Isantander: crónica de una experiencia personal (tocho inside)

Yupi

Madmaxista
Desde
10 May 2014
Mensajes
258
Reputación
677
Saludos burbujarras

Sirva este mensaje como presentación de mi persona en este selecto foro de burbujos, lonchafinas y demás gente de bien que sigo asiduamente, pero en el que nunca tuve a bien participar.


Vamos pallá.


Capítulo I: Los ahorros de una vida.

Siempre he sido, mucho antes de la creación de este foro, un lonchafina. No tanto por avaro o pesetero como por lo frugal de mi existencia y mis necesidades, tanto más cuanto que nunca tuve pareja estable o familia a la que mantener. Mis vicios nunca han sido caros: cerveza, cacharros electrónicos (que, no debemos olvidar, vienen sufriendo una bajada brutal de precios que ayuda a mantener un IPC ficticio) y algún esporádico viaje en los que no llego a tirar la casa por la ventana. Añado que he dejado de fumar hace varios años, que nunca he sido aficionado a las lumis y que tengo un trabajo estable desde hace tiempo. Faltan algunos datos (los más importantes dirá el agudo lector), pero me los reservo para mantener esa pátina de misterio que sólo subsiste si no rascamos demasiado en la superficie de nuestros héroes y para preservar la dignidad que la ignorancia de los hechos verídicos confiere a los hombres ordinarios. Y es que un poco de sana miopía que mantenga las distancias entre nosotros y la realidad que nos rodea nos puede hacer soportable la mundanalidad de nuestra existencia.

Pero dejémonos de filosofías y retomemos el hilo. En las circunstancias descritas he llegado a acumular a lo largo de unos años un capital que, con el tiempo y un mínimo de aprendizaje financiero en los últimos años, he repartido entre varias entidades que me ofrecen diversos servicios. He de aclarar que no es gran cosa; de hecho algunos de los lectores se reirían si conocieran el montante total de mis ahorros: pero son MIS AHORROS y significan parte de los sacrificios que realizado en esta vida de esclavo que todos, unos más y otros menos, hemos de soportar para el bien común de una minoría. A cuenta de lo anterior, quisiera declarar que me resulta aterrador pensar que todos tus años de trabajo y esfuerzos, todos ellos sometidos a horarios que no entienden de los terribles efectos adversos de la falta de sueño, se reducen, si eres ahorrador como un servidor, a un simple apunte bancario que puede quedarse en nada en según qué circunstancias, o a una simple nota registral si eres visillero o “imbersor”.

He de aclarar que nunca me he considerado cliente de iSantander: esta condición me advino por ser titular de una cuenta de iBanesto, a causa de la integración de ambos bancos, aunque he de admitir que suscribí poco después un depósito a plazo fijo con la entidad que ya, hablando con propiedad, había dejado de ser iBanesto para alzarse como la imponente iSantader: y es que un 2% TAE es un 2% TAE. O eso creía yo.

De mi anterior relación con iBanesto no tengo quejas: nunca tuve que hacer acto de presencia en ninguna de sus sucursales; y eso ya es motivo de elogio.

Capítulo II: nada es para siempre.

La anécdota que nos ocupa comenzó hace pocos días, cuando me liquidaron el susodicho depósito a plazo fijo que tenía en iSantander. Como me esperaba después de leer innumerables foros que trataban el asunto, el supuesto 2% de rentabilidad se redujo a un 1% por cuestiones harto complicadas que por extensas dejo sin explicitar en este mensaje. Baste aclarar que las condiciones del contrato eran tan confusas y peregrinas, y la operativa vía internet tan taimada, que ni un licenciado en materia financiera hubiera podido dejar de ser posible víctima del maquiavélico contrato que suscribí con la entidad.

