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Nutriéndome con lágrimas de de derechas....
EL PRÓLOGO, CON PEPE REI POR AHÍ, PROMETE...................
Este libro es una actualización del que la editorial Ardi Beltza publicó en el año 2000 con el título Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos I, bajo el seudónimo Patricia Sverlo.
Juan Carlos I. La biografía sin silencios | InfoLibre.es
Este libro es una actualización del que la editorial Ardi Beltza publicó en el año 2000 con el título Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos I, bajo el seudónimo Patricia Sverlo.
Un rey golpe a golpe
Pasear con Pepe Rei siempre fue una aventura trepidante. Desde la caza de brujas contra “el entorno” de ETA de 1997, Pepe se había convertido en toda una figura mediática, con constantes apariciones en los telediarios en primetime: en la Audiencia Nacional, introducido en un furgón policial, saliendo de prisión… Y ciertas calles de Madrid no eran precisamente un hervidero de sus fans, la verdad. Por eso, en sus visitas a “la capital del imperio”, Pepe insistía en movernos en coche, a veces incluso para desplazamientos ridículos si atendíamos a la distancia, por cortesía hacia nosotros.
Recuerdo que, junto con mi compañero, el periodista Andrés Sánchez, circulábamos en coche en uno de esos recorridos absurdos por Madrid, cuando comenzó a contarnos sus planes para el lanzamiento de Ardi Beltza (oveja de color).
Fue después de su juicio en la Audiencia Nacional, en 1997; después del cierre de Egin, en 1998; después de ser detenido, encarcelado y puesto en libertad, en 1999… Todas actuaciones judiciales que nunca iban a llegar a buen puerto, fallidas en el intento desde el principio; pero con un daño inmediato indiscutible, y encaminadas más a medio y largo plazo a minar la jovenlandesal y la paciencia de los más resistentes. Era increíble que después de todo eso Pepe tuviese energías para empezar de cero con un proyecto nuevo tan ambicioso y tan difícil. Pero así era Pepe.
A medida que nos iba contando el proyecto, me contagiaba su entusiasmo. Parecía dar especial valor a temas que hubieran rechazado revistas convencionales por cuestiones políticas o de conflicto con las empresas que pagaban la publicidad de las publicaciones…
Hablamos de temas que yo ya tenía en aquel momento listos y por distintos motivos no había podido colocar. Casi todos le parecían interesantes. Pactamos en aquel momento una colaboración estable y comprometida por mi parte, que se iba a mantener todo el tiempo que duró la publicación; aunque siempre bajo pseudónimo. Y nos habló de la línea editorial que pensaba iniciar en paralelo, incluyendo en el paquete anual de suscripción cuatro libros que, evidentemente, todavía no existían.
Uno de los primeros libros habría de ser sobre el rey. Un tema tabú donde los haya, quizá el más tabú de todos. Ese libro quería Pepe que fuera un bombazo y seña de identidad de la publicación. Se trataba de hacer una biografía no autorizada que recogiese lo más destacado sobre el monarca. Pepe necesitaba un periodista serio, riguroso, con cabeza, que escribiera bien…
Yo le escuchaba cada vez más inquieta en el asiento delantero del coche… Mi compañero definía ciertos aspectos de mi carácter como una pertinaz querencia a saltar en los charcos sin calcular bien los riesgos, y creo que adivinaba lo que quería decir en aquel momento. Era una novata sin apenas experiencia en el mundo del periodismo; pero hacía poco tiempo que había terminado una frustrante tesis doctoral, precisamente sobre el rey (sobre sus discursos y su repercusión en la prensa). Y digo “frustrante” porque el resultado de mi trabajo se quedó muy corto en cuanto a capacidad crítica sobre la institución monárquica. Me había pasado varios años leyendo hasta entre líneas todo lo que caía en mis manos sobre la vida y milagros del monarca y la tras*ición española y disponía de unos archivos bien ordenados con una documentación extensa a los que apenas había podido sacar provecho en la redacción de la tesis, con cuyo resultado nunca estuve satisfecha. ¡Yo quería hacer ese libro! Yo prometía ser “seria” y “rigurosa”. Prometía ajustarme a todos los objetivos del editor, cumplir plazos, dejarme ayudar, aconsejar y criticar todo lo necesario… Yo quería escribir ese libro y Pepe se lanzó a la piscina de creer en mí.
