Juan Manuel de Prada - Aborto y catolicismo pompier

MAESE PELMA

me gusta depilarme los huevones y tocármelos
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11 Jul 2021
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Los conservadores siempre han 'conservado' las leyes aborteras de los socialistas, fieles a la misión que el Régimen del 78 les encomendó. Ocurrió con el valentón Aznar y con el dontancredo Rajoy, que 'conservaron' las leyes socialistas con el mismo ardor con que Lucrecia conservaba su virtud. Y, por supuesto, cuando los peperos vuelvan a gobernar (o sea, cuando San Juan baje el dedo) conservarán con amoroso denuedo la proclamación del aborto como «derecho fundamental» blindado constitucionalmente por ese «sanchismo» que –'risum teneatis'—iban a «derogar».


Durante mucho tiempo, para pillar los votos del catolicismo 'pompier', los peperos se fingían detractores del aborto mientras se hallaban en la oposición, para después dedicarse a 'conservarlo' cuando alcanzaban el poder. Ahora la derecha no necesita engatusar a este catolicismo, que está hecho unos astutas; y puede afirmar tranquilamente que el aborto es un derecho de toda mujer que haya soplado dieciocho velitas.
Con el tiempo, los progresistas establecerán que el aborto sea un deber para la mujer prolífica, para no poner en peligro la sostenibilidad del planeta; y la derecha, cuando gobierne, declarará que será deber sólo si la mujer prolífica ha soplado no sé cuántas velitas.
Todo este deslizamiento nos habla del oportunismo de la derecha mamporrera. Pero, ¿cómo explicar el desinflamiento de este catolicismo en su lucha contra el aborto? Desde luego, las penosas vicisitudes del papado porteño han tenido algo que ver; pero hay causas más profundas que nunca se consideran. Los 'vaticanosegundones' se inventaron una Iglesia primaveral inexistente que, para mantener un clima artificial de emotivismo desaforado, necesitaba enganchar a sus seguidores con causas que tuvieran la aureola del 'caballo ganador'. La batalla contra el aborto tuvo durante un tiempo esa aureola; y la derecha la utilizó para pastorear al catolicismo 'pompier', a la vez que repartía canonjías entre sus líderes y beneficiaba sus chiringuitos. Pero el emotivismo, para mantenerse terne, necesita causas triunfantes, apoteosis mediáticas, fiestorros jubilosos donde la juventud del Papa pueda sudar la camiseta. Y cuando se vio que la defensa de la vida era una batalla perdedora, aquellos ímpetus del catolicismo pompier se fueron amustiando, para reavivarse tan sólo ante aspavientos remotos como la revocación de la sentencia Roe vs. Wade, que establece que… ¡sea la «voluntad popular» la que determine si el aborto es un derecho o un crimen! Siempre este catolicismo se ha caracterizado por su falta de discernimiento. Entretanto, la aceptación social del aborto ya es muy mayoritaria. Y el moribundo catolicismo (que quiere morir matando y disfrutando de sus chiringuitos) se dedica a causas más simpáticas y ecologistas, obedeciendo el lema del papado porteño: «Vámonos al carajo renunciando a los principios porque, si no renunciamos a los principios, nos vamos al carajo».
 
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