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Jot Down Cultural Magazine | Juanjo Puigcorbé: “Si se hubiera invertido en cultura la décima parte de lo que se ha invertido en deporte, este país sería uno de los más importantes”
Juanjo Puigcorbé: “Si se hubiera invertido en cultura la décima parte de lo que se ha invertido en deporte, este país sería uno de los más importantes”
Publicado por Fernando Olalquiaga
Si bien no falta quien sitúe la Edad de Oro en los continentes perdidos, en Hiperbórea o la Atlántida —y no pocos estudiosos hacen referencia a ambos—, aquellos que recordamos ese año de nuestras vidas que dieron por llamar Curso de Orientación Universitaria somos conscientes de poseer una verdad si no inmutable, sí al menos sólida como una obra de teatro o un soneto de Shakespeare. Ah, esos eran los años, y fue entonces cuando Juanjo Puigcorbé se subió a un escenario, miró fijamente a las concavidades orbitarias de una calavera que la mayor parte de las veces era simple utilería, pero otras quizá no, y sintió una extraña sensación más o menos inefable que no le ha abandonado desde entonces. En su casa de Madrid, gran parte de ella impregnada por un olor a librería, a papel antiguo, a horas de estudio que traen recuerdos de estancias pasadas y otras intimidades poco confesables por sensibleras, recuerda sus inicios y nos invita a reflexionar sobre lo manido de ciertos temas.
Cursaste tres años de Filosofía, dos de Física y tres de Teatro. ¿Cómo te decidiste finalmente por dedicarte a la interpretación?
En mi familia no había tradición teatral. Musical sí, pero no teatral. En 1972 estaba estudiando lo que a partir de entonces se llamaría COU, y tuvimos por primera vez asignaturas optativas: una de ellas era Expresión Dramática, y me inscribí. Me gustó mucho, descubrí un mundo nuevo. Como ejercicio de final de curso teníamos que subir a escena y representar un personaje, y experimenté una sensación nueva. A partir de ahí, con compañeros de ese curso y otros amigos, creamos un grupo de teatro amateur. De ahí dimos el salto —era la época espléndida de los años setenta y pico— y empezamos a hacer happenings y teatro en el metro… lo que ahora se llaman flashmobs. Después pasamos a representar obras de vanguardia. Yo alternaba esto con esas dos carreras en la universidad. Hubo un momento en que me pudo más esa afición que la posibilidad de dedicarme a la Física y abandoné las carreras para ingresar en el Institut del Teatre. Hice los tres años y durante el tercero ya era profesional, ya formaba parte de compañías profesionales de Barcelona. Es decir, la afición se convirtió rápidamente en profesión.
Física y Filosofía son dos carreras fuertes para estudiarlas simultáneamente.
Últimamente estoy haciendo muchas entrevistas para promocionar la obra de teatro de Juan Mayorga que estamos representando Pere Ponce y yo, y me suelen hacer esta pregunta, algunos de forma totalmente peyorativa, con desprecio (que es uno de los deportes nacionales). Uno me preguntó que si siempre andaba tan confundido como para estudiar Física y Filosofía a la vez, que qué tenían que ver esas carreras entre sí, vamos, que andaba muy despistado y que quería hacerme una foto con una linterna para ilustrar ese despiste. Evidentemente ahí acabó la entrevista. Pero antes me pegué el gustazo de contestarle que a la filosofía se le llama metafísica porque es la disciplina más allá de la física, y que hasta el s. XIX casi todos los filósofos son físicos, desde los presocráticos a Leibnitz, Newton e incluso Popper; que hay una conexión muy directa y últimamente mucho más, porque la física de partículas y la física cuántica enlazan directamente con la filosofía… en fin… Por cierto, que Juan Mayorga estudió Matemáticas, Filosofía y luego se dedicó al teatro. Otro confundido.
¿Puedes describir esa nueva sensación que tuviste al subirte al escenario del colegio?
Es sentirse… (larga pausa) íntimo en público. Es algo muy difícil de explicar, pero voy a intentarlo: tener en el escenario una gran conciencia del presente, vivirlo, engrandecerlo si es posible y compartir esa intimidad del personaje con el público. Esa es la magia del teatro, y lo que los espectadores vienen a ver. Mientras que el cine deja una huella en la zona del cerebro de la ensoñación, el teatro la deja en la zona de la memoria física de las tres dimensiones… o las cuatro que tiene la realidad. El público asiste a una ceremonia en la que puede haber algunos momentos —porque una obra de teatro solamente es la preparación de unos momentos— donde se produce eso. Siempre cuento que en la historia del teatro se repiten muchos momentos así, pero hay algunos fabulosos, como los que escribió Shakespeare, que se los entregaba siempre a los actores. Cuando en la obra destronan a Ricardo II, Bolingbroke, el oponente, le pide la corona y todos los parlamentarios bajan la cabeza porque nunca han visto al rey sin corona y sienten vergüenza ajena. Pero el modo como Ricardo II entrega la corona, ese es el instante mágico del actor, solo suyo y del público. O en Macbeth, cuando llega el criado y le dice “Señor, el bosque avanza”. Esa perplejidad del personaje que se puede expresar con un grito, con furia, con asfixia, con pasmo, está también entregada al actor. Esos son los momentos mágicos del teatro. En una obra de teatro generalmente se producen uno, dos o tres momentos así, todo lo demás es preparación de ese momento.