Ardi Beltza vio la luz por primera vez en enero de 2000 y tuvo una intensa y corta vida de poco más de un año, en el que se convirtió en la segunda revista vasca de información general. Durante sus primeros meses se fue pergeñando el libro del rey, en un ritmo de trabajo casi relajado al principio. Recopilaba información nueva, hacía entrevistas…. y pensaba, en interminables conversaciones con Andrés, en la forma y estructura que había que darle. Cuando se acercaba el otoño, hubo que pegar un extraordinario y estresante acelerón para cumplir con el plazo que nos habíamos propuesto. Pero las ideas sobre lo que había que decir estaban ya tan claras que la redacción salía del tirón, casi sin esfuerzo, como si estuviera ya escrito de antemano.
Cuando entregué las últimas páginas llevaba meses encerrada escribiendo, sin apenas salir de casa ni hacer vida social en absoluto, en una burbuja de concentración y expectación extraña. Me marché con Andrés al día siguiente a un viaje cuyo destino decidimos en el momento en una agencia de viajes, casi al azar, a lo más distante y exótico que permitía nuestro presupuesto: Sri Lanka. No sabíamos si al regreso nos íbamos a encontrar el libro secuestrado, a Pepe Rei en la guandoca, una orden de busca y captura contra el autor… Hubiera deseado que el viaje durase mucho más, que a nuestro regreso ya hubieran pasado meses desde la publicación y ya se hubiese calmado cualquier temporal que hubiera podido provocar… Pero cuando llegamos todo estaba tranquilo, en una calma chicha todavía.
Un rey golpe a golpe salió a la venta a tiempo para la feria del libro de Durango y esa fue su verdadera presentación en sociedad, más que la distribución a los 12.000 suscriptores de Ardi Beltza por correo. Fue toda una satisfacción oír cómo batía récords de ventas día tras día, y las cariñosas quejas de Pepe Rei porque le dolía la mano de tanto firmar ejemplares de un libro que no había escrito él. La acogida fue extraordinaria. En seguida Pepe comenzó a lanzar nuevas ediciones, con unas tiradas impresionantes que sin embargo se vendían rápidamente.
Y eso que su presentación fue prohibida en distintos medios, y que las publicaciones se negaban a publicar siquiera el anuncio –pagado– en sus páginas. Muchos libreros, cubriéndole la espalda al monarca, no querían venderlo. En Madrid, sólo algunas librerías pequeñas y alternativas lo distribuyeron. El Corte Inglés se negó en rotundo. La Casa del Libro atendía por encargo las peticiones de la clientela, por debajo del mostrador, con los ejemplares escondidos en un cajón muy lejos de los expositores. Aun así, Un rey golpe a golpe se vendía como rosquillas.
A casi nadie nos quedaron dudas de que el libro fue una de las razones –aunque hubo otras: el trabajo en la redacción de Ardi Beltza era muy intenso– por la que la revista fue ilegalizada, si bien nunca se la mencionó como tal en el sumario judicial ni en las noticias de la prensa. La ilegalización de Ardi Beltza no sirvió de mucho: nació Kalegorria (calle roja) en mayo de 2001, y Un rey golpe a golpe volvió a publicarse a cargo de Miatzen, la editora de la revista, domiciliada en el Estado francés para mayor seguridad. Se siguió vendiendo a buen ritmo y además se tradujo al catalán, aunque la campaña en su contra también continuó, por supuesto.
Y, entonces, pasó lo que pasó. En agosto de 2002 Pepe Rei sufrió un accidente de circulación en la variante de Donostia, con el resultado de una grave lesión cerebral. Las secuelas que ha dejado le han impedido poder seguir dedicándose a su pasión: el periodismo de investigación. Su gran proyecto quedó huérfano y acabó resintiéndose irremediablemente de la pérdida y las dificultades económicas terminaron por devorarla. Nunca podré llegar a expresar todo lo que he echado de menos a Pepe.