Aunque sé que muchos de los foreros burbujeros, aguerridos y toreros como los viejos conquistadores españoles —incluidos por supuesto los vascos, famosos por su temeridad y osadía, españoles por antonomasia de la época de la Monarquía universal española—, hubieran presentado batalla por reclamar en iSantander el 2% TAE que por justicia correspondía, yo, dado que no soy aguerrido ni torero ni vasco, aunque sí temeroso español de estos aciagos años que nos han tocado en suerte, opté por callarme la boca y, dado que sólo me rentaban a un perversos 0,55% TAE y mi dignidad masculina estaba en entredicho, traspasar mis pocas cortesanas que tenía depositadas en el iSantander a otra entidad que me ofreciera un interés con más enjundia; y a tales efectos suscribí contrato de un depósito a plazo fijo con mi querida ING por un modesto 2% TAE que en estos tiempos que nos asolan se me antojaba atractivo. Digo “querida”, he de aclarar, no porque mantenga con ella una relación de confianza absoluta y ciega, sino por la aceptable claridad que la entidad había mostrado a la hora de explicitar los términos del contrato: no me era necesario leer varias páginas de lenguaje pseudolegal —porque en tres líneas plasmadas en el monitor la entidad dejaba a las claras de qué iba la cosa—, al tiempo que la plataforma informática me advertía de las consecuencias que, sobre mi depósito, pudiera tener cualquier operación que pretendiera hacer. Con todo, sirva de advertencia y aviso a navegantes: que nadie dude de que ING sufrirá el mismo trato que otras si su servicio empezara a flaquear. Tal es mi compromiso.

Con toda paz y claridad de espíritu emprendí mi sencilla empresa de traspasar mis fondos: me conecté a la web de iSantader y ordené mi tras*ferencia, pero aquel invento del diablo me denegaba por sistema todo intento. Por fin, y a costa de diversos intentos con varios navegadores web —internet explorer fue el acertado—, descubrí que la causa denegatoria era la superación del límite establecido para tras*ferencias. En principio pensé que era normal, una medida de seguridad pensada en mi beneficio —bendita inocencia infantil que nos aleja de toda ira—. Bien era cierto que me ofrecían un 902 para solucionar el problema, pero yo, como buen lonchafinista y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que tenía una sucursal a un tiro de piedra de mi centro de trabajo, decidí realizar presencialmente la tras*ferencia en el banco haciendo uso de parte de mi descanso para el desayuno obligado.

Capítulo III: The stuff that dreams are made of.

Llegó la hora y el día propicios y me presenté en la sucursal elegida. Admito que hacía años que no pisaba banco alguno y me sorprendió aquella suerte de cilindro de aislamiento que era la entrada al banco. Como si de una cámara de despresurización se tratase y creyéndome protagonista de una película de ciencia ficción, me introduje en ella torpemente. Aquella claustrofóbica lata de sardinas se cerró detrás de mí para luego abrirme la puerta interior a aquel mundo de hipotecas, preferentes, préstamos, fondos de inversión y otros tesoros dorados que se asemejan a los descritos en el jovenlandesalizante cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones.

Una vez dentro, me dirigí a la ventanilla, y cuando me hice uso de mi turno y expuse mis intenciones, la empleada me dirigió, fugaz y eficiente, a una mesa donde me atenderían personalmente. No me sorprendió: sabía que aquello era territorio desconocido y que la cantidad que deseaba tras*ferir podía superar lo “normal” —por irrisoria que era— a tenor de las opiniones de insignes foreros de esta comunidad. Así que me dirigí a la mesa que me indicaron.

Capítulo IV: los comerciales dominarán el mundo.

Los buenos modales del empleado me recibieron cuando me senté a la mesa y sin más preámbulos me preguntó por mis intenciones, cosa que yo, poco dado a la cháchara social y misántropo por naturaleza desde niño, agradecí. Le comuniqué mi procedencia de iBanesto y expuse sumariamente mis únicas dos intenciones:

Primera: Elevar el límite actual de tras*ferencia.
Segunda: Efectuar una tras*ferencia por casi la totalidad de mis ahorros.

Cuando le comuniqué la cantidad a tras*ferir —nada del otro mundo, una modesta cantidad—, el rostro del empleado sufrió un cambio casi imperceptible pero que yo advertí; dejó de mirarme a los ojos y enfocó su mirada al monitor a su derecha. También su discurso adquirió un tono negativo en el que prevalecían conjunciones adversativas como “pero”, “excepto” y “no sé” (los lingüistas más puristas me podrán alegar que esta última no es ni conjunción ni adversativa, pero puedo discutirles lo contrario, si lo desean, en otra entrada).

Yo me hice valer:

— Lo primero, eleve el límite de tras*ferencia —dije sin pasión..

El empleado me expuso que le era imposible porque “ellos”, el banco Santander, no eran iBanesto.

— Pero iBanesto ya no existe, fue absorbido por el banco Santander —repuse yo.