¿Esto sucede sobre todo en las obras clásicas?
No, pero lo explico con obras clásicas porque así sé que tengo un referente con el interlocutor, si lo contara con una obra que no conoce nadie tendría que dar muchas más explicaciones.
Antes has empezado a hablar de la escena en los años 70. ¿Qué diferencias aprecias entre la de entonces y la de ahora?
La ilusión que teníamos cuando empezábamos es la misma que tienen ahora los que empiezan; esa ilusión no se pierde nunca. Los jóvenes ahora están mucho más preparados. He tenido la suerte de trabajar con ellos en series y son unos profesionales como la copa de un pino, educadísimos y muy entregados a su trabajo. La diferencia es de otro tipo. Para nosotros el horizonte era abierto, mientras que hoy en día parece algo más neցro. Nosotros estábamos en una situación penosa, pero íbamos a mejor. Ahora estamos en una situación penosa y no sabemos si vamos a ir a peor.
Alguna vez has dicho que la situación cultural es desastrosa.
La cultura es una industria que en España solo es incipiente cuando debería ser puntera. Contamos con una situación geoestratégica importantísima, pero que carece del apoyo de nuestros gobiernos. La educación, la ciencia y la cultura, son la base de esta industria en otros países, como en Francia, como en Estados Unidos, pero aquí ha quedado por detrás del deporte. Si se hubiera invertido en cultura la décima parte de lo que se ha invertido en deporte, este país sería uno de los más importantes del mundo culturalmente hablando.
En Estados Unidos, que es un país con una economía más liberal, ¿también han intervenido y apoyado los gobiernos a la cultura?
No. Hay mecenazgo y otras cosas. Pero tienen un público de 500 millones de personas, mas todas las “colonias”, lo que puede sumar un total de 1500 millones. Estados Unidos tiene colonias, entre ellos nosotros. Y nosotros tenemos un público de cuarenta y pico millones, y tenemos que competir con productos creados para 40 millones contra otros creados para 1500 millones. Estamos hablando de una desventaja abismal. Por lo tanto, deberíamos tener una protección sólida, y no la tenemos. No es un problema de intervención o no intervención, es un problema de un orden mucho mayor. Los japoneses, por ejemplo, no tienen esa lengua que les pueda vehicular a otros países, y se han dedicado a la industria de los soportes: DVDs, magnetoscopios, televisiones… no al contenido, sino al continente. Hay que ser listo y ellos lo son. Nosotros tenemos un contenido y un continente que podemos utilizar, y no lo hacemos. Tiene que haber una inyección de dinero. Los Juegos Olímpicos de Barcelona demostraron que una ínfima aportación al mundo del deporte —y no me refiero únicamente a la construcción de las instalaciones, sino al apoyo directo a los deportistas— se tradujo en muchas medallas. El Club Natación Sabadell es hoy por hoy el club mundial que tenía más atletas participantes en los últimos Juegos Olímpicos. Y es que si no hay piscinas en Boyuyo, difícilmente pueden salir nadadores. En el mundo cultural tiene que haber una red básica de educación y un apoyo tanto a cultura pública como privada. En otras palabras: tiene que haber bibliotecas y librerías.
¿Crees que cuando empezaste tu carrera había más apoyo a la cultura, y que ese interés se ha ido degradando?
En 1976 se hundió, o estaba a punto de hacerlo, el teatro comercial en Barcelona. Entonces, en el Teatro Griego la profesión se unió y autogestionó su propia producción y distribución. De ahí nacieron dos ramas: una más ácrata, que es a la que yo pertenecía, y otra más institucional, más cercana a la Asamblea de Cataluña. Se desarrollaron muchos grupos independientes de esa época, como Els joglars, Comediants, La fura dels baus, el Teatre Lliure… y de ahí salió lo mejorcito. Una crisis puede ser una buena oportunidad para hacer cosas. Pero fíjate que todo esto que estoy diciendo está hecho desde la base, desde abajo y en cooperativas; es la sociedad civil la que se organiza. Supongo que esa solución que se dio entonces sería también válida ahora. La sociedad civil es la que tiene que dar las soluciones, y el poder tiene que facilitar el trazado y el mapa sobre el que desplazarse.
¿Por qué se apoya tanto al deporte y es tan importante ganar medallas en unos Juegos Olímpicos?
Pan y circo, un espectáculo que mueve mucho dinero.
El teatro también es un espectáculo.
Pero nunca de estas dimensiones. Esto ya viene de lejos, el deporte también era primordial en la Alemania nancy y en la Unión Soviética, aunque en cada uno de un modo distinto.
Como motivo de orgullo nacional los soviéticos también usaban mucho la cultura: los ballets, las orquestas…
Sí, propaganda. La propaganda de una nación y de una sociedad se traduce en lo que fabrica, tanto a nivel cultural como deportivo o industrial. Son facetas distintas de una de derechasda que se puede ver desde el exterior. ¿Por qué se apoya tanto al deporte? Porque todas las televisiones giran alrededor de la compraventa de eventos deportivos, porque tienen gran audiencia… Aunque también la televisión ofrece cada día cosas más parecidas a la radio. Conversaciones en un plató. Radio en imágenes. Es lo más barato y funciona.
