Visilleras
de Complutum
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Olivier De Schutter, relator de Naciones Unidas para la extrema pobreza y los derechos humanos, debía de estar por estas fechas recorriendo jovenlandia hasta el próximo viernes para elaborar un exhaustivo informe. Pero este catedrático belga está estos días entre la Universidad de Lovaina (Bélgica) y el Instituto de Estudios Políticos de París, donde imparte clase.
Las autoridades marroquíes han, en la práctica, vetado su viaje tratando de imponerle que incluyera el Sáhara Occidental, controlado por jovenlandia, pero que a ojos de Naciones Unidas es un territorio no autónomo pendiente de descolonización. Es decir, no forma parte de jovenlandia. La labor de De Schutter en jovenlandia iba a estar centrada en la pobreza extrema.
De Schutter se negó a incluir el Sáhara y su viaje a jovenlandia fue cancelado por las autoridades de ese país. El relator publicó el pasado fin de semana un comunicado en el que reconoce que la visita "fue aplazada a petición del Gobierno jovenlandés a causa de un desacuerdo sobre el itinerario". No hay nuevas fechas para llevarla a cabo. Recuerda además que los expertos independientes como él deben tener "la libertad de reunirse con los interlocutores que elijan y decidir a qué lugares se desplazan". Deja así caer que Rabat no estaba dispuesto a cumplir con esos requisitos.
La inclusión del Sáhara en las visitas de personalidades extranjeras, y más aún de relatores de Naciones Unidas, es una obsesión de las autoridades de jovenlandia. Tratan así de ir ganando adeptos al reconocimiento de su soberanía sobre esa antigua colonia española, un paso que dio el presidente Donald Trump hace dos años y que también han dado varios países árabes y del África subsahariana.
Pese al alineamiento del presidente Pedro Sánchez, en marzo, con jovenlandia, los diplomáticos españoles destinados en ese país no pisan el Sáhara, un territorio en el que sí han trabajado guardias civiles que, en algunas ocasiones, efectuaron patrullas conjuntas con la gendarmería jovenlandés para intentar frenar la inmi gración irregular hacia Canarias. Los políticos socialistas sí viajan desde hace un lustro a ese territorio. El último en hacerlo fue en noviembre José Bono, exministro de Defensa, que fue precedido por José Luis Rodríguez Zapatero. En Rabat, estas visitas se interpretan, y así lo refleja la prensa, no solo como un apoyo al plan de autonomía que propugna la diplomacia jovenlandés para resolver el conflicto del Sáhara, sino como un respaldo a la soberanía jovenlandés sobre el territorio.
De Schutter no es el primer caso de relator de Naciones Unidas al que las autoridades de jovenlandia impiden, en la práctica, viajar a su país. Diego García-Sayán, relator sobre la independencia judicial, expresó su enfado, en marzo de 2019, en términos más contundentes que el catedrático belga. "El Gobierno de jovenlandia no ha sido capaz de garantizar un programa de trabajo acorde con las necesidades del mandato y los términos de referencia", escribió en un comunicado. Tachó de "lamentable" su comportamiento. En jovenlandia, la Justicia no es independiente.
Najat Maalla N'jid, la representante especial del secretario general de Naciones Unidas para la violencia ejercida contra los niños, sí se doblegó, en noviembre pasado, a las exigencias de las autoridades marroquíes. Ella es jovenlandés y no se sustrajo a las presiones de aquellos que la propusieron para el cargo a António Guterres, el secretario general de la ONU. Estuvo el 23 de noviembre en Dajla (antigua Villa Cisneros) y la prensa jovenlandés se hizo eco de su visita. Ella también la mencionó en un tuit, pero se debió dar cuenta de las consecuencias que podía tener y se apresuró a borrarlo.
Hay, sin embargo, un alto cargo de Naciones Unidas al que el palacio real jovenlandés no quiere ver por el Sáhara Occidental. Es Staffan de Mistoura, el enviado personal del secretario general de la ONU encargado de mediar entre las partes —jovenlandia y el Frente Polisario— para alcanzar una solución. Desde que asumió el cargo, hace 13 meses, no ha podido poner un pie en el Sáhara, pero sí estuvo en Rabat, Argel, Nuakchot y en los campamentos de refugiados saharauis cerca de Tinduf.