Desde 2004 intenté compaginar la actividad periodística en medios alternativos (nada rentables en lo económico, aunque sí en cuanto a los compromisos éticos adquiridos con el oficio) con mi trabajo como profesora de secundaria de Lengua y Literatura (en un instituto de Entrevías, en Madrid, que también tiene su reto). Y en 2006, alentada por alguna que otra oferta editorial, acometí por primera vez la revisión del libro, que ya estaba descatalogado pero seguía difundiéndose y comentándose en internet. Pasaba el verano en Cedeira (Galicia), al borde del mar, ordenador en ristre y chaqueta gruesa al hombro para defenderme del viento del norte, cuando llegó otro terrible mazazo: la fin de mi compañero Andrés Sánchez, repentina y fulminante.
Se podrá comprender que quedara noqueada un tiempo, sin ánimo para volver sobre el tema. Publiqué desde entonces, eso sí, algunas cosas sueltas que iban saliendo al paso, en El otro país (sobre las cacerías del rey y sobre la fin de la hermana de Letizia Ortiz), y en Diagonal (una entrevista con Martínez Inglés, algunos apuntes sobre los negocios en Mallorca de Urdangarin y compañía…); pero poco cosa. Y sólo ahora he tenido el valor de retomar una tarea que, cuanto más tiempo pasa, más urgente se hace pero también más difícil. Han pasado más de 15 años desde la primera edición y hay cada vez más cosas que actualizar.
Fahrenheit 490.3. Libertad de expresión y monarquía
Si Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arden los libros (que impiden ser feliz al pueblo, según las autoridades, en la claustrofóbica sociedad de la novela de Ray Bradbury y de la película homónima de François Truffaut), y Fahrenheit 6/11 la temperatura a la que arde la libertad en el nuevo orden mundial de George Bush (en la película documental de Michael Moore), Fahrenheit 490.3 es la temperatura a la que el sistema jurídico se pasa por la parrilla nuestra libertad de expresión cuando el tema a tratar es la monarquía, ya sea la de Juan Carlos I o la de Felipe VI.
“La persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Lo que significa que no se le puede juzgar, haga lo que haga o diga lo que diga. Pero no es así para quien escriba sobre el rey, que puede ser perseguido de oficio, y sufrir las caricias de todo el aparato del Estado del Reino de España.
Al cierre de este libro, la Fiscalía de la Audiencia Nacional solicitaba una pena de un año de guandoca para la edil de la formación Guanyar Alicante Marisol Moreno, conocida como La Roja, por un delito de injurias a la Corona, por un artículo titulado Borbones asesinos: “Este me gusta la fruta ha apiolado a un ser que, en muchos aspectos, es mejor que los humanos, aunque claro, que se puede esperar de un tío que disparó a su propio hermano y lo mató. […] Nuestro dinero público financia las matanzas de la realeza española en todos los sentidos, matanzas económicas como la de Urdangarin y que el rey apoya”. El nuevo código penal ampara que las consideradas injurias contra la Corona en España constituyan un delito de lesa majestad, que era el término en derecho antiguo, no para una ofensa, sino para el delito que se cometía contra la vida del soberano o sus familiares. Y en esta vuelta a la Edad Media las bromitas se pagan con hasta 2 años de prisión.
La presente edición
Este libro es una actualización del que la editorial Ardi Beltza publicó en el año 2000 con el título Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos I, bajo el seudónimo Patricia Sverlo.
En el año 2000 habíamos optado por la utilización del seudónimo por miedo, sí. Porque la realidad política, la falta opresiva de libertad de expresión en todo lo que rodeaba a la monarquía, demandaban prudencia. Se buscaba que se juzgara antes la obra y no a su autora; evitar una campaña de persecución personal, más que una demanda o querella judicial que, como es sabido, nunca llegó a producirse.
No poder reconocer la autoría, salvo a los más íntimos y en voz baja, supuso siempre un sentimiento de rabia e impotencia. Pero muy en especial cuando el aparato del poder comenzó a tomar represalias en otros. Como calculábamos, las autoridades habían dado la callada por respuesta, táctica habitual por parte de la Casa Real cuando piensan que la información se va a mantener en medios alternativos sin gran difusión y que es mejor no hacer demasiado ruido para que pase lo más desapercibida posible. Pero le hizo pagar el pato al editor, de manera vengativa y arbitraria, encarcelándolo durante 145 días y cerrando la editorial y la revista. Sin hacer ninguna acusación explícita con respecto al libro, eso sí, y esa fue la única razón por la que yo no me presenté voluntaria e inmediatamente para responsabilizarme de la obra, a recoger los laureles que me quisieran dar.
