Lyndon B. Johnson fue presidente de Estados Unidos entre 1963 y 1969. Fue vicepresidente de John F. Kennedy, y poco después del asesinato de este juró el cargo de presidente. Tan poco después que cuando Lyndon Johnson juró como presidente, a su lado estaba la viuda de Kennedy con el mismo traje de Chanel que llevaba en el coche. Todavía estaba manchado con la sangre de su marido. Pero las historias que se cuentan de él y su poca delicadez son abracadabrantes. Johnson, el presidente de EEUU que orinaba delante de cualquiera, era un poco marrano, hablando en plata.
Johnson, el presidente de EEUU que orinaba delante de cualquiera, tenía poca vergüenza y exhibía su “Jumbo” con frecuencia
Ya les conté hace mucho que, en las horas siguientes a la fin en Dallas del presidente Kennedy, su secretaria personal hizo una lista de los sospechosos del asesinato, bajo su punto de vista. El primero en la lista era Johnson. Más allá de esto, Johnson tiene fama, parece que bien ganada, de ser un hombre soez, desagradable y poco respetuoso. Son decenas las historias que se cuentan de él, de su hablar grosero, de sus flatulencias y de su poco decoro. Vamos a repasar algunas, que son ya impresionantes.
No dudaba en usar en cualquier conversación, fuera quien fuera su interlocutor, metáforas relacionadas con orinar y defecar. Por ejemplo, una vez dijo: Hacer un discurso sobre economía es como mearse encima, a ti te parece que está caliente, pero a nadie más. Ese caliente es la palabra hot, en inglés, que tiene en ese idioma el doble sentido de caliente, relacionado con la temperatura, y de candente, vivo, llamativo.
Tampoco era extraño que miembros de su gabinete se vieran obligados a seguirle hasta el baño para continuar una conversación, mientras él orinaba sin la menor vergüenza. También hacía lo mismo cuando estaban en el campo o durante los viajes, sin importarle quién estuviera alrededor. Incluso si había periodista con cámaras fotográficas, Johnson se aliviaba sin problema y sin esconderse.
Una vez orinó, literalmente, sobre uno de sus escoltas
Arthur Goldschmidt, un funcionario de las Naciones Unidas, contaba que, estando con él en el Despacho Oval, Johnson defecó, se afeitó y se duchó, mientras continuaba su conversación como si nada. En otra ocasión, Sam Schaffer, un periodista, estaba visitando el rancho tejano de Johnson acompañado por el presidente, cuando este tuvo una de sus urgencias. Sin más, orinó delante del periodista, sin reparo. Y siguió como si nada.
Una vez le orinó encima, literalmente, a un agente del Servicio Secreto. A uno de sus escoltas, vaya. Este le avisó, diciéndole respetuosamente, Señor, está usted orinando sobre mi pierna. Según se cuenta, Johnson no sólo no pidió disculpas, sino que dijo que aquello era una prerrogativa del presidente. En definitiva, que casi tenía derecho a hacerlo si quería.
Para finalizar esta colección de despropósitos, parece que Johnson presumía del tamaño de su miembro viril, y que hasta le había puesto nombre. Lo llamaba Jumbo. Y no fueron pocas las ocasiones en las que directamente lo mostró, a Jumbo, para dejar claro a su interlocutor que estaba bien dotado, no sólo para subir en el mundo de la política.