El empleado insistió en que ellos no eran iBanesto, que si quería elevar el límite de tras*ferencia y otras operaciones relacionadas debería hablar con los responsables de iBanesto.

— ¿Quiere decir que debo comunicarme con la línea telefónica 902 que aparece en iSantander? —repuse yo para facilitar su tarea y acortar la discusión que amenazaba con devorar el tiempo reglado de mi desayuno.

— Claro —me respondió el empleado.

No quise abundar más en el tema porque, aunque estoy curtido en discusiones y magníficas batallas oratorias (todas ellas imaginarias que sólo existen en mi fantasía, pero épicas sin igual: en realidad no soy nadie pero me monto mis batallitas en mi fantasiosa mente, cosa que me ha servido de entrenamiento para situaciones reales como ésta), los minutos se acumulaban y mi paciencia se agotaba. Así pues, avancé, impasible, mi siguiente jugada:

— De acuerdo, no me interesa el límite de tras*ferencia. Por favor, ahora tras*fiera mi dinero a esta cuenta que le voy a decir.

Un pequeño cortocircuito se atisbó en el rostro del empleado que, como todo comercial de esta nuestra época, había olvidado aquel extraño arte que combinaba una amable y persuasoria oratoria con un interés egoísta que camuflaba entre hipnóticas palabras sabiamente escogidas; nada quedaba, en el discurso de aquel empleado, de ese lenguaje formalmente amable y convincente del charlatán que antaño había atravesado praderas, montañas y desiertos del viejo oeste sólo para vender a asombrados pueblerinos un tónico contra la calvicie a un precio, literalmente, de oro. De hecho, mi interlocutor ni siquiera intentó venderme un perversos seguro.

— Es posible que el sistema no me permita realizar la tras*ferencia -decía mientras tecleaba mi DNI.

Yo callaba.

— Ah, claro. Ahora entiendo por qué la web no le dejó tras*ferir ese dinero, es que con esa cantidad que quiere tras*ferir va a liquidar la cuenta.

¿Liquidar la cuenta? Me extrañó su concepto de “liquidar” la cuenta porque dejaba en la misma una cantidad cercana a los 1000 euros para gastos imprevistos y en previsión de un regreso de mis dineros en el caso de que la rentabilidad subiera en el futuro. Pero callé. No dije una palabra mientras él tecleaba.

— Vaya, parece que me permite la tras*ferencia.

Gracias, pensé, por permitirme hacer uso de mi dinero.

— Le haré una fotocopia de su DNI por tratarse una cantidad importante.

¿Fotocopia de mi DNI? Siempre me ha incordiado que hagan fotocopias de mi DNI ¿Acaso nadie conoce las múltiples estafas que se pueden cometer con una simple fotocopia de un DNI? Callé. Pero tomé nota mental de que en esa sucursal tenían fotocopia de mi DNI. Siempre lo hago cuando me obligan a aportar fotocopias: toda desconfianza con los bancos y las personas es, en general, poca.

— Bueno, aquí tiene.

El empleado me entregó, según un orden preestablecido, dos resguardos de la tras*ferencia realizada: el primero lo firmé para el archivo de la entidad; el segundo me lo entregó sin sellar ni firmar por nadie de la sucursal: un simple folio escupido por una impresora de 20 euros.

— Este es su justificante, adiós —me dijo el empleado sin mirarme a los ojos.

— Gracias —repuse amablemente.

Capítulo V y último: epílogo

Recogí mis cosas, me levanté y me dirigí a la salida. Me introduje en aquel cilindro de despresurización, un cristal se cerró detrás de mí dejándome encerrado en aquel ataúd tras*parente. Por un momento creí que nunca saldría de aquella cabina, que me mantendrían encerrado por siempre por haber osado abandonarles. Pero no: yo no tenía ninguna deuda, hipoteca o préstamo con ellos: una lámina curva y tras*parente se abrió enfrente de mí y pude abandonar aquella sucursal. Ya en la calle, avancé unos pasos y me ensordeció el estruendo de los automóviles y las voces de los tras*eúntes. Volvía al mundo, mi mundo, un mundo sin deudas pero sin objetivos o metas que le confirieran sentido. En realidad estaba atrapado en otra cámara de aislamiento mucho mayor cuyos límites no alcanzaba a ver en la distancia —”el horizonte es el límite”, me gritan los anuncios publicitarios— pero que yo notaba más cercanos, más íntimos: un circulo eterno, un acotamiento vital que va desde la hora insana de la madrugada en que te levantas hasta las tantas de la tarde cuando, por fin, se te permite regresar a tu cueva para comer, ver alguna serie de internet, maldormir algunas horas y escribir alguna chorrada en algún foro.