Retransmitir un Mundial de fútbol sale carísimo, por los derechos que se tienen que pagar.
Sí, pero es una burbuja que veremos cómo acaba. A lo que me refería es que, aparte de los deportivos, cada vez hay más programas televisivos que son conversaciones en plató, porque el coste es mucho menor. La ficción se puede comprar o se puede fabricar. La compra es a un precio asequible, y además de series de éxito. La ficción nacional sale más cara, se tiene que fabricar aquí, puede ser un éxito o no, aunque puede venderse al exterior, que es lo que está pasando ahora. Hay que hacer un esfuerzo para levantar la industria nacional. Había una ley que decía que el 5% de los beneficios de las privadas se tiene que destinar a la fabricación de ficción nacional. Si no existiera esta ley, seguramente no se produciría ese 5%, porque es más fácil comprar en el extranjero algo de éxito. Esto es una señal de que para producir algo en contra de una corriente multinacional hay que hacer una inversión. Esa inversión se puede traducir a veces en una subvención a fondo perdido, y aquí hemos topado con la Iglesia, y nunca mejor dicho, porque parece que la gente de la cultura es la única subvencionada en este país, cosa que es absolutamente falsa. Directa o indirectamente, casi todo está subvencionado. La gente de la cultura nos hemos ganado muy mala fama debido a intereses propagandísticos de distintas facciones políticas, y eso me parece tremendo.
¿Qué interés perseguían?
En este país el deporte nacional ha sido recalificar y descalificar. Recalificar terrenos, que es donde se ha producido la gran burbuja, y descalificar. Recalificar y descalificar han sido el auténtico deporte nacional, cuando lo justo, lo propio, sería calificar. Fíjate que cuando hablan de la burbuja siempre le añaden el “inmobiliaria”, cuando el gran negocio no está en el ladrillo, sino en la recalificación. Si recalifico un terreno que no vale nada, su valor virtual se multiplica enormemente. Y esto le ha venido estupendamente a ayuntamientos, políticos, particulares, negociantes, comisionistas y a los propietarios de ese terreno, claro… la recalificación ha favorecido una economía virtual. Y la descalificación, es el arma para apartar el obstáculo que se interpone. Todos los que sufren esas descalificaciones es porque han sido el obstáculo de alguna recalificación. Así de claro y de sencillo.
Vuelves al teatro, cosa que no hacías desde 1993. Has hablado de un veto a tu persona.
No he trabajado en teatro estos 20 años porque he hecho otras cosas, y porque las obras que me han ofrecido las compañías privadas no me han satisfecho lo suficiente. Si me hubiera llamado un teatro público para hacer una de las obras que me gustan, la habría hecho, pero no se ha dado el caso. El otro día hice una entrevista creo que muy correcta y me encontré con unos titulares alucinantes de los que enseguida otros medios se hicieron eco. Pedí una rectificación que no se me dio, pero uno de los medios que la reprodujo sí la dio. Generalmente suelen ser “declaraciones” que te pueden llevar a la ruina. Se desvirtúan expresamente. Se tira a dar, no es un accidente. Ni siquiera se puede decir que es la búsqueda de un titular: se sabe muy bien lo que se hace. El que hizo la traslación de esta entrevista, descontextualizando mis palabras en un titular, era la persona más importante del periódico digital, no era un mindundi; lo hacía expresamente, consciente del daño que podía hacer.
En tu caso, ¿por qué te hacen una entrevista para hacerte daño?
Antes me has preguntado y me he dejado la mitad por contestar, no he respondido a tu pregunta sobre el veto. No he dicho que estoy vetado, no me doy tanta importancia. He dicho que me han llamado de varios proyectos de trabajo y que en el último momento alguien, de una manera recurrente, me ha apeado. Cuando ya estaba todo prácticamente decidido, alguien me ha tachado.
¿Por qué motivos?
No me lo dicen. No hay interlocución… Y la verdad es que me gustaría saber por qué. De todas formas, últimamente la moda es que las personas se escondan. A veces incluso te insultan cobijados bajo un nick o un apodo que te impide saber quién son… Hay muchos “tapados”. Un tal Rosy Run Run, por ejemplo, salió a decir en plena campaña electoral que yo iba pidiendo en público el voto para el PP. Cosa absolutamente falsa, por supuesto.
¿Dónde lo publicaba?
En una publicación televisiva, que luego reproducían otros medios… Y aquí está la gracia. Resulta que por ley solo tienes siete días para demandarlo. Pero la trampa de la publicación es el redactado: La revista X dice que según dice Y en la revista Z que… Según me dice el abogado, tenemos siete días para contestar, pero uno dirá que lo ha escrito el otro, que se ha basado en otra publicación, que a su vez está firmada por un periodista que no tiene el nombre… así que mejor lo dejas. ¿A quién demandas? ¿A la primera publicación? ¿A la segunda? ¿A la fuente? Esa es la trampa. Después los demás medios lo reproducen corriendo porque saben que no se juegan nada… y llega un momento en que todo se hace imposible. ¿Por qué?
Quizá porque no tienes un perfil político definido.