La secretaría general de Naciones Unidas anunció en Nueva York, el 1 de julio, que De Mistoura iba, por fin, a viajar al Sáhara, pero no pasó de Rabat. Estuvo allí tres días en un hotel hasta que, por fin, fue recibido por el ministro de Asuntos Exteriores jovenlandés, Nasser Bourita. No hubo acuerdo entre ambos sobre con quién podría entrevistarse el enviado en El Aaiún, la capital del Sáhara. Él quería ver, entre otras, a las asociaciones saharauis que rechazan la autonomía y propugnan la autodeterminación, como reivindica el Polisario. Bourita pretendía, en cambio, que solo se reuniera con las que se alinean con las tesis marroquíes.
Hubo un tiempo en que era el rey Mohamed VI el que recibía en palacio al enviado especial del secretario general. Lo hizo, por ejemplo, con Christopher Ross (2010) o con Horst Kohler (2017). A De Setaffan no solo no le concedió audiencia el monarca, sino que el ministro jovenlandés le hizo esperar tres días antes de entrevistarse con él. La diferencia de trato pone de relieve el escaso interés de jovenlandia en negociar sobre el futuro del Sáhara. Prefiere ir reforzando su posición diplomática, logrando apoyos como el de Donald Trump o el que le brindó Pedro Sánchez.
A principios del año próximo, la diplomacia jovenlandés sufrirá, sin embargo, un gran revés. Es muy probable que la Corte de Justicia Europea, el más alto tribunal, ratifique dos anteriores sentencias que anulan los acuerdos de asociación y de pesca entre Rabat y la Unión Europea porque incluyen al Sáhara, que no pertenece a jovenlandia.
Olivier De Schutter, relator de Naciones Unidas para la extrema pobreza y los derechos humanos, debía de estar por estas fechas recorriendo jovenlandia hasta el próximo viernes para elaborar un exhaustivo informe. Pero este catedrático belga está estos días entre la Universidad de Lovaina (Bélgica) y el Instituto de Estudios Políticos de París, donde imparte clase.
Las autoridades marroquíes han, en la práctica, vetado su viaje tratando de imponerle que incluyera el Sáhara Occidental, controlado por jovenlandia, pero que a ojos de Naciones Unidas es un territorio no autónomo pendiente de descolonización. Es decir, no forma parte de jovenlandia. La labor de De Schutter en jovenlandia iba a estar centrada en la pobreza extrema.
De Schutter se negó a incluir el Sáhara y su viaje a jovenlandia fue cancelado por las autoridades de ese país. El relator publicó el pasado fin de semana un comunicado en el que reconoce que la visita "fue aplazada a petición del Gobierno jovenlandés a causa de un desacuerdo sobre el itinerario". No hay nuevas fechas para llevarla a cabo. Recuerda además que los expertos independientes como él deben tener "la libertad de reunirse con los interlocutores que elijan y decidir a qué lugares se desplazan". Deja así caer que Rabat no estaba dispuesto a cumplir con esos requisitos.
La inclusión del Sáhara en las visitas de personalidades extranjeras, y más aún de relatores de Naciones Unidas, es una obsesión de las autoridades de jovenlandia. Tratan así de ir ganando adeptos al reconocimiento de su soberanía sobre esa antigua colonia española, un paso que dio el presidente Donald Trump hace dos años y que también han dado varios países árabes y del África subsahariana.
Pese al alineamiento del presidente Pedro Sánchez, en marzo, con jovenlandia, los diplomáticos españoles destinados en ese país no pisan el Sáhara, un territorio en el que sí han trabajado guardias civiles que, en algunas ocasiones, efectuaron patrullas conjuntas con la gendarmería jovenlandés para intentar frenar la inmi gración irregular hacia Canarias. Los políticos socialistas sí viajan desde hace un lustro a ese territorio. El último en hacerlo fue en noviembre José Bono, exministro de Defensa, que fue precedido por José Luis Rodríguez Zapatero. En Rabat, estas visitas se interpretan, y así lo refleja la prensa, no solo como un apoyo al plan de autonomía que propugna la diplomacia jovenlandés para resolver el conflicto del Sáhara, sino como un respaldo a la soberanía jovenlandés sobre el territorio.