Gracias por leer el tocho.


Un saludo

P.D. Podéis mover esto a guardería.
 
El otro día estuve en esa entidad y por lomenos 4 personas delante de mi estaban descontentas.
A mi, personalmente, me dieron un servicio de cosa. Y eso que el empleado se dignó a pagarme un cheque de una empresa de ruines deportistas.
Bueno, en realidad si pudiera en u futuro, haría una película con un guión escrito por mi con lo que ocurrió en esa sucursal en la hora y media que tuve que estar allí.
El triunfo del supercapitalismo, decía yo. nos esquilman las ratas.:roto2:
viva fernando alonso, abajo los motores de combustión:p:p
 
paso de leerme semejante tocho, parece que es una queja
 
Pues yo te voy a contar la experiencia de alguien que en vez de tener unos ahorros tiene 15 céntimos y no puede cerrar la cuenta.

Esto viene de hace años, cuando se abrió esa cuenta pero no convencían no se qué de la web y entonces pasó a ING.

Acudió a la oficina física concertada con esa banca de internet.
Pero mientras para ingresar todo son facilidades...a la hora de intentar cerrar la cuenta pusieron pegas. Y encima para ir hasta esa oficina tuvo que atravesar media ciudad.
Al final consiguió su propósito de sacar todo el dinero que tenía pero no el de cerrar la cuenta.
Le dieron sus 30 euros con no se cuántos céntimos de "intereses"(no falta un cero, tenía eso) y le dijeron que para cerrar la cuenta debía llamar al 902 de marras.
Por internet tampoco fue posible mandando un e-mail pidiéndolo.
Y entonces la señora dijo: "pues como no cobran por tenerla abierta ...ahí la dejo"

Han pasado AÑOS y el banco manda cada mes un extracto de sus cero euros. Bueno, cero pero resulta que hay 15 céntimos de no se qué intereses menos no se cuántos de "retenciones" que faltaban por cobrar. ¿?
Aunque pone que "líquido" hay cero euros.
El caso es que ahora que pasó al Santander se mandó un correo diciendo que no quiere la cuenta y que la cierren, que llevan años gastando dinero en sellos para mandar un extracto de algo que no se usa.
Y contestan que no pueden cerrarlo por internet ni por teléfono porque hay unos céntimos en la cuenta. Se les dice que se les regala, así de sobrada es la señora. Es que ni recuerda la contraseña ni está por la labor de hacer una tras*ferencia de 0.15 euros si es que los tiene(no queda claro eso de "líquido=cero") para que luego digan que igualmente debe llamar para grabar su voz.

Debe acudir a una oficina que tiene lejos de su barrio a recoger los 15 céntimos. Gasta más en el autobús urbano de lo que le dan.
Y claro, una vez que vaya y los saque ¿le darían de baja o saldrían de nuevo con que al ser banca de internet se debe dar de baja en la propia compañía? Vamos, el 902 dichoso.

Pues desde ese e-mail hace unos meses y la señora no ha tenido que ir a nada hacia ninguna zona de la ciudad con oficina del Santander.
Y siguen llegando las cartas con el extracto de cero euros ( ¿cero? dicen que los céntimos que constan de no se qué aunque no en el "líquido" los tiene que sacar)

Esperemos que si un día empiezan a cobrar comisiones avisen en esas cartas y con letra legible, pues no se ha a hacer un viaje al centro solo para sacar céntimos y ni se sabe si cerraría la cuenta.
 
buf Yo no sé pa qué la abrí en diciembre.Estoy asqueado con ellos y por mí la cerraría pero ya me veo con problemas infinitos para ello..... :(
 
Es un banco muy problema´tico.
esta en contubernio claro con ladrofone...
una pena
 
Muy bueno, Yupi. El fondo no está mal pero mal estaría no reconocer que lo bueno, en realidad, es la forma.
 
¿Y cuanto te cobraron por la tras*ferencia?
 
Volver