También hay que reconocer que el hecho de no poder contar con el respaldo en carne y hueso del autor dificultó bastante las posibilidades de difusión y promoción del libro, sobre todo en el extranjero. Perdimos varias oportunidades para presentarlo en Grecia, en Francia y en EEUU por ese motivo. La decisión de salir del armario del seudónimo en esta nueva andadura deriva de estas cuestiones de índole práctica. Lo he hecho a fin de que el propio libro pueda salir de la clandestinidad también y moverse con más libertad, libre de la lacra de no contar con una cabeza visible que se haga cargo de dar respuesta a cuantas dudas puedan surgir sobre su elaboración o contenidos.
En la presente edición, todo el texto de la obra original ha sido revisado en mayor o menor medida, se ha reordenado parte de la información y se han añadido capítulos. Pero no se ha eliminado, ni por autocensura ni por censura de otros, ni una sola línea. Aunque sí se han corregido algunas cosas y añadido muchas más que antes no se habían incluido; bien porque no estaban entonces suficientemente documentadas; bien porque, sencillamente, sucedieron con posterioridad a la publicación de la obra. Por eso podríamos decir que es una versión menos corregida que aumentada.
Tanto en lo que se refiere a los contenidos de la versión original como a lo añadido en la presente, tuve mucho cuidado en ser escrupulosamente respetuosa con las informaciones utilizadas. Todo lo que aquí se afirma está contrastado, y en no pocas ocasiones existen pruebas tangibles de su veracidad. Además, he buscado confirmación bibliográfica de las informaciones orales siempre que fue posible, limitándome a las versiones ya divulgadas en caso de duda, por lo que cuento con ciertas garantías de que lo que aquí se dice, se puede decir. Como consecuencia, en gran medida lo que aquí se cuenta ya había sido publicado en alguna ocasión, y no me duelen prendas en reconocerlo. Por eso, si alguno se sorprende por algún dato en particular en este libro que le resulte especialmente escandaloso, tenga en cuenta que es muy probable que haya aparecido ya con anterioridad en alguna otra fuente impresa, adornado de distinta manera.
Vaya mi agradecimiento por delante a todos los autores cuyas obras consultadas –y utilizadas aquí como parte imprescindible de la documentación– se recoge por orden alfabético en la bibliografía del final. Como en la primera edición, he preferido evitar las referencias puntuales, párrafo a párrafo, aunque no resulte muy ortodoxo, a fin de facilitar la lectura y no, en cambio, la labor de los que tienen espíritu censor, ya que podría poner en peligro el compromiso de confidencialidad con los informantes inéditos que colaboraron conmigo. Soy además consciente de que parte de mis fuentes de información lo son involuntariamente, y no estarían en absoluto agradecidas de ser citadas en una obra de estas características, ya que nunca fue su intención ponerse a mal con la monarquía [...].
Sobre el 23F, se ha rehecho prácticamente entero, atendiendo a nuevas informaciones y a un planteamiento más directo, menos cauteloso, a la hora de hablar de la implicación de Juan Carlos I en los hechos. Y, por supuesto, también el que trata sobre sus herederos, que en la primera edición se había quedado antes de la boda del entonces príncipe Felipe.
Pero lo más novedoso son los 11 capítulos nuevos que recogen los años terminales del reinado de Juan Carlos I: su relación y borboneos con los distintos gobiernos, sus nuevos amigos y su nueva forma de hacer negocios con ellos, los cálculos sobre lo que nos cuesta la monarquía y sobre su fortuna personal, la corte de Mallorca y otras sucursales… Y, por supuesto, todos los escándalos previos a la abdicación: cacerías, Corinna y el caso Urdangarin. Se mantiene como colofón el capítulo El pudridero, cada día vigente.
En la redacción final de Juan Carlos I, la biografía sin silencios sigue sin aparecer ni un solo insulto, ni una sola injuria, ni una sola calumnia… Y espero que sus lectores menos fervientes lo tengan en cuenta, a la hora de acometer la crítica, en un plano dialéctico y no represor y judicial.
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