De Schutter no es el primer caso de relator de Naciones Unidas al que las autoridades de jovenlandia impiden, en la práctica, viajar a su país. Diego García-Sayán, relator sobre la independencia judicial, expresó su enfado, en marzo de 2019, en términos más contundentes que el catedrático belga. "El Gobierno de jovenlandia no ha sido capaz de garantizar un programa de trabajo acorde con las necesidades del mandato y los términos de referencia", escribió en un comunicado. Tachó de "lamentable" su comportamiento. En jovenlandia, la Justicia no es independiente.
Najat Maalla N'jid, la representante especial del secretario general de Naciones Unidas para la violencia ejercida contra los niños, sí se doblegó, en noviembre pasado, a las exigencias de las autoridades marroquíes. Ella es jovenlandés y no se sustrajo a las presiones de aquellos que la propusieron para el cargo a António Guterres, el secretario general de la ONU. Estuvo el 23 de noviembre en Dajla (antigua Villa Cisneros) y la prensa jovenlandés se hizo eco de su visita. Ella también la mencionó en un tuit, pero se debió dar cuenta de las consecuencias que podía tener y se apresuró a borrarlo.
Hay, sin embargo, un alto cargo de Naciones Unidas al que el palacio real jovenlandés no quiere ver por el Sáhara Occidental. Es Staffan de Mistoura, el enviado personal del secretario general de la ONU encargado de mediar entre las partes —jovenlandia y el Frente Polisario— para alcanzar una solución. Desde que asumió el cargo, hace 13 meses, no ha podido poner un pie en el Sáhara, pero sí estuvo en Rabat, Argel, Nuakchot y en los campamentos de refugiados saharauis cerca de Tinduf.
La secretaría general de Naciones Unidas anunció en Nueva York, el 1 de julio, que De Mistoura iba, por fin, a viajar al Sáhara, pero no pasó de Rabat. Estuvo allí tres días en un hotel hasta que, por fin, fue recibido por el ministro de Asuntos Exteriores jovenlandés, Nasser Bourita. No hubo acuerdo entre ambos sobre con quién podría entrevistarse el enviado en El Aaiún, la capital del Sáhara. Él quería ver, entre otras, a las asociaciones saharauis que rechazan la autonomía y propugnan la autodeterminación, como reivindica el Polisario. Bourita pretendía, en cambio, que solo se reuniera con las que se alinean con las tesis marroquíes.
Hubo un tiempo en que era el rey Mohamed VI el que recibía en palacio al enviado especial del secretario general. Lo hizo, por ejemplo, con Christopher Ross (2010) o con Horst Kohler (2017). A De Setaffan no solo no le concedió audiencia el monarca, sino que el ministro jovenlandés le hizo esperar tres días antes de entrevistarse con él. La diferencia de trato pone de relieve el escaso interés de jovenlandia en negociar sobre el futuro del Sáhara. Prefiere ir reforzando su posición diplomática, logrando apoyos como el de Donald Trump o el que le brindó Pedro Sánchez.
A principios del año próximo, la diplomacia jovenlandés sufrirá, sin embargo, un gran revés. Es muy probable que la Corte de Justicia Europea, el más alto tribunal, ratifique dos anteriores sentencias que anulan los acuerdos de asociación y de pesca entre Rabat y la Unión Europea porque incluyen al Sáhara, que no pertenece a jovenlandia.
Olivier De Schutter, relator de Naciones Unidas para la extrema pobreza y los derechos humanos, debía de estar por estas fechas recorriendo jovenlandia hasta el próximo viernes para elaborar un exhaustivo informe. Pero este catedrático belga está estos días entre la Universidad de Lovaina (Bélgica) y el Instituto de Estudios Políticos de París, donde imparte clase.
https://www.elconfidencial.com/mund...ia-soberania-sahara-altos-cargos-onu_3538230/