¿Tu crees? Fui delegado del espectáculo de la CNT, vicepresidente de la Associació d’Actors i Directors de Catalunya, vicepresidente fundador de AISGE, encabecé la mayoría de huelgas de la profesión hasta el 85. No, no he votado jamás al PP, ni mucho menos he pedido el voto para ellos… y lo digo con el máximo respeto. Pero todas las veces que me he pronunciado públicamente ha sido a favor de grupos de izquierda, incluido mi alegato en el mitin del PSC en el Palau Sant Jordi, ante 20.000 personas, e inmediatamente antes de Narcís Serra y Felipe González. Si eso le parece un perfil político poco definido… Tengo un pasado y un presente de izquierdas, pero alguien ha querido convertirme en votante del PP. ¿Por qué?¿Porque como tertuliano asiduo en RNE, mis opiniones fueron poco complacientes con el entorno Zapatero? ¿Porque más tarde tuve un enfrentamiento con una productora de una cadena de televisión? Quizá de ahí viene el escarmiento.
¿Todo eso viene de la serie de televisión en la que hiciste el papel del rey?
No. Viene de antes. Pero ese fue el momento que aprovecharon para machacarme. Se burlaron de mí, como actor y como persona, pero de una manera tan reiterativa y durante un período de tiempo tan largo, que levanta sospechas. Cuando, ya harto, contesté a la periodista del micrófono, bien o mal, da igual, lo magnificaron hasta la saciedad. Y lo peor es que lanzaron contra mí a todos los hooligans de Internet, les dieron permiso para meterse conmigo: insultarme no solo estaba bien visto, sino que además se ganaban puntos. Modificaron reiteradamente mi biografía en Wikipedia, mi fecha de nacimiento, mi currículum, llenaron la red del “monotema” y YouTube de clips de lo peorcito de mi carrera. Y eso ha durado prácticamente hasta hoy, casi tres años después. Un auténtico infierno. No me dieron el espacio para contestar. Tuve que buscarlo en otra parte… En resumen, descalificar, desprestigiar, desacreditar a las personas que no te dan el beneplácito constantemente, y en muchas cosas, por supuesto, no les he dado el beneplácito.
Es decir, que todo esto viene de unas productoras grandes de televisión.
No, viene de una.
¿Por qué resulta tan descalificador para un actor decir que es de derechas? Aunque no sea tu caso.
Después del runrún de Rosy, me lo han preguntado varias veces, pero siempre medios de derechas. Si me lo hubiera preguntado alguno de izquierdas, habría tenido la oportunidad de contestar. Pero no lo han hecho. Y ahora tú me das esa oportunidad. A ver, hazme otra vez esa pregunta, por Dios.
¿Por qué parece ser tan importante la filiación política a la hora de hacer teatro o cine en España? ¿Por qué si alguien se declara de derechas (aunque no es tu caso) sería un estigma?
Porque no sería tan querido por el grupo. Ser “de los nuestros” es la máxima virtud en todas las sociedades gregarias, y si te dicen que uno no es “de los nuestros” eso lo convierte automáticamente en un ser aparte, en un extraño, en alguien a quien hay que señalar con el dedo, en L´étranger de Camus.
¿Te parece lógico?
Me parece primitivo. Yo tengo conocidos de ideologías distintas, a los que respeto y con los que muchas veces no estoy de acuerdo o incluso en desacuerdo, pero mientras sean demócratas eso no me impide saludarles, tomar un café o trabajar con ellos. En nuestros comienzos, en el 76 los de la CNT y los trotskistas teníamos buena relación, pero retirábamos el saludo a los maoístas o los del PSUC… esa cosa “identitaria” absurda está muy bien en esa época; ahora es deplorable.
En España se acostumbra a relacionar al intelectual con la izquierda.
Creo que eso es así desde que yo era pequeño. Lo que he vivido siempre, la cultura que me ha interesado, ha sido la de la izquierda; el resto me parecía rancio y de otra época. No he vivido una cultura de derechas que me gustara o que me llamara la atención, y como yo, supongo que muchísima gente de mi generación. Por eso tenemos esa apreciación. Pero es una apreciación nuestra, de Europa, estoy seguro de que en Estados Unidos tienen otra. Además allí hay muy poca cultura de izquierdas.
Quizá es porque lo que ellos consideran izquierda aquí no…
Pues por eso: muy poca. Norman Mailer es lo más contestatario que hay, así que ya me explicarás… La cultura de izquierdas es la cultura de la solidaridad, fraternal y libre.
A la hora de otorgar esas subvenciones para apoyar a la cultura… ¿qué debemos considerar cultura? ¿Son la misma cultura una película seria que Fuga de cerebros, por ejemplo?
Una cosa es la industria cultural y otra es la cultura. Creo que lo primero que hay que apoyar es la educación; es lo básico, lo fundamental, incluso cuando hablamos de cultura. Y vemos que cada Gobierno se va enredando en planes de educación cada vez más cortos, no hay una visión a largo plazo. El otro día una historiadora sevillana especialista en educación decía que cualquier plan de educación debería ser a 25 años vista, y aquí eso no lo hemos vivido, están todo el día discutiendo sobre asuntos doctrinarios, y la educación es una cosa mucho más amplia que eso. Esa doctora en Historia, que tiene más de 80 años, decía que recordaba el período de la Segunda República como la mejor educación que ha tenido jamás este país. Y lo que yo he oído en mi casa ha sido lo mismo. Mi progenitora, sin ir más lejos, estudió en una escuela pública de Barcelona que aplicaba el método Montessori. Por cierto, el otro día un periódico barcelonés publicaba una foto de Robert Cappa en la que salía mi progenitora con tres amigas suyas en ese colegio. Ahí empieza la cultura y la educación, en la escuela. Luego vendrá la cultura como manifestación pública de esa sociedad y a la que hay que facilitar el proceso. Eso sería la cultura. Y la industria cultural es la fabricación de productos que se pueden comprar y vender. Son dos cosas distintas, pero enlazadas por un mismo concepto. A la industria cultural hay que desgravarla para que ese producto sea competitivo, incluso a las películas comerciales a tope, como dices tú. Luego hay productos culturales que no tendrán una venta excesiva, pero que son necesarios porque son los que nutren y empujan a los demás, y esos necesitan ser subvencionados. Valorarlo todo bien. No es fácil.
