Teniente_Dan
Todo lo hacen por nuestro bien
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SE NECESITA UN neցro
El negocio del porvenir.
Hace días apareció en el Daily Telegraph el siguiente anuncio: «Doctor en
medicina desea un neցro para hacer con él experiencias de decoloración.
Garantiza la inocuidad del procedimiento». Yo conozco a un chico que está
empleado de neցro en casa de una señora inglesa.
—¿Para qué tiene usted a este neցro? —le pregunté un día a la dueña.
—Para vestirlo de rojo —me contestó.
Desde que se levanta hasta que se acuesta la única ocupación del chico
consiste en ser neցro. Los criados blancos sirven la mesa, barren, friegan,
hacen recados… El neցro no trabaja. ¿Acaso es poca cosa el ser un criado
neցro, en casa de unos amos blancos? Los días de soirée, las chicas le
llaman en el salón con toda clase de pretextos. A su lado se sientan unas
rubias. El neցro va, y cada vez que se acerca a un albo descote, parece
decir:
—Reconozca usted, señorita, que si no hubiera hombres tan neցros como
yo, no tendrían un gran mérito las mujeres tan blancas como usted.
Yo pensé en el negrito de la señora inglesa, al leer el anuncio del Daily
Telegraph, y fui a verlo. Le expliqué la cosa, y le dije:
—¿Qué? ¿Quieres blanquear?
—¿Y de qué voy a vivir después? Si me vuelvo blanco tendré que
trabajar como un neցro.
—Pero hombre. Cuando te miras al espejo, ¿no te da vergüenza? ¿No se
te pone la cara colorada al vértela tan de color?
Todos mis argumentos fueron inútiles. El neցro no se dejó convencer.
Cada día está más neցro.
Londres está lleno de neցros. Cantantes, bailadores de cake-walk,
groms, lacayos, boxeadores… En los restaurants puede verse a todas horas
este espectáculo que ocho años atrás produjo el asombro y la indignación de
un filósofo: el de un neցro servido por un blanco. La victoria de Johnson les
ha animado. Sus ademanes son retadores. Parece que quieren conquistar el
mundo a abrazos. Hace algunos años, si un médico hubiera podido
despintar a los neցros, hubiera realizado la obra más humanitaria del mundo.
En vano algunos espíritus generosos trataban de demostrar entonces que los
neցros eran iguales a los blancos. Para que fuesen iguales había que
desteñirlos. En aquellos días, el gabinete de ese doctor que se anuncia en el
Daily Telegraph se hubiese visto invadido de neցros. Si el procedimiento
resultaba eficaz, el doctor podría guardar la tinta extraída a sus clientes,
montar una fábrica de betún y ganar millones. Por una puerta entrarían a su
casa los neցros y por otra saldrían blancos. Estos neցros blanqueados, con el
pelo áspero, los labios gruesos y las narices achatadas, vendrían a ser una
cosa así como Rubén Darío.
Pero ahora, los neցros están orgullosos de ser neցros. No parece sino
que Johnson le hubiera devuelto a la raza blanca ese abrazo ideal que
aplasta las narices de los neցros. Los artistas y los luchadores cuidan su cara
como un presumido cuida unas botas de charol. Yo nunca he visto neցros tan
relucientes. Como esas monedas que brillan mucho, a mí algunos neցros me
parecen falsos. Presumo que el anuncio del Daily Telegraph no tendrá éxito,
y es una lástima, toda esa tinta nos manchará a nosotros. Lo neցro se
mezclará con lo blanco, y el porvenir será turbio. De una blanca inglesa y un
neցro charolado, saldrá un mulato. Dentro de cincuenta años no se
encontrará un neցro bien réussi ni por un ojo de la cara. El negociante que se
dedique hoy a cultivar unos cuantos neցros, está llamado a ganar un dineral.
El negocio del porvenir.
Hace días apareció en el Daily Telegraph el siguiente anuncio: «Doctor en
medicina desea un neցro para hacer con él experiencias de decoloración.
Garantiza la inocuidad del procedimiento». Yo conozco a un chico que está
empleado de neցro en casa de una señora inglesa.
—¿Para qué tiene usted a este neցro? —le pregunté un día a la dueña.
—Para vestirlo de rojo —me contestó.
Desde que se levanta hasta que se acuesta la única ocupación del chico
consiste en ser neցro. Los criados blancos sirven la mesa, barren, friegan,
hacen recados… El neցro no trabaja. ¿Acaso es poca cosa el ser un criado
neցro, en casa de unos amos blancos? Los días de soirée, las chicas le
llaman en el salón con toda clase de pretextos. A su lado se sientan unas
rubias. El neցro va, y cada vez que se acerca a un albo descote, parece
decir:
—Reconozca usted, señorita, que si no hubiera hombres tan neցros como
yo, no tendrían un gran mérito las mujeres tan blancas como usted.
Yo pensé en el negrito de la señora inglesa, al leer el anuncio del Daily
Telegraph, y fui a verlo. Le expliqué la cosa, y le dije:
—¿Qué? ¿Quieres blanquear?
—¿Y de qué voy a vivir después? Si me vuelvo blanco tendré que
trabajar como un neցro.
—Pero hombre. Cuando te miras al espejo, ¿no te da vergüenza? ¿No se
te pone la cara colorada al vértela tan de color?
Todos mis argumentos fueron inútiles. El neցro no se dejó convencer.
Cada día está más neցro.
Londres está lleno de neցros. Cantantes, bailadores de cake-walk,
groms, lacayos, boxeadores… En los restaurants puede verse a todas horas
este espectáculo que ocho años atrás produjo el asombro y la indignación de
un filósofo: el de un neցro servido por un blanco. La victoria de Johnson les
ha animado. Sus ademanes son retadores. Parece que quieren conquistar el
mundo a abrazos. Hace algunos años, si un médico hubiera podido
despintar a los neցros, hubiera realizado la obra más humanitaria del mundo.
En vano algunos espíritus generosos trataban de demostrar entonces que los
neցros eran iguales a los blancos. Para que fuesen iguales había que
desteñirlos. En aquellos días, el gabinete de ese doctor que se anuncia en el
Daily Telegraph se hubiese visto invadido de neցros. Si el procedimiento
resultaba eficaz, el doctor podría guardar la tinta extraída a sus clientes,
montar una fábrica de betún y ganar millones. Por una puerta entrarían a su
casa los neցros y por otra saldrían blancos. Estos neցros blanqueados, con el
pelo áspero, los labios gruesos y las narices achatadas, vendrían a ser una
cosa así como Rubén Darío.
Pero ahora, los neցros están orgullosos de ser neցros. No parece sino
que Johnson le hubiera devuelto a la raza blanca ese abrazo ideal que
aplasta las narices de los neցros. Los artistas y los luchadores cuidan su cara
como un presumido cuida unas botas de charol. Yo nunca he visto neցros tan
relucientes. Como esas monedas que brillan mucho, a mí algunos neցros me
parecen falsos. Presumo que el anuncio del Daily Telegraph no tendrá éxito,
y es una lástima, toda esa tinta nos manchará a nosotros. Lo neցro se
mezclará con lo blanco, y el porvenir será turbio. De una blanca inglesa y un
neցro charolado, saldrá un mulato. Dentro de cincuenta años no se
encontrará un neցro bien réussi ni por un ojo de la cara. El negociante que se
dedique hoy a cultivar unos cuantos neցros, está llamado a ganar un dineral.
