fue Trotsky el que primero aplastó a los elementos libertarios en la Revolución Rusa y luego a los trabajadores y campesinos; y téngase presente que la historia oficial ignora totalmente al Ejército Verde de 700.000 hombres, compuesto por ex – bolcheviques irritados por la traición a la revolución que combatió tanto a los Blancos como también a los gente de izquierdas. En otras palabras, lo que estamos sugiriendo es que la Revolución Bolchevique fue una alianza de estatistas: estatistas revolucionarios y estatistas financieros aliados contra los elementos genuinamente libertarios en Rusia. {[3]}
En la mente del lector debe haber surgido la pregunta de: ¿fueron, por lo tanto, estos banqueros también bolcheviques encubiertos? No. Por supuesto que no. Los financistas no tuvieron ideología. Sería cometer un grueso error de interpretación presuponer que la asistencia a los bolcheviques estuvo motivada ideológicamente en cualquier sentido estricto. Los financistas estaban motivados por el poder y, por lo tanto, apoyaron a cualquier vehículo que les ofreciese un acceso al poder. Trotsky, Lenin, el Zar, Kolchak, Denikin – todos recibieron ayuda, en más o en menos. Es decir: todos, menos aquellos que deseaban una sociedad individualista realmente libre.
Tampoco la ayuda quedó limitada a bolcheviques estatistas y antibolcheviques estatistas. John P. Diggins, en Mussolini and Fascism: The View from America {[4]} (Mussolini y Facsismo: Una Visión desde Norteamérica) ha señalado en relación con Thomas Lamont de la Guaranty Trust que
De todos los dirigentes empresarios norteamericanos el que más vigorosamente patrocinó la causa del fascismo fue Thomas W. Lamont. Cabeza de la poderosa red bancaria de J.P.Morgan, Lamont fue algo así como un consultor comercial para el gobierno de la Italia fascista.
Lamont consiguió un empréstito de u$s 100 millones para Mussolini en 1926, en un momento particularmente crucial para el dictador italiano. Podríamos recordar también que el director de la Guaranty Trust era el padre de Corliss Lamont, un comunista norteamericano. Esta actitud equitativa hacia los sistemas totalitarios mellizos de comunismo y fascismo no fue exclusiva de la familia Lamont. Por ejemplo, Otto Kahn, director de la American International Corporation y de Kuhn, Leob & Co., estaba seguro de que “El capital norteamericano invertido en Italia hallará, seguridad, promoción, oportunidades y recompensa.” {[5]} Y este es el mismo Otto Kahn que disertó ante la League of Industrial Democracy socialista en 1924 diciendo que los objetivos de la Liga eran también sus objetivos. {[6]} De acuerdo con Kahn, diferían solamente en los medios empleados para alcanzar esos objetivos.
Ivy Lee, el hombre de relaciones públicas de Rockefeller, hizo declaraciones similares y fue el responsable de venderle el régimen soviético al crédulo público norteamericano a fines de los años 1920. También hemos visto que Basil Miles, a cargo del sector ruso en el Departamento de Estado y anteriormente asociado de William Franklin Sands, fue decididamente útil a los hombres de negocios que promocionaban causas bolcheviques; pero en 1923 el mismo Miles aparece como autor de un artículo profascista, “Italy's Black Shirts and Business” {[7]}. (Las Camisas Negras de Italia y los Negocios) “La victoria de los fascistas es una expresión de la juventud de Italia” – escribió Miles glorificando al movimiento fascista y aplaudiendo la estima del mismo por los negocios norteamericanos.