Pero si lo dividimos entre los productos industriales y los culturales, los industriales deberían de poder valerse por sí mismos, ya que están diseñados para ser comerciales. Alguien podría preguntar por qué apoyamos eso y no cualquier otra industria.
Es que las otras industrias también están subvencionadas. Además, yo no estoy distinguiendo entre el producto industrial y el producto cultural, distingo entre la industria cultural y cultura. La cultura es algo más extenso que la industria cultural, que no deja de ser una racionalización de la fabricación de una serie de productos. La cultura tiene un ámbito mucho mayor. A lo mejor poner un carril-bici es cultura. O un espacio en una plaza para que la gente pueda reunirse. O permitir que se pueda hacer teatro en un espacio no convencional. Por cierto, una cosa que yo haría sí o sí, es que todos los abonos de temporada a teatro, música y danza, desgravasen en Hacienda.
¿Cómo se gestiona ahora el apoyo a la cultura en España?
Estamos en un momento muy malo porque esta crisis terrorífica ha dejado sin poder adquisitivo a mucha gente, y la subida del IVA ha sido la puntilla que ha destrozado el teatro, que ha perdido la tercera parte del total de espectadores. ¿Por qué este castigo? Nos remitimos a lo de antes, parece una venganza. Me parece que el IVA más alto para la cultura está en Portugal, que es un 13%, y a partir de ahí va bajando hasta el 5% de Francia el año que viene. ¿Por qué nosotros pasamos del 8% al 21%? Y en cosas como el teatro o la danza, donde el coste de la entrada es mayor porque son espectáculos en vivo, lo encarece muchísimo más. Y respecto a lo que comentas de las subvenciones… es que parece que eso sea lo más importante cuando en realidad es lo de menos. Al que se subvenciona es al público. Cuando nosotros vamos a actuar a Badajoz, la entrada es más barata porque está subvencionada: subvencionan al público y no a nosotros. Yo cobro de la empresa que me contrata indistintamente haya subvención o no la haya.
Pero se cobra subvención también por las entradas que no vendas, ¿no?
No, eso es en el cine, donde también se subvenciona según la taquilla. La subvención es para que el público pueda ver cosas, que de otra forma, no podría. Es evidente que La vida es sueño, que protagoniza ahora Blanca Portillo, es imposible hacerla sin subvención porque no salen los números. Se subvenciona para que el espectador tenga la oportunidad de verla. Hay una mala percepción, porque se ha contado hasta la saciedad, pero siempre descontextualizado, que la subvención es para nosotros, cuando no es así. En cine se dio algún caso irregular, si te referías a eso, pero no se debe generalizar; hecha la ley, hecha la trampa y algunos hicieron trampillas, pero por mera supervivencia, no tiene nada que ver. La gente de la cultura en este país es una gente muy esforzada, y poquísimos se han hecho millonarios con esta profesión, ni siquiera trabajando 40 años seguidos en primera línea, como muchos hemos hecho. En otras profesiones sí, y además de la noche a la mañana. Entonces, ¿por qué esta inquina hacia nuestra profesión? Supongo que cuando necesitan un apoyo mediático se les tiene que hacer propaganda, y esa propaganda la pagas, tanto si la haces como si no.
Quizá el hecho de que se aproveche la ceremonia de entrega de los Premios Goya, por ejemplo, para emitir mensajes con fondo político, influya en que se identifique a los actores con determinadas posturas.
Cuando a uno le dan un premio tiene todo el derecho a decir lo que quiera. ¿Que a una parte de la población no le va a gustar el pensamiento de esa persona? Lógicamente, el que lo dice ya lo tiene en cuenta y ya sabe lo que se está jugando… Una cosa es que no te caiga bien pero lo respetes, y otra es que lo machaques, desacredites y descalifiques al día siguiente en los medios de comunicación. Este tiro al blanco, este linchamiento al opositor es da repelúsnte. A un periodista se le permite decir lo que piensa. ¿Por qué no se le puede permitir a un actor? Cualquier periodista puede escribir lo que piensa, incluso una barbaridad, y nadie le dice nada porque es periodista. Pero un cómico, ¡cómo se atreve!
Las consecuencias son similares, los periodistas también son encasillados.
No es lo mismo. Y en todo caso están respaldados por su grupo mediático. Si un actor dijera la mitad de la mitad de lo que dice un artículo de determinados periodistas, tendría que irse a trabajar a Nueva Zelanda. No se nos permite opinar pero se nos pregunta, y cuando contestamos, como no tenemos el bolígrafo en nuestras manos, se nos puede tergiversar completamente. Si un periodista se lo propone puede hundir tu carrera. Por desgracia estamos escarmentados… Sin ir más lejos, tú ahora me estás entrevistando como actor y me has hecho unas 20 preguntas, 19 de las cuales implican un posicionamiento político. Solo con que yo te respondiera mal a dos, y tú quisieras, me he buscado la ruina. ¿Cómo se ejerce el periodismo? ¿Quién empuja a que te posiciones para luego reñirte públicamente por tu posicionamiento?
No es cuestión de reñirte.
No me refiero a ti, que me das un amplio espacio para expresarme. Pero me preguntas poco de mi profesión y mucho de política, para acabar añadiendo que si me parece bien que los actores se posicionen políticamente. ¡shishi, pero si es lo que preguntáis todo el rato! Y lo malo no es eso. Lo malo es que algunos lo hagan con la intención de ensañarse luego con las respuestas. Lanzarte a la arena, como a las fieras.
No pretendo lanzarte a la arena…
Me consta. Pero si tocamos el tema, toquémoslo a fondo. Estamos reflexionando en voz alta de periodismo y de política, y tú eres periodista… Y resumo: se nos pregunta muy poco sobre teatro y mucho sobre política, para luego quejarse de que los actores siempre hablamos de política.
No me quejo de que hablen de política, simplemente me extraña que haya esa uniformidad ideológica.
Quizá hay esa uniformidad porque nos damos cuenta de que casi todos los medios de comunicación están en manos del gran capital. No se interesan por nuestros valores artísticos. Para preguntar sobre arte ya están los actores americanos. A los españoles se nos pregunta sobre política para hacernos publicidad según afinidades.
Hablemos de teatro, entonces. Has vuelto a los escenarios con una obra de Mayorga que es una reflexión sobre la crítica teatral. ¿Qué particularidades ha de tener la crítica teatral frente a la de cine u otras artes?
La crítica teatral, como en las demás artes, se escribe para el lector, el espectador. El crítico es un defensor del espectador. El crítico es un espectador avisado, entendido, que va antes que nadie y recomienda o no esa obra, señala o deja de señalar cosas que tienen interés, orienta a un tercero. Pero también, y sobre todo, es la mirada del otro. Y esa mirada puede ser objetiva o ser muy subjetiva, da igual, solo le pides que su compromiso afectivo y profesional esté a la altura de lo que juzga. Hay muchas maneras de abordar la crítica, y en general yo le tengo mucho respeto porque me parece una labor muy difícil, pero el buen crítico sería el que descubre el germen del talento en una obra. En la historia hay muchísimos casos. Baudelaire, por ejemplo, fue crítico antes que poeta, supo apreciar la pintura que venía. Un crítico con mayúsculas es el que sabe apreciar un talento en gestación. Y eso no está al alcance de todo el mundo. Y como hay varios críticos el espectador se acoge a aquel con el que sintoniza más.
¿Hay mucha diferencia entre las críticas que se hacen ahora y las que se hacían en los años 70 y 80?
No, hay una continuidad, no veo ninguna ruptura.
Antes un crítico escribía para los periódicos y se le suponía un conocimiento, ahora cualquiera con muchos seguidores en Twitter…
Un crítico es alguien que se gana su reputación y, sobre todo, firma. Ahora están proliferando en las redes sociales y en los periódicos gente que firma con seudónimo y no sabes quién es. Y no me refiero a “Cándido” o “Mr. Belvedere”, que ya sabes quiénes son, me refiero a esos avatares creados para insultar a la competencia. Esto es una nueva modalidad de crítica nefasta y populista que se está extendiendo cada vez más. Incluso en revistas especializadas dicen “En Twitter han dicho…” y entonces empiezan a sacar toda la sarama, cuando saben perfectamente que en Twitter se dice de todo. Con una espumadera recogen lo peor y se lo plantifican a la competencia. Estamos viviendo los últimos estertores de la época pop, donde todo lo vulgar quiere corona.
Si esto son los últimos estertores, ¿qué nos espera?
La incertidumbre. No sabemos qué va a pasar, pero el populismo está creciendo en Europa, España incluida. Tengo la sensación de que desde hace tiempo se está gestando un extraño movimiento interclasista, una especie de peronismo a la española, que me parecería nefasto. Yo creo mucho en la sociedad civil y en la capacidad de regeneración. Lo mejor que puede pasar es que se haga una amplia coalición de izquierdas, que los votos en blanco pasen a ser escaños en blanco, y que Cataluña, como otras ocasiones, sea la llave de un cambio necesario para este país: el cambio de la Constitución. Y aunque muchos consideran a Cataluña como la parte del problema, yo creo sin embargo que es la parte de la solución, ya que está facilitando la posibilidad de abrir la Constitución y regenerar muchas cosas, aunque sea a costa de un estilo que a mucha gente pueda no gustarle, aunque sea a costa de romper la baraja. Pero la desastrosa situación económica está forzando la situación y es muy sintomático ver como toda la izquierda catalana está a favor de la consulta (salvo alguna conspicua excepción), y buena parte del centro derecha.
¿Ves este proceso como algo positivo?
Como algo positivo y esperanzador. Evidentemente mucha gente no lo entiende así, y se están radicalizando las posiciones.
Eres catalán y vives en Madrid…
Voy y vengo desde hace muchos años, pero hace 10 que tengo la residencia en Madrid.
…con esa perspectiva ¿qué situación te gustaría para Cataluña? ¿Dentro o fuera de España?
Cataluña está en una situación desesperada, asfixiada económicamente, y sin capacidad de financiarse al margen del Gobierno del Estado. Maniatada económicamente y con una limitada capacidad para legislar y autoadministrar sus recursos. Sin embargo, una gran mayoría parlamentaria, y sobre todo un enorme movimiento ciudadano tiene voluntad de cambiar ese statu quo. Y no se puede esconder la cabeza debajo del ala. Cataluña tiene todo el derecho a optar al máximo autogobierno si así lo deciden sus ciudadanos. Tienen todo el derecho a celebrar una consulta y a decidir su futuro. Creo además, que en la sociedad civil catalana está la semilla del cambio, de la regeneración; y que incluso se puede convertir, y por qué no, en un ejemplo a seguir para el resto de España. La solución está en la sociedad civil. Y la sociedad civil tiende, quiere y debe autogobernarse. Esto es democracia. Pero también llamaría la atención sobre un aspecto: para Cataluña debería ser prioritario la solidaridad con el resto de pueblos de España, estén federados, confederados, o como sea. La sociedad catalana tiene la responsabilidad de proponer y solucionar un encaje que le permita ser parte de algo mayor que se llama España, Iberia, o lo que haga falta. Somos una nación dentro de otra, y la solidaridad tiene que ser una constante, como siempre ha demostrado Cataluña a lo largo de su historia. Porque tiene el derecho de dar sin que le quiten. Y además estoy convencido de que lo hará y muy bien, y que será muy bueno para todos porque las acciones que se lleven a cabo allí funcionarán para el resto. Como de hecho ya lo fue en la tras*ición. No, no me da miedo, sino todo lo contrario, y creo que no debería darlo; y menos a la izquierda. Bueno, a la izquierda de verdad tampoco se lo da.
Volviendo a la obra de Mayorga de la que hablábamos, una de las cosas que trata es el ansia de reconocimiento que tiene tanto el artista como el crítico. Supongo que un actor, cuanto más reconocido sea, más subirá su caché y tendrá más trabajo. ¿Se habla de otro tipo de reconocimiento?
Se habla del reconocimiento del maestro. No solo el del público, sino del de alguien a quien estimas, aprecias y de quien consideras su opinión.
¿Has experimentado esa necesidad?
Sí, claro. No digo que haya actuado en funciones para gustar a un crítico, pero te agrada gustar a las personas que tienes como referencia. La mirada del otro siempre existe. El que un actor tenga reconocimiento es bueno para su salud, para su trabajo y para todo. Vivimos del aplauso. Y ahí no me quejo, siempre he tenido un buen feed-back de la gente de la calle, me han tratado siempre con mucho cariño.
¿Qué debe tener una crítica para que la aprecies y respetes?
Como te decía, que se vea trabajada. Me da igual si es estomacal, subjetiva… me gustará más o menos leer a ese crítico, pero como mínimo que se haya tomado una molestia si no equiparable, al menos en correspondencia con el artista.
¿Qué autores actuales recomiendas o admiras?
De los que conozco, Mayorga me parece el más esencialista. De hecho, diría que él parte y vuelve al teatro griego en contraposición al romano. Es un hombre que vive por y para el teatro, se desvive por él, ha venido a ver ensayos, cada vez nos dice cosas nuevas, cambia el texto constantemente… hay veces que le decimos “oye, que ya estamos de gira. Podemos cambiar algunas cosas, pero…”. Él estaría constantemente experimentando, es un apasionado por el teatro. Busca la esencia y creo que llegará muy lejos.
¿Algún otro?
Hay muchos y muy buenos, tanto en Madrid como en Barcelona, pero no me gustaría destacar a unos por encima de otros. Quizá algunos últimamente se han dedicado más a hacer adaptaciones que obras originales. Hablemos hoy de Mayorga.
Hablando de teatro griego y latino, ¿qué te llama la atención de ese tipo de teatro a la hora de interpretarlo y qué te parecen las adaptaciones de las que hablabas ahora? ¿Dónde está el límite de lo que se puede tocar de la obra?
La adaptación de una obra clásica, incluidos Ibsen y el siglo XIX, siempre implica una revisión de la lectura. Nuestro oficio ya está muy acotado; cuando uno lee, interpreta, y después actúa, que es otra parte de la interpretación. Y después improvisa y juega, que es la tercera parte de la interpretación. Cuando el actor lee algo ya lo está interpretando; en el papel solo hay unos signos de tinta que tú conviertes en emociones en tu cabeza, ya estás interpretando esa cosmogonía. Después tienes que mover en el aire esas emociones y tienes que esculpir ese personaje, y eso se llama actuar. Y esto no es suficiente, también lo puede hacer la mula Francis; hay que jugar, como un niño, ir más allá de la interpretación, hay que vivir eso en el tiempo, dando la sensación de que es presente. Y eso es muy difícil. Hay gente que lo hace de natural, gente a la que le cuesta su trabajo y gente que, por más que lo intenta, nunca lo consigue. En todo caso, vale la pena intentarlo. A mí, por ejemplo, me habría gustado saber dibujar y ser pintor, y ya ves…
¿Hay que tener un talento innato para ser actor?
Algo de innato hay que tener, pero lo demás es educación. Nosotros tuvimos la suerte de tener esa escuela del teatro de Barcelona —que precisamente ahora ha cumplido 50 años— cuando la caída del régimen franquista propició en Cataluña este movimiento de la sociedad civil, que se va repitiendo cada cierto tiempo, donde volvió Fabià Puigserver, que para mí ha sido la persona del teatro más importante que he conocido nunca a todos los niveles: personal y profesional. Trajo a todo el mundo que estaba exiliado en Polonia, Alemania, Inglaterra, Francia… Cataluña se nutrió de toda la gente que había hecho la diáspora antes y que volvía, y también de los que estábamos allí y que habíamos salido al extranjero para hacer cursillos. Ahí se creó el germen del nuevo teatro que se desplegó al resto del Estado y fíjate si ha durado. He tenido la suerte de vivir esa etapa gloriosa de la twilight zone, esa hora bruja española de cuando caía el régimen y empezaba lo nuevo. Evidentemente, nosotros éramos parte activa del futuro. Creo que ahora mucha gente está hablando de la segunda tras*ición, y es evidente que estamos en ella y que se va a llevar a cabo, pero los que van a ser el germen de esa nueva tras*ición evidentemente no van a ser los que tienen la sartén por el mango, porque no la van a soltar, tienen que ser los que piden el cambio. Por eso digo que es evidente, haciendo una regla de tres sencillísima, de parvulario, que en esa segunda tras*ición tienen mucho que ver las tensiones periféricas y la posición de una hipotética coalición de izquierdas. Pero la batalla política que se está librando ahora no es esta, este será el siguiente peldaño, ahora estamos en el punto en que están decidiendo qué hacer con el centro del tablero. Y el centro del tablero está ocupado por dos grandes grupos de poder que se están deteriorando y por los grandes grupos mediáticos que los están bombardeando con fuego cruzado para sacar de ellos dos o tres partidos nacionales y centrípetos: uno liberal, con una presidenta; otro más centrado y españolista, con otra presidenta; y un tercero más populista y de izquierda, con otra presidenta. Las tres marías, vaya. Pero sinceramente, no creo que les salga bien. Lo que sí va a salir bien, aunque va a costar un poco más, es la segunda tras*ición.
Pues a ver si es verdad.
Sí, pero vamos a recibir todos y de todas partes.
Para alguien profano del teatro: ¿Qué cinco obras debería ver para poder aficionarse?
De Shakespeare pondría Macbeth, que es la maldita pero para mí es la mejor.
¿Qué es lo que más te gusta de ella?
Trata sobre el hombre y el destino. Macbeth es ambicioso e intenta dar los pasos de las acciones correspondientes para conseguir su ambición, pero el destino se le adelanta constantemente, y finalmente se da cuenta de que él es la sombra del destino que siempre va un paso por detrás. Y precisamente estamos en la época en la que nos estamos haciendo esas preguntas. También recomendaría el Peer Gynt de Ibsen, una obra que yo hice y que me parece fantástica porque resume todo el siglo XIX: la búsqueda de identidad, la del Quijote noruego, para entendernos: la búsqueda de la identidad a través de la fantasía. Y una de Synge muy poco conocida en España que aquí se llama El botarate del Oeste (en inglés es The playboy of the western world), que es la búsqueda de la identidad a través de la usurpación. Creo que con estas ya vale; obras que tratan de la identidad del hombre y su destino. Hay miles de obras así, desde luego, desde las tragedias griegas, y cada una se aproxima a encontrar su interrogación, porque eso es lo que se busca. No dan una solución, sino que centran la pregunta y nunca contestan. Como la esfinge.
Nunca dirías que no a estas obras.
No, claro que no. Está muy bien leer teatro, aunque es arduo, pero el teatro está hecho para ser visto. El teatro es una experiencia fantástica. Única. Ojalá nacieran varios Teatres Lliures. Creo que fue la mejor etapa que he vivido nunca… Todavía no lo sé, pero estoy acariciando la idea de volver a eso en Barcelona. Soy muy inquieto, me gusta mucho viajar y conocer cosas, pero hay un momento en el que tengo la sensación de que todo se va espesando como el alquitrán, y no me gusta ver a mi profesión convertida en un grupo de gente relegada solo a recitar un texto, a cobrar cada vez menos y a estar dispuesta a lo que haga falta. Me parece injusto y muy poco estimulante.
¿Y dirigir?
Ya he dirigido teatro y ópera, y me gusta, claro. Lo que quiero decir es que hay que mantenerse activo en la profesión, en lo que sea, porque evidentemente lo que ahora nos preocupa a todos es la supervivencia. Nuestra profesión está muy tocada y cada vez es más difícil vivir de ella. He tenido conversaciones con actrices muy buenas y mayores que están perplejas ante la situación actual. Almodóvar decía el otro día que un actor, cuanto más longevo, más probabilidades tiene de convertirse en un indigente. Es la sociedad de consumo: usar y tirar. Estamos asistiendo a una degradación de nuestra profesión. Pero insisto, jamás he visto tanta gente interesante como ahora, en todos los campos: actores, creadores, directores… Hemos ganado muchísimo, solo nos falta darle salida. Costará, mucho tal vez, pero lo